LA MUERTE EN MINIATURA

La vida de Frances Glessner Lee

MARÍA G. VALERO

Imagen

 

LA MUERTE EN MINIATURA, La vida de Frances Glessner Lee

 © María G. Valero, 2019

 © Ediciones Casiopea, 2019

 

Diseño de cubierta: Anuska Romero y Karen Behr

Maquetación: Carycar Servicios Editoriales

 

ISBN: 978-84-121020-3-1

 

Imágenes de cubierta: Frances G. Lee y Alan R. Moritz. Cortesía: Countway Library of Medicine (Biblioteca universitaria en Boston, Massachusetts).

Mujer ahorcada: Lorie Shaull

Cadáver en el suelo: Lorie Shaull

A Enrique y Margarita, que me enseñaron a amar los libros.

 

AGRADECIMIENTOS

Es imprescindible que para comenzar estas páginas, incluya una serie de agradecimientos a aquellos que sin su colaboración, más o menos directa, no hubiera sido posible nada de lo que aquí aparece. Debo aclarar que el presente análisis biográfico es un acercamiento a la vida de una mujer extraordinaria, con una obra extraordinaria (los Nutshell Studies of Unexplained Deaths) y que mi punto de vista es estrictamente literario y sociológico, de ahí que dedique una serie de capítulos a su entorno, en una forma (un tanto sociológica, no lo voy a negar) de plantear que cualquier vida es fruto de las circunstancias, y que las que rodearon a Frances Glessner Lee fueron muy especiales. Hay una parte dedicada a su vida, por supuesto, pero también hay capítulos dedicados al terreno al que dedicó la misma, la ciencia forense y policial, así como al hombre que la inspiró, George Burgess Magrath. Sin olvidarnos, claro, de la parte dedicada a los escenarios creados por ella, obra única y magnífica que en sí mismos ya merecen todo tipo de atención.

Antes de nada, sin el apoyo e interés de la Editorial Casiopea, este libro no hubiera visto la luz. Gracias por haberos enamorado tanto como yo de la figura de esta y de otras grandes mujeres eclipsadas por la historia.

La bibliografía es extensa (aunque no apabullante) reconociéndome directamente deudora del notable trabajo de Corinne May Botz, cuyo libro The Nutshell Studies of Unexplained Death (Monacelli, 2004) es un acercamiento imprescindible a la vida y a la obra de Frances Glessner Lee. Debo agradecer en todo momento su conocimiento y su generosa predisposición a compartirlo.

En la parte dedicada a la ciencia forense, he recibido el apoyo y la ayuda de los doctores Jesús Vega y Antonio Mantero. Su ayuda ha supuesto una auténtica luz en un terreno tan apasionante como intrincado. Asimismo, querría señalar la colaboración de profesionales del medio como Ana Báñez y Jezabel Criado, prestando, además de su conocimiento, su amistad.

Hay muchas personas que colaboran en la elaboración de un libro, o de cualquier obra, aunque ellos no lo sepan. Mi familia y mis amigos pertenecen a este grupo. De manera un tanto insuficiente, pero sincera, quiero daros las gracias. Sin vosotros, absolutamente nada sería posible. Ni siquiera esto.

 

Ha sido durante mucho tiempo mi axioma que las pequeñas cosas son infinitamente lo más importante

ARTHUR CONAN DOYLE

 

INTRODUCCIÓN

LATE BLOOMERS

En inglés late bloomer hace referencia a alguien o algo ‘tardío’, no retrasado, sino tardío. Es decir, aquel niño que crece más lento que el resto de sus compañeros o la madre que lo es más allá de los cuarenta, por ejemplo.

Literalmente, es una flor de floración tardía. Como lo fue la propia Frances Glessner Lee.

A lo largo de las páginas de este libro, veremos como Frances Glessner cambia el guion que la vida le había reservado. A partir de los cincuenta años, comienza a colaborar con la facultad de Medicina de Harvard, y es a partir de entonces cuando desarrolla una carrera profesional que no podemos calificar sino de extraordinaria.

Sus Nutshell Studies of Unexplained Deaths (Pequeños estudios de muertes inexplicables) son dioramas en los que, con el tamaño de casas de muñecas, recrea escenas de crímenes con especiales dificultades para resolver. Con estos pequeños escenarios, creados en la década de los años cuarenta del siglo xx, Frances Lee pasó directamente a la historia de la criminología.

