Soy Mujer

Patrick Bennett

ISBN: 978-84-19367-05-1

1ª edición, marzo de 2022.

Editorial Autografía

Calle de las Camèlies 109, 08024 Barcelona

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2

El primer día de trabajo, cuando pudimos ver de cerca ese enorme edificio de cristaleras, nos quedamos atónitas; pero cuál fue nuestra sorpresa cuando, al atravesar las puertas, nos encontramos con que pertenecíamos a una minoría bastante notable, en aquella jungla de colores vivos gobernada por testosterona.

Rápidamente fuimos agasajadas por Paul Carter, uno de los encargados del personal de prácticas, que nos llevó a las oficinas donde a partir de ese día haríamos las nuestras. Mientras caminábamos por los interminables pasillos de mármol blanco de la compañía, pude darme cuenta de que las únicas mujeres que encontraba estaban en puestos de recepción, de secretarias o ayudantes, mientras que en los puestos directivos la inmensa mayoría eran hombres.

Paul era un chico algo mayor que nosotras, bastante alto, con el pelo castaño alborotado, ojos verdes y aspecto de tener bastante éxito entre el sexo femenino; llevaba un look informal con unos vaqueros rotos, una camiseta de manga corta blanca que marcaba a la perfección sus musculosos brazos, y deportivas; un estilo que contrastaba bastante con el que nosotras habíamos elegido para el primer día; con camisa, americana y zapatos de tacón.

A pesar de casi no poder seguir el ágil ritmo que llevaba Paul, mientras nos mostraba todos y cada uno de los rincones de la empresa, no dejamos que el intenso dolor de pies nos afectara lo más mínimo, y escuchamos atentamente todas las explicaciones asintiendo con una sonrisa permanente.

Yo iba a trabajar en una sala repleta de mesas con ordenadores, donde también había enormes pufs para poder trabajar cómodamente, como si estuviéramos en casa. A Lola la llevaron una planta más arriba a una sala bastante similar; estaba claro que en aquella empresa el confort era primordial.

Después de un día lleno de emociones, esperé a Lola a la salida para irnos juntas a casa; y mientras estaba concentrada en la pantalla de mi móvil, Paul me tocó el hombro.

—¿Qué tal el primer día? —en su sonrisa pícara pude percibir que no le interesaban demasiado los detalles de mi trabajo— ¿Tienes planes esta noche? Podemos ir a un nuevo local que han abierto aquí cerca.

En efecto, mis sospechas se confirmaron rápidamente.

—No, lo siento, pero estoy agotada. Voy a esperar a Lola para volver a casa y descansar —pero mi sorpresa llegó cuando puede divisar a lo lejos a mi amiga con varios compañeros, riendo enérgicamente y sin ningún aspecto de que le apeteciera mi plan.

—¡Ey, Sam! ¿Qué tal te ha ido? —preguntó alegremente.

—Pues estoy muerta, Lola, creo que me voy a ir a casa, los tacones me están matando.

—¡Pero qué dices mujer! Hay que celebrar nuestro primer día superado, vente a tomar unas copas y te presento a unos compañeros, son súper simpáticos —mientras tanto, Paul seguía a mi lado y pude percibir una ligera sonrisa en su rostro, al comprobar que mi plan se había ido al garete.

—Venga mujer, anímate —me susurró sin cambiar el gesto descarado.

—Lo siento de verdad, pero me voy a casa. Pasadlo bien. Mañana nos vemos.

Cuando iba de camino a casa, empecé a pensar en lo que más me había impactado de aquel fatídico primer día; ¿por qué no había prácticamente mujeres con puestos importantes en las grandes empresas? ¿Lola y yo éramos una excepción, o nuestro destino era ser las ayudantes de algún alto cargo?

Desde que era una niña, tenía muy claro que ser mujer no era tarea fácil, a pesar de que en el fondo me consideraba afortunada por no haber sufrido las injusticias que muchas habían tenido que soportar en el pasado; sin embargo, sabía que todavía quedaba mucho camino por recorrer.

Durante las primeras semanas trabajé duro, y verdaderamente sentí que mis opiniones eran tan valoradas como las del resto, e incluso me sorprendió cuando mi jefe me propuso ser una de las encargadas de diseñar el logotipo en el que estaba trabajando.

