Sobre el autor

Mark Franko es profesor de Danza, distinguido con la cátedra Laura H. Carnell, del Boyer College of Music and Dance de la Universidad de Temple en Filadelfia, Estados Unidos. Es autor de siete libros sobre historia y teoría de la danza: Choreograping Discourses: A Mark Franko Reader, Martha Graham in Love and War: the Life in the Work, Excursion for Miracles: Paul Sanasardo, Donya Feuer, and Studio for Dance, The Work of Dance: Labor, Movement, and Identity in the 1930s, Dancing Modernism/Performing Politics, Dance as Text: Ideologies of the Baroque Body y The Dancing Body in Renaissance Choreography. Franko ha dirigido igualmente obras colectivas como The Oxford Handbook of Dance and Reenactment y Ritual and Event: Interdisciplinary Perspectives, y co-dirigido el libro Acting on the Past: Historical Performance Across the Disciplines. Entre 2009 y 2017 fue editor de la revista Dance Research Journal y actualmente edita la colección de libros Oxford Studies in Dance Theory que él mismo ha fundado. En 2011 recibió el premio Outstanding Scholarly Research in Dance otorgado por el Congress on Research in Dance y en 2018 obtuvo la beca John Simon Guggenheim Memorial Foundation para la redacción de su próximo libro: The Fascist Turn in the Dance of Serge Lifar: French Neoclassical Ballet and the German Occupation.

Prólogo

Por Juan Ignacio Vallejos

Si pensamos en el lugar que ocupa la Danza como especialidad en el campo académico actual, resulta impactante observar el crecimiento que ha registrado en los últimos veinte o treinta años. Hasta fines de los años ochenta la Historia de la Danza era fundamentalmente considerada un apéndice de la Musicología destinada a un lugar menor, subsidiario de aquella disciplina o de la Historia del Teatro, pero con el advenimiento de los Estudios de Danza y su inscripción en el terreno de los Estudios Culturales está situación cambió drásticamente. Los Estudios de Danza han devenido un campo de reflexión inédito para las ciencias sociales y humanas, generando avances notables. Prueba de esto son el creciente número de publicaciones sobre danza en editoriales académicas de todo el mundo y su presencia en eventos académicos internacionales en el marco de la investigación en artes escénicas, ciencias sociales, filosofía o historia. Podría afirmarse sin lugar a dudas que Mark Franko, junto a otros investigadores como Susan Leigh Foster, Susan Manning, Gabriele Brandstetter, Laurence Louppe o Randy Martin, es uno de los principales responsables de este fenómeno.

El primer libro de Mark Franko fue publicado en 1986 y se intituló The Dancing Body in Renaissance Choreography (c. 1416-1589), un texto abocado al análisis semiótico de los tratados de danza del Renacimiento que apuntó a dar cuenta de un momento fundacional de la teatralidad del cuerpo danzante en Occidente. Fue algunos años más tarde, en 1993, en que publicó uno de sus libros de mayor resonancia, Dance as Text. Ideologies of the Baroque Body, en donde se focaliza en el análisis de la danza barroca francesa del siglo XVII, particularmente en la emergencia de un cuerpo danzante que logra independizarse del discurso teatral que le da origen para conformar un cuerpo-texto. Ya en ese trabajo, la dimensión política comenzaba a tener un lugar primordial en su enfoque actuando como eje estructural. Danzar el modernismo/Actuar la política se publica dos años más tarde en 1995 y constituye el primer trabajo monográfico de Mark sobre la danza moderna estadounidense, la cual en cierto modo devino su principal tema de investigación. Dos de sus libros posteriores pueden leerse como desprendimientos de este trabajo originario, uno es The Work of Dance: Labor, Movement, and Identity in the 1930s, publicado en 2002, cuyo primer esbozo puede encontrarse en el capítulo 2 de este libro, y el otro es su monografía sobre Martha Graham intitulada Martha Graham in Love and War: The Life in the Work, publicada en 2012, la cual por su parte continúa el análisis propuesto en el capítulo 3. En el periodo que media entre esas dos publicaciones Mark publicó otro libro que, de algún modo, inauguró un campo nuevo dentro de su investigación. Se trata de Excursion for Miracles: Paul Sanasardo, Donya Feuer, and Studio for Dance del año 2005, en donde hizo confluir su trayectoria como investigador con su experiencia como bailarín, ya que efectivamente formó parte de la compañía de Sanasardo entre los años 1964 y 1969. Ese libro aborda de una manera única la relación entre teoría y práctica, una temática que también estaba presente en su trabajo de 1995. De este modo, podría decirse que Danzar el modernismo/Actuar la política representa una suerte de punto de encuentro en donde confluyen múltiples temáticas desarrolladas en su trabajo de investigación posterior pero, a la vez, es un texto portador de una mirada histórica amplia que da cuenta de sus estudios previos sobre la danza barroca y renacentista. El libro, en este sentido, constituye una puerta de entrada a un trabajo fundamental sobre diferentes tópicos y diversos periodos históricos, que ha influenciado de manera determinante el desarrollo de los Estudios de Danza en el mundo académico.

