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REVICTIMIZADAS

Migrantes y víctimas
de violencia de género

Raquel López Merchán

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Primera edición: febrero de 2020

© Raquel López Merchán

Diseño y maquetación: LoQueNoExiste

eISBN: 978-8-4121-6351-3

Reservados todos los derechos

Contenido

Dedicatoria

Agradecimientos

Prólogo

Introducción

Capítulo 1. El género en la migración

Capítulo 2. Las pretendidas políticas de migración

Capítulo 3. Derechos, violencia de género y migración

Capítulo 4 ¿Qué derechos son vulnerados por la violencia de género?

Capítulo 5. Los derechos de las víctimas de violencia de género

Capítulo 6. ¿Por qué vienen?

Capítulo 7. ¿Por qué no denuncian?

Capítulo 8. En la comisaría

Capítulo 9. La denuncia no lo es todo

Capítulo 10. El acompañamiento

Capítulo 11. La asignatura pendiente de la especialización

Capítulo 12. Después de la denuncia, ¿qué?

Capítulo 13. El mundo rural

Capítulo 14. Un talón de Aquiles: el trabajo en red

Capítulo 15. Y ahora… el Pacto de Estado

Capítulo 16. 8 consejos para dos partes que son la misma

Anexo: La realidad de una comunidad autónoma: Castilla y León

Carta de Montse Hernández

Epílogo

Raquel López Merchán

Dedicatoria

Rosa, porque es el futuro feminista y tiene que dar ejemplo a sus primas;
porque es mi vida;
a todas, absolutamente todas, las mujeres de mi familia,
pero en concreto a
mi abuela materna, mi madre, mi hermana y mis sobrinas;
y a todas las mujeres que, de una forma u otra,
luchan día a día por conseguir la igualdad
y por vivir conforme a sus ideales y principios,
unidas por la sororidad y el apoyo mutuo, porque juntas somos más fuertes.

También está dedicado a los hombres.
A aquellos que han pasado por mi vida y que están aún,
porque sin ellos no sería, quizás, como soy;
a quienes consideran que
el mundo está compuesto por personas,
porque sin ellos, no sería lo mismo.

Gracias.

Agradecimientos

Este libro que tienes en tus manos es posible gracias a una serie de personas a las que voy a enumerar a continuación. No puedo dejar de hacerlo.

Gracias mamá por estar siempre, siempre ahí. Por empujarme a meterme en la tesis doctoral, por apoyarme, en la sombra, cuando dije que iba a convertirla en libro. Gracias por tu apoyo y tus palabras.

Gracias a mi padre, a veces distante, pero siempre presente. Los dos lloraremos cuando lo tengamos entre nuestras manos. Somos así de sentimentales.

Gracias a mi hermana y mi hermano. En este proceso me hicisteis tía y sabéis lo pesada que voy a ser para formar a mujeres válidas, independientes, seguras de sí mismas y capaces. Gracias por vuestro apoyo siempre, por vuestros momentos de desconexión, por las risas improvisadas.

Gracias a mis amistades incondicionales: Amílcar, Juancar, Teresa, Ángel, Begoña, María José, Montse… Tener un/a amigo/a es tener un tesoro.

Gracias a mi tío Andrés y mi tía Conchi, que fueron mi refugio madrileño durante los largos años de tesis doctoral. Un trocito de este libro también es vuestro. Gracias.

Gracias a mi directora de tesis, mi guía cuando todo se volvió oscuro. Gracias Soledad por aparecer en mi vida académica. Gracias también por, a pesar de la cantidad de trabajo, haber escrito el prólogo.

Gracias Emma Kunst por aparecer en mi vida como un terremoto. Gracias por enseñarme. Gracias por apuntarte a esta “locura”. Gracias por compartir conmigo tus experiencias, tus conocimientos.

Gracias a todas las personas que participaron en las entrevistas. Gracias por querer formar parte de esta investigación convertida en libro.

Rosa, que esto te sirva para darte cuenta de que todo es posible si se trabaja duro, de forma constante y rodeándote de personas que te quieren, te alientan y te apoyan. Cuando piensas que no eres capaz, siempre hay alguien que te dice y te demuestra que sí lo eres. Gracias por dejarme ser tu madre.

“…Partieron un día de la tierra amada

Buscando un terruño donde vivir.

Buscando una casa para el primer hijo,

Buscando un lugar donde ser feliz.

