Agradecemos a Patricio Jara por su compañía, guía
y consejo durante la formación de este proyecto.

Y a Jacinta González por haber diseñado la primera tapa
y titularse junto a nosotros.

ÍNDICE

INTRODUCCIÓN: EL CUENTO DE LA GUERRA

I. LA LLAMARADA QUE INCENDIARÁ
AL MUNDO (1939-1941

El Tercer Reich desata la guerra

El comienzo

La tragedia judía

La batalla del Río de la Plata

Un viejo conocido

La araña nazi sobre Holanda

La épica en Dunquerque

La batalla en Francia

Italia entra en el juego

Egipto bajo el influjo italiano

El Eje se alinea

Hitler conquista la ruta del hierro

Hitler se desquita con Yugoslavia

Incursión a la isla

II. ÁFRICA, EL PACÍFICO Y BARBARROJA (1941-1943)

Se abren nuevos frentes: Hitler traiciona
a la URSS y marca un punto de inflexión

Barbarroja

El sitio de la ciudad heroica

Moscú inexpugnable

Naturaleza kamikaze

El origen de la ONU

Una batalla a medio camino

El Alamein

Stalingrado resiste

La batalla de los tanques

Los puentes aéreos de África

III. LA ARREMETIDA ALIADA (1944-1945)

EE.UU. asume un inesperado liderazgo

El más odiado de Italia

La desolación de Montecassino

El día D

Operación Valkiria

La liberación de París

Sangre en las Ardenas

Los tres grandes de Yalta

Chile en la guerra

La sangre brota en Iwo Jima

La muerte de Hitler

La masacre atómica

Seis años y un día

ÍNDICE DE CRÓNICAS


«El mundo está lleno de peligro, y en él hay muchos lugares oscuros; pero aún hay muchas cosas que son justas, y aunque en todas las tierras el amor ahora se mezcla con el dolor, quizás sea mayor

el amor».

J.R.R. TOLKIEN

INTRODUCCIÓN
El cuento de la guerra

Los relatos son acelerados. Elocuentes, pero mudos. Aparecen en blanco y negro. Se precipitan a través de cables recalando en diarios y revistas del mundo entero en un intento por graficar, con una rigurosidad espeluznante, el sacrificio perpetuado por quienes defienden su patria, por quienes atacan a la del enemigo. Polonia es invadida por dos frentes. Desde el oeste, el ejército nazi lanza su ofensiva sobre el estrecho de Danzig, mientras que por el este, la Unión Soviética aprovecha el descalabro para hacer lo propio. Inglaterra y Francia, manifestando su repudio más por compromiso que por instinto visceral, declaran la guerra a un Adolf Hitler que, hacía tan solo algunos años, decía: «¿La guerra? ¡Si no arreglaría nada! No haría más que agravar la situación del mundo». Estados Unidos, tan lejos —y a la vez tan cerca gracias a un sistema que lo convirtió en potencia luego de la Gran Guerra y la Depresión del 29—, mira a distancia sin siquiera mover un batallón. La población mundial está sumida en un caos que intenta ser combatido por los relatos acelerados y mudos que publican los medios, mientras los judíos apenas comienzan a percibir el peso pendular que caerá sobre ellos. Japón, insatisfecho con su invasión a China desde Manchuria, se alinea al Eje y termina por volver mundial una guerra que no hace más que encumbrar los intereses imperialistas de Hitler.

Todo en presente.

Todo al instante.

Todo en relatos que hablan sobre una realidad cruda, y que, de a poco, terminarán cociendo la cerámica negra que el tiempo y la historia llamarán Segunda Guerra Mundial.

***

La mayoría de lo que los lectores comunes sabemos sobre la Segunda Guerra Mundial es gracias a textos históricos o testimonios de fuentes que, de a poco, van desapareciendo. A través de ellos hemos sido capaces de informarnos sobre los antecedentes del conflicto, su inicio, desarrollo, final, personajes y circunstancias. Existen obras monumentales y esclarecedoras —buenos ejemplos de ello son La Segunda Guerra Mundial, de Antony Beevor, o Europa central, de William Vollmann—, y también mistificaciones de las cuales solo se sabe a cuentagotas y ensanchan la línea de suposiciones que, tangencialmente, siempre acompañará al «relato oficial». Lo cierto es que casi todas ellas abordan la situación en general: son análisis explicativos sobre razones y consecuencias históricas, políticas y sociales que, a la larga, sirven para entender todo, pero para conocer poco.

