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Primera edición digital: abril 2017
Ilustración de la cubierta: Diana Santana Martín
Diseño de la colección: Jorge Chamorro
Corrección: Alexandra Jiménez
Revisión: Sandra Soriano

Versión digital realizada por Libros.com

© 2017 Diana Santana Martín
© 2017 Libros.com

editorial@libros.com

ISBN digital: 978-84-17023-21-8

Diana Santana Martín

Sintiendo en Aguas Frías.
Diario de una maestra en prácticas
en la Amazonía peruana

Dedico este libro a todos aquellos personajes fantásticos que se me aparecían en sueños y de un modo u otro me ayudaron a sentir en Aguas Frías.

 

A Piesgrandes, por ayudarme a dar pasos firmes y a confiar en mis habilidades innatas.

A las mujeres de la isla de San Borondón, porque todavía hoy me ayudan a forjar mi personalidad.

A los hombres de negro, por guiar mi experiencia desde las sombras.

A la bruja Piruja, por enseñarme las recetas de sus pócimas mágicas.

A Pulgarcita, por convertirse en mi fuente de inspiración.

A los niños y niñas del país de Nunca Jamás, por ampliar mi corazón y enseñarme a valorar lo esencial de la vida.

Índice

 

  1. Portada
  2. Créditos
  3. Título y autor
  4. Dedicatoria
  5. La libreta de la maestra, por Alexandre Bataller Català
  6. Unas palabras previas
  7. Antes de llegar a Aguas Frías
  8. Descripción del territorio
  9. Por dónde empezar
  10. Creando vínculos
  11. El ritual previo al matrimonio
  12. El anarquismo no es una utopía
  13. Munachinacundo
  14. La chacra
  15. Posibles propuestas
  16. La presentación de las primeras propuestas a la comunidad
  17. Presentación del huerto en la escuela
  18. ¿Quién soy yo? ¿Qué hago aquí?
  19. Primera asamblea comunal
  20. La multiplicación
  21. Preparación de carteles
  22. El etnocentrismo
  23. El quechua
  24. Algo más que carteles
  25. El parque infantil
  26. Los comienzos del huerto
  27. La farsa del ecoturismo
  28. Reflexión sobre el uso del quechua
  29. Intentos de cuentacuentos
  30. Teresa
  31. Mi efecto Pigmalión sobre Agustina
  32. En nuestro huerto también crecen las relaciones
  33. El cuentacuentos se pone en marcha
  34. Segunda asamblea comunal
  35. La dependencia
  36. La estantería de cuentos
  37. Carmen
  38. Juana
  39. La frustración incontenida
  40. Finalización del parque infantil
  41. La mano dura
  42. El derecho a la fantasía
  43. Creciendo
  44. El uso de los trajes tradicionales
  45. Crisis
  46. Cholito
  47. ¿Qué pasó con el horno?
  48. El recetario
  49. La recogida de la iconografía textil
  50. Agustina se nos fue
  51. El mural de la ilusión
  52. Atentado contra la estantería
  53. Cosas de niñas
  54. El huerto, causante de discordia
  55. Mis objetos personales
  56. La despedida
  57. Anexo fotográfico
  58. Mecenas
  59. Contraportada

La libreta de la maestra

Alexandre Bataller Català (Universitat de València)

He aquí el libro de una maestra. Son las anotaciones de una experiencia docente vivida lejos de casa, durante un semestre intenso, en un territorio desconocido, propicio a la vivencia descarnada y a la reflexión más íntima.

Conocí a Diana Santana (Las Palmas de Gran Canaria, 1980) en el año 2011. Ella era entonces una alumna de la Facultad de Magisterio y yo ejercía como tutor de sus prácticas escolares, cuando cursaba el grado de Maestra de Primaria. Debo reconocer que, desde el primer momento, me impresionó su persona, su fortaleza mental y su voluntad a prueba de obstáculos. Era una alumna diferente. Un poco mayor que el resto de sus compañeros, pero sobre todo, mucho más madura. Desde el primer día me habló (y escribió) en valenciano, aunque no fuera su lengua materna.

Recuerdo, entre las conversaciones de aquel tiempo, su decidida vocación por la docencia y su infrecuente formación universitaria como ingeniera en Diseño Industrial. Durante aquellas prácticas, por indicación académica, escribía el diario de sus experiencias escolares que, en su caso, era un libro abierto cargado de reflexiones profundas y muy argumentadas. Su corta estancia en las aulas de primaria le confirmó, como era de esperar, el atractivo por la profesión, como ella misma reconocía: «Es imposible no ser feliz trabajando con los niños y dejándote llevar por su mundo. Reporta una vitalidad que es la misma que motiva a seguir luchando». Durante aquel tiempo puso al servicio de objetivos escolares su formación previa. Acabada su primera carrera, Diana había iniciado su aventura profesional relacionada con el diseño de «objetos sensibles» y había conocido experiencias donde los niños se convertían en creadores de sus propios muebles. Recuerdo que, durante sus prácticas escolares, diseñó una estantería de cartón que los niños construían y pintaban. Consiguió crear, en aquella aula, un interés por los libros a partir de la curiosidad por aquella librería de cartón. Su objetivo apuntaba hacia el fomento de la lectura y del hábito lector, pero también estimulaba la motivación para inventar, para crear objetos bellos y a la vez útiles.