Fragmento del poema “Inmigrantes” de Roberto Antonio Druetta

“Desde su inteligencia a su estatura, todo en ella es inferior

y contrario a los hombres. (…)

En sí misma, la mujer no es como el hombre, un ser completo;

Es solo el instrumento de reproducción, la destinada a perpetuar la especie;

Mientras que el hombre es el encargado de hacerla progresar (…)

Así es que todo tiende hacia la no igualdad entre los sexos

y la no equivalencia”

Pompeyo Gener, 1889,
Artículo publicado en La Vanguardia:
“De la Mujer y sus Derechos en las Sociedades Modernas”

“El primer golpe, como la primera palada de tierra sobre el ataúd, fue seco

y duro (…) Y así quedó ella, como la gente que mira cubrir el féretro, llorosa,

inmóvil, incrédula ante su destino, llena de dudas, vacía de ilusión, intentando

encontrar una inexistente explicación”.

Miguel Lorente Acosta, “Mi marido me pega lo normal. Agresión
a la mujer: realidades y mitos”, página 29.

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Prólogo

“Tenerse en cuenta es un acto revolucionario, porque no siempre los demás renuncian a moldearnos a su voluntad y solo bajo su criterio”.

Inés de la Cruz

La igualdad es como el aprendizaje de una lengua, “requiere constancia y voluntad”, así lo define la filósofa Amelia Valcárcel cuando alude a uno de los derechos fundamentales tanto en la vida pública como en la vida privada. Igualdad equivale a considerar a los demás como ciudadanas y ciudadanos, es decir, en ningún caso expuestos al abuso de los demás, en cualquier circunstancia.

“Lo personal es político”, dijo Carol Hanisch, en 1969. Sus reflexiones fueron recogidas por el Movimiento de Liberación de la Mujer en 1979. La propia Carol tuvo la oportunidad de participar en grupos formados por mujeres que hablaban de su vida, desde el matrimonio, el cuidado de los hijos, el empleo, su invisibilidad en los acontecimientos de su país. Y así en estos grupos se descubría que nada de lo que hablaban tenía que ver con una experiencia singular —se parecían todas demasiado—, sino que estaban señalando los mecanismos de exclusión de una sociedad. Una vida cotidiana que cuando se hace consciente —y con otras personas, con otros grupos— se convierte en colectiva, germina una enorme fuerza de cambio en las sociedades. Sucedió con el movimiento de liberación de los derechos civiles a finales de los 60 en Estados Unidos.

Muchas veces me dicen que para incidir en la mentalidad de la sociedad no hacen falta leyes, sino educación. He de confesar que, como profesora, mis alumnos vienen con una excelente preparación en reciclaje, o en hábitos saludables, como no fumar, o no beber en exceso, pero carecen de nociones de igualdad. No les han presentado mujeres relevantes en el campo de la historia, de la ciencia, o de la literatura, siempre eran excepciones. Por ello, apelar a la educación es más un deseo que una realidad. Por estos motivos, cualquier contexto representa una excelente oportunidad para dar ejemplos vivos de igualdad de trato pero, además, de esta forma de ser y estar en la vida, sin avasallar, sin pensar que alguien puede atribuirse una conducta de sometimiento, nos hacen falta leyes.

Mi experiencia es que hasta que no tuvimos la Ley Integral contra la Violencia de Género, en el año 2004, no hubo concentraciones masivas rechazando este acto; antes, cada 25 de noviembre, era muy escasa la participación en los actos para refutar la violencia contra las mujeres. Seguro que se preguntarán qué había cambiado. La contestación es sencilla, todos los medios de comunicación incluyeron en sus páginas comentarios sobre la ley, de esta manera la hicieron cercana, no importaba que se cuestionará alguno de sus artículos, la clave es que la violencia no era un asunto privado, un asunto de puertas para adentro, sino un hecho público que a todos nos concierne. Pero el hecho fue que se habló, se reflexionó sobre la violencia, sobre la devastadora situación que conlleva vivir en relación de maltrato.

Estoy convencida de que las leyes tienen un carácter pedagógico, por eso es importante difundirlas y, por supuesto, discutirlas. Sin olvidar lo importante que resulta poder denunciar, para una víctima, y que exista un tipo penal que responda ante el hecho concreto por el que busca justicia.

Es una ley que se centraba en las relaciones sentimentales porque, como nos decían los médicos forenses (solo vinieron hombres a nuestras reuniones) las víctimas esconden las agresiones porque se sienten avergonzadas de sufrir maltrato. ¿Conoces alguna víctima de violencia que tenga un sentimiento parecido? El promedio de permanencia en una relación es de 8 años. Quererse es muy difícil y a veces se necesita toda una vida para aprender a tenerse respeto y mantener a raya a quienes lo quieren perder, insultando o despreciando cualquier actividad o palabra. La violencia consiste en deshumanizar a una persona, hasta que ella misma dude de que tenga algún valor como ser humano. Hoy en día y gracias al Convenio de Estambul, los delitos contra la libertad sexual serán incluidos en próximas reformas del Código Penal. La violación es otra evidencia sobre la violencia ejercida sobre las mujeres.

