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Primera edición, 2018



ISBN: 978-607-7768-02-9



D.R. © José Roberto Parra



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Estad preparados para dar razón de vuestra esperanza.

Amigos: hay fundadores y dirigentes de denominaciones cristianas, que afirman que no importa el Cristo Histórico; es decir, la existencia histórica de Cristo y de su vida, de su contorno histórico, de sus palabras —hechos, milagros y profecías determinadamente predichas y ciertamente— cumplidas, de la creación histórica del Reino de los Cielos, de la Iglesia perenne que duraría hasta el fin de los tiempos, de la elección y formación de los dirigentes y espina dorsal de ella, de su pasión, muerte y resurrección históricas, de la transmisión a esos 12 —y solo a esos 12 más Pablo— de la misión y autoridad para atar y desatar que el Padre le había transmitido. La misión de los Apóstoles, la misión y autoridad —exclusiva y el mandato personal de que fueran por todo el mundo a predicar es el adn—. El genoma que el Padre transmitió a Cristo, y Este a su vez a los Apóstoles) Este el distintivo único de legitimidad del verdadero Apóstol. Quien no lleve este genoma, aunque se nombre y lo llamen Apóstol, será Apóstol patito. Él se invitó al banquete de Cristo y Cristo le dirá no te invité, no te llamé, no te constituí. ¿Por qué siembras en mi campo (de la Iglesia) una semilla diferente a la mía) Todas esas afirmaciones, dicen ellos, poco o nada importa que hayan existido, que sean históricas, lo importante es el Cristo de la Fe. Amigos, la Fe en Cristo es importantísima, pero para que sea verdadera (y no inventada por la imaginación loca, descontrolada o interesada de fundadores fanáticos), debe basarse en el Cristo histórico, es decir en la existencia histórica, la vida, obras y acontecimientos que rodearon historia temporal de la vida de Cristo. La Fe confiesa realidades, verdades, que no podemos comprender porque nos rebasan la capacidad del hombre, pero la Fe también contiene verdades históricas que sucedieron en un tiempo y lugar determinado. Debemos creer que Cristo nació en tiempos del emperador Octavio Augusto y que padeció en tiempos de Herodes Agripa, Arquelao y; Poncio Pilato, pero También sabemos históricamente, que Cristo nació bajo el reinado de César Augusto y que padeció y murió en tiempos de Herodes Agripa, Arquelao y Poncio Pilato. Lo sucedido en el año 33 lo creemos y además los sabemos históricamente. La Fe cree lo sucedido en el pasado. La Fe se alimenta y respira lo que sucedió en el pasado. No tenemos derecho a creer aquello que es quimérico, contradictorio, irreal, irracional y que no sucedió históricamente durante la vida de Cristo y mucho antes en el Antiguo Testamento porque «si Cristo no resucitó vana es nuestra Fe» dice San Pablo. Ojo sectarios, estas palabras son palabras inspiradas, por lo tanto tienen contenido de la Fe, pero también de la Historia. ¡Ojo, que no se me mal interprete! No estoy diciendo que la Fe se reduce al conocimiento histórico o que es fruto del conocimiento histórico. ¡No!, la Fe es un regalo, un don de Dios. Pero ese acto de Fe es racional (como toda creencia de Fe). No se puede aceptar una Fe que te obligue a aceptar una contradicción o una falsedad histórica, no se puede aceptar una Fe que te obligue a creer que la parte es mayor que el todo o que el todo es menor que la parte. Cuando tú, misionero, le dices a una persona: «¿Cree que Jesucristo padeció bajo Poncio Pilato», esa proposición de Fe lleva incluida o acompañada necesariamente una proposición racional, histórica y por eso con toda razón, y para que pueda dar su asentimiento de Fe, te preguntará, misionero, o se preguntará: «¡Poncio Pilato!, ¿qué es? Es una piedra, un animal o un árbol ¿o es un hombre? Si es un hombre, ¿dónde vivió, en que tiempo vivió, de qué nacionalidad era, que cargo tenía? Esas preguntas aparecerán necesariamente en la mente de todo iniciado en la Fe aun del más inculto aborigen de la selva, como condición para poder creer: Es que la Fe es racional y es que esas preguntas llevan un contenido histórico. Por eso San Pedro en su Epístola nos exige: “Estad preparados para dar razón” de vuestra Esperanza» o sea de vuestra Fe. En suma, no se puede disociar el Cristo de la Fe del Cristo de la historia: es el mismo aunque conocido por diferentes fuentes, por la razón y por la Autoridad Divina. La Fe no contradice a la razón sino que la eleva, la complementa y la perfecciona. Hay misterio (todos los misterios) de la Fe Católica que sobrepasan a la razón pero que jamás la contradicen.