El cine también ha ayudado. Decenas de películas basadas en historias reales y ficticias han embadurnado parte de nuestro conocimiento acerca de la Segunda Guerra Mundial. Por descontado, también lo ha hecho la literatura.

Sin embargo, poco de lo anterior nos ha permitido conocer el modo en que las personas de esos años percibieron el conflicto. Pese a que el intento por hacerlo es difícil, ambicioso y, en definitiva, imposible, al menos podemos enterarnos de cómo los medios chilenos expusieron los acontecimientos que cronológicamente fueron ocurriendo y cómo la sociedad nacional los recibió. En una época en la que casi no existían televisores, la radio y los periódicos eran los medios que llevaban a casa las mil penurias de una guerra que amenazaba con quedarse largo tiempo y que pretendía llegar a cada confín del planeta. Al menos ese era el plan de Hitler: consolidar el «espacio vital» (Lebensraum) para que el pueblo alemán pudiera desenvolverse en plenitud.

Para cumplir con la función de informar, los periodistas tuvieron una labor fundamental. Y aquí es donde encontramos el quiebre entre lo que nos brinda el texto histórico y el texto noticioso: el primero puede basarse en el segundo, pero el segundo no en el primero. El texto periodístico, la noticia entendida como el relato de una sucesión de hechos documentados, es una expresión in situ, casi instantánea y, por cierto, informativa e ilustradora.

***

Durante la 33ª Feria del Libro de Santiago, en el 2013, el corresponsal de guerra Jon Lee Anderson sostuvo un coloquio con Rodrigo Rey Rosa y Patricio Fernández, en el cual hablaron sobre la relación entre literatura y violencia. Anderson llevó el conflicto al periodismo, su área: los reporteros de guerra tienen una gran deuda con la gente. Sostuvo que la cobertura que hacen de los conflictos es insuficiente y habló particularmente del caso guatemalteco, argumentando que Centroamérica es la región en la cual, actualmente, muere más gente —quizás después de Siria e Irak— a causa de guerrillas y asesinatos, y es de la que menos información se recibe. En definitiva, su tesis demostraba la importancia que posee el periodismo a la hora de informar sobre conflictos de envergadura. Y de paso, la tenacidad con que debe abordar sus circunstancias.

Quienes cubrieron la Segunda Guerra Mundial lo lograron. No todos eran reporteros; muchos eran individuos que simplemente se atrevieron a escribir después de observar con detención, y así sus escritos se transformaron en crónicas acaso sin esperarlo. No podía ser de otra manera: los hechos ocurrían a cada minuto, en todas partes, a la luz del día, en las calles, y los medios de prensa debían cumplir con su labor al jerarquizar la información. Tanto así, que incluso el chileno Pedro Pablo González Quirós escribió para la revista Ercilla mientras estaba de vacaciones en Harden, Holanda, durante la invasión nazi en mayo de 1940: «Salgo a la calle. Me acompaña un miembro consular sudamericano. Es mi garantía. Mi compañero resbala en la acera sobre algo viscoso. ¿Qué es? Nada. ‘Sangre de cerdo’, dice un sargento alemán, enorme dentro de su uniforme. El cerdo fue el muchacho muerto por gritar ¡Viva Holanda! esta mañana, y yo, extranjero, siento el mismo deseo de gritar, como él. ¡Viva Holanda! Y me duele la impotencia, la sutil cobardía de no poder hacerlo. Nos vamos. Nos visan nuestros papeles. Nos registran un poco. Dentro de unas horas nuestro automóvil traspondrá las fronteras. Entonces, sí, grito: ¡Viva Holanda! Es en el mismo instante en que llega a nuestros oídos el crepitar cercano de la fusilería. Y lloro. Sí. Verdaderamente estoy llorando con el dolor del mundo».