Dice el escritor Javier Marías que nosotros no escogemos los libros, sino que son ellos los que nos escogen a nosotros. Siguiendo este argumentario, diría que no es el escritor el que elige a sus personajes, ni siquiera sus historias, sino que son ellas las que eligen la voz que les dará vida. Quizás sea un rasgo de insoportable vanidad, o quizás resulte todo lo contrario, citar entre estas líneas que la que aquí firma ha sentido en todo momento a Frances Glessner Lee dando el aliento necesario para que una late bloomer como ella, contara su historia.

Este libro no solo va dedicado a aquellas mujeres que nunca renunciaron a sus sueños, sino a aquellas a las que la vida dejó en el camino, como la mayor parte de las víctimas a las que Frances Glessner Lee quiso hacer justicia. Sus dioramas son un instrumento para que los casos que en su día se abandonaron por incapacidad para averiguar quién había sido el culpable, se revisaran con otros ojos, con otra mirada, saliéndose del guion, como había hecho la propia Frances con su vida.

 

 

 

CAPÍTULO 1

A LA SOMBRA DE LA INTERNATIONAL HARVESTER

No se puede entender un personaje sin entender y conocer su entorno. Y a ese entorno va dedicado este capítulo.

A Frances Glessner quisieron recluirla en el pequeño mundo de una mujer de la alta burguesía norteamericana de finales del siglo xix. Quisieron que fuera un personaje de Edith Wharton, y se acabó convirtiendo en una heroína de Conan Doyle.

Nace en Chicago, en el seno de la próspera familia Glessner, una de las familias más ricas e influyentes de la ciudad de los grandes lagos. Su padre, John Jacob Glessner (1843-1936), era un emprendedor nacido en Zanesville, Ohio. En su juventud había ejercido incluso de periodista, dirigiendo durante dos años el Zanesville Times (mientras su padre, que era el que normalmente realizaba esta labor, ejercía como congresista demócrata en Washington). En 1863 John se traslada a Springfield, Ohio, dedicándose a la industria de la maquinaria agrícola. En 1868, siendo ya socio de Warder, Mitchell & Co., se muda a la casa de los Macbeth como huésped y allí conoce a la joven hija de los Macbeth, Frances, con la que contrae matrimonio en 1870. La pareja se muda a Chicago, donde John establece una oficina de la firma de la que ya es director (por aquel entonces aún Warder, Mitchell & Co.). En 1879 es nombrado socio de pleno derecho, convirtiéndose en Warder, Bushnell and Glessner, y en 1886 se convierte en vicepresidente.

Tras lo que se denomina la Guerra de las Segadoras, en 1902 se funda la International Harvester(junto a Cyrus McCormick y James Deering, y con una importante ayuda financiera de JP Morgan), que durante décadas liderará el sector de la maquinaria no solo agrícola, sino extendiéndose incluso al sector del transporte y de los pequeños electrodomésticos. Al convertirse en la cuarta sempresa más importante de los Estados Unidos, John fue nombrado vicepresidente, poniéndose al frente de su comité ejecutivo.

A lo largo de los años que vivieron en Chicago, John Jacob Glessner jugó un importante papel filantrópico, participando en toda una serie de asociaciones ciudadanas; fue por ejemplo presidente emérito del prestigioso Rush Medical College, así como patrono de la Chicago Orchestra Association (colaboró con ellos durante cuarenta y cinco años), y el Chicago Literary Club, ya que mostraba unas fuertes inclinaciones literarias y musicales. Al hilo de sus aficiones literarias, es importante resaltar que fue un escritor prolífico, escribiendo pequeños apuntes sobre la historia familiar o artículos sobre otros asuntos técnicos, relacionados con su trabajo al frente de la empresa agrícola (artículos, a decir verdad, sobre temas tan pintorescos como el crecimiento de las patatas o de cómo evitar el ataque de las serpientes a las cosechas…).

John Jacob Glessner fallece el 20 de enero de 1936, una semana antes de haber cumplido noventa y tres años, siendo enterrado en el cementerio de Graceland (Chicago) junto a su mujer.

Quizás John Jacob Glessner no fuera una figura tan conocida como otros de sus contemporáneos (el propio JP Morgan , Marshall Field o George Pullman, por ejemplo), pero fue conocido por su discreción en el desempeño de su gestión empresarial (este dato no carece de importancia en un período, el de la llamada Gilded Age1, en el que afloraron las diferencias y los conflictos sociales) y, muy especialmente, por la huella dejada como patrono en las instituciones sociales y culturales anteriormente mencionadas.

En su libro Chicago Dreaming: Midwesterners and the City, 1871-1919, el autor, Timothy B. Spears, lo define como: «Apasionado, pero con control sobre sí mismo, visionario, sin resultar temerario».