Raquel López Merchán nos adentra en los detalles sociales, culturales, políticos y, por supuesto, jurídicos, campo en el que es una experta, de las formas que adopta la violencia de género, aquella violencia que se produce por el hecho de ser mujer. Porque ser mujer en el mundo aún supone un matrimonio de niñas y jóvenes, unos embarazos no deseados, una esclavitud sexual intolerable. O, en los países más desarrollados, el acoso callejero, eso que antes se denominaban “piropos”. Raquel está comprometida, no solo como experta, sino también como activista, porque sabe que sumar esfuerzos requiere de la participación ciudadana.

Esto es lo que nos mostrará este libro de forma dinámica y de ágil lectura. Nos aproxima a las mujeres migrantes que sufren violencia de género en nuestro país o que la arrastran desde el suyo. Nos adentra en la vorágine de la burocracia y las políticas migratorias, nos acerca, empáticamente, a la visión de las mujeres migrantes. Nos da un pellizco en el pecho para que seamos conscientes de nuestra responsabilidad y de que no podemos mirar hacia otro lado.

Soledad Murillo de la Vega

Profesora de Sociología de la Universidad de Salamanca

Introducción

“La violencia contra la mujer es quizás la más vergonzosa violación de los derechos humanos. No conoce límites geográficos, culturales o de riqueza”.

Kofi Annan

Estas páginas que comienzas a leer pretenden abrir los ojos a quienes trabajan con unas mujeres que viven saltando obstáculos continuamente. Mujeres cuyas vidas están marcadas por unas circunstancias que les impiden una existencia justa por ser migrantes. No estar incluidas en el régimen comunitario, sino que, por el contrario, su permanencia en España se regule mediante la legislación general de extranjería; carecer de documentación que acredite que su estancia y/o residencia es legal en España y haberse convertido en víctimas de violencia de género en nuestro país, las estigmatiza para siempre.

Por mis raíces he querido conocer más a fondo la realidad de quienes residen o han residido en Castilla y León, y más en concreto en Salamanca, pero la radiografía que hago a lo largo del libro no es específica de dicha comunidad.

Da igual en la parte del mapa en el que se encuentren las migrantes. Siempre son más propensas a sufrir discriminación y a que sus derechos sean más fácilmente vulnerados cuando traten de poner en conocimiento de las autoridades una situación de violencia de género vivida estando en España.

Este libro nace de mi tesis doctoral y de una investigación concienzuda que en realidad parte de una necesidad personal. Quería resolver cuestiones que son trascendentales y que a menudo pasan desapercibidas o ni siquiera tienen respuesta: ¿Las mujeres migrantes sin documentación tienen más dificultades a la hora de denunciar la violencia de género? ¿Cómo son tratadas por las instituciones y entidades públicas a nivel nacional y autonómico al ser “irregulares”? ¿Son efectivas las leyes cuando es una mujer migrante “sin papeles” la que quiere denunciar una situación de violencia de género? ¿Los derechos que poseen estas mujeres son realmente efectivos o son vulnerados? ¿Ser migrante, en situación administrativa irregular, supone ser automáticamente excluida socialmente y discriminada?

Las respuestas, o, mejor dicho, la respuesta a todo es que ser migrante en una sociedad considerada del primer mundo aún sigue estigmatizando y continúan pesando los prejuicios al respecto. El estigma y la opresión aumentan más si quien los soporta es una mujer, pues en las sociedades actuales todavía se siguen poniendo trabas a este sexo que corresponde al 50 % de la población mundial.

De un modo u otro, en todos los países se continúan cortando las alas a aquellas mujeres que quieren avanzar, progresar y tener las mismas oportunidades que sus compañeros varones. Ser mujer, migrante y víctima de violencia de género también es una carga pesada que hay que soportar en pleno siglo XXI.

Siguen existiendo mitos en torno a la violencia de género que hacen daño y entorpecen el trabajo que hay que llevar a cabo si se quiere erradicar este problema social. El peso del hecho se sigue poniendo sobre la víctima que soporta la re-victimización, o victimización secundaria, por parte de las instituciones públicas, de los agentes sociales intervinientes y de la sociedad en general. Trataré de mostrar como todo esto aumenta y tiene un mayor grado en el caso de las mujeres migrantes “irregulares”, a quienes persiguen los prejuicios y los estereotipos.