Cuando le preguntaba de dónde surgía esta fuerza inusual para motivar y transmitir, ella me recordaba la máxima de Nietzsche: «Es preciso tener un caos dentro de sí para poder dar a luz una estrella fugaz». Recuerdo que en una de las reuniones de prácticas se planteó como tema de discusión la idea de revolución. En su diario de prácticas, que he releído estos días, he encontrado algunas frases de su pensamiento de entonces, que ahora he subrayado: «¿Qué nos lo impide? ¿No nos están formando para ello? ¿No es esta la misión principal de todo maestro? Cualquier actitud se puede contagiar si se vive con suficiente pasión. Toda intención de mejorar es una pequeña revolución. La revolución comienza en el alma. No podemos nunca olvidar que conseguir que un niño sea feliz, viva feliz y encuentre la felicidad es nuestro primer objetivo». Fue así, con una mirada directa y unas ideas irreductibles, como supo transmitirme sus sueños por un mundo mejor. Yo le hablaba del viaje a Ítaca, largo y lleno de experiencias, evocando los versos del poeta Konstantinos Kavafis y ella me respondía con la idea de la utopía de Eduardo Galeano: «La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar».

Al final de ese curso, Diana me escribió para contarme que se embarcaba en una aventura que la llevaría a Perú, para participar en un proyecto de cooperación. Recuerdo que me pidió, si es que tenía noticia, material escolar y recursos para la alfabetización en lengua quechua. Sólo le proporcioné unas mínimas pistas, pero le insistí en la importancia de dejar memoria de la experiencia, tal como ya había hecho durante sus prácticas escolares: «Tienes que escribir un diario, un blog, para poder fijar tu experiencia por escrito».

Con su partida llegó el momento de poner en práctica sus ideales sobre la educación, su primigenia voluntad social y transformadora. Primero llegó a Pueblo Grande, la ciudad donde residía temporalmente y acudía a la universidad. Más tarde, un carro rudimentario la llevó a un lugar que ella llamaría Aguas Frías, donde empezaría su relación con una comunidad indígena. Y así empezó una historia, que se iba contando mientras se vivía, con las idas y venidas en carro a Pueblo Chico, la ciudad más cercana, donde nuestra joven maestra podía acceder a un locutorio e introducir las entradas al blog. Leyendo aquellos escritos, acompañados muchas veces de imágenes, o ahora el libro que ha nacido de él, descubrimos que el destino también se construye. El rincón perdido de la Amazonía era el lugar propicio para hacer un ejercicio de autoconocimiento. Porque para poder saber quién es uno mismo, para saber cuál es nuestro lugar en el mundo, hay que llegar a un punto, desconocido hasta entonces, donde ciertos fantasmas del pasado se nos manifiestan, para así poder entenderlos y conjurarlos.

El antropólogo francés Claude Lévi-Strauss proclamó, en 1955, el fin del viaje con la publicación de sus Tristes trópicos. Había llegado el tiempo en que ya no existían en el mundo territorios inexplorados y, por tanto, consideraba que era imposible acceder al encuentro del otro como «un espectáculo aún no malgastado, contaminado y maldito». Y es cierto que los protagonistas del relato de Diana, como ella detecta a las primeras de cambio, ya están acostumbrados a tratar con forasteros de diferentes nacionalidades. Evocando a Chateaubriand, el antropólogo francés recordaba que el viaje se dirige siempre hacia nuestro interior, un territorio poblado de afectos y experiencias: «Cada hombre lleva en sí un mundo compuesto por todo aquello que ha visto y amado, adonde continuamente regresa, aun cuando recorra y parezca habitar un mundo extraño». Es por ello que el viaje de Diana supuso una inevitable travesía hacia territorios muy íntimos. Algo parecido a lo que nos explica Manuel Vicent: «Viajar consiste en poner el alma en el camino para recordar después los sueños que hayas vivido si has conseguido encontrarla en algún bello lugar, muy lejos de tu propia vida».

Es este el texto de una mujer de acción que reflexiona. Una mujer valiente que actúa y que, antes y después, reflexiona. Una mujer que plantea propuestas sobre actuaciones concretas, que actualiza los conceptos generales de intervención y cooperación. Es también el documento de una persona que busca una intimidad casi imposible, que se relaciona y considera las personas. Una persona que siente y que tiene miedo al vacío. Es el texto que muestra, como un espejo, a la maestra que vive, que trabaja, que piensa, que se esfuerza, que sufre y se desvive por sus alumnos. El lector encontrará reflexiones indispensables sobre el papel de la educación, sobre la clásica identificación de escuela con alfabetismo, sobre la escasa valoración social que se le da a la institución escolar. En este sentido, son memorables algunas escenas, como la de la maestra que acude a buscar, uno por uno y casa por casa, a sus alumnos absentistas, cosa que no esperan sus padres. En este camino hacia las propias entrañas, la autora nos dejará pistas para entender las fuentes de su valentía, originadas en episodios terribles del miedo infantil al castigo, que ahora encuentra reflejados en los niños amazónicos.

He aquí, en todo momento, el cuaderno de notas de una mujer ilustrada del siglo XXI. Una mujer que muestra su profunda vocación científica, una etnógrafa autodidacta con vocación social. Su actitud es la del espíritu ilustrado, de su empeño por poner en valor la cultura popular, en comprender y reflexionar sobre mundos aparentemente alejados al de procedencia. Pienso, salvando las inevitables distancias, en científicos viajeros como Alexander Von Humboldt (1769-1859) y su trabajo en las islas Canarias. Y también en el archiduque Luis Salvador de Austria (1847-1915), hombre de ciencias y de letras, observador del territorio, que hizo la mayor descripción etnográfica de la cultura mallorquina. Nuestra maestra es capaz, por poner sólo un ejemplo, de recopilar y clasificar por temáticas, siempre con un espíritu positivista, ciento veintidós imágenes diferentes de iconografía textil asociada a los dibujos de los tejidos manuales de las mujeres. Un discurso ilustrado que no olvida el componente de denuncia y de reivindicación de la condición femenina: «Ser mujer aquí es un asco». Una actitud que nos muestra muchas situaciones vividas con las mujeres. Como esa mujer, llamada Teresa, con su embarazo tardío y la obligación social de abortar, con todo lo que ello conlleva.