Ahora bien, en lo que hace a su trayectoria personal, hay algo bastante peculiar en la biografía de Mark Franko y es que más allá de su notable carrera académica, su experiencia como bailarín y coreógrafo ha sido igualmente importante e innovadora. Esta situación generó en su trabajo algo especial que quizás sea una de las características esenciales de los Estudios de Danza: su constante diálogo con la práctica artística en términos de reciprocidad. Su participación en la compañía de Paul Sanasardo durante su juventud, en donde bailó en obras como Cut Flowers, Pain, The Descent o Excursions, fue determinante para la construcción de una cierta mirada crítica histórica y social. Al haber integrado una compañía de gran trascendencia en la Nueva York de los años sesenta que de algún modo resultó opacada por un discurso histórico centrado casi exclusivamente en la Judson Dance Theatre, Mark entendió que el lugar del canon debía ser redimensionado y que debía ser puesta en cuestión la capacidad de la historia de visibilizar e invisibilizar sucesos artísticos. Por ende, en su obra hay un constante interés por discutir y desestructurar el relato histórico oficial, y esto es algo que puede verse en el modo en que son realizados los estudios de caso que componen este libro. En segundo lugar, su experiencia de haber observado el impacto negativo que ciertas críticas severas e injustas de la obra de Sanasardo tenían en aquel coreógrafo, lo llevó a concebir su trabajo como una respuesta a la condición de subalternidad discursiva del bailarín y, en general, del artista del movimiento. Es así que entiende su proyecto académico a partir de la idea de un “bailarín que asume el poder de la palabra”1, lo cual implicó cierta vocación por incorporar la experiencia del movimiento como un complemento fundamental del análisis textual e histórico.

En los setentas Mark abandonó la compañía de Sanasardo para concentrarse en sus estudios en Literatura Francesa en la Universidad de Columbia, sin embargo continuó su formación como bailarín y coreógrafo principalmente a través de una exploración de la técnica de la danza clásica. Entre los años 1978 y 1979 residió en Paris en el marco de un intercambio entre su universidad y la École Normale Supérieure durante su investigación de doctorado. Al año siguiente volvió a Nueva York y en 1980 regreso nuevamente a Francia, esta vez para trabajar por un año como profesor asociado en la Universidad Paul Valéry de Montpellier. Estos viajes, así como su formación en literatura francesa, hicieron que su trabajo estuviera muy influenciado por la historiografía y la filosofía de ese país característica de los años sesentas y setentas, fundamentalmente por Louis Marin, aunque también por Michel De Certeau, Julia Kristeva, Jacques Derrida e indirectamente por Michel Foucault. La influencia de Marin es perceptible en su trabajo sobre la danza del siglo XVII, sin embargo, es en su artículo del año 2010 sobre la obra Artifact de William Forsythe2 en donde reelabora el aporte conceptual de Marin y lo incorpora a una teorización de la danza.

Mark propone allí una interpretación de la mecánica de la representación del cuerpo danzante a partir de la interacción entre las ideas de cuerpo lenguaje y lenguaje cuerpo, las cuales conjugan respectivamente conceptos de Marin y de Foucault. La danza entendida como cuerpo lenguaje remite a la figura de la presencia real característica de la teoría semiótica de la representación inspirada en el modelo eucarístico, es decir, la figura de un cuerpo que deviene real como efecto de la palabra. Mark contrapone este enfoque típico de la teoría de la representación de Marin a la teoría foucaultiana del lenguaje. En Las palabras y las cosas, Foucault define al lenguaje como a un orden lógico basado en el establecimiento de una sucesión de figuras. En este sentido, puede decirse que el lenguaje, entendido como un análisis del pensamiento previo a la expresión, lleva la representación al espacio material en donde adquiere la forma de un fenómeno gramatical y topológico. Trasladando esta lógica a la danza podemos decir que la discursividad dancística, entendida esta vez como una sucesión de signos corporales, hace que el lenguaje cuerpo se vuelva visible como materialidad. A partir de la interacción de ambos enfoques, Mark ubica al cuerpo danzante en un lugar de tensión entre la simultaneidad de la imagen y la sucesión del discurso. Es justamente esta comprensión de la danza como imagen en movimiento que deviene discurso corporal lo que le permite afirmar que: a pesar de que “desde el siglo XVII la danza ha servido para modelar y proyectar imágenes de monarquía, identidad nacional, identidad de género, identidad racial e identidad ritualizada (…) también ha demostrado la capacidad de tomar distancia, actuando como una teoría crítica de la sociedad”3. La danza no sólo representa una identidad hegemónica o transmite un orden disciplinario estructurante, sino que también expresa una suerte de discursividad corporal del exceso que casi siempre dice más de lo que debe o quiere.