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El género en la migración

La pobreza extrema, la discriminación racial o sexual, los conflictos internos en el país, la falta de oportunidades, la reagrupación familiar o las catástrofes y desastres naturales llevan a las personas a moverse de un lugar a otro del mundo. Cuando la población migrante se une a la sociedad de acogida, en este caso, España, trae consigo su propia cultura.

Ante esto, no se puede pretender que la olviden y que, sin más, incorporen la cultura española, pues esto chocaría con una sociedad democrática en la que deben primar los principios de convivencia, respeto y solidaridad.

Pero, ¿cuáles son las consecuencias que sufren las personas que abandonan su país de nacimiento al llegar al de destino? En primer lugar, pasan por el duelo migratorio que, aunque podamos pensar que solo afecta a lo emocional y/o psicológico, también influye en el día a día de la persona y en quienes la rodean. Al cambiar de país o lugar de residencia, soportan un choque cultural importante por dejar atrás a su familia y amigos (red social de apoyo), su casa, su cultura y llegar a un lugar donde no se conoce, en la mayoría de los casos, a nadie, junto con que la cultura y la forma de vida son totalmente distintas, incluso, a veces, también el idioma cambia.

Otro inconveniente, denunciado por varias asociaciones sin ánimo de lucro y oenegés, está relacionado con la estancia de las personas extranjeras en los Centros de Internamiento para Extranjeros, los denominados CIE’s. Esta situación se da cuando el Juzgado de Instrucción del lugar donde hubiese sido detenida la persona extranjera, a petición de quien instruya el procedimiento, de la persona responsable de la unidad de extranjeros del Cuerpo Nacional de Policía o de la autoridad gubernativa que por sí misma o por sus agentes hubiera acordado dicha detención, en un plazo no superior a 72 horas, podrá autorizar el ingreso en un CIE, en los casos que se regulan en la ley.

De acuerdo al informe “Atrapados tras las rejas”, España es un país con un alto porcentaje de internamientos y con malas condiciones de estancia en ellos. A pesar de que no procede el internamiento por estancia irregular, esta se produce y se constata que en los centros hay privación de derechos que van más allá de la carencia de la libertad ambulatoria. En palabras del Relator Especial sobre Derechos Humanos de los Migrantes, el internamiento tiene que ser una medida de última ratio, siendo permitida cuando no existan “medidas menos restrictivas” y “durante el menor tiempo posible”.

Más allá de todo lo mencionado, la migración está relacionada con los estereotipos y los prejuicios que se tienen en relación con este colectivo. Se suele pensar que quienes vienen de otros países van a quitar el trabajo a las personas autóctonas, siendo las causantes del aumento de la delincuencia en el país, etc. Por ejemplo: quienes migran tienen muchas probabilidades de pasar a integrar el colectivo de personas en riesgo de exclusión social debido al cambio tan grande que se ha producido en sus vidas.

La migración femenina

Pero, ¿qué sucede con aquellas mujeres que han emigrado dejando atrás, en muchas ocasiones, una familia que depende, en casi todos los aspectos, de ellas? ¿Qué las mueve a dejar su país? ¿Tienen motivos distintos a los de los hombres? ¿Lo han hecho a la vez que ellos? ¿Por qué las mujeres son más vulnerables en esta situación?

Al tomar como norma al hombre en las migraciones, se ignoran las necesidades, las aspiraciones y las capacidades para actuar de forma independiente de las mujeres. Durante muchos años, el proceso migratorio llevado a cabo por las mujeres ha pasado inadvertido, como prácticamente todo lo que hacían o no les dejaban hacer debido a las ideas promovidas por el patriarcado y el androcentrismo.

Las diferencias existentes entre hombres y mujeres estaban marcadas por el distinto género, con base en las diferencias sexuales, y también se observan en materia de migración.

Esta invisibilidad de la mujer es consecuencia de varios factores: la existencia de la reagrupación familiar ilegal, la inserción en los sectores más sumergidos de la economía de este país, la posición subordinada de la mujer tanto en las sociedades emisoras como en las que las recogen. En la actualidad, desde hace pocos años en realidad, la migración de mujeres con un proyecto migratorio propio y por motivos económicos es más frecuente. En España, por ejemplo, esto se concentra en el servicio doméstico, siendo consecuencia de la falta de conciliación laboral y familiar de las mujeres autóctonas.

Para las mujeres migrantes el resultado es el refuerzo del concepto de que las mujeres necesitan ser tuteladas por ser seres frágiles, siendo representadas desde la domesticidad y el esencialismo biológico. Entonces, la desigualdad, la jerarquía social y la segmentación en el mercado laboral se extienden.