Este diario de una maestra, ya lo hemos dicho, es un conjunto de muchas y profundas reflexiones. Entre ellas, es un documento sociolingüístico impagable de las actitudes de odio que la población indígena expresa respecto a la lengua quechua, asociada a la pobreza, de la cual la población pretende escapar. La maestra procurará prestigiar la lengua local con la creación de carteles de bienvenida escritos en quechua, con las prácticas de lectura en la lengua amazónica, consciente de sus propios límites en una lucha por la identidad del pueblo que no es responsabilidad suya: «Sólo puedo contribuir a que se generen preguntas». Muchos interrogantes que, después de la lectura del libro, me han retornado con toda su vigencia. Pondré un ejemplo. El curso pasado, tuvo lugar en la Universitat de València un encuentro con maestros peruanos que ha servido para aproximarnos a la realidad pluricultural y multilingüe de Perú, un país con más de cuarenta y tres lenguas. Un país con una Ley de Educación que promueve el respeto a la diversidad cultural y el diálogo intercultural, con acciones de alfabetización en colectivos desfavorecidos. Los maestros nos hablaban de indígenas en situaciones de extrema pobreza, de jóvenes migrantes en la capital con escasos recursos económicos y muchas carencias afectivas. Fue entonces cuando, nuevamente, recordé las reflexiones de la libreta de nuestra maestra: «En Aguas Frías la lengua se oculta, no se considera un valor, no es una riqueza. Forma parte de la identidad, pero algo que aún desconozco les induce a ocultarla, a despreciarla». Ante esta situación, la maestra sólo puede reflexionar sobre su función en ese lugar y la preocupación sobre su grado de intervención sobre la realidad: «Me asusta cambiar el ritmo natural de las cosas, ¿qué hubiera pasado si no hubiésemos llegado?».

Todos los dilemas y situaciones límite vividas por la maestra nos hacen recordar, cuando busco imágenes en la memoria, aquella entrañable película argentina de 1992 de Adolfo Aristarain, Un lugar en el mundo, donde se vislumbra la utopía de un mundo más justo y la lucha de los pobres por un futuro compartido. Y aquella sentencia, válida como enseñanza: «Cada uno hizo lo que pudo y dio lo mejor de sí. Si aprendieron mucho o poco no importa, aprendieron a pensar y a convivir. Eso es lo que vale».

Como hemos avanzado, el lector encontrará entre las páginas del libro, la figura de una maestra en permanente acción. Empatizará con sus ideales y descenderá con ella hasta el pozo de sus frustraciones. Con sus oportunas reflexiones sobre el concepto de asistencialismo que muestran los proyectos llegados del exterior y su relación con otros conceptos nucleares como paternalismo, imperialismo o etnocentrismo. Con su visión de la cooperación alejada del componente colonizador: «La calidez personal y la empatía juegan un papel vital para que se pueda fomentar la cooperación y el deseo de compartir. Mi manera de relacionarme se basa en el cuidado de las emociones». La maestra mostrará su valentía en las asambleas, en su relación con el apu, en sus discrepancias con los miembros de la comunidad. Pero después de chocar duramente con la realidad, hay también espacio para la práctica del relativismo cultural. Ponerse en el lugar del otro para comprender su cultura. Y nos gusten o no esas formas de vida, sólo podemos comprenderlas si las percibimos como diferentes. La comprensión de la existencia de órdenes morales diferentes. Así se nos presenta la observación sobre los conflictos del ser humano, con sus monstruos invencibles. La maestra se enfrenta a sus propias limitaciones y a las fronteras que representa el componente cultural de muchos comportamientos. Unas alusiones al choque cultural que, inevitablemente, nos recuerdan el relato de Nigel Barley en Camerún, El antropólogo inocente, que en su contacto con los otros sabe buscar siempre el lado irónico de muchas situaciones (contradictorias y trágicas aparentemente).

No le costará a quien se deje seducir por este libro impagable encontrar joyas narrativas como el relato etnográfico del rapto de la novia, escrito entre la precisión descriptiva del ritual y el dramatismo propio de la escena del regreso de la joven a la comunidad, después de dos semanas fuera, que acaba con la ceremonia del perdón y un banquete hasta el amanecer. Un relato con valor etnográfico, porque la práctica del matrimonio por secuestro, repetida a lo largo de la historia en todo el mundo, se encuentra en Asia Central, el Cáucaso, zonas de África, pero también en algunas zonas de Andalucía y Extremadura. Un rito de paso, una estrategia matrimonial de clase que habíamos leído en antropólogos como Pitt-Rivers, pero que ahora se nos muestra ante nosotros con una mirada nueva y primigenia.

Otro hilo narrativo muy sugerente es el proyecto llevado a cabo para la promoción de la lectura. Podemos seguir con precisión el proceso de recogida de un centenar de libros donados por universitarios peruanos y la construcción de una estantería para alojarlos, con la descripción de los pasos seguidos en su realización. Las sesiones de cuentacuentos con historias de la selva, con sus personajes y valores. La lectura como promoción de momentos basados en la libertad y la imaginación. Y la escucha de cuentos que ya es en sí misma un objetivo que hace generar preguntas y predispone el acercamiento hacia el objeto libro. La curiosidad como primer paso y de aquí a la pintura, para entrar finalmente en el mundo de los cuentos. Y el protagonismo de ese niño que tiene que descubrir la lectura, que tiene que ser niño a través de los cuentos. O el imponente mural basado en personajes del imaginario de la selva, como símbolo del paso por un lugar del mundo donde se ha dejado una marca con una forma de sentir y de entender la vida. Veinticinco personajes que, sólo con su mención, remiten a un mundo de una gran riqueza fabulística: el arco iris, la elena, la chiqwa, el renaco, la yacumama, la huangana, la runa mula, Núgkui, el otorongo, el tucán, el picaflor, el mamaco, los ayay mama, el guacamayo, el gallinazo, el mono choro cola amarilla, los chullachaquis, el yacuruna, el carachama, la sirena, el bufeo, la luna, el sol, Cholito y la amazona. Unos personajes a los que desde Valencia debo añadir a un ilustre viajero llegado del Perú hace cinco siglos, el caimán del Amazonas, que el virrey del Perú regaló al patriarca Juan de Ribera en 1606, que actualmente conocemos como «El dragón del Patriarca» y que, disecado en la entrada de la Iglesia del Colegio del Patriarca, protagoniza una de las leyendas valencianas más célebres, inmortalizada por Blasco Ibáñez en sus Cuentos valencianos.