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La traducción de Danzar el modernismo/Actuar la política ha coincidido, con algunos meses de diferencia, con la publicación del libro Choreographing Discourses: A Mark Franko Reader, un volumen que compila una serie de artículos presentados por Mark en su introducción como una suerte de complemento del presente libro4. Efectivamente, allí se retoma a través del análisis de obras de Pina Bausch, William Forsythe o Kazuo Ohno, entre otros, algo que Mark define como la política no reconocida del modernismo en la danza –un tema que constituye el hilo argumentativo fundamental de este trabajo–. En esa publicación, que incluye una interesantísima entrevista biográfica realizada por Alessandra Nicifero, la introducción fue escrita por dos importantes autores de los Estudios de Danza en la actualidad, Gay Morris y André Lepecki. Habiendo leído esos textos, resulta casi imposible para mí pensar este prólogo por fuera de una suerte de diálogo con respecto a la síntesis teórica que esos autores proponen sobre los ejes conceptuales de la obra de Mark. Mi contribución irá en el sentido de acentuar ciertos elementos de sus análisis que considero centrales y proponer una reconsideración del peso de la historiografía foucaultiana en la obra de Mark, a través de dos conceptos que, a pesar de no tener un lugar central en su reflexión, funcionan a mi juicio como fundamentos implícitos de su trabajo: los conceptos de genealogía y acontecimiento.

El análisis de Gay Morris está construido alrededor de la lectura de una de las últimas obras coreográficas de Mark, Le Marble Tremble, un trabajo que hizo junto al bailarín y coreógrafo ecuatoriano Fabián Barba. Apoyándose en la descripción de esa obra Morris señala algunos de los que, desde su punto de vista, son los ejes principales del trabajo de Mark. El primero tiene que ver con lo barroco, un concepto que resume y simboliza una crítica al modernismo. Para Morris, la obra de Mark toma como premisa la existencia de una danza abierta, “interpelada por la historia, el cuerpo, la sociedad, el poder y la política”5. La mirada “hacia afuera” propuesta por lo barroco contrasta así con la atención puesta“hacia adentro”característica del modernismo. Si éste último piensa a la danza en un presente continuo, como un movimiento formal que se contiene a sí mismo, la idea de lo barroco apunta a una danza que toma sistemáticamente a su propia historia como referencia desde la práctica misma del movimiento. De hecho, gran parte del trabajo coreográfico de Mark estuvo vinculado con la idea de repensar la historia de la danza desde una práctica artística contemporánea, vinculando directamente a la historia con la investigación cinética.

No obstante, el concepto de lo barroco encierra una complejidad que incluso excede los límites de la interesante síntesis planteada por Morris. Es así que, en un texto reciente vinculado a su investigación sobre Serge Lifar, Mark aborda directamente la cuestión de lo barroco a partir de una oposición con el concepto de neoclasicismo. En el marco de este nuevo binomio, podemos observar que si el neoclasicismo implica una práctica de la danza como preservación y la construcción de una historia elevada al rango de mito, lo barroco supone por el contrario una postura crítica sobre el pasado que implica prácticas necesariamente concomitantes de conservación y de modificación6.

Otro punto señalado por Morris se relaciona con la idea derrideana de parergon, entendido como el ornamento o apéndice que se encuentra al mismo tiempo dentro y fuera de la obra –generalmente identificado como el marco de la tela en pintura–. Para Morris, en la teoría de Mark, el cuerpo de la bailarina y del bailarín es un parergon, en el sentido de que constituye un elemento externo que entra en escena portando algo que allí deviene invisible o que existe como falta7. La idea del cuerpo como parergon se relaciona con varios de los análisis que Mark propone en este libro, particularmente en los capítulos sobre la obra de Isadora Duncan o Merce Cunningham. El bailarín entra en escena como un sujeto atravesado por lo social y es desde esa calidad de actor implicado en relaciones de poder que realiza la performance escénica y es afectado por ella. En esta premisa también pueden vislumbrarse ciertos preceptos de la teoría de la danza revolucionaria norteamericana de los años 1930s. La condición subjetiva del intérprete es invisibilizada por la ficción escénica, pero permanece irremediablemente tangible.