En cuanto a lo que aquí nos ocupa, que es la relación que tuvo con su hija Frances, no podemos abstraernos de la época a la que pertenecían, pero tampoco podemos dejar de señalar dos puntos que marcaron su vida de manera dramática. Por un lado (luego lo veremos de manera más detallada), la induce a contraer matrimonio con un hombre al que prácticamente no conocía, el abogado Blewett Lee (resultando de ello un desastre) y, por otro, la impide que realice no solo cualquier tipo de vida profesional, sino académica. Aunque, no deberíamos olvidar en ningún momento que hablamos de finales del siglo xix y que en cualquier familia, rica o no, a la mujer se le consideraba una propiedad masculina, que reinaba única y exclusivamente en el ámbito doméstico. Por lo tanto, la reacción de John Jacob Glessner, no considerando siquiera la idea de que su hija ingresara en la universidad, era la habitual del tiempo que les tocó vivir.

La madre, Frances Glessner (1848-1932), de soltera Frances Macbeth, era la menor de cinco hermanos. Cuando tenía tres años, el padre trabajó como buscador de oro, para lo que se mudaron a California, viviendo allí hasta 1854. Después, encadenó una serie de trabajos en Nueva York, la mayor parte de ellos relacionados con el ferrocarril. Los Macbeth eran una familia no exactamente opulenta, aunque tampoco podría decirse que tuvieran dificultades económicas. Tenían una gran casa que había que mantener (esa feliz casualidad hizo que finalmente los Glessner se conocieran), y aunque los hermanos de Fanny trabajaban, los salarios no resultaban suficientes para mantener los gastos de una numerosa familia. Este dato no resulta del todo gratuito, ya que aunque no podemos calificar el matrimonio de los Glessner de conveniencia, lo cierto es que a los Macbeth les vino muy bien la ayuda financiera que el joven y emprendedor novio de su hija les ofreció a lo largo de su vida.

Tras su matrimonio en 1870, se mudan a Chicago casi inmediatamente.

Fanny era una mujer con intereses literarios y con no poco talento para el arte. Mantuvo un diario durante cincuenta años (en el Museo-Casa Glessner se mantiene expuesto parte del mismo), en el que detalla la vida dentro de la casa Glessner. Tenía una extraordinaria habilidad para la costura y para el trabajo con la plata, instalando incluso un taller de trabajo en plata en el sótano de la casa, realizando sus propias piezas, marcadas con una G que rodea a una abeja, símbolo que acompaña otra de sus aficiones, la apicultura.

Podríamos decir que Fanny Macbeth fue una mujer que adquirió una posición social superior gracias a su matrimonio, y estaba orgullosa de ello. El matrimonio inició un imparable ascenso social, del que Fanny era muy consciente. Asimismo, desde el comienzo se dedicó, de una manera casi obsesiva, a embellecer el entorno, decorando ella misma cada una de las estancias de las casas que habitaron, incluso antes de llegar a la magnífica Glessner House, de Henry Richardson. No podemos obviar esta obsesión por la belleza y el detalle de la madre de Frances Glessner, y cómo pudo influenciarla en su comportamiento y sus habilidades futuras.

Como el padre, Fanny era patrona de instituciones culturales, como la Chicago Chamber Music Society o The Fortnightly2, y también fue miembro de la Chicago Society of Decorative Art.

En 1893, William Rainey Harper, decano de la Universidad de Chicago, pidió consejo a Frances, con objeto de que las esposas de los profesores de la universidad, que en su mayor parte no eran de Chicago, pudieran participar de la vida cultural y asociativa de la misma. El resultado fue France´s Monday Morning Reading Class, unas reuniones que se mantenían los lunes, de octubre a mayo en la casa Glessner. Estas prestigiosas reuniones, a las que se podía asistir solo tras invitación, se mantuvieron hasta 1930. Me parece interesante resaltar que ella ponía muy claro que no era una reunión de «señoras de», sino que invitaba a cada una de las esposas que tuvieran algo que aportar.

Es curioso cómo, en los diarios que escribió durante cuatro décadas, marcaba detalladamente el ritmo de su hogar. Cuidadosamente, apuntaba cada una de las comidas, compras y actividades, e incluso cuando acudían a un acto social apuntaba el nombre de las personas invitadas y la comida servida.