Me preparé un enorme café y me senté de nuevo frente al ordenador con la idea fehaciente de dejar a todos boquiabiertos por la mañana. Eran las doce de la madrugada, y Lola decidió irse a su dormitorio despidiéndose suavemente para no molestarme demasiado; me puse mis auriculares, le di al play, y con ‘Bohemian Rhapsody’ al fin me llegó la inspiración.

3

Por la mañana me desperté con muchas ganas de llegar al trabajo y presentarle mi idea al resto del equipo. A pesar de no haber dormido demasiado, me sentía eufórica. Me di una ducha, preparé café para las dos y me puse unos vaqueros ajustados, una camiseta de algodón y zapatillas deportivas; juré que nunca más volvería a sufrir el intenso dolor de pies que tuve el primer día.

Ni siquiera esperé a que Lola saliera de la ducha; le dejé una nota en la nevera “Te veo en el trabajo XOXO”, me recogí la melena en una coleta alta y salí de casa con mi portátil bajo el brazo; quería llegar un poco antes para preparar una presentación perfecta.

Cuando llegué a mi puesto, vi a uno de mis compañeros en la sala de diseño, por lo que supuse que había tenido la misma idea que yo.

—Buenos días, Sam, qué madrugadora —se trataba de Alex, otro trabajador en prácticas al que Jack había encomendado la misma tarea que a mí, por lo que en este momento era mi competencia directa.

Alex era un chico joven, alto, bastante moreno de piel y con el pelo rapado, del que impresionaban sus enormes ojos grises y su amplia sonrisa. Había llegado desde la universidad de Nueva York, y se notaba que venía de buena familia por su educación a la hora de hablar con todos nosotros, y sus buenos modales en todo momento.

—Buenos días, ¿estás preparando la presentación de tu diseño? —le pregunté animadamente.

—Algo así —respondió sin demasiadas ganas de continuar la conversación.

Por su gesto pude percibir que yo para él también me había convertido en competencia, y que no estaba dispuesto a compartir conmigo ni una sola de sus ideas; algo que no me afectó demasiado porque confiaba mucho en mi propuesta.

—Buenos días, chicos, veo que os habéis tomado en serio el proyecto que estamos preparando. —dijo Jack entrando en la sala mientras se quitaba la chaqueta. Mi jefe tendría unos treinta y tantos años, y a pesar de no ser demasiado alto, las incipientes canas de su barba y el pelo perfectamente engominado con raya a un lado, lo hacían bastante atractivo.

—Buenos días, Jack —respondimos los dos al unísono como si estuviésemos en un jardín de infancia. Mientras Jack se acomodaba en su mesa, dejó escapar una leve carcajada por lo ridículo de la situación.

—Vamos a ver, ¿quién quiere ser el primero en presentar su proyecto?

—Yo mismo —respondió rápidamente Alex dando un paso adelante.

Desde el primer momento, cuando vi reflejarse en el proyector un logotipo en diferentes tonos rosados, pude notar cómo se me formaba un nudo en el estómago. Zapatos de tacón, barras de labios, vestidos y lazos de todos los tamaños decoraban el nombre de la marca de una forma, para mi gusto, de lo más ridícula.

Alex comenzó su presentación con mucha seguridad, exponiendo que las mujeres somos criaturas bellas, con infinidad de trucos para sacarnos todo el partido posible como la ropa, el maquillaje o los zapatos.

Notaba cómo empezaba a ponerme roja de rabia cuando de repente entró Paul, me miró, y acto seguido echó un vistazo a la pantalla. En ese momento comprendió todo lo que estaba pasando allí. Se sentó a mi lado y me dio un pequeño codazo con intención de tranquilizarme, lo que no tuvo demasiado efecto.

Cuando mi compañero por fin terminó, respiré profundamente para relajarme, y preparé mi portátil para mostrarle a Jack mi propuesta. Allí estaba, el logotipo de la marca con sus colores base: amarillo y azul.

Alrededor había dibujado los rostros de mujeres de todo tipo, rodeadas de símbolos como un ordenador, un libro, un pincel, una nota musical o un microscopio.