En su entrevista con Alessandra Nicifero, Mark hace referencia a una idea del investigador en danza Jens Giesdorf que va en este mismo sentido8. Para Giesdorf, en la danza estadounidense existe una conexión con la emoción diferente de la que existe en la danza europea. La emoción es entendida en Estados Unidos como algo inseparable de la neutralidad expresiva que implica el “ser uno mismo” en escena,–algo que a su vez se relaciona con la influencia del método Stanislavski en el campo de la danza estadounidense desde los años 1930s. El “ser uno mismo” en escena implica concebir al cuerpo como un parergon, como una presencia externa que permea la ficción con una carga social y potencialmente política.

Estos temas remiten igualmente a un artículo incluido en Choreographing Discourses, que se intitula Dance and Figurability, en donde Mark evoca el problema de la figura en la danza. Según el filósofo Jean-François Lyotard, la noción de figura es indicadora de aquellas funciones del arte que escapan a una regulación por parte del sentido discursivo. Para Lyotard, citado por Mark, la función de la figura en el caso del arte “trasciende el símbolo para devenir una manifestación espacial que el lenguaje no puede incorporar sin estremecerse, una exterioridad que el lenguaje no puede interiorizar como sentido9. A partir de esta idea, Mark llega a afirmar la tesis de que la danza constituye la expresión de una crisis de la representación al menos desde los inicios del periodo moderno10. Es desde ese periodo histórico que la danza trasciende o pone en cuestión los límites del discurso sobre la base de una materialización espacial de la figura. Sus ideas en ese texto, pueden ser interpretadas como una complejización del binomio cuerpo lenguaje/lenguaje cuerpo al que hicimos referencia anteriormente para hablar de la influencia de Louis Marin en su trabajo. La figurabilidad de la danza indicaría su capacidad no sólo de actuar como una práctica política del exceso discursivo11, sino de proyectarse por fuera del sentido.

En todo caso, quisiera subrayar que la figurabilidad como atributo indica la capacidad de habitar ese límite intermedio, parergonal, entre el adentro y el afuera del sentido. Como afirma André Lepecki, Mark parece percibir la danza como un arte inmanentemente deconstructivo12.Esto no quiere decir que la danza no pueda ser contenida por el lenguaje, sino que mantiene con él una relación de mutuo estremecimiento. Tomando la cita de Louis Althusser que Mark introduce en su prefacio a Excursion for Miracles podría decirse que la danza constituye una forma de “crítica verdadera” ya que siempre “es inmanente, y primero real y material antes de ser consciente”13. Si tomamos como ejemplo el análisis que Mark realiza sobre el primer periodo de la obra de Martha Graham en el capítulo 3 de este libro, podemos observar el modo en que la inexistencia de un discurso que articule de manera escrita la teoría cinética de la coreógrafa es percibida como un problema. La palabra escrita ha tenido una función determinante en el desarrollo histórico de la danza. De allí se desprende también el hecho de que el trabajo de los Estudios de Danza resulte fundamentalmente el de poner en palabras una teoría que ya existe de modo material en la práctica dancística. Es una teoría que, sin embargo, precisa ser activada verbalmente, necesita ser puesta en palabras.

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A su regreso de Francia en 1981, Mark fundó la compañía NovAntiqua, un proyecto a partir del cual desarrolló una mirada específica sobre la historia de la danza que de algún modo sentó las bases de la práctica que hoy en día conocemos como reenactment. El primer proyecto artístico de su compañía estuvo ligado a la danza del Renacimiento y se intituló Renaissance Constructions. A Mark le interesaba explorar las cualidades contemporáneas de la danza histórica, la intermitencia que podía generarse entre lo que parecía histórico y lo que no. A través de una yuxtaposición entre “lo arcaico” y “lo contemporáneo”, NovAntiqua se interrogaba acerca del efecto histórico. Su proyecto coreográfico iba unido a una crítica de la idea de reconstrucción, la cual supone la búsqueda de cierta verosimilitud en el trabajo de reposición de las danzas del pasado14. Mark no estaba interesado en reconstruir el pasado sino en la exploración de fuentes visuales históricas, quería crear obras que “pudieran transmitir una consciencia histórica de la danza más allá de la reconstrucción y que pudieran crear un discurso sobre la historia desde el movimiento”15. De este modo, su idea de construcción constituye un método de composición coreográfica pero también un modo de intervención en el campo de la historia. La idea de construcción implicó a su vez, como señala André Lepecki, una expansión de las fuentes primarias utilizadas por la historia de la danza que comenzó a focalizarse no sólo en textos sobre la técnica y la coreografía, sino también en textos que a primera vista parecerían ajenos a la temática16. Desde este punto de vista, la teorización de la danza histórica implica una manera específica de leer las fuentes, atenta al lugar que ocupa el movimiento en la dinámica social y cultural. En este sentido, remite menos a un corpus documental que a una metodología de trabajo.