Sintiendo en Aguas Frías es, en definitiva, un diario personal que se lee como un relato, poblado de personajes que le dan consistencia narrativa. Historias duras y crudas, bellamente contadas, con un estilo directo y honesto que toca fibras muy sensibles, muchas de ellas protagonizadas por mujeres. Una escritura que se convierte en una forma de mitigar el dolor y la impotencia. Como Agustina, la niña de once años, tan insegura como responsable, que sueña despierta. O la enternecedora historia de Diego, el niño que no se pierde una sola sesión de cuentacuentos. Ese niño que representa la esencia del ser humano y que contiene en él al mundo. Parecen personajes literarios, pero son personas con sus vidas y sentimientos similares a los nuestros. Y, así, nos preguntamos qué habrá sido de Agustina en su nueva vida en la gran ciudad. Y, nosotros, como Diana y su actitud pigmalionista, nos quedamos con esa carga sentimental que su relato nos ha acercado.

En su elementalidad, una simple libreta es, al tiempo, el cuaderno de campo de una maestra que escribe con la precisión del etnólogo y un arma contra la sinrazón. Porque esta experiencia vivida se cuenta gracias a una maestra que siempre va acompañada de una libreta para anotar todo aquello que escucha o ve, pero también para no olvidarse de nada. De la lucha del recuerdo contra el olvido ha nacido este libro. Porque el silencio es el olvido: «No quiero callar, no quiero olvidar…». Su fuerza queda reflejada en la capacidad de expresar ideas, de levantar acta de unos hechos, de describirlos con detalle, para que puedan resistir el paso del tiempo. Por todo ello, la evocación del acto de escritura, como un ritual, nos llena de emoción y nos aproxima al origen de estas páginas: «Estoy ahora mismo en Pueblo Grande, escribiendo en mi portátil. Quiero actualizar mi blog lo antes posible para que mis seres queridos puedan leerme […] acabo de llegar de Aguas Frías y estoy tan emocionada que sólo tengo ganas de escribir para no olvidarme nunca de lo que he vivido y aprendido durante estos días».

En su momento, me consideré privilegiado por haber asistido al transcurso de esta historia mientras se escribía, mientras era una historia viva. De aquellas notas nos queda ahora este documento excepcional. Un documento literario: la libreta de una maestra. Una escritura evocadora que nos traslada y nos hace sentir la experiencia como si estuviéramos allí. El antropólogo Marc Augé explica que el viaje del etnólogo debe culminar con un hermoso libro en el que dé testimonio de su experiencia. Y he aquí el resultado. Es el momento de invitar a la vivencia de la lectura de estas páginas, sabedores de que la escritura modeliza la realidad, como la propia autora reconoce: «Las palabras en estos casos se quedan cortas. Esta experiencia hay que vivirla».

Valencia, septiembre de 2016

Nota 1

 

Considero relevante explicar al lector mis dificultades a la hora de establecer un estilo de redacción. Me generaba un gran conflicto interior utilizar un lenguaje que de alguna manera no me hacía sentir en coherencia con mis pensamientos. Estuve meses reflexionando sobre este asunto. No era capaz de identificar en la palabra niños a Agustina, Juana, Susana o Bárbara. El lenguaje me impedía sentir a Teresa, Carmen, Rita o Remedios cuando escribía el término comuneros. Después de lo que había vivido, no podía utilizar vocablos en masculino para referirme también a todas ellas. Sentía que no podía obviarlas. No estaba atendiendo a la diversidad para construir pensamientos inclusivos que fueran más equitativos. Necesitaba sentirlas presentes, integrándolas en mi discurso. En este sentido el lenguaje se convirtió en un auténtico problema. Como instrumento para la trasmisión de sentimientos, influye en las actitudes y en el comportamiento social. Fue entonces cuando tomé consciencia del predominio del masculino genérico como aspecto que limita el uso igualitario e invisibiliza el género femenino. Me di cuenta de que el lenguaje está cargado de fórmulas lingüísticas que transmiten la tradición, y con ella una cultura hegemónica que promueve la omnipresencia del masculino como genérico o el predominio de fórmulas lingüísticas sexuadas al masculino, en detrimento a la presencia de lo femenino. El lenguaje debe ser considerado una herramienta democrática que promueva la presencia de todas las personas en la sociedad, y por ello quizás sea el momento de iniciar una nueva tradición. Yo por lo menos lo voy a intentar y por eso este libro me servirá como primer ensayo hacia un lenguaje inclusivo.

Nota 2

 

Con la intención de proteger y respetar el derecho a la intimidad he decidido mantener en el anonimato a todas las personas que formaron parte de mi experiencia. Por ello todos los nombres han sido modificados.

Unas palabras previas

 

«No estoy preparada para callar». Esto fue lo que respondí hace unos meses cuando me preguntaron por qué no iba a asistir a la presentación del Proyecto de Cooperación al Desarrollo sobre Ecoturismo en el que yo había participado en Aguas Frías, una comunidad nativa situada en la Amazonía peruana. Cuando me detuve a pensar en la respuesta que había dado me di cuenta de que además, elegía no estarlo.