—Lo primero, he de decir que las mujeres somos seres humanos, que todas somos bellas y que todas poseemos un cerebro para poder pensar por nosotras mismas. No creo que nos definan objetos de belleza o moda, sino lo que realmente soñamos, que puede ser encontrar el trabajo perfecto, triunfar en el deporte, escribir un best seller o llegar a la luna.

Proseguí mi presentación mientras los tres hombres de la sala me miraban boquiabiertos, a pesar de que yo no entendía demasiado bien el motivo; ¿Es que ni siquiera lo habían pensado antes? No me lo podía creer. ¿De qué tipo de mujeres habían estado rodeados toda su vida?

Cuando acabé mi disertación, Paul se levantó apresuradamente para aplaudir, pero lo que me importaba de verdad era la opinión de Jack, que aún me miraba perplejo.

—Está claro que ambos habéis hecho un gran trabajo, pero me gustaría hablar con cada uno de vosotros a solas. Sam y Paul por favor, esperad fuera —dijo con el semblante serio.

Salimos en silencio de la sala y cuando cerramos la puerta, Paul me miró directamente a los ojos sonriendo.

—Los has dejado planchados, no se lo esperaban en absoluto y menos viniendo de una mujer —dijo entusiasmado-

—No creo que haya dicho nada extraño, y el punto de vista femenino pienso que es demasiado relativo. Es mi opinión, no la de todas las mujeres.

—Ya lo sé, no te pongas a la defensiva; lo único que digo es que ya era hora de que una mujer le plantara cara a ese estirado de Alex —afirmó sonriendo—. Por cierto, me gusta mucho más este estilo; esos vaqueros te sientan de maravilla.

En ese momento se abrió la puerta y escuché a Jack pronunciar mi nombre. Me topé con Alex sin cruzar las miradas y entré en la sala con apariencia de seguridad, aunque en realidad estaba aterrada.

—Siéntate por favor —me pidió amablemente.

—Dime Jack —respondí con voz temblorosa.

—Escucha, tu propuesta ha sido cuanto menos interesante, y a pesar de que la de tu compañero es bastante más vistosa, he decidido incluir tu diseño entre los posibles para aparecer en la portada del buscador. Por el momento no le digas nada a Alex, no le he confirmado nada todavía —noté cómo mi corazón empezaba a latir cada vez más rápido y una sensación de euforia se apoderaba de mi.

—Muchísimas gracias, Jack, ha sido un placer colaborar en este proyecto.

—Muchas gracias a ti Sam, seguro que más de uno se llevará una sorpresa con tu trabajo.

Salí de la sala con ganas de saltar, bailar y gritar, y allí estaba Paul esperándome; sin pensarlo dos veces, le di un abrazo enorme y a lo lejos pude divisar la cara de desprecio de Alex, mientras hablaba con sus compañeros. No me afectó en absoluto, en ese momento sentí que había dado un gran paso tanto para mí, como para el mundo.

4

Cuando llegó la hora de salir, subí corriendo a buscar a Lola a su oficina para contarle la gran noticia, pero no la encontré por ninguna parte. Cogí el móvil para llamarla mientras entraba en el baño y allí estaba, pero no sola, sino sentada en el lavabo mientras besaba apasionadamente, abrazando entre sus piernas a Alex, mi peor enemigo en esos momentos.

—Perdón chicos, no quería interrumpir — en aquel instante ambos se separaron bruscamente mientras se colocaban, como si yo fuera un profesor y aquello el instituto.

—Hola Sam, ¿qué tal ha ido tu presentación? —dijo algo avergonzada.

—Pues si te vienes a tomar algo conmigo te lo cuento con pelos y señales.

Alex salió del baño sin despedirse y me apoyé en la pared esperando a que Lola terminara de atusarse el pelo en el espejo. Salimos del baño caminando apresuradamente hacia la puerta de salida, para comentar lo que acababa de ocurrir, y cuando salimos del edificio fue como sacar la cabeza del agua.

—Bueno cuéntame, ¿qué tal ha ido todo? —preguntó Lola entusiasmada.