La historia de la danza y los Estudios de Danza en su rama histórica son disciplinas académicas que tienen efectos concretos en la danza contemporánea. Ciertamente, las prácticas artísticas siempre implican una especie de diálogo con la historia, un diálogo que se produce a través de posicionamientos precisos por parte de los artistas con respecto al pasado del campo. El campo artístico se caracteriza por su autorreferencialidad histórica, algo que ya ha sido señalado por Bourdieu en su teoría de los campos17. Si cada intervención en el campo implica directa o indirectamente una toma de posición con respecto al pasado, el discurso sobre ese pasado tiene efectos directos en el modo en que las prácticas actuales son construidas, así como en el modo en que es distribuido el capital específico del campo. De esta manera, si la construcción como metodología de investigación artística implica una actualización de las temáticas asociadas a la danza histórica, la historia de la danza como construcción implica una intervención directa en el rol que ese pasado cumple en la actualidad. El relato sobre los fenómenos históricos se vincula con la contemporaneidad a través de su presencia en tanto referente para la creación actual.

En su crítica de la historia como memoria, es decir, como lugar de “preservación” del pasado, Foucault afirmaba que la historia no era más que “cierta manera, para una sociedad, de dar estatuto y elaboración a una masa de documentos de la que no se separa”18. Podríamos afirmar que la experiencia de la construcción, o del reenactment, busca poner en tensión la delimitación y el lugar atribuido a esa masa de documentos, entre los cuales, en el caso de la danza, encontramos además de imágenes y textos, gestos, pasos, posturas, intencionalidades o movimientos: el cuerpo mismo como archivo histórico. La construcción constituye una ucronía, en el sentido de que representa en sí misma una escritura alternativa de la historia, constituye un relato basado en la experiencia como factor determinante de la imaginación histórica.

En su introducción a Choreographing Discourses, André Lepecki cita el prefacio escrito por Mark para la segunda edición inglesa de Dance as Text publicada en 2015. Allí Mark afirmaba que su intención en ese trabajo había sido la de “investigar la relación de la danza con lo político, entendido no solamente como la historia de la diplomacia y del arte de gobernar sino como una relación de fuerzas –en otros términos, redescubrir las tensiones políticas que habitan y hasta cierto punto determinan la creación de la forma y el sentido estético en la sociedad cortesana” 19. En ese pasaje, Mark daba cuenta de uno de los que a mi juicio son los pilares de su trabajo histórico, vale decir, la investigación genealógica. Una de las principales tesis de Dance as Text sostiene que la razón por la que se produce la fundación de la Academia Real de Danza de Paris en 1662 –institución en la que se forjan inicialmente las posiciones de la danza clásica y de la que surge presumiblemente el sistema de escritura de la Coreografía publicada por Feuillet en 170020– es la de contrarrestar el poder simbólico y crítico que los nobles ejercían a través del ballet, principalmente del ballet burlesco. Luego de la creación de la Academia, quedaron vedadas todas las representaciones de danza que no hubieran sido controladas y aprobadas por el poder real. Toda esta centralización produjo una estandarización de la práctica de la danza que se difundió por toda Europa. En consecuencia, Mark afirma que la razón por la que se produce esta estandarización en los inicios del ballet no es estética sino política, es producto de las luchas asociadas a la instauración del absolutismo en Francia.

La metodología aplicada coincide con los conceptos desarrollados por Foucault en su famoso artículo “Nietzsche, la genealogía y la historia”. Según el filósofo, la investigación genealógica no significa partir a la búsqueda de un origen que pueda sustentar una teleología. Por el contrario, se trata de utilizar a la historia para “conjurar la quimera del origen”21. A partir de una lectura particular de Nietzsche, Foucault define a la genealogía como a una práctica asociada a dos procedimientos, el de la búsqueda del Herkunft o procedencia y el del estudio de la Entstehung o emergencia. Determinar la procedencia no supone descubrir el fundamento de una causalidad necesaria, se trata por el contrario de “mantener lo que pasó en la dispersión que le es propia […] es descubrir que en la raíz de lo que conocemos y de lo que somos no están en absoluto la verdad ni el ser, sino la exterioridad del accidente”22. El estudio de la procedencia no busca afirmar una coherencia evolutiva a través de la identificación de una raíz ontológica que explique el devenir, se trata de poner el acento en la ruptura, en la imposibilidad de la síntesis. Por su parte, la emergencia como concepto nos traslada al terreno de las relaciones de poder y a la fatalidad de la lucha como determinante del devenir histórico. La emergencia designa por sobre todas las cosas el lugar de un enfrentamiento. Es el producto de un “determinado estado de fuerzas”23 característico de un momento histórico preciso. De este modo, la emergencia da cuenta de un fenómeno de “irrupción” de fuerzas en pugna. La genealogía no es entonces ni la búsqueda de un fundamento que estructure el devenir, ni la determinación de una esencia homogénea que contenga una identidad unívoca, es por el contrario una constatación de la historia como producto de las relaciones de poder, como efecto de las luchas. Se trata de una metodología que implica, en paralelo, una concepción de la representación escénica como acontecimiento.