Los acontecimientos eran ubicuos, pero la necesidad de informar era omnipresente. En definitiva, y pese a las dificultades, Anderson no hubiese podido sustentar su tesis en ellos.

***

Como podemos constatar, la guerra también llegó a Chile. Los medios de prensa escrita publicaban varias noticias al día, siendo El Mercurio de Santiago el diario que más aportó en esta urgencia informativa. Esta labor le requería, muchas veces, mantenerse atento hasta altas horas de la madrugada, esperando las corresponsalías y los informes para, en primera plana, publicarlos al día siguiente.

A pesar de la distancia, los chilenos siempre mantuvieron el interés y la necesidad de informarse, porque, después de todo, los estragos terminarían haciendo mella en su economía y sociedad.

Chile estaba dividido entre quienes apoyaban a la Quinta Columna y sus detractores. Muchos jóvenes hijos de inmigrantes franceses, italianos, ingleses y alemanes dejaron a sus familias y viajaron a defender las banderas de sus padres o madres, en muchos casos dando la vida. En una crónica escrita por Sergio Zamudio, y publicada el 17 de julio de 1945, se habla sobre ciento cincuenta chilenos que «inscribieron su heroísmo bajo Francia Libre»: «Con su fama de ‘roto’ sufrido y andariego, el chileno ha escrito también con su propia sangre páginas gloriosas en la historia de la lucha de las Naciones Unidas contra el fascismo. Luchó en el desierto, tuvo alas sobre los cielos de Europa. Fue ‘managuá’ en las turbulentas aguas del Atlántico, se sacó la chaqueta para pelear como hombre, a la chilena, en las luchas callejeras y desembarcó junto a los rangers americanos, comandos ingleses, en las costas de Normandía, ese amanecer del Día D. Bajo la bandera de Francia Libre, 156 muchachos chilenos, hijos de franceses avecindados en Chile, se cubrieron de fama en muchas campañas».

Pese a que Chile oficialmente entraría a formar parte de los aliados declarando la guerra a Japón en abril de 1945, vivió la tragedia completa, a su manera, y los corresponsales que pululaban Europa fueron, durante todo ese tiempo, los ojos que revelaban la situación a través de la prensa nacional.

***

Esta antología reúne textos periodísticos publicados en algunos medios chilenos, principalmente en El Mercurio de Santiago. Y no es, en ningún caso, una selección de las mejores noticias, sino más bien un recorrido a través de las páginas de la prensa sobre los hechos ocurridos durante la Segunda Guerra Mundial, con el propósito de reconocer la labor de los medios de comunicación de la época, y revelar además cómo el país se informó de los avances, retrocesos y acontecimientos en cada uno de sus frentes. Es, en conclusión, el rescate histórico no solo de las hazañas, sino también del periodismo que relataba en vivo lo que ocurría.

A través de estos textos es posible recorrer los principales hitos de la guerra y conocer, en algunos casos, historias particulares de un conflicto repleto de estrategias políticas y económicas por diseñar las fronteras de un nuevo mundo e impulsos casi absurdos por dominar el planeta.

Así, el conjunto de textos periodísticos incluidos en este libro corresponde a una parte mínima, pero representativa, de los sucesos internacionales del conflicto, publicados entre 1939 y 1945. Aunque la ortografía utilizada en esos años es bastante similar a la actual, se ha procurado conservarla, aun con los usos no siempre constantes de acentos y comas, así como las versiones cambiantes en la ortografía de los nombres extranjeros. En algunos casos se han extraído algunas partes del texto […], pero manteniendo su hilo conductor.

El libro está ordenado cronológicamente según los acontecimientos, y dividido en tres partes, de acuerdo a lo que consideramos las tres grandes etapas de la Segunda Guerra Mundial. Cada crónica está presidida por un texto introductorio de nuestra autoría que va en letra cursiva.

La mayoría de los textos están firmados por agencias informativas extranjeras aunque existen otros que no identifican autor.

Lo que sigue a continuación no es ni más ni menos que una pequeña muestra de la forma cómo, hace ochenta años, los chilenos se enteraron de una guerra que solo conocieron por diarios y revistas. Confiamos en que esta selección —pequeña pero elocuente— merece ser revisada por el lector de hoy ya que contribuirá a redondear con amenidad la memoria sobre esta gran guerra. Y porque es el merecido rescate de todas aquellas voces desde el frente.


