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Imagen 1. Jesús de La Merced, prolongación del imaginario barroco. Tercer Centenario de Consagración. 5 de agosto de 2017.

Walter Enrique Gutiérrez Molina

Joyas del Nazareno

Cinco siglos de Jesús de La Merced en el arte guatemalteco

Parroquia Nuestra Señora de La Merced

Jesuitas

Nueva Guatemala de la Asunción, marzo de 2019

704.94853

G984 Gutiérrez Molina, Walter Enrique

Joyas del Nazareno : Cinco siglos de Jesús de La Merced en el arte guatemalteco /

Walter Enrique Gutiérrez Molina -- Guatemala, Universidad Rafael Landívar,

Editorial Cara Parens, 2019.

182 páginas, ilustraciones en blanco y negro y en color

ISBN de la edición física: 978-9929-54-250-1

ISBN de la edición digital - PDF: 978-9929-54-251-8

ISBN de la edición digital - EPUB: 978-9929-54-310-2

1. Jesús de La Merced (Imagen religiosa) - Historia - Guatemala

2. Jesucristo en el arte

3. Simbolismo cristiano

4. Espiritualidad

i. Parroquia Nuestra Señora de La Merced

ii. t.

SCDD 21

Joyas del Nazareno

Cinco siglos de Jesús de La Merced en el arte guatemalteco

Edición, 2019

Parroquia Nuestra Señora de La Merced

Walter Enrique Gutiérrez Molina

Editorial Cara Parens de la Universidad Rafael Landívar

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D. R. ©

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Correo electrónico: caraparens@url.edu.gt

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Revisión por la Editorial Cara Parens.

Diseño y diagramación por E. F. -Mariamélia-, Parroquia Nuestra Señora de La Merced.

Prólogo

La omnipresencia de Jesús de La Merced en el arte de la
Semana Santa en Guatemala

Capítulo I

Jesús de La Merced en la historia

Los libros de la cofradía

Capítulo II

Jesús de La Merced en la estética barroca

La expresión tridimensional del barroco

La icónica cruz del Nazareno

El retablo de Gálvez

Óleos, pinceles y colores

Los textiles barrocos

Plata y oro para un rey

Las ceremonias

El mito y la leyenda en torno al Nazareno

Capítulo III

Jesús de La Merced en la estética del siglo XIX

Los grabados

Las nuevas prendas de Jesús

Capítulo IV

La conformación de una nueva estética del Nazareno:
el largo siglo XX

«Rumor de pasos pausados» La música procesional en La Merced

Los nuevos atributos iconográficos

El enriquecimiento del guardarropa

Altares monumentales

Las andas del Señor

Los adornos como escenografía móvil

Las publicaciones y la construcción de identidad

Capítulo V

Época contemporánea de la estética de Jesús Nazareno

Ampliación y renovación del patrimonio del Nazareno

El museo «Salón de Jesús»

Aportes para las nuevas memorias: las conmemoraciones

Epílogo

¡Él es Jesús de La Merced!

Fuentes consultadas

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Índice

Agradecimientos

Este trabajo rinde un sincero homenaje a todos los hombres y mujeres que con su trabajo desinteresado han realizado un tributo a la Pasión de Cristo, representada en la imagen del Señor de La Merced a lo largo de cinco siglos de presencia en la historia espiritual y material de Guatemala.

Especialmente a quienes han hecho posible la presente investigación aportando sus conocimientos, materiales históricos y colecciones fotográficas: Alejandro Conde Roche, Erick Blanco Hernández, Douglas Cruz Bonilla, Fernando De León Valdeavellano, Eduardo Figueroa, Ingrid Herrera Soto, Raúl Morán Castro, Oscar Morán Durán,

Vinicio Pinillos Shoc, Agustín Sicilia Garrido, Oscar Solorzano Salazar, Gabriela Ugalde, Fray José Zaporta Pallarés.

Mil gracias por su generosidad.

El autor.

Aprovecha al máximo cada momento oportuno, porque los días son malos.

Efesios 5,16

Hoy llega a ustedes, apreciados lectores, estimados cucuruchos y devotas cargadoras, queridos fieles de la Parroquia Nuestra Señora de La Merced, admiradores del patrimonio artístico y cultural de Guatemala, esta obra como una contribución a la salvaguarda de los tesoros de una de las esculturas más queridas por los guatemaltecos.