En el caso de Danzar el modernismo/Actuar la política, la pregunta genealógica que guía el trabajo es: ¿cómo llega a volverse imperceptible la influencia de la teoría estética de la izquierda revolucionaria en la danza moderna? ¿De qué modo una danza engendrada a partir de una política de la emoción arriba a una estética de la indiferencia? Una de las herramientas que le permiten explicar este fenómeno es su concepción amplia de lo político, entendido como un fenómeno que habita el terreno de la subjetividad. La actitud ensimismada y formalista de Martha Graham en sus inicios es leída como una postura política de género. Allí donde la izquierda lee un apoliticismo, el autor lee una politicidad nueva que no deja de tener un impacto a nivel social. Podría decirse que la respuesta que ofrece Mark a la pregunta genealógica formulada se resume en la tensión, característica de la danza histórica estadounidense, entre una política de clase y una política de género. Es un tema que se hace claramente palpable en el caso de Graham pero que de algún modo persiste en la danza de Merce Cunningham. Es la figura de Yvonne Rainer la que termina ofreciendo una conciliación a esta lucha interna debido a que su trabajo representa una vuelta a la emoción, entendida como el núcleo central de una danza atravesada por la clase social, aunque esta vez unida a una postura firme en el terreno del género. Rainer desea superar el binomio “exhibicionista-voyeur”, característico de la relación entre el intérprete y su público, para poder acceder a la emoción. Su posicionamiento político de género no la aleja de la emoción de clase sino que la acerca a ella, aunque al precio de conducir su danza al campo de la imagen cinematográfica. En todo caso, resulta claramente perceptible a través del análisis histórico-político de Mark el modo en que las luchas terminan delineando las evoluciones estéticas en el terreno de la danza.

El libro persigue, a su vez, el objetivo de redefinir la emoción como práctica crítica, algo que se hace evidente en el análisis de la figurabilidad emocional característica de la obra de Douglas Dunn. En este sentido, es un libro que se ubica, de manera expresa, a contracorriente del discurso hegemónico sobre lo contemporáneo en la danza, marcado por una estética de la indiferencia. Lo que devela es la genealogía del encapsulamiento formal de la emoción desde los años 30s hasta la actualidad. La fuerza discursiva de los críticos de izquierda de principios del siglo XX deambula por el texto como un fantasma. Sin emoción no hay política, es el lema que el libro parece transmitir constantemente.

En todo caso, es una historia que, a pesar de tener una impronta filosófica fuerte, se ubica en las antípodas de una historia de la ideas. No impone la idea a la práctica, estudia la práctica desde el acontecimiento mismo de la performance. La discusión directa, como plantea la introducción del libro, es con Francis Sparshott y con el modo en que el enfoque filosófico aplasta las luchas internas inherentes a las prácticas. En el discurso de Mark, el modernismo ya no es una metanarrativa histórica, el telos de una historia global, sino una idea hecha dispositivo, un ordenamiento del movimiento, una lógica que logra ser manipulada desde la práctica. La idea de manipulación para Mark designa una práctica en la que la teoría crítica deviene acción en el ejercicio material de la danza. Manipular significa ejercer la crítica a través de un lenguaje cuerpo.