Juan Ignacio De la Carrera

Elisa Mönckeberg

Fabio Neri

I
LA LLAMARADA QUE INCENDIARÁ AL MUNDO (1939-1941)
El Tercer Reich desata la guerra

El comienzo

El título que utilizó Erik Jensen para encabezar la primera crónica publicada sobre la Segunda Guerra Mundial, en la revista Ercilla, resultó premonitorio: «Europa va a movilizar veinte millones de soldados hacia la muerte». Aunque las cifras totales —dadas a conocer décadas después del fin de la guerra— variarían en números cerrados, la mayoría oscilaría entre los 24 y 25 millones de militares fallecidos.

Mucho antes de que todo se desatara, Europa vivía un período de paz, o más bien de letargo. Socavada aún por la Gran Guerra, intentaba rehacerse y reconstruir ciudades y confianzas a través de democracias endebles, amarradas a pactos y tratados cuyas pretensiones eran endurecer la fragilidad moral de su gente y la memoria brumosa de sus muertos. Un contexto ideal para que, con una rapidez espeluznante, todos aquellos frágiles diques que contenían la paz comenzaran a ceder: Estados Unidos, luego de la Gran Depresión, se aisló; la Sociedad de las Naciones se convirtió en una organización débil y sin injerencia; en España, un levantamiento militar desencadenó una guerra civil, y los primeros gobiernos totalitarios ascendieron al poder desbancando a aquellas democracias que, sorprendidas y desesperadas, intentaron asirse infructuosamente a dichos pactos y tratados.

Para entonces, Adolf Hitler ya había quemado el Reichstag y de canciller del Imperio alemán había pasado a convertirse en líder de la Alemania nazi. Había llegado el Führer y con él la expansión: Sarre, Renania, Austria y parte de Checoslovaquia (Bohemia–Moravia) se indexarían a territorio teutón pacíficamente, entre enero de 1935 y marzo de 1939. Sin embargo, el 1 de septiembre de ese mismo año la invasión nazi a Polonia encendería la mecha de la llamarada que incendiaría al mundo.

Mapa publicado en el diario El Mercurio el sábado 2 de septiembre de 1939.

6 de septiembre de 1939

«En la llamarada que incendiará al mundo: Europa va a movilizar veinte millones de soldados hacia la muerte»

«PARÍS (por avión). París —corazón de Francia— despertó estremecido este amanecer. Un sacudón nervioso recorrió desde temprano todos los barrios de la gran ciudad. Se revivieron las horas cargadas de ansiedad de 1914. Como entonces, la gente se echó a las calles. Quedaron las oficinas abandonadas. El tráfico, en algunas partes de Montmartre y Montparnasse, se detuvo.

Las muchedumbres se agolparon frente a las pizarras de los diarios. Corrieron de mano en mano las ediciones extraordinarias de los periódicos. ‘Madame, c’est la guerre’. Incansable la voz de los altoparlantes gritaba en todas las esquinas: ‘Hitler decidió avanzar sobre Polonia. Se combate en la frontera polaco-germana. Varsovia, bombardeada’.

Es la guerra. Se vive y se respira este clima bélico. Al mediodía de la Gare du Nord, partieron los trenes cargados con tropas hacia la frontera. En los andenes, la multitud cantó: ‘Allons, enfants de la Patrie …’.

Antes Foch: hoy Gamelin

Francia va a la guerra con decisión. La noticia del ataque alemán a Polonia no ha sido una sorpresa. Todas las noches se acostó París, seguro de que el día siguiente iba a arder una llamarada que incendiará al mundo.

En 1914, fue en agosto. Ahora, en 1939, es el primer día de septiembre. ‘Hermoso mes para morir, señores’, son las palabras que se pronunciaron hace 25 años y que hoy vuelven a repetirse en todos los centros de París, con ese tono de mordaz espiritualidad que sólo tiene el francés, y, más que el francés, el parisién […].