Joyas del Nazareno. Cinco siglos de Jesús de La Merced en el arte guatemalteco es una obra que quiere despertar en todos los que lean y escudriñen cada una de sus páginas el sano deseo de conocer más y mejor nuestro pasado y presente. Es una invitación a aprovechar, como san Pablo lo hace en la carta a los Efesios, cada momento oportuno de nuestra vida, en esta ocasión para adentrarnos en el conocimiento de la historia del arte. No por una mera erudición o afán de acumular datos, sino para ayudarnos a contemplar la figura de Jesús de La Merced, del Patrón Jurado al que los guatemaltecos hemos seguido desde 1655, y al que generación tras generación le hemos tributado nuestros más sentidos homenajes, especialmente en esos días malos en que la dulzura de su mirada ha sido como un bálsamo en medio de las penas.

Pero no es solo un enlace entre las obras de arte lo que resalta en este trabajo, es el vínculo entre signo y significado, entre el significante y lo profundo de lo divino, que en Guatemala se ha hecho sólido en Jesús de La Merced y en cada rincón donde la imagen se convierte, no en ídolo, sino en epifanía del misterio de la salvación.

Desde finales del siglo XVI (1598) en Burdeos, Francia, la Compañía de Jesús aprovechó cada momento oportuno en medio de aquellos días malos de creciente pérdida de valores católicos, y de la mano de Louis Richeome, S. J., nos regaló una explicación de esa proximidad y valor de la imagen para el católico de aquella época, pero también para la nuestra:

En la imagen propiamente moderna y cristiana, el material significante no es sino el vehículo de un significado que le es inconmensurable, que pertenece al orden del misterio, pero que sin embargo se deja reconocer y honrar a través de ese canal material. Cristo, Dios hecho hombre y mortal, educó la mirada que los cristianos ponen sobre las imágenes. Por su propia doble naturaleza instruyó acerca de la paradoja de una imagen finita que no por ello deja de representar la infinitud divina. Es, pues, la encarnación paradójica del Hijo de Dios la que hizo que la pintura sacra pasase del orden de los ídolos opacos al nuevo orden de las imágenes misteriosas y salvíficas. La encarnación −reparadora del hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios, pero desfigurado por el pecado original− hizo posible y legítimo un arte de pintar desconocido de los Antiguos: la pintura cristiana. Este arte moderno tiene por último modelo el misterio trinitario, donde desde toda la eternidad está “pintada” la imagen del Hijo encarnado, espejo del Padre (Fumaroli, 2004, p. 22).

He aquí la respuesta a esa permanencia de Jesús de La Merced en medio de la espiritualidad del hombre del nuevo milenio, del significado que adquiere ante el misterio de la salvación, su finitud y la de las obras de arte que lo rodean (orfebrería, altarería, textiles, pintura y grabado); ambos fueron conformando la representación de la infinitud divina. Allí radica la importancia y la vigencia de conocerlo más y mejor, de esforzarnos, ahora desde la Compañía de Jesús en Guatemala, de resguardar, valorar y divulgar lo que lo ha conformado y convertido en un signo de la fe, la esperanza y la devoción del pueblo.

La Compañía de Jesús ha asumido con responsabilidad en dos periodos diferentes, desde 1852, el cuidado de la imagen de Jesús de La Merced. A través de la historia hemos compartido con la cofradía penitencial, el directorio de colaboradores, los reverendos padres mercedarios y el Arzobispado de Santiago de Guatemala, la tarea de mantener presente en medio del pueblo la figura barroca del Nazareno. No lo creo casual. Hay un tiempo para todo reza la cita del libro del Eclesiastés 3, 1, que utilizamos para la conmemoración del Tercer Centenario de la Consagración de Jesús en el 2017, ocasión en donde justamente resaltaba el barroquismo del origen del Nazareno, y su manera de hacerse presente a través de los siglos en la sociedad guatemalteca.