Un elemento que diferencia su investigación sobre la danza moderna de sus estudios anteriores es el hecho de que en este libro habla de obras que, en la mayoría de los casos, vio personalmente. Su experiencia como expectador agrega un elemento muy importante al análisis ya que hace evidente el factor colectivo implícito en las dinámicas de recepción e incluso en el desarrollo mismo de la performance escénica. En el capítulo sobre Yvonne Rainer, Mark hace referencia a la categoría de resonancia que se refiere a las repercusiones de una performance y sus consecuencias en relación a la teoría y el conocimiento. Considero que esta idea está presente en varios de los análisis expuestos pero bajo la forma del acontecimiento. Mark concibe a la performance escénica como a un acontecimiento en términos foucaultianos, ya que, desde su óptica, la performance no designa un hecho notable, sino un fenómeno que viene a ofrecer una nueva forma de organizar el tiempo24. El acontecimiento es la expresión de una inversión en una relación de fuerzas, es el indicio de una emergencia, pero por sobre todas las cosas es un fenómeno que “desencadena una nueva inteligibilidad”25. Aunque no coincida necesariamente con su inicio, el acontecimiento vuelve visible o legible una nueva serie histórica. Y es allí donde se ubica el trabajo del historiador, en la construcción de series que permitan identificar las discontinuidades emergentes de la lucha26. Siguiendo el análisis hecho por Mark en el capítulo 5, podríamos decir que el abandono de la danza por parte de Yvonne Rainer representa un acontecimiento para la serie diacrónica que estudia la relación de la danza con la emoción y con la política de género. Es ese acontecimiento el que redefine la historia narrada en los capítulos anteriores e inaugura una nueva inteligibilidad determinada por la emergencia de una figura de la bailarina que, como imaginaba Mark en los comienzos de su carrera, “asume el poder de la palabra”.

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La recepción de los textos producidos en el campo académico de países centrales por parte de medios intelectuales y artísticos periféricos como el de Buenos Aires, suele concentrarse en extraer de allí herramientas teóricas para luego aplicarlas al estudio de casos particulares a nivel local. Es así que en general se suele priorizar la traducción de textos en donde se definen conceptos o se discuten metodologías. Es menos frecuente la traducción de estudios de caso concretos como los que presenta este libro. Danzar el modernismo/Actuar la política se ubica en una relación diacrónica con la historia de la danza del período moderno y renacentista al establecer como elemento de análisis la teoría clásica de la emoción y, al mismo tiempo, se conecta con un eje sincrónico ligado a una teorización de lo político en su relación con las emociones. Sin embargo, considero que uno de los atributos más interesantes que tiene el libro es el de ver a Mark lidiar con los fantasmas de su propia historia, de su experiencia como espectador y como artista. Es evidente el peso simbólico y emotivo que tienen cada uno de los artistas y críticos citados aquí en relación con su percepción de la historia, su teoría y su manera de entender la danza. No serán las mismas respuestas las que surjan de un análisis de la historia de la danza argentina o latinoamericana, y seguramente las herramientas teóricas deban ser distintas. La riqueza del trabajo histórico de Mark está justamente en su planteo de una historia de la danza estadounidense en términos no universalistas que visibilizan los determinantes culturales e históricos de su relato y le permiten al lector asumir una distancia analítica.

Danzar el modernismo/Actuar la política es el primer libro de Mark Franko que se traduce al castellano. Implicó un trabajo de revisión de varios pasajes en los que Mark introdujo aclaraciones o elementos nuevos que enriquecieron el texto considerablemente. A diferencia de la versión en inglés, esta edición incluye como anexo solo dos artículos escritos por teóricos de la danza de izquierda de los años 30s, uno de Edna Ocko y otro de Jane Dudley, pero incorpora uno de los artículos más importantes de Mark sobre la relación entre danza y política: “La danza y lo político. Estados de excepción”, traducido por Cecilia Molina. En todo caso, la modificación más evidente con respecto a la versión original es la de haber suplantado el capítulo 5 original, intitulado “Where he danced”, por un texto posterior dedicado a la obra de Yvonne Rainer. En realidad, es un cambio que refleja la intención original de Mark en 1995, una idea que debió modificar por razones ajenas a su voluntad. El libro se cierra de ese modo como un estudio centrado exclusivamente en la historia de la danza estadounidense del siglo XX y marca el recorrido de un ciclo ligado al modernismo que comienza con Isadora Duncan y llega a un agotamiento con la obra de Yvonne Rainer.

El texto de esta traducción fue releído por Mark y todas las modificaciones fueron realizadas según su consentimiento. Quisiera agradecer al programa Investiga Cultura de la Secretaría de Cultura de la Nación Argentina por haber facilitado los fondos para esta publicación, a Gerardo Miño de Miño y Dávila editores por su compromiso con el proyecto, a Jorge Dubatti por su apoyo institucional, al Institute of Dance Scholarship del Boyer College of Music and Dance de la Temple University por haber hecho posibles intercambios que resultaron esenciales para el trabajo de colaboración entre el autor y el traductor durante 2018 y a Indiana University Press por haber cedido los derechos para esta publicación en castellano.