En los cafés, en los hogares, en las esquinas, en todas partes, sólo se conversa de una cosa: la guerra. Se habla de los gases, de la Línea Maginot, trinchera blindada de Francia; de los tanques, del incuestionable valor de los ‘poilus’, de un bombardeo sobre Berlín. Sobre todo esto estalla un nombre: Gamelin, repetido hasta el cansancio. Pronunciado con veneración y verdadera fe. Como Foch en 1914, Gamelin tendrá ahora bajo su responsabilidad la dirección de la guerra.

El célebre General, considerado como el mejor estratega del mundo, comandará a los ejércitos aliados, —ingleses y franceses—. Ya han comenzado a decirle ‘le bon pêre de la victoire’. (El buen padre de la victoria).

Las fuerzas

Pero, mientras tanto, ¿cómo está la relación de fuerzas de los dos grupos antagónicos de la política mundial? ¿Quién pesa más en la balanza bélica del mundo? ¿Francia e Inglaterra o Alemania e Italia? ¿Estará dispuesta Italia a secundar al Tercer Reich en la guerra? La palabra tiembla en todos los labios. Hasta ahora —el amanecer del viernes 1—, el Duce no había dicho aún ‘esta boca es mía’.

En todo caso, vale la pena comparar el estado de fuerzas de las cuatro potencias, las primeras que entrarán en la guerra que arrestará a las otras.

Descuidando por ahora a Yugoslavia, Holanda, Suiza, Bélgica, los países del Báltico, Rumania, Turquía y Grecia, que toda probabilidad entrarían en conflicto sólo si se atacara su neutralidad, la fuerza de los dos bandos en Europa puede establecerse como sigue:

FUERZAS DE TIERRA: Francia, Ejército Permanente: 800 mil soldados; Reserva: 7 millones 500 mil; Inglaterra, Ejército Permanente: 390 mil soldados; Reservas: un millón; Total de Ejércitos Permanentes: Un millón 190 mil soldados. Total de Reservas que acudirán a la guerra: ocho millones 500 mil hombres.

GRUPO ADVERSARIO: Alemania, Ejército Permanente: 950 mil hombres; Reserva: 6 millones; Italia, Ejército Permanente 600 mil; Reservas: seis millones; Total de Ejércitos Permanentes: un millón 550 mil soldados. El total de las reservas hace un total de 12 millones de combatientes.

En el mar

En los grises gigantes que se llaman acorazados de combate, los ‘dreadnought’, submarinos, destróyers y destructores, Inglaterra posee un tonelaje total de 2.062.000 y Francia, 780 mil. Total: 2.842.000.

GRUPO ADVERSARIO: el tonelaje de la escuadra alemana no alcanza el medio millón, el de la italiana 680 mil. Total de tonelaje a flote: 1.180.000.

EN EL AIRE

La flota aérea de Alemania alcanza a 8 mil aviones de primera línea, la italiana a 5 mil 800. En cambio, Inglaterra dispone solamente de 5 mil 700 aviones y Francia de 3.800. Pero es preciso sumar a los efectivos anglo-franceses las cifras militares de Polonia que dan un total de 270 mil soldados en su ejército de línea y un millón 750 mil hombres en sus reservas instruidas, fuera de 900 aviones.

[…] La superioridad de la alianza democrática frente a las potencias totalitarias, es pues, remarcable. Alemania confía en la rapidez de sus movimientos para ganar la guerra. Como en 1914. Pero Polonia puede dar la misma sorpresa que dio Bélgica hace 25 años. Si la guerra se prolonga más de una año, Gamelin, el generalísimo de las tropas anglo-francesas, puede ser, verdaderamente, ese ‘bon pèr de la victoire’, como lo aclama el pueblo de París.

Hacia el frente

Movilización General, París grita: ‘¡Vive la France!’. París besa y abraza a los hombres que parten hacia las fronteras. Uniformes, sólo uniformes. Nada más que uniformes. París se confunde en ellos. Salen los trenes a cada hora. Los soldados llevan flores sobre la boca de sus fusiles. Sonríen. Cantan.