—¿Perdona? ¿Cómo que qué tal ha ido? ¿Qué es lo que acaba de pasar ahí dentro?

—Es que como estabas tan concentrada en tu proyecto estos últimos días no te he querido distraer con mis cosas.

—Pero ¿desde cuándo? ¿Cómo? —inquirí sobresaltada.

—La verdad es que desde hace unos días Alex me miraba demasiado por los pasillos cuando nos cruzábamos, y el otro día me invitó a una copa a la salida. Una cosa llevó a la otra y…

—Madre mía chica, tú no pierdes el tiempo —le dije soltando una carcajada.

—Creo que me está empezando a gustar bastante, es guapo, amable, cariñoso…

—Sí, sí, ya he podido comprobar lo cariñoso que es…

Al instante, Lola se puso colorada y me pegó un manotazo en el hombro para que me callara. Con lo que acababa de escuchar no creí que debiera contarle lo que me había dicho Jack por el momento, así que simplemente le comenté que les había sorprendido bastante mi diseño.

Era viernes por la noche, así que fuimos a cenar a una pizzería cercana y más tarde decidimos ir a un local tranquilo a tomar unas copas y hablar de nuestras cosas. A Lola se le veía bastante ilusionada con Alex, y yo me alegraba mucho por ella. Se merecía que le trataran como a una reina.

También hablamos de nuestros próximos proyectos, del resto de compañeros, de la decoración del piso, las nuevas películas que había en cartelera, y de pronto salió un tema que estaba intentando evitar, Paul.

—Bueno, y tú con el de personal, ¿ahí hay algo verdad? Me han dicho que os han visto muy abrazados esta mañana —preguntó curiosa.

—La verdad es que se ha portado fenomenal conmigo desde que llegamos, y me ha apoyado mucho, pero de momento creo que no me apetece conocer a nadie

—Pues me he enterado de que hay más de una detrás de él en la empresa, es todo un rompecorazones —afirmó con una sonrisa pícara

—Me alegro por él —respondí con una pequeña sensación de celos que ni yo misma me creía. ¿Acaso podría interesarme Paul? Con tanto trabajo ni siquiera me había parado a pensar en eso.

Cuando volvíamos a casa y Lola seguía hablando de lo maravilloso que era Alex, yo me puse a pensar en Paul. Mi vida sentimental hasta el momento no había sido demasiado intensa, sí que había tenido un par de “novietes” de unos meses, pero me di cuenta de que nunca me había enamorado de verdad. De todas formas, este era el momento de aprovechar la oportunidad laboral, y no quería distraerme con ningún hombre.

Al acercarnos al portal de casa, vi a un chico que estaba sentado en el escalón con la cabeza apoyada en la pared. Al principio imaginé que sería un vagabundo, pero cuando nos acercamos, pude comprobar que era él; se había quedado dormido mientras esperaba a que llegásemos, y además traía una botella de champán.

Mientras Lola me miraba con una sonrisa pícara, decidí despertarle suavemente para no asustarle, y cuando abrió los ojos, esbozó una sonrisa al instante.

—¿Se puede saber qué haces aquí? —pregunté fingiendo curiosidad.

—Pues venía a darte una sorpresa para celebrar tu éxito, pero como no estabas, decidí esperar a que llegaras y me quedé un poco traspuesto —respondió bostezando.

—Anda sube y ponemos a enfriar esa botella.

En el ascensor, Lola me preguntó por ese éxito tan misterioso; y cuando Paul fue a contestar le di un pequeño pisotón, por lo que se quedó en silencio de repente. Le dije que se refería al éxito de mi presentación, pero que era demasiado pronto para celebrar nada.

Llegamos a casa, Lola se fue a su habitación a cambiarse de ropa, y aproveché la ocasión para contarle a Paul lo que había pasado; se quedó atónito. Me contó que sabía que Alex tenía novia desde hacía varios años en Nueva York, y que venía a visitarle de vez en cuando los fines de semana; me quedé perpleja. ¿Debía contárselo a Lola? Le partiría el corazón, pero creía que iba a ser lo mejor.

Cuando salió de la habitación y vio las caras de póquer que teníamos ambos, no pudo resistirse y preguntó.