Finalmente, quisiera agradecer muy especialmente a Mark Franko por la confianza que ha depositado en mí y por la generosidad con la que siempre ha compartido su trabajo. La primera vez que leí un libro de Mark fue en París, durante mis estudios de doctorado sobre el ballet pantomima del siglo XVIII. En ese caso, se trató también de una traducción, era la versión francesa de Dance as Text, traducida como La danse comme texte, publicada en 2005. En ese entonces, me encontraba un poco agobiado por el enfoque evolucionista y puramente estético que caracterizaba a la historia tradicional de la danza que venía leyendo. El libro de Mark fue una bocanada de aire fresco que me introdujo en nuevo terreno intelectual y funcionó como un incentivo fundamental para mi trabajo futuro, estoy seguro de que este libro producirá el mismo efecto en muchos de ustedes.

Bibliografía

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Franko, Mark & Alessandra Nicifero, “In conversation”. Choreographing Discourses. A Mark Franko Reader. London, New York: Routledge, 2019: 220-270.

Lepecki, Andre. “Theory’s moves”. Choreographing Discourses. London, New York: Routledge, 2019: 6-10.

Morris, Gay. “Reconceptualizing time, historical time, and the time of interpretation”. Choreographing Discourses. A Mark Franko Reader. London, New York: Routledge, 2019: 1-5.


1Mark Franko, “Approaches to Dance (1): Influences”, Dance Research: The Journal of the Society for Dance Research, Vol. 28, n° 1 (Summer 2010), 2.

2Franko, Mark, “Body-Language and Language-Body in William Forsythe’s Artifact: Michel Foucault and Louis Marin on the Baroque Body”, Revista Ars Aeterna, Vol. 2, n° 1, (2010), 89-104.

3Ver “La danza y lo político: estados de excepción”, Anexo 3 de este mismo libro, p. 203.

4Mark Franko, Choreographing Discourses. A Mark Franko Reader (London, New York: Routledge, 2019), xiv.

5Gay Morris, “Reconceptualizing time, historical time, and the time of interpretation”, Mark Franko, Choreographing Discourses, 2.

6Ver Mark Franko, “De la danse comme texte au texte comme danse: généalogie du baroqued’après-Guerre”, Gestualités/Textualités en danse contemporaine editado por Stefano Genetti, Chantal Lapeyre y Frédéric Pouillaude (Paris: Editions Hermann, 2018), 203-228.

7Gay Morris afirma: “El cuerpo del bailarín es parergonal desde el momento en que se introduce en el escenario desde afuera del escenario, pero lo que está fuera del escenario, aunque constituya lo que está en el escenario, es invisible o está presente como una falta”, “Reconceptualizing time…”, 5.

8Mark Franko y Alessandra Nicifero, “In conversation”, Choreographing Discourses, 224.

9Mark Franko, Choreographing Discourses, 108.

10Ibid., 110.

11Como afirma André Lepecki, es el “exceso constitutivo del movimiento lo que precisamente permea toda aproximación teórica a la danza”. Andre Lepecki, “Theory’s moves”, Choreographing Discourses, 10.

12Ibid., 7.

13Louis Althusser, La revolución teórica de Marx (Mexico: Ed. Siglo XXI, 1967), 118.

14En ciertos círculos de la academia francesa incluso se utiliza la palabra restitución para hablar del trabajo histórico sobre las obras de danza del pasado. La palabra daría una idea de compleción, como si una obra del periodo barroco pudiera sernos restituida, ser devuelta al presente, como si fuésemos capaces de ver un pasado auténtico.

15Mark Franko y Alessandra Nicifero, “In conversation”, Choreographing Discourses, 247.

16Andre Lepecki, “Theory’s moves”, Choreographing Discourses, 6.

17Pierre Bourdieu, “Quelques propriétés des champs”, Questions de sociologie (Paris: Minuit, 2002).

18Michel Foucault, La arqueología del saber (México: Ed. Siglo XXI, 1999), 10.

19Mark Franko, Dance as text: Ideologies of the baroque body (Oxford, New York: Oxford University Press, 2015), xvi.

20Raoul Auger Feuillet, Chorégraphie ou l’art de décrire la dance, par caracteres, figures et signes démonstratifs (Paris: Michel Brunet, 1700).

21Michel Foucault, Microfísica del poder (Madrid: Ed. de la Piqueta, 1979), 11.

22Ibid., 13.

23Ibid., 15.

24Alban Bensa y Eric Fassin, “Les sciences sociales face à l’événement”, Terrain n° 38 (mars 2002), en línea, consultado el 29 de agosto de 2019 <http://terrain.revues.org/index1888.html>.

25Ibid, 33.

26Roger Chartier, Au bord de la falaise: L’histoire entre certitudes et inquiètude (Paris: Albin Michel, 1998), 138. Del mismo modo, para Bensa y Fassin, “la contribución específica de las ciencias sociales es la construcción de series pertinentes, es decir, de series en las que el acontecimiento cobra sentido”, ibid., 36.