La Marsellesa hace vibrar los espíritus: ‘Cést la guerre, madame’. En los andenes está París. Despide a los soldados que ignoran cuándo volverán. Desfila un batallón de la Legión Extranjera, los hijastros de la Francia. Barbudos. Inmutables. Como en una parada, París los aclama. París canta: ‘Allons, enfants de la Patrie…’. Las charangas militares suenan. ‘Le jour de gloire est arrivé’. El día de la gloria y de la muerte, efectivamente, ha llegado».

Erik Jensen

Ercilla

La tragedia judía

Previo a la invasión de Alemania a Polonia, la nación polaca figuraba entre las cláusulas secretas del Pacto de no agresión que firmaron alemanes y soviéticos, en agosto de 1939. Este acordaba que el país sería dividido en dos áreas, una para la URSS y otra para las fuerzas del Tercer Reich, y que ninguna de las partes atacaría a la otra.

En virtud de lo estipulado, el 1 de septiembre de 1939 Hitler inició su ofensiva militar desde el este, cayendo sobre el estrecho de Danzig, el cual separaba Alemania de Prusia Oriental. La necesidad de unir ambos territorios era un objetivo estratégico para las pretensiones del Führer y parecía ser una buena forma de seguir armando su imperio.

Los nazis se encontraron con una feble resistencia polaca, ya que sus ejércitos no estaban preparados para enfrentar la efectiva Blitzkrieg, estrategia que se refiere a la ofensiva relámpago que ataca violenta y sorpresivamente. Las operaciones se realizaron a gran velocidad, con ataques en los cuales intervinieron numerosas fuerzas acorazadas y motorizadas compuestas por grupos de carros de combate, siempre apoyados por la Luftwaffe. Esto último tomó por sorpresa a los altos mandos del ejército polaco, quienes de a poco veían cómo se les oscurecía el panorama.

Polonia capitularía el 27 de septiembre, días después de que Gran Bretaña y Francia declararan la guerra a Alemania.

El siguiente paso de Hitler fue perseguir a todos los polacos judíos, someterlos, reprimirlos y trasladarlos a campos de concentración donde deberían sobrellevar las inhumanas condiciones establecidas por los nazis.

Sin embargo, los judíos no se entregarían fácilmente. La defensa de sus guetos ubicados en Varsovia se hizo sentir. Sabían que eran el principal objetivo del ejército alemán, de modo que se enfrentaron directamente a ellos, sin importarles su destino. Así fue como desenfundaron revólveres y dispararon a mansalva contra tanques enemigos, arriesgándose a ser alcanzados por alguna bomba o un balazo nazi.

Antes de la guerra, cerca de trescientos mil judíos vivían en el gueto de Varsovia, de los que un diez por ciento escapó sabiendo los riesgos que conllevaba quedarse. Quienes permanecieron lo hicieron preparados para la batalla, no sabían los que les deparaba el destino: algunos jamás volverían a ver a sus familias; otros ni siquiera podrían contarlo.

29 de septiembre de 1939

«El Ejército alemán ocupará hoy la ciudad de Varsovia»

«Las negociaciones entre los jefes militares polacos y alemanes duraron dos días. Varsovia rinde su guarnición de 120.000 soldados. La ciudad está virtualmente destruida, sin agua y con el sistema de abastecimientos completamente desorganizado. La moral de la población se conservó alta, sin embargo, hasta la decisión misma de rendirse, tomada por el comando polaco».

La pérdida que significa para los aliados el aniquilamiento de Polonia

«PARÍS, 28. —(U.P.)— La Prensa Transcontinental anuncia que el comando de la defensa de Varsovia informó que estaba negociando las capitulaciones de Varsovia y Modlin, y que las negociaciones terminarán mañana.

El comunicado dice: ‘No deseando aumentar los sufrimientos sobrehumanos de la población civil y tomando en consideración la falta de municiones, el comando de la defensa decidió llegar a un armisticio de 24 horas e iniciar negociaciones respecto a las condiciones de capitulación de Varsovia y Modlin.