La relación entre la orden fundada por San Ignacio, y el movimiento espiritual y artístico del barroco es un hecho palpable desde el inicio de la historia jesuítica que encontró en la administración de la Parroquia Nuestra Señora de La Merced de Guatemala, una expresión genuina al vincularse con la imagen de Jesús. ¿Por qué ese vínculo profundo entre el hecho estético y la espiritualidad? Alfonso Alfaro (2004) señala esa relación con luz diáfana en su artículo La lumbre de la zarza: un arte entre ascética y mística:

Su vertiginoso refinamiento conceptual tenía como contrapartida una exuberante intensidad emotiva: apelaba simultáneamente a la razón analítica y a la emoción visceral. Estimulaba los goces de los sentidos, pero hacía continua referencia a la necesidad de dominarlos y alentaba a utilizarlos como instrumentos de evocación, como peldaños para experiencias mucho más altas. Sus formas prolijas, que intentaban representar todas las realidades perceptibles e imaginables, asumir todos los elementos del universo, eran solo un vehículo para pasar de lo visible a lo invisible, de las criaturas al Creador (p. 63).

Estoy prácticamente seguro que mis predecesores al frente de la parroquia en la segunda mitad del siglo XX y principios del XXI, Isidro Iriarte, Jorge Toruño Lizarralde, Jesús Hergueta y Luis Gutiérrez, contemplaron cada mañana el rostro del Nazareno que transparentaba esa experiencia mística que San Ignacio inculcó en nosotros a través de los Ejercicios Espirituales. Ellos, al igual que yo, reconocieron en Jesús de La Merced ese instrumento de evocación, el peldaño para una experiencia mucho más alta en la vivencia del evangelio y la espiritualidad. Por eso, cumplidos diez años de llevar con humildad la dirección de esta histórica parroquia, presentar este libro se convierte en una responsabilidad más para la conservación y difusión de la importancia espiritual y devocional de Jesús de La Merced.

Resulta personalmente significativo que haya llegado como párroco el 27 de febrero de 2009, en la víspera de la conmemoración del 288 aniversario de la jura de Jesús Nazareno como patrón de esta Ciudad de Guatemala, capital a la que aprendí a querer y valorar, con sus múltiples facetas, especialmente en la figura del Redentor, que desde la colonia forma parte de los tesoros de la fe de este pueblo.

Sin embargo, conocerlo ha sido una tarea de mediana duración, no coyuntural, utilizando la terminología de los historiadores. La dispersión de las fuentes, natural después de tantos siglos de historia y de tantas formas de abordar su estudio, siempre fue un factor que tanto para un extranjero o un neófito pudo resultar una barrera para profundizar en la aproximación a las múltiples facetas de la presencia del Nazareno en la historia del arte, de la cultura, de la sociedad y de la espiritualidad guatemalteca. Este libro es una contribución a que todos crezcamos en ese conocimiento.

La devoción a Jesús de La Merced es rica en acontecimientos, hechos y vestigios. Hay de ello pruebas latentes de un pasado que está, incluso, expuesto ante nuestros ojos, en las múltiples muestras que el arte nos regala. A la fecha, aparte de artículos dispersos, y de unos cuantos libros donde pesa más la fotografía, no existe una sistematización metódica que profundice en la rica veta de esta devoción, enraizada y alimentada de fuentes diversas.

Sin embargo, descubrir para documentar la preciosa veta de este magnífico patrimonio no es sencillo. Todo empieza con la capacidad de sentir, maravillarse, leer en el espejo de estas aguas, beber de la magnífica fuente, y darla a conocer, revelando sus secretos. El encuentro con lo necesario para escribir la historia, a beneficio de una población determinada por las circunstancias, por no reconocer plenamente su identidad, es algo que debe cimentarse. Lo contrario a este injusto olvido se paga con la pérdida del patrimonio y sus valores. De ahí la cita que cierra este prólogo, y la cual, al igual que la cita de san Pablo, les invito analicen detenidamente para convidarlos a aprovechar el tiempo y a no temerle a la historia para obtener más y mejores frutos del conocimiento de nuestro entorno material y espiritual.

Este libro nace con la pretensión de ser un compendio de aquellos aspectos relevantes de la devoción a Jesús de La Merced que deben ser conocidos por todos los participantes de este culto, para así poder admirar con mayor plenitud y conciencia. Más que una historia del origen y la formalidad de la escultura, es un compendio de la riqueza artística que su presencia ha permitido desarrollar a lo largo de cinco siglos diferentes. Entender, ver, conocer y admirar estos tesoros nos acercan a un conocimiento más acabado del Nazareno Mercedario, y a nosotros nos impulsa a seguir trabajando para resguardar este patrimonio del cual nos sentimos orgullosos y fieles custodios.

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Los destinatarios del libro pueden ser los católicos en general y las personas interesadas en tener conocimientos básicos de la devoción a Jesús de La Merced, pero reunidos bajo un mismo fin: el amor a la construcción de la identidad de los guatemaltecos.

