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Lunes siempre se mostró fascinado por las antigüedades del Museo de la WEB que queda dentro de las oficinas centrales de la RACK. De allí saqué las gafas de visión nocturna que nos mantuvieron alejados de los viejos zombis que se atrevían a deambular en la oscuridad por esa costumbre ancestral de salir a la vereda a ver qué sucede con sus vecinos. Una costumbre lúdica que ni siquiera el régimen pudo evitar.

El Museo de la WEB estaba lleno de curiosidades y Lunes podía pasarse horas recorriéndolo, imaginando a la gente usando algunos artefactos que quedaron obsoletos, como las grandes computadoras de escritorio, las linternas, las cocinas, algunos libros, las bicicletas, los cables de alimentación biológica. Allí fuimos a buscar precisamente esos últimos, parte fundamental de nuestro plan.

Atravesamos el Museo y escuchamos a lo lejos las primeras señales de la barbarie. De alguna manera sabíamos que eso era lo que iba a suceder, que los blancos iban a ir por los pardos, que la cerca electrificada, en realidad, los protegía a ellos de nuestra vileza. Eran los habitantes de las ciudades los que buscaban salvarse abusando de los hombres-bestia, de sus métodos arcaicos, de las artesanías que los mantenían al margen de la tecnología, sus inventos, sus animales, sus historias. Pero también su poder de fuego, su manía de estudiar, comprender y entrenar las guerras. El conocimiento de que alguna vez esto podía suceder fue, quizás, conocimiento filtrado por alguien, por algún hombre que pronto tomaría identidad de hombre-bestia; pero primero tenía otra misión.

Con los disparos de fondo y los gritos de miedo, tomamos el carro con los cables de alimentación biológica y nos trasladamos a la oficina de al lado, el espacio ad hoc que Lunes me indicó según sus gustos, sus obsesiones y la aparición del tercer punto que cambió la composición geométrica de nuestros objetivos. Allí estábamos, entonces, preparados para conectarnos.

Debo reconocer que el médico personal de Lunes hizo un trabajo impecable. Los puertos estaban perfectamente conectados y cicatrizados, exactamente en los sitios en que le indiqué, siguiendo a la perfección las instrucciones del mapa biológico enviado hace tanto tiempo. Yo lo seguí por las cámaras y por las consultas encriptadas que lanzaba a la RACK algunas veces, pero debo reconocer que temí este momento en que mi hermano y su mujer se desnudasen y me mostraran sus puertos de conexión periférica, los dientes de sus interfaces clavados en la piel, la carne, la pulpa.

Era el momento de terminar el trabajo, de conectar el ordenador maestro a la mente y organismo de Lunes, a la figura y comprensión de Irma. Así me lo pidieron, así debía hacerse.

Todo el poder para el uno.

Todo el dolor para la otra.

Lunes sería la máquina pensante, la computadora manejada por el deseo. El todopoderoso dios de las máquinas y de las gentes. Lunes moldearía la sociedad a la medida de su voluntad. Voluntad enferma, homicida, sádica. Justamente todo aquello que merece la gente que eligió depositar su confianza en los gobernantes que los abandonaron, que les prometieron un modelo de prosperidad y progreso que nunca lograrían darles. Aquí tienen lo que merecen. Quienes se quedaron voluntariamente en esta región muerta, recibirán su premio. La falta de voluntad y talento para prosperar como sociedad no puede quedar impune. Allá afuera, más allá del enemigo, están las verdaderas sociedades del futuro, que depositan su crecimiento en la sabiduría de su pueblo y les brindan todo. Esta región ignorante y superficial está llegando a su fin. Su futuro queda conectado a una mente siniestra que los dejará en alguna clase de bucle perverso. Todo para ustedes. Crearon el dios a vuestra imagen y semejanza, dios de barro, dios de mierda, así lo pidieron silenciosamente durante décadas. Lo reclamaron, sin saber, en la sangre de gobernantes que los dejaron huérfanos y al cuidado de una inteligencia artificial sin propósito. Acá tienen un propósito. El propósito es que sean los títeres de las pulsiones sádicas de mi hermano y el dolor se canalice a través del cuerpo de su amante. Irma recibirá sus descargas, sus gritos, sus llagas. Los hospitales y los paliativos no volverán a existir. Todo aquello está programado para extinguirse. Programado por mí.

No soy el dios, soy el creador.

No soy la criatura, soy el cirujano que unió las piezas.

No soy la obra sino el escribiente.

Soy quien clausuró sus hospitales y no volverá la luz a sus dominios, nadie sabrá qué hacer con sus instrumentos.

Sólo Lunes tendrá acceso a sus rutinas y las usará a discreción.

Irma vivirá en el éxtasis continuo de sus flagelos, como si cada uno de ustedes se la cogiera por todos sus orificios a la vez. Como una gigantesca orgía donde sólo ella goza.

El pueblo, en definitiva, no era más que una verga colectiva para violar al más débil y ahora es una verga obligada a embestir eternamente, erecta hasta el dolor.

Porque así lo dispuso Lunes, porque así lo acepté yo, porque así lo quiere Irma. La energía de los orgasmos de su mujer es la que retroalimentará las terminaciones nerviosas bio-industriales de mi hermano. Ellos también quedarán atrapados en un bucle, pero voluntario y esperado.

Bienvenidos al gobierno del dolor.

Apenas apriete ese botón, todo comenzará y no podrá detenerse.

Yo tengo mi sitio del otro lado. Me esperan en la pampa bávara.

Lunes mira a Irma como la primera vez que comprendió que estaban unidos por algo diferente, en la primera torsión de muñecas, en el squirt que la obligó a lamer de su zapato. La mira como cuando se reconocieron iguales, cómplices y condenados. La mira a los ojos y yo presiono el botón. Ellos se conectan en un