Ya han pasado cuatro años desde que regresé de aquel lugar y soy totalmente consciente de que una parte de mí se quedó allí para siempre. Al principio quise recuperarla insistentemente para poder continuar con la vida que llevaba antes de irme. Con el tiempo he llegado a comprender que aquella parte necesariamente se tenía que quedar allí porque, sencillamente, no quiero olvidar y, no es que no pueda, es que no quiero resignarme a hacerlo.

Viví en Aguas Frías durante seis meses que me dieron para morir y volver a nacer infinidad de veces. Tuve que escuchar a los perros salvajes que ladraban en mi sótano una y otra vez. Además me di cuenta de que la profunda sensibilidad que siempre me había caracterizado podía convivir perfectamente con una fortaleza de hierro y una seguridad abrumadora. Por todo esto, Perú marcó un antes y un después en mi vida. Me dejé llevar por mi fuerza interior, dejé que se manifestara sin límites, fiel a mi propia esencia. Su paisaje, su gente y su identidad me ayudaron a entender quién soy y por qué, lo que quiero y cómo lo quiero. Pero lo más importante es que también me ayudaron a distinguir lo que no quiero y por qué. Aquella experiencia de vida contribuyó a desarrollar mi potencial como nunca lo había hecho. Por primera vez reconocí lo imprescindibles y positivas que habían sido todas las vivencias sobre las que se había forjado mi personalidad. De esta manera conseguí enfrentarme a mis propios miedos y cambiar poco a poco mi pensamiento y mi actitud frente a la nueva realidad que estaba viviendo, extendiéndose a todas las esferas de mi vida. Así conseguí construir los argumentos y los criterios necesarios para refutar todas aquellas decisiones ya tomadas, sin haber considerado las necesidades reales ni las opiniones de la población de aquel contexto. Por eso hoy he entendido que en realidad elijo no callarme ante todo aquello que considero que no está promoviendo la participación ciudadana y que silencia la voz de aquellas personas que se encuentran en desventaja social.

Cuando me fui no contaba con ningún tipo de formación que me ayudara a superar las situaciones que allí viviría y, como maestra en prácticas, tampoco disponía de la experiencia ni de las herramientas necesarias para ello. Ni siquiera con la mentalidad que la situación requería. Por ello decidí sentir y dejarme llevar por mis sentimientos para, por lo menos, evitar traicionarme a mí misma.

No obstante, después de tanto tiempo, retomar el diario que escribí por aquel entonces me ha ayudado a descubrir que muchas situaciones a las que me enfrenté ahora las resolvería de otra manera. He detectado carencias en mis reflexiones que fundamentaron muchas de mis acciones. Por ello, durante estos años he sido incapaz de mirar hacia atrás porque cuando lo hacía me dolía mucho el corazón. Ahora que he admitido que siempre las encontraré ya estoy preparada para compartir aquella experiencia y continuar aprendiendo del conocimiento que se construya a partir de ella.

Este diario que ahora saco a la luz me sirvió de válvula de escape para todas las situaciones a las que tuve que hacer frente. He pensado que quizás pueda ayudar de alguna manera a otras personas, a plantear posibilidades y a generar espacios de entendimiento para evitar, en la medida de lo posible, actuaciones de imposición. No quiero callar, no quiero olvidar y no quiero que mi silencio contribuya a legitimar situaciones que precisamente considero ilegítimas, porque aquel Proyecto de Desarrollo siempre estuvo asociado al de extracción, marcado por el peso del colonialismo.

Por este motivo la situación que describo en este trabajo debe cobrar la importancia que merece, como testimonio de una realidad que debe conocerse para poder ser analizada, con la finalidad de evitar que la historia que construimos cometa una y otra vez los mismos errores.

Diana
Las Palmas de Gran Canaria, mayo de 2015.

Antes de llegar a Aguas Frías

 

Aguas Frías será mi manera personal de llamar a la comunidad nativa de la Amazonía peruana donde viviré durante los próximos seis meses.

Ya iré desvelando más acerca de las funciones que se me han encomendado durante mi estancia en la comunidad. A rasgos generales y según lo que me han contado, tendré que desarrollar una serie de intervenciones educativas encaminadas a desarrollar hábitos alimenticios saludables, la higiene y el cuidado bucodental, la educación ambiental y los valores (ya veremos cuáles). Son tantas las demandas y las exigencias externas para tratarse de una estancia de seis meses que, por ello, he decidido no tomar ninguna determinación hasta que llegue a la comunidad, me adapte y comience a convivir con sus habitantes. Antes de nada necesito sentirme en Aguas Frías para poder situarme, identificarme e intervenir.

Mi campamento base en un primer momento se encontrará en Pueblo Grande. En contra de mi deseo no podré vivir los seis meses seguidos en Aguas Frías, ya que por motivos burocráticos relacionados con el tipo de convenio, debo cursar tres asignaturas en su universidad. Esto me preocupa porque no podré dedicarme a tiempo completo a lo que para mí es mi primer interés, la comunidad. Las cosas han venido así y ya que estoy aquí no me queda más remedio que resignarme y llevarlo lo mejor posible. No obstante, me dedicaré a Aguas Frías todo lo que pueda.

Antes de llegar a la aldea me gustaría reflexionar un poco sobre los motivos que me han traído hasta aquí. ¿Por qué decidí aceptar esta experiencia? ¿Qué me ha llevado a aceptar este reto personal? Creo que ni yo misma podría responderme. A lo mejor porque algo dentro de mí me llama, porque necesito desarrollar mi propia filosofía de vida y sentirme segura de ella, o porque puede que mis propias inquietudes necesiten encontrar respuestas aquí.