Por supuesto que, sin culto, la devoción se quedaría en puro folclorismo, en fenómeno asociativo peculiar o en mera cuestión antropológica. Afortunadamente, la vida cultual de Jesús de La Merced, como veremos a lo largo de estas páginas, es una rica realidad que supera en algunos casos al tiempo y que, desde el 27 de marzo de 1655, al ser puesto el Nazareno a la veneración pública, ha sido el centro de la devoción de un pueblo profundamente religioso.

En este afán de construir, dotado de una aptitud y una actitud difíciles de encontrar, llega a nuestras manos esta joya, escrita por el historiador Walter Enrique Gutiérrez Molina, en homenaje a Jesús de La Merced, al de los abuelos, al coronel, al Patrón Jurado, al de los Martes y Viernes Santo, al de «¡Señor Pequé!», al de La Reseña. Mi agradecimiento al licenciado Gutiérrez Molina por la preparación de esta obra, reiterándole mi gratitud por su interés en perpetuar el conocimiento de este culto.

La Parroquia Nuestra Señora de La Merced estima y valora el aporte de quienes, con su trabajo en el diseño, en los aportes fotográficos, el resguardo de la historia en forma oral o escrita han contribuido a la realización de esta obra.

Gracias también a la Editorial Cara Parens de la Universidad Rafael Landívar y a todo su equipo de trabajo. Sin la voluntad decidida de los editores, esta publicación habría sido sencillamente imposible. Que Dios nuestro Señor, que es el mejor pagador, se lo recompense a todos.

Cierro invitándolos a la lectura de la cita de Carlos Guerrero, en el prólogo del libro San Luis Potosí, 400 años de historia (2012), el cual, considero, a la luz de la doctrina jesuita, complementa el sentido de este trabajo y del deseo de compartir con todos ustedes la historia de quien es referente del arte barroco guatemalteco y de la espiritualidad de sus habitantes:

La historia no es un museo exclusivo para especialistas en el que nadie más puede entrar, porque no cualquiera puede «entender lo que ha pasado antes», y en el que está estrictamente prohibido tocar las cosas; al contrario, la historia es un museo interactivo, un espacio abierto al espíritu crítico y ávido de conocer y de profundizar en esa parte del ser humano, de nosotros mismos. Es, por decirlo de alguna manera, una linterna con la que iluminamos una parte de la noche eterna de todo lo que ha acontecido, siendo al mismo tiempo una manera de entender el presente y poder modificar favorablemente el porvenir. Que de eso se trata la historia (p. 8).

P. Orlando José Aguilar Castrillo, S. J.

Párroco de Nuestra Señora de La Merced. Encargado general del Culto de

Jesús Nazareno y Santísima Virgen de Dolores

Imagen 3. Rostro del Nazareno, guardián y protector de la ciudad, de la Parroquia y del Templo de Nuestra Señora de La Merced.

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Hay revelación hecha, a la china en la Puebla, que es la imagen que más se parece a el Señor cuando estuvo en el mundo, y no hay duda, pues la hermosura y perfecciones que lo adornan, solo habiendo querido su divina majestad, pudo haberse hecho esta santísima imagen

Atribuido a Antonio de Fuentes y Guzmán, h. 1690.

Imagen 4. La experiencia de conocer a Jesús de La Merced. Viernes Santo de 1942.

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¿Cómo conoce el cucurucho, la devota cargadora, el parroquiano, el admirador, el católico a Jesús de La Merced? Quizás algunos no puedan siquiera recordar el momento primigenio en que la imagen del Nazareno se formó ante sus ojos y se retuvo para siempre en su cerebro, memoria y corazón.

Algunos lo vieron pasar en una de las calles vetustas de la Nueva Guatemala de la Asunción, en los días de la Semana Santa, rodeado de flores, de ángeles, sobre catafalcos, revestido con fastuosas túnicas, coronado de plata sobredorada llevando su icónica cruz de plata esmaltada, portado en magníficas andas de maderas finas o envuelto en la nostalgia de la música procesional.

Otros le conocieron en su esplendoroso retablo, enmarcado por la más impresionante muestra del barroco guatemalteco, acompañado de la escultura, la platería y la pintura que los artistas coloniales legaron como tributo a la pasión redentora de Cristo. Unos más, quizá, le hayan visto a través de una estampa descolorida, de un turno antiguo, de un cromo enmarcado en la casa de la abuela, en una fotografía olvidada en el cajón del tío cucurucho que al morir dejó su preciado legado intacto.