Amigos: estudiemos sin prejuicios el Cristo histórico: quién era, su origen, su personalidad, su mensaje, su misión, sus obras, sus instituciones (o su institución). Sin esas preguntas respondidas con verdad, no podemos entrar al Cristo de la Fe. Es un hecho que existen los Evangelios y tanto los Católicos como la mayoría de las denominaciones cristianas creemos que son inspirados por el Espíritu Santo, todos creemos (y sabemos) que fueron escritos por los testigos oculares que compartieron la vida de Cristo y eran honestos, por lo tanto sabían lo que escribieron y querían decir la verdad. En ellos está escrito que Cristo instituyó una sola Iglesia que duraría hasta el fin del mundo. Luego ahora existe y debe existir. ¿En dónde está esa Iglesia que Cristo fundó y que ordenó que todo el mundo abrazara bajo pena de condenaclón? Pero existe un problema grande: existen 40 000 iglesias, denominaciones o sectas cristianas que claman todas ellas, incluyendo la Católica, ser esa Iglesia que fundó Cristo. La única forma de encontrarla es despojándonos de prejuicios y decisiones preestablecidas y, con toda honestidad, capacidad y humildad, preguntarles a los Textos Sagrados, cuál es el sentido que los Escritores Sagrados de hecho quisieron darles en el contexto en que se encuentran. Es muy importante advertir que la Biblia goza de dos cualidades: es un libro histórico y un libro inspirado. Eosotros, para ser honestos y serios en esta investigación debemos prescindir (no negar) del aspecto inspirado de este libro y considerarlo únicamente como libro histórico, de lo contrario no habría honestidad científica y estaríamos cometiendo petición de principio, es decir, estaríamos admitiendo de antemano lo que hay que probar. Y muchos hermanos separados nos podrían decir: es inútil tal investigación, pues la Biblia está inspirada y yo sé que mi denominación o Iglesia es la única verdadera que fundó Cristo porque el Espíritu Santo así me lo revela y lo que me revela es la verdad. Ademas, dicen que nosotros seguimos el principio de la interpretación privada. Ante tales declaraciones, caemos en la cuenta de por qué es necesario prescindir (mientras hacemos la investigación) del aspecto inspirado de la Biblia. Al hacer tal investigación no podemos suponer que la Biblia es inspirada ni que esta se interpreta privadamente. Esto sería una gran de honestidad intelectual, lo repito, sería suponer como verdadero (la interpretación privada, por ejemplo) lo que estamos queriendo probar. Amigos Católicos y dirigentes de las 40 000 denominaciones, no tengamos miedo de investigar los orígenes y las bases en que se fundad nuestras respectivas denominaciones. Entiendo que más de algún Católico o seguidor de alguna denominación, me reclame y me pregunte, con toda razón «¿Y tú, qué capacidad tienes para hacer tal investigación?» Les respondo con toda humildad: Me creo historiador, filósofo, teólogo y apologeta. He estudiado por muchos años estos temas y sé latín y sé griego, la lengua en que fue escrito el Nuevo Testamento y el latín, lengua en que fueron hechas las primeras traducciones. Poseo algunos rudimentos de hebreo. Me he visto forzado a hacer esta confesión por respeto y tranquilidad de mis lectores u oyentes.

Basta de introducciones, empecemos… ¡ya!