Llegar a convertirme en maestra para mí es demasiado importante como para pasar por alto otros tipos de educación que puedan resultar más interesantes ¿Cómo sabré si el tipo de educación que imparta a mis estudiantes en el futuro será el adecuado, si no conozco otros valores que los que se rigen únicamente por patrones que responden a un modelo materialista, individualista y neoliberal? ¿Cómo lo sabré si no conozco otras culturas, otros modelos educativos, otras formas de vivir y otras mentalidades?

Necesitaba salir del encuadre sociocultural donde estaba inmersa para poder observar mi realidad desde fuera, desde otra perspectiva que en el futuro me pueda ayudar a decidir, defender y justificar qué estilo de vida quiero enseñar y cuál no. A través de nuestro trabajo los maestros colaboramos en la construcción de la sociedad futura. Por eso tengo que tener claro qué valores decidiré desarrollar, qué actitudes y qué emociones. Tendré en mis manos una gran responsabilidad que no quiero tomarme a la ligera.

Creo que el verdadero aprendizaje se encuentra precisamente en este tipo de experiencias de vida que no se encuentran en ningún manual y que son, paradójicamente, las que nos permiten definirnos como personas. Me preocupa saber que acabaré la carrera de Magisterio sin más, con la cabeza llena de conocimientos teóricos pero sin pasar por una formación práctica tan enriquecedora como se presenta esta. Una formación que no me la pueden ofrecer catedráticos ni doctores sino las personas de a pie, que pertenecen a la vida cotidiana, donde tanta sabiduría se desperdicia. Siento que debía por lo menos intentarlo, arriesgarme y probar. Y aquí estoy.

Los primeros días de estar aquí, en Pueblo Grande, conocí a un chico de unos veinte años. Las personas de aquí, aunque se trate de jóvenes, hablan como sabios. Este chico me dijo en una conversación: «Para ser un soñador hay que conocer muy bien la realidad». Esta frase me hizo pensar mucho, ¿cómo voy a saber si estoy soñando si antes no sé si estoy en la realidad porque no la conozco? ¿Cuándo sabré si estoy soñando si no conozco antes lo que es real? En cierta manera, el mensaje de esta frase es lo que creo que me hizo llegar hasta aquí. Si no conozco la realidad, sino sólo una parte muy pequeña y restringida de ella, estaré limitando los aprendizajes de mis futuros estudiantes. Por eso el verdadero soñador nunca llega a ser soñador porque se pasa toda la vida estudiando, formándose, indagando y explorando la realidad para conocerla, y así poder saber con certeza qué está soñando y cuándo lo está haciendo. Si esto no se consigue es imposible diferenciar el sueño de la vigilia.

No obstante, lo cierto es que la propia realidad es tan amplia y compleja que nunca se conoce en su totalidad. En mi caso soy de las que piensan que por lo menos podemos intentar conocerla y no quedarnos de brazos cruzados. En este sentido un maestro debe querer ser un soñador, una persona en continuo afán por conocer las caras de la realidad para poder nutrirse del conocimiento que se encuentra en cada una de ellas, y así, nutrir a sus estudiantes.

De esta manera el maestro se convierte, a mi manera de ver, en un pequeño sabio, en un curioso de la vida, en definitiva, ¡en un niño! Esa inquietud y ansiedad por conocer su entorno y aprender a relacionarse en él es lo que no se debería perder. Para muchos, la realidad corresponde únicamente al entorno más próximo: es local. Yo quizás le doy a la realidad una dimensión más global. ¿Qué nos pasa cuando crecemos y nos hacemos mayores? Perdemos la curiosidad y sin ella, ¿cómo podemos desarrollar en los niños y niñas la suya propia? ¿Qué ejemplo queremos dar, qué modelo queremos seguir? Nuestro compromiso debería ser el de mantener vivo el deseo de saber y conocer.

Una maestra como yo que no se considere soñadora, que nunca haya podido analizar su sociedad (que es su realidad) ni conocer otras, o que no haya podido analizarse a sí misma porque no haya desarrollado la capacidad crítica, tenderá a seguir la corriente y a dejarse llevar por la doctrina cultural. En el marco de nuestra sociedad, por ejemplo, enseñará quizás a sus estudiantes a valorar excesivamente el dinero y a ponerle precio a todo, aunque lo haga inconscientemente. De esta manera, enseñará a anteponer el dinero frente a los valores humanos sin ni siquiera plantearse sus consecuencias futuras para el desarrollo sostenible y global.

En definitiva, creo que mantener el espíritu de búsqueda continua es necesario porque nada es definitivo e inamovible. La realidad es dinámica, por lo que está continuamente sujeta a cambios. Con lo cual los estudiantes tendrán que aprender a situarse ante esta vida con toda su complejidad, e inevitablemente nos van a necesitar en ese proceso. Por tanto, tenemos que conocerla bien y, si no, por lo menos asumir una actitud modesta hacia ella que nos permita aprender junto con nuestro alumnado.

Descripción del territorio

 

Aguas Frías se encuentra situada en la cuenca de un afluente del río Amazonas (Foto 01 y 02) y se caracteriza por poseer una serie de potencialidades y limitaciones, tanto en el territorio en sí como en sus propios recursos naturales.

Durante las últimas décadas este territorio sufrió un proceso interno de uso, deforestación y ocupación descontrolada, hasta tal punto que actualmente el cuarenta por ciento de sus tierras protegidas están diagnosticadas como zonas de recuperación. De esta manera, los escasos bosques y las comunidades nativas que se sitúan en esta zona se restringen ya a áreas de conservación.

Como consecuencia principal de este proceso que ha agravado el escenario de degradación ambiental, se ha generado una alteración drástica en el ciclo hidrológico de los ríos de la subcuenca, desencadenándose con ello una serie de problemas cada vez más graves para el abastecimiento de agua.