‘Las negociaciones prosiguen y quedarán terminadas el 20 de septiembre. Como el fuego también ha destruido los depósitos de alimentos, la falta de abastecimientos se hace cruelmente sentir. El número de heridos es aproximadamente 16.000 soldados y 20.000 civiles. Es imposible por el momento establecer el número exacto de muertos causados por los bombardeos contra los hospitales con heridos, varios de los cuales fueron completamente destruidos.[…]. Bajo estas circunstancias, las condiciones higiénicas empeoraban diariamente. Las epidemias se convierten en una amenaza inminente. A pesar de estas desgracias, la población civil tiene un fuerte espíritu y permanece inquebrantable. Los soldados que defienden la capital insisten en permanecer en sus puestos para demostrarse superior al enemigo en todas partes, cuando no son abrumados por la superioridad técnica y los medios de combate’.

La rendición

BERLÍN, 28. —(U.P.) (Havas)— La DNB informa que el diario ‘Deutscher Dienst’ reproduce el informe expedido hoy por el comando supremo del Ejército, que dice: ‘Mañana viernes 28 las tropas alemanas entrarán triunfalmente a la capital de Polonia. Fueron necesarios dos días enteros para llegar a un acuerdo acerca de los detalles de la rendición. Por el lado polaco […] alrededor de unos 120.000 hombres debieron ser puestos al corriente de esta noticia. […] Los comandos de la rendición deberán ser constituidos y serán conducidos hasta los comandos alemanes.

Toda la ciudad será objeto de una vigilancia militar especial, a fin de impedir todos los actos de sabotaje. Será necesario que en esa ciudad —que cuenta con más de un millón de habitantes y donde los elementos civiles fueron armados para la defensa— quede desarmada toda la población en el más breve plazo. Será necesario igualmente ocuparse del abastecimiento de la ciudad, del cuidado de los heridos, etc.

En Modlin, los problemas que hay que resolver son de orden exclusivamente militar. Su guarnición es importante y se defendió hasta la rendición de Varsovia. Con la entrega de Modlin queda eliminado el último foco de resistencia en Polonia’.

Los últimos días de la defensa de Varsovia

PARÍS, 28. —(U.P.)— Varsovia cayó ante la superioridad aérea de Alemania y no ante la de su ejército. Removida hasta sus cimientos, con más de la mitad de su superficie quemada por las bombas incendiarias y granadas, sedienta después que sus depósitos de agua hubieran sido rotos y vaciadas por las granadas, e impotente contra la propagación de las llamas, Varsovia pidió un armisticio.

Es evidente, para todos los que conocen Varsovia, que esa capital no podría existir después de 22 días de sitio. Varsovia está construida en un llano completamente privado de protección y abierto a los ataques […].

El Vístula no constituye una valla, por cuanto, desde el primer día de la guerra, los ejércitos alemanes se acercaron a Varsovia desde tres lados: desde el oeste y el suroeste por la orilla izquierda del río, y desde el noreste por su orilla derecha.

El intenso bombardeo de la artillería alemana comenzó, el primer día del sitio, desde ambos lados del río, pero el peor frente era el ‘frente del cielo’, desde el cual caía un continuo bombardeo. (Por Wladislas Besterman, corresponsal de la United Press en Varsovia, que salió de la ciudad cuatro días después de haberse iniciado su sitio).

La defensa del barrio judío

Al tratar de penetrar a la ciudad, un cuerpo de tanques alemanes tropezó con una resistencia inesperada en el célebre Ghetto donde los judíos, desesperados y armados con revólveres, trataron de cerrar el paso a los tanques que pretendían entrar por las estrechas y tortuosas calles. […].

La desesperación de los judíos aumentó por el hecho de que su Ghetto quedó aislado del resto de Varsovia por el terrible bombardeo que bloqueó todas sus avenidas de acceso. Antes de la guerra, residían en el Ghetto unas 300.000 personas. El 10 por ciento de esa cifra correspondía a jóvenes que salieron de Varsovia antes de que comenzara el sitio, pero los que se quedaron hicieron frente al enemigo.

La destrucción de la ciudad por los alemanes fué sistemática, un barrio tras otro. En un principio, el suburbio de Praga […] fué bombardeado por 34 aviones pesados de bombardeo alemanes cuyo propósito era destruir la gran fábrica de municiones de artillería de Pocisk, pero […] ninguna bomba dió en él. En cambio, más de 50 bombas cayeron sobre las casas de dos pisos situadas en los alrededores de la fábrica […].