Pero también es posible que se le haya conocido a través de las modernas plataformas de los archivos digitales, en canales de internet o en una transmisión en directo de sus procesiones o velaciones. Jesús de La Merced, el Señor de la Reseña, el del Viernes Santo, el de ¡Señor Pequé!, el Coronel, el de Zúñiga, el de los abuelos, el Mero Jesús… llega en forma de arte y se fija en la inmaterialidad de la fe, de la espiritualidad, de la devoción, de la admiración, de la belleza, del sentimiento. ¡Él es Jesús de La Merced!

Imperecedero, cercano e intemporal. Madera, sangre, color y expresión del guatemalteco a través de los siglos. Música, luz, serenidad y elocuencia del devoto. Forma, elegancia, sobriedad y simbolismo de la Semana Santa capitalina. Oración en movimiento; belleza e historia; piedad y magia. ¡Él es Jesús de La Merced!

Desde su puesta a la veneración pública el 27 de marzo de 1655, Jesús de La Merced, en virtud de sus atributos físicos,

culturales y sociales, se vio rodeado de múltiples expresiones espirituales, piadosas, políticas y artísticas que fueron moldeando su inmaterialidad dentro de la conciencia de los habitantes de la Ciudad de Santiago.

Además, se fortaleció durante la época colonial y atravesó con decidida fuerza el traslado a la Nueva Guatemala de la Asunción, la Independencia, las dos oleadas liberales del siglo XIX, la tardía llegada de la modernidad al país en el siglo XX y los embates naturales.

Incluso, el cambio de administración de su templo, de mercedario a diocesano y luego a jesuita, o la estructura de la organización que la tuvo a su cargo durante más de doscientos años, no hizo sino reafirmar la importancia en muchos ámbitos de la cultura material e inmaterial de los guatemaltecos.

Durante los siglos XVII, XVIII, XIX, XX y XXI —cinco siglos—, Jesús de La Merced se ha consolidado en el arte como un referente estético que, hasta la fecha, continúa marcando la Semana Santa guatemalteca y sus expresiones. ¿En dónde radica ese poder contractual entre generaciones y la sociedad guatemalteca?

Quizás explicarlo no sea demasiado complejo a la luz de la devoción que aún hoy despierta en diversos círculos religiosos de la capital guatemalteca y regiones vecinas. Sin embargo, sus aristas socioculturales son más complejas de abordar, pues entrañan la participación de sacerdotes, cofrades, devotos, políticos, élites económicas, vecinos de su barrio, admiradores e incluso no creyentes.

La función de las obras de arte que le han rodeado desde su creación, puede ayudar a dilucidar con mayor claridad algo que no es del todo aparente para una sociedad cambiante, secularizada y contemporánea. De ahí que la presentación de este documento sea, además de un homenaje a Jesús de La Merced —tesoro de la espiritualidad de los católicos—, un esfuerzo más para contribuir a la formación de las explicaciones que, como conglomerado humano, buscamos constantemente con el único fin de mantener vigentes nuestras raíces expresadas en las tradiciones.

Las fuentes históricas, escritas y orales, pero especialmente las iconográficas, exponen en este trabajo las joyas del Nazareno de La Merced, pero al mismo tiempo explican por qué durante cinco centurias ha sido el referente del arte dedicado a la pasión de Cristo en Guatemala. Al mismo tiempo él ha sido el vínculo de la historia de la espiritualidad en la Ciudad de Guatemala y del antiguo territorio de la Capitanía General de Guatemala, luego transformado, en el siglo XIX, en el Estado Nacional que hoy se conoce.

¿Cómo se consolidó su presencia en el arte de la Semana Santa guatemalteca? Con ocasión del trescientos cincuenta aniversario de su puesta en veneración, Haroldo Rodas (2005), historiador del arte guatemalteco, hizo quizás una de las reflexiones más importantes para explicar esta larga permanencia de la imagen del Nazareno en su entorno social:

Fue el retrato con que los criollos idealizaron a Jesús, matizaron a un hombre que sufre, sustituyendo el modelo español, para convertirlo a través de ello en un gran pendón tras el que empezó a erigirse la libertad, primero creativa y después ideológica (p. 74).