Según los resultados del análisis de Zonificación Ecológica Económica, elaborado por el gobierno regional correspondiente, presenta un nivel de precipitaciones que no satisface la demanda de la mayoría de cultivos. Además, se encuentra en peligro de deforestación y como consecuencia, en peligro de pérdida de biodiversidad, y de la disponibilidad del agua para el consumo humano y para las actividades productivas. Por otra parte, se estima que el ochenta y cinco por ciento de la vegetación ha sido deforestada. Dado que Aguas Frías se encuentra en este territorio, pertenece a un área estratégica y clave para la conservación de los recursos hídricos. Además, responde a una zona de recuperación, debido al mal uso sufrido de las tierras por utilizarse para actividades agropecuarias, generando graves problemas ambientales. Se estima que de continuar el proceso de deforestación en estas zonas montañosas se estaría poniendo en grave peligro a las poblaciones.

Por otra parte, dicho análisis también valora el potencial turístico de la zona por sus aptitudes para el desarrollo del ecoturismo, turismo de aventura y rural, y por su alta variedad de atractivos (formaciones geológicas internas, cursos de agua, miradores naturales, áreas naturales protegidas y biodiversidad). También se valora el turismo cultural, debido a las diversas manifestaciones de culturas vivas, como es el caso de Aguas Frías. Sin embargo, para mí lo más interesante recae en que este análisis indica también que esta actividad debe contribuir con el proceso de conservación de los recursos naturales y culturales, por lo que considera la necesidad de involucrar a sus pobladores locales.

Por dónde empezar

 

Antes de llegar a Perú se me presentó el proyecto de Aguas Frías en mi facultad de Magisterio. Se me facilitó un guion de trabajo que contenía una relación de tareas que debía abordar durante mi estancia allí. La verdad es que cada vez que las leo me entra dolor de cabeza.

El primer punto deja claro que, lejos de imponer, debo realizar tareas que promuevan la cooperación. Este punto será básico para no caer en la colonización. Quizás este sea el punto que más me preocupe porque para mí significa un gran esfuerzo separarme de mi propia manera de pensar para poder analizar objetivamente este nuevo contexto sociocultural. Esta tarea deberé trabajármela a nivel personal continuamente y a lo largo de toda mi estancia acá. Me preocupa caer en la imposición, me preocupa que de forma inconsciente y debido a mi procedencia cultural pueda dañar a esta gente, pueda hacer que se sientan engañados, utilizados o decepcionados. Me encantaría que mi estancia en la comunidad sirviera también para que sus habitantes se abrieran a los futuros voluntarios que pudieran llegar después de mí. Me gustaría que volvieran a confiar y a compartir sus conocimientos y experiencias. ¿Y por qué digo esto? Porque me acabo de enterar de que este proyecto de ecoturismo no fue presentado primeramente a Aguas Frías, sino a otra comunidad nativa mayor que está al costado, a la que llamaré de aquí en adelante Aguas Bravas. Una vez que ellos rechazaron la iniciativa se pensó en una segunda opción: Aguas Frías. En este caso la comunidad aceptó la propuesta, pero si esto no hubiera sido así, todavía quedaba una tercera opción, una población cercana llamada Aguas Calmas. Esto quiere decir que el proyecto se diseñó sin contar con la participación de la población, y mucho menos para atender sus necesidades específicas. Personas ajenas fueron las que tomaron las decisiones sobre su planteamiento y desarrollo. Una vez elaborado se intentó colocar en alguna comunidad nativa.

Aguas Bravas lo rechazó, por lo que me han contado, porque había vivido malas experiencias con diversas ONG que no fueron capaces de respetar sus costumbres y normas. Los nativos siempre han sido considerados como los guardianes de los secretos y riquezas de la selva, viviendo en estrecha relación con el medio. Conservan el manejo de los recursos naturales a pesar del permanente intento de saqueo desde la llegada de los españoles, pasando por la de los caucheros y la de los extractores de madera, que han perjudicado gravemente su medio. Por lo visto estas ONG no respetaron la confidencialidad de la información que ellos les estaban depositando sobre sus conocimientos en diversos ámbitos, como la medicina natural y la etnobotánica. Se desvelaron muchos secretos que guardaban con recelo y se publicaron, desatando un gran sentimiento de engaño y traición.

Por este motivo pienso que de mi trabajo, mi actitud y mi intervención dependerá que la comunidad se abra a nuevas experiencias futuras o, por el contrario, se cierre en banda y rechace cualquier tipo de contacto posterior. Para poder conocer mejor su idiosincrasia, costumbres y tradiciones, he estado leyendo ya varios libros desde mi llegada que me han servido para situarme en el contexto.

El segundo punto de mi guion de trabajo se relaciona con la necesidad de observación, para posteriormente actuar en consecuencia. Después de dos visitas realizadas a la comunidad, aún me encuentro en este punto, aunque creo que en él me encontraré hasta que regrese a España, ya que las necesidades están en constante cambio, van evolucionando o surgiendo otras nuevas. También habría que delimitar estas necesidades, ya que no son las mismas para los niños que para las niñas, ni para los hombres que para las mujeres.

Para determinar cuáles son las necesidades principales que generan otras, debo saber qué actuaciones anteriores se han llevado a cabo en la comunidad, los objetivos sobre los que se han desarrollado y en qué punto se encuentra el proyecto. Necesito conocer los antecedentes y los fundamentos. Esto me puede ayudar a definir el territorio y las relaciones que se establecen, para poder precisar las necesidades. En este aspecto me puede ayudar una ingeniera forestal que estuvo viviendo en la comunidad, justo unos meses antes de llegar yo. Ella fue la primera voluntaria que ha convivido y trabajado con los comuneros en este proyecto, y además, por cuenta propia.