—¿Qué está pasando aquí? Menuda fiesta que lleváis en el cuerpo, chicos.

—Bueno Lola, es que hay algo que creemos que debes saber —respondí. Paul notó lo incómoda que me sentía, y decidió explicarle lo que pasaba con mucha calma, algo que duró tan solo unos segundos.

—¿Cómo? No me lo puedo creer, voy a llamarle ahora mismo —exclamó con cara de pocos amigos.

Se metió en su habitación y al momento empezamos a escuchar palabras malsonantes, gritos y algún que otro sollozo. Cuando todo se calmó, llamé a la puerta para comprobar que estuviese bien, pero me dijo desde dentro que no quería ver a nadie, así que decidí dejarlo estar.

Me volví, y vi a Paul sentado en el sofá angustiado por la situación, por lo que le propuse hacer unas palomitas y ver una película en la televisión.

—Ya dejaremos el champán para otra ocasión.

—Sin problema —respondió con una sonrisa.

Cuando terminamos de ver una de esas películas que parodian (para mi gusto terriblemente) otras de terror, me di cuenta de que, sin querer, estaba tumbada en el costado de Paul mientras me rodeaba con su brazo. Me levanté y comprobé que se había quedado dormido, por lo que decidí taparle con una manta y dejarle descansar.

5

A la mañana siguiente era sábado, no tenía que madrugar y me encontraba de lo más relajada en la cama; pero mi relajación terminó cuando me acordé de todo lo que había ocurrido la noche anterior. Me levanté de la cama, me miré al espejo y respiré profundamente antes de salir al salón. Era un piso pequeño, por lo que no tenía escapatoria, ni la posibilidad de acercarme al baño sin cruzarme con Lola y Paul si ya estaban despiertos, y por lo que se oía desde dentro, así era.

Salí de mi cuarto, y me los encontré desayunando entre risas en la barra de la cocina, unas tortitas que olían divinamente.

—Buenos días chicos, ya veo que os habéis levantado de lo más animados esta mañana —dije mientras me desperezaba.

—Buenos días, preciosa —en ese momento noté cómo mis mejillas se sonrojaban, pero estaba preocupada por Lola.

—¿Cómo estás? Siento mucho lo de Alex.

—No te preocupes Sam, si es capaz de engañar a dos mujeres al mismo tiempo, no merece la pena ni un segundo de conversación —me respondió muy segura.

Me sorprendió bastante la reacción de Lola, de verdad era una mujer fuerte, y sabía muy bien lo que quería y lo que no.

—Ya sabes que si necesitas hablar, estoy cuando quieras para escucharte.

—No te preocupes, Paul hace muy bien de psicólogo en estas situaciones. Hemos estado hablando un rato del tema y me ha ayudado mucho —respondió mirándole divertida.

—Me alegro de que te haya animado, gracias Paul —dije guiñándole un ojo.

Me serví un par de tortitas bañadas en sirope de arce, y la verdad es que levantaban el ánimo a cualquiera.

—Receta de mi madre, cuando quieras te la paso. Pero que sepas que no se la doy a cualquiera. —me advirtió Paul bromeando.

—Me siento afortunada.

—Bueno chicas, ha sido un verdadero placer, muchas gracias por dejarme dormir en vuestro sofá, pero tengo que irme.

—Ya, lo siento, podemos vernos más tarde —en ese momento deseé que la tierra me tragase, no podía creer lo que había dicho.

—Cuando quieras, ya sabes mi número —afirmó sonriendo.

En el momento que Paul cerró la puerta, Lola me miró entusiasmada.

—A Sam le gusta Paul, a Sam le gusta Paul… —dijo canturreando.

—Déjame tranquila Lola, solo quiero agradecerle el detalle que tuvo ayer, nada más.

¿En realidad tenía razón? No sabía muy bien si estaba empezando a sentir algo por él, quizá sí, pero seguía con una idea clara de no enamorarme al menos durante lo que duraba mi beca de un año, no ahora.

Me vestí con un top deportivo, unos shorts, me puse los cascos y salí un rato a correr. Me despejaba bastante del estrés del trabajo y me ayudaba a desconectar durante un rato, pero cuando paré en un banco para atarme la zapatilla, escuché unos gritos que provenían de detrás mío.

—¡Nena! ¿Dónde vas con tanta prisa? Ven aquí y te alegramos un poco el día —me di la vuelta inconscientemente y vi un grupo de chicos mirándome y lanzándome besos con la mano. Tenían unos veintitantos y estaban pasando el rato fumando cigarrillos y bebiendo cervezas. Decidí darles la espalda y seguir corriendo, no merecía la pena.

Volví a casa y se lo conté a Lola; no me hizo ninguna gracia el comentario que tuve que escuchar de esos idiotas, y estaba indignada por no poder hacer nada al respecto.

—No te preocupes mujer, seguramente estarían borrachos y eres lo mejor que han visto en todo el día.

—Me parece asqueroso, te lo prometo. ¿Por qué tenemos que escuchar esas groserías? ¿Alguien les ha dicho alguna vez que cierren la boca cuando nadie les ha preguntado? —dije ofendida, mientras preparaba algo de comer.

Más tarde decidí armarme de valor y mandar un mensaje a Paul para quedar con él y tomar algo.

Hola!

¿Qué tal el día?

Buenas!

Pues aquí estoy aburrido…

¿Me propones algún plan?

¿Te apetece quedar en el parque

dentro de una hora y tomamos algo?

Perfecto!

Luego nos vemos!

Cuando llegué Paul ya estaba esperándome, me acerqué a él, le di un abrazo y empezamos a caminar.

—¿Qué tal ha ido el día? ¿Has hecho algo interesante? —me preguntó curioso.

Decidí contarle lo de aquella mañana y preguntarle acerca de ese tipo de “piropos” obscenos que sinceramente a mí no me hacían ninguna gracia.

—Yo creo que esos tíos están demasiado necesitados, ven una mujer y le dicen lo primero que se les pasa por la cabeza. No estoy diciendo que tú no te merezcas un buen piropo, pero no te lo tomes tan mal, de vez en cuando te vas a encontrar alguna situación parecida.

—¿Tú sueles decir piropos a las chicas?

—Qué va, sinceramente soy demasiado tímido para ese tipo de cosas —respondió sonrojado.

—No te imaginaba tímido, en el trabajo se te ve de lo más abierto con todas las chicas —dije sin pensar.

—¿Acaso estás celosa? —me espetó.

Le respondí con una sonrisa pero sin decir nada, ¿cómo se me había ocurrido hacerle ese comentario?

Entramos en un bar y se acercó a la barra a pedir mientras yo buscaba una mesa libre. El sitio era de lo más bohemio con las paredes y el suelo de madera; las sillas y las mesas estaban desgastadas y las luces no eran demasiado intensas, un ambiente perfecto para conversar tranquilamente.

Finalmente, Paul consiguió que le sirviera una camarera sin demasiada experiencia, y le hice una señal para que viniera a la mesa. Decidió sentarse a mi lado.

—Bueno y tú que, ¿no tienes novio? —preguntó.

—Pues la verdad es que no, no tengo ningún interés en tener pareja ahora mismo —en el momento que esas palabras salieron de mi boca, vi cómo a Paul le cambiaba el gesto de repente. Quizá no le había gustado demasiado mi respuesta, quizá a mí tampoco.

—Ya, pero siento decirte que eso no lo decides tú, si te enamoras, te enamoras y punto, es algo de neurotransmisores creo. —afirmó.

—Tienes razón, pero puedes estar más o menos receptiva en cuanto a conocer gente. Si te encierras en casa seguro que no te enamoras de nadie.

—Pues yo no te veo muy encerrada en casa que digamos ¿no? —me quedé estupefacta en ese momento y no supe qué responder. Cuando Paul percibió mi cara continuó hablando—. Yo tuve una novia hace tiempo en Philadelphia, pero al venir a trabajar aquí, tuvimos que dejarlo. No creo en las relaciones a distancia, mira lo que le ha pasado a Alex con Lola.

—Perdona pero ¿has dicho Philadelphia? Yo también soy de allí— dije intentando obviar el tema.

El hecho de que Paul “tuviera” que dejarlo con su novia no me gustaba demasiado, ya que donde hubo fuego ya se sabe, y además ni siquiera terminaron mal. ¿Qué pasaría si algún día Paul volvía a casa?

6

Durante el domingo, Lola y yo decidimos hacernos una sesión de belleza en el apartamento; nos pusimos mascarillas, nos hicimos manicura y pedicura; y, por supuesto, lo que más odiaba en el mundo: la depilación.

Está claro que una mujer sin pelo es mucho más agradable, tanto por higiene como por aspecto, pero ¿no son suficientes los sacrificios que tenemos que hacer por el simple hecho de ser mujeres? Y no me refiero solamente al aspecto físico; está la “adorada” menstruación con su dolor de ovarios, de cabeza, malestar general, sin contar con que no se trata del precioso líquido azul que aparece en los anuncios; y cuando te haces mayor llega lo mejor, la menopausia y el dolor de huesos, los sofocos, etc. Vamos, que todo son ventajas a nivel biológico.

—Tranquila Sam, que ya terminamos. Dos tiras más y lista —me dijo Lola para calmarme un poco.

Yo tengo la piel demasiado fina y me duele horrores cada vez que me hago la cera, y la depilación láser me da pánico por si me aparecen quemaduras. Lola se la hizo hace un año y la verdad que está encantada, así que seguramente me anime y pruebe.

Cuando terminamos con el ritual, decidimos ir al cine a ver “Cincuenta sombras liberadas”, la tercera parte de la exitosa trilogía que yo no había visto hasta que me obligó Lola nada más empezar a vivir con ella.

La verdad que no me hacía demasiada gracia la trama, pero tengo que reconocer que en el fondo tengo algo de romántica y me apetecía ver el final de la historia de amor de Christian Grey y Anastasia Steele.

La sala de cine estaba repleta de parejas jóvenes formadas por chicas de lo más emocionadas y chicos resignados. Era gracioso.

Cuando salimos del cine fuimos a cenar a un nuevo restaurante asiático de la zona, y nada más entrar, nos encontramos con las dos personas que menos nos esperábamos, Alex y su novia. Cuando nos vio nuestro compañero no se lo podía creer, su cara perdió todo el color y tragó saliva mientras nos acercábamos a su mesa. Lola no pudo dejarlo estar.

—¿Qué tal Alex? ¿No nos presentas? —preguntó descarada.

—Sí claro, Sarah, estas son Sam y Lola, dos compañeras de trabajo.

—Encantada Sarah, por cierto Alex, te dejaste la ropa interior en mi casa el otro día, por si quieres pasar a recogerla —en ese momento me agarró del brazo llevándome a la salida del restaurante con una amplia sonrisa en su boca.

—¿Pero qué has hecho? —le pregunté estupefacta.

—¿Qué pensabas? ¿Que me iba a quedar callada? Esa chica tiene que saber con quién mantiene una relación —acto seguido vimos cómo Sarah salía llorando despavorida del restaurante mientras Alex le seguía disculpándose.

—Esto no se va a quedar así —afirmó amenazante cuando pasó por nuestro lado.

Ya no nos apetecía demasiado cenar en aquel sitio y Lola decidió irse a pasear sola. La seguí durante un rato para que supiera que estaba a su lado, hasta que se volvió hacia mi.

—Me voy a casa, me apetece quedarme tranquila jugando a la consola, ¿te importa? —me preguntó.

—No, para nada. Hacemos lo que te apetezca.

—¿Seguro? —preguntó con picardía.

—Pues ahora ya no sé qué decirte .

—Es que me apetece que cojas esa botella de champán de la nevera y vayas a bebértela con uno que yo me sé —no me dio tiempo a responder cuando ya había cogido mi móvil y estaba llamándole para pedirle que viniera a recogerme en media hora.

Subimos al piso y en cuanto cerramos la puerta sonó el timbre. Era él. Lola abrió la nevera, me dio la botella y un beso.

—Pásalo bien, ese chico merece la pena —afirmó sonriendo.

Por una parte, me encantaba lo que había hecho, pero por otra me sentía fatal por tener que dejarla sola en casa después de lo que había pasado con Alex.

—No te preocupes por mi, necesito distraerme.