La cofradía, antecesora del actual directorio de colaboradores parroquiales fue instituida en el templo mercedario de la Ciudad de Santiago de Guatemala en fecha temprana, 1582, según la propia anotación en el Libro 1o de Aumentos de la Cofradía, imposible de localizar para este estudio.

Sin embargo, a partir de su conocimiento a través de terceros y el registro minucioso de cuatro siglos de sus aumentos y gastos, así como de la sucesión permanente en los principales cargos de su organización, permite conocer la importancia social de la institución y de la escultura.

Al mismo tiempo, revela la dinámica creativa propia de una institución colonial, especialmente durante el periodo conocido como barroco histórico, comprendido, casi en su totalidad, en la Europa y la América de influencia española entre los siglos XVII y XVIII (Aullón, 2015, p. 21).

Si bien es cierto, el traslado obligado del Nazareno al Valle de la Virgen, en julio de 1778, supuso una parálisis artística inmediata ante la crisis, ésta fue retomada con vigor a mediados del siglo XIX, toda vez consolidada la República, dejando una serie de objetos ofrendados a la imagen que demostraban su vigencia en medio de la sociedad.

Muy importante resulta el cambio de dirección del templo de Nuestra Señora de La Merced en 1829, cuando pasa de la administración y custodia de la Orden de Redención de Cautivos a la del clero secular, para luego, en 1853, pasar a la Compañía de Jesús. Nuevamente, se produce un cambio en 1872 cuando los jesuitas son expulsados del país y la administración del templo recae en la Arquidiócesis de Santiago de Guatemala.

Más tarde, hacia mediados del siglo XX, regresan los Jesuitas a La Merced. A pesar de esta aparente inestabilidad administrativa, la cofradía y luego los devotos agrupados como entidad semiautónoma para llevar a cabo la procesión, contaron con el respaldo necesario para la conservación, custodia, investigación y aumento del patrimonio material de

Jesús Nazareno, pero, especialmente, de su culto en la comunidad católica.

La transformación de la Semana Santa guatemalteca en la última década del siglo XIX —que se prolongó hasta la cuarta década del siglo XX— no hizo más que incrementar el enorme patrimonio de Jesús de La Merced, mismo que a principios del siglo XXI se ha ido complementando para asegurar la continuidad y cuidado propio de los bienes que constituyen, además de joyas de la fe, un documento histórico al cual se puede acudir para reconstruir parte de su devenir a través del tiempo.

A pesar de estos episodios, algunos de larga duración, Jesús de La Merced logró conservar alrededor de mismo un aura que ya estaba identificada en el siglo XVIII. Esto parece revelarse en el discurso de fray Antonio de Loyola, donde se dice que es «el más parecido a Jesús» en el sermón de la consagración, pronunciado el 6 de agosto de 1717: «¡Oh soberana imagen, y como estos entiendo, según tu especial hermosura que eres la más parecida al Redentor Soberano! La semejanza más viva de nuestro Divino Redentor» (Álvarez, 1997, p. 17).

Por convicción, por fe, por interés social, por el parámetro de la estética barroca o por la trascendencia de su cofradía, la imagen del Nazareno Mercedario se fue consolidando con el correr del tiempo, integrándose a cada ciclo de la historia guatemalteca y a cada espacio al que ha tenido que llegar.

El arte que se le fue tributando a través de cinco siglos para complementar su fisonomía, su estética, se fue cimentando y formando un patrón a seguir. Sin estos complementos la tarea hubiese estado incompleta. En ese sentido, la Semana Santa guatemalteca, donde se encuentra inmersa la imagen de Jesús de La Merced, ha construido su propia estética. Conviene antes de continuar la lectura de este texto, esbozar un concepto que permita a todos, familiarizados o no con este ciclo de vida de los guatemaltecos, comprender algunos principios de ella.

Lo más básico podría ser partir desde la idea que la estética de la Semana Santa es un contrato filosófico-creativo que la sociedad guatemalteca, a través del tiempo, ha fijado para admitir o aceptar como bello una obra creada y cumplir el papel de elevación del espíritu por medio de la expresión artística tributada a la memoria y permanencia de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo.

Imagen 6. Jesús de La Merced reúne en torno a todas las manifestaciones del arte y la artesanía manifestadas en la Semana Santa guatemalteca. Procesión de la Reseña, 2007.

Imagen 7. La procesión de Viernes Santo a su paso por el Palacio Nacional en 1956.