Al día siguiente regresaron los aviones y, esta vez, hicieron blanco en la fábrica, arrasándola. Más tarde, la artillería bombardeó sistemáticamente el suburbio, con tal intensidad, que toda su población, de unas 200.000 almas, huyó. En seguida, la artillería pesada alemana se acercó más y el próximo barrio atacado fué el de la antigua e histórica ciudad, situado frente a Praga. El Palacio Real, construido en el siglo XV, fué destruido, lo mismo que las célebres casas multicolores de la antigua Plaza del Mercado.

Después le tocó el turno al barrio judío y al nuevo centro de la ciudad, con el Teatro Nacional, la Escuela Politécnica y la Compañía de Seguros de Previsión. También fueron destruidas las centrales de gas, electricidad y agua potable.

La huida de parte de la población

Después de iniciado el sitio era evidente que sólo quedaba un camino abierto para retirarse desde Varsovia, el que va al sureste, hacia Lublin.

A lo largo de ese camino, de día y noche, había una incesante corriente de automóviles en que iban los ricos banqueros, políticos, diplomáticos extranjeros, periodistas y funcionarios del gobierno polaco. En el hecho, se notaba suma escasez de bencina para esa evacuación, debido a que ésta había sido requisada en su mayoría, para el ejército. A los diez días de haberse iniciado el sitio, la gasolina costaba 100 zlotys el litro.

El 14 de septiembre el banquero polaco Michel Szereszowski pagó 50.000 zlotys por los 50 litros de bencina que habían de permitirle salir con su familia de la ciudad. Los que tenían automóvil, pero carecían de gasolina, salían a pie de Varsovia.

Por mi parte recogí y llevé en mi coche, como ‘pavo’, al mayor de los poetas vivos de Polonia, Julian Tuvim, cerca de 18 kilómetros, en la carretera que conduce a Lublin. Estaba andando desde la noche antes. Mi pequeño automóvil estaba totalmente lleno, pues llevaba conmigo a mi madre, mi mujer y mi niño. Tuvim se instaló sobre la rueda de repuesto, sujetándose por medio de un cordel que pasaba por sobre la capota del coche y era asegurada, adelante, por mi mujer, y en esa forma viajó 160 kilómetros.

La pérdida de Polonia para los aliados

PARÍS, 28. —(U.P.)— Con el derrumbe de la última resistencia y la petición de un armisticio por Varsovia, el ejército polaco, que al principio de las hostilidades sumaba más de dos millones de soldados de primera línea, la quinta potencia militar del mundo en tamaño está siendo desarmado e internado rápidamente por los ejércitos rusos y alemanes o por los estados vecinos, donde han retrocedido las fuerzas polacas.

Cuatro de los cinco modernos submarinos de Polonia han llegado a puertos neutrales y sólo una escuadrilla de los 1.100 aeroplanos de combate de Polonia ha llegado a un campo aliado para continuar la guerra. Quinientos otros aeroplanos han llegado a estados neutrales, donde han sido confiscados y los restantes fueron destruidos en combates aéreos o por los bombardeos de los aeródromos, o capturados por los ejércitos rusos y alemanes en su avance.

El poder militar de Polonia, 90 regimientos de infantería, 10 de caballería y 50 de artillería, está completamente perdido para los aliados […].

Los alemanes y los rusos se han apoderado de más de 1.200 piezas de artillería, más de 400 tanques y millones de balas que en su mayor parte fueron pagadas con dinero francés y británico facilitado en forma de créditos al gobierno polaco.

Cinco regimientos polacos capturados por los rusos

MOSCÚ, 28. —(U.P.)— Las tropas de la Unión Soviética tomaron prisioneros a cinco regimientos de caballería polaca, con quince piezas de artillería. También se ha anunciado que los soviéticos ‘liquidaron a grupos individuales’.

Según un comunicado, las fuerzas soviéticas llegaron a Graevo, Chizhev, Mezhirechye, Krenpets, Malodych y Ustrzhikid».

El Mercurio