¿Cómo influyó Frances Macbeth-Glessner madre en la futura vida de su hija? De múltiples maneras, por un lado, trasmitiendo el amor por el arte tanto a Frances como a su hermano y, por otro, y como hemos señalado antes, Frances madre enseñó a sus hijos su amor por las manualidades y por la decoración. Esa influencia va a marcar de manera decisiva su vida. Es curioso señalar que aunque Frances madre era también hija de su tiempo, un tiempo en el que las mujeres no recibían estudios superiores, es muy probable que fuera precisamente ella la que le contagiara la pasión por el conocimiento, no conformándose ella misma, jamás, con ser la esposa de un acaudalado hombre de negocios, sino, dentro del estrecho marco en el que le había tocado vivir, intentando siempre ir un poco más allá.

George Glessner (1871-1929) es el único hermano de Fanny. Único superviviente varón, ya que nació otro niño que falleció a los ocho meses de vida. George también sufrió de una muy mala salud a lo largo de su vida, siendo aquejado de múltiples alergias que hicieron que tuviera que ser educado en casa. El museo de la Glessner House muestra como el sótano de la misma fue habilitado a tal efecto, instalando incluso un revolucionario sistema de ventilación que hiciera que no se viciara demasiado el aire. Asimismo, esa misma salud delicada hizo que los Glessner se establecieran gran parte del año fuera del (algo insano) clima de Chicago, en New Hampshire, en una propiedad de cien acres llamada The Rocks (donde más tarde se establecerá la propia Frances).

George era un muchacho despierto, a pesar de los cuidados extremos sobre su persona, aficionado a la literatura y a la mecánica, llegó a instalar incluso una especie de telégrafo para él y seis de sus amigos.

Pero su verdadera pasión era la fotografía, de hecho, la restauración de la casa Glessner se siguió utilizando las fotos de George como guía.

Contrae matrimonio en 1898, tiene cuatro hijos, y en la visita a una de sus hijas, en París, en 1928, contrae la gripe, a lo que le sigue una neumonía que termina con su vida en 1929.

Podemos concluir que su hermano George supuso una gran influencia para Frances. Fue su compañero de juegos y de lecturas (Frances también fue educada en casa) además de que, en Harvard, este había conocido al doctor Georges Burgess Magrath, del que se hace gran amigo. En un acto de la Universidad de Harvard le presenta a Frances, y el resto lo veremos en el capítulo dedicado a ambos. Pero, en resumidas cuentas, sin la influencia de Magrath, los dioramas y la carrera de Frances jamás hubieran tomado el mismo camino.

En una retrospectiva de aquellos que pertenecían a la familia de Frances Glessner Lee, no podemos obviar un personaje importante y bastante controvertido: Blewett Lee, el que fue su esposo durante quince años.

Cuando me planteé este proyecto, descubrí que los artículos que se habían escrito de la vida de Frances Glessner pasaban por alto, de una manera muy discreta, el capítulo de su matrimonio. Se limitaba a señalar las palabras de Frances «un período solitario y triste». De esas palabras, y de la no existencia de datos, podríamos sacar todo tipo de conclusiones. Debo decir que ninguna de ellas dejaba en buen lugar a Blewett Lee.

Lo que podemos averiguar en primera instancia de Blewett Lee, es, sin embargo, muy distinto a lo que nos esperábamos. Nace en Mississippi, en el seno de una muy notable familia sureña (su padre, es Stephen D. Lee3, el teniente general confederado más joven de la guerra civil estadounidense, y uno de los fundadores de la Universidad del estado de Mississippi). Blewett estudia leyes y se traslada a trabajar a Chicago, donde conoce a Frances a través de un amigo común de su hermano, y poco después se casan (Frances tenía diecinueve años). Quizás para Lee, que en algún lugar reconocía que se sentía algo ajeno en el norte, y que a su vez la sociedad de Chicago no dejaba nunca de verlo como un sureño con aspiraciones, el matrimonio con Frances Glessner le vino en el momento adecuado para asentarse profesionalmente. Quizás ella era demasiado joven para darse cuenta de lo que suponía un matrimonio infeliz.

Es cierto que lo que podemos adivinar en las frases de Frances sobre su matrimonio está cargado de dolor, pero quizás se ajuste más a la realidad lo que su hijo John decía sobre el divorcio de sus padres: «mi madre tenía un ansia por hacer cosas que mi padre no aprobaba, eso es lo que terminó por romper la relación». De nuevo vemos a Frances como una víctima de la época y de los convencionalismos sociales.

Profesionalmente, es reconocido como uno de los pioneros en la regulación del transporte aéreo, y de manera personal como un conocido espiritista, vertiente sumamente curiosa y en la que parece que era un experto (incluso escribió algún artículo en el que vinculaba el espiritismo con el derecho).