El tercer punto hace referencia a los ámbitos de actuación. Lo que se me ha propuesto realizar se centra principalmente en tres aspectos claramente identificados. Al que se le da más valor, y por ello se sitúa en primer lugar, está relacionado con la elaboración de trabajos para mejorar las instalaciones del albergue.

Este establecimiento se construyó en Aguas Frías hace unos años, como parte del Proyecto de Cooperación al Desarrollo centrado en promover el ecoturismo en la comunidad y todo el territorio (Foto 03). Una de las actividades que se me ha propuesto es la de personalizar cada una de las habitaciones con trabajos artesanales realizados por las mujeres. Para ello se propone decorar cada una de las estancias, atendiendo a algún valor cultural o ambiental, con la intención de darlo a conocer al turista.

Otra actividad está relacionada con habitar y operativizar la recepción del albergue, ya que se encuentra inutilizada. En ella se almacenan las camas que sobran, a modo de trastero, y se pretende montar una exposición de todos los productos artesanales elaborados (cerámica, tejidos de algodón o abalorios) y de los productos alimenticios que producen, como el café, el sacha inchi o el maní. Para ello habría que conseguir mobiliario, como mesas, sillas y estanterías.

Haciendo referencia a este tercer punto, también se me pide realizar intervenciones educativas con los niños y niñas de la comunidad. A mí se me ha ocurrido diseñar estrategias didácticas para desarrollar el bilingüismo, ya que la lengua materna en Aguas Frías es el quechua. Según lo que he estado observando parece que está sufriendo un proceso de sustitución lingüística, donde el castellano va cobrando fuerza como lengua predominante mientras arrasa la lengua propia.

Otra de mis funciones será la de servir de apoyo al maestro de la escuela unitaria y organizar actividades extraescolares en periodos no lectivos y fines de semana. Estas tendrán como finalidad la gestión del tiempo libre y el desarrollo de un programa de educación ambiental y salud centrado en la prevención. Conviene aclarar que mis prácticas no están ligadas a la escuela de ninguna manera, por lo que toda mi actuación se dirigirá a la educación no formal (Foto 04).

También se me pide desarrollar campañas de educación para la salud bucodental, de nutrición, de educación sexual y materno-infantil. Estas últimas se orientan a la adolescencia y a la promoción de la igualdad de género.

Para terminar, el último ámbito de actuación se centra en la gestión turística del albergue. Para ello tengo que promover el funcionamiento de las actividades turísticas.

El cuarto punto se relaciona con las posibilidades de desarrollar algún proyecto para solicitar ayudas en convocatorias institucionales. Entre otras ideas se plantea la de desarrollar un jardín botánico para preservar, proteger y dar a conocer las plantas autóctonas con propiedades curativas.

El último apartado se centra en iniciar acciones para implicar en el proyecto a la Universidad de Pueblo Grande, donde cursaré algunas asignaturas. Según me han dicho, están llegando grupos de turistas a Aguas Frías de otras partes del mundo: Honduras, Lima, Gran Bretaña, Francia e Italia. Llegan y realizan trabajos voluntarios en la comunidad. También asisten a talleres donde se les enseña a fabricar la artesanía y a tejer el algodón. También se les hace una visita guiada por la selva hasta llegar a unas cataratas. Los últimos visitantes elaboraron el cartel del albergue, señalizando también el camino para llegar a él, formado por piedras rojas y blancas (como la bandera peruana). Lo cierto es que mientras la gente de otros países está implicándose en el proyecto y realizando pequeños avances, la universidad más cercana a Aguas Frías muestra sus reticencias a formar parte activa, a pesar de pertenecer al mismo territorio. Por este motivo, pienso que también debe implicarse directamente en el futuro de las comunidades cercanas.

¿Por dónde empezar? En seis meses me dará tiempo de tratar bien alguno de estos puntos, no todos. Para ello necesitaré utilizar toda mi creatividad y pedir ayuda a las personas que me acompañan, que serán los propios comuneros y comuneras.

Por ejemplo, se me ocurre que para promover el bilingüismo podría desarrollar un taller con mujeres y niños, trabajando conjuntamente en la elaboración de carteles para señalizar cada una de las instalaciones, tanto en quechua como en castellano. Además, habría que añadir al letrero del albergue que hicieron los últimos visitantes la versión en quechua, ya que debe cobrar igual importancia que el castellano para potenciarse el desarrollo de la identidad nativa.

Sólo existe el eterno problema: contar con fondos para poder comprar material. La ingeniera forestal que estuvo viviendo en la comunidad, Raquel, elaboró un presupuesto de tres mil soles para realizar mejoras para el albergue. En él se incluía: un arcón para guardar la ropa de cama; armarios; mesitas de noche para los dormitorios; una mesa y una silla para la recepción; unas cuantas más para recibir a los turistas; estanterías para colocar los productos a exponer y vender; mesas y sillas para el comedor, etc. De todo esto, por falta de capital, no se fabricó nada. Además, Raquel lo había pensado para que fuera el ebanista de la comunidad, Felipe, quien asumiera la fabricación del mobiliario para potenciar la autogestión, de forma que tanto el gasto como el ingreso fueran asumidos por la comunidad.

Varios años después de que finalizara la construcción del albergue sin resultados positivos, ahora es cuando parece que está empezando a funcionar, según me han dicho. De hecho, en el pueblo más cercano, al que llamaré de aquí en adelante Pueblo Chico, se habla de él como un elefante blanco. Ahora que se supone que están empezando a llegar turistas, hay que ver en qué se destina el dinero que se obtiene del albergue y cómo se gestiona, como propietarios que son. Por este motivo, también se debe estudiar con ellos cómo reinvertir el dinero en propuestas que permitan un mejor uso y disfrute del servicio, así como una mayor rentabilidad, según lo que se pactó cuando se aceptó la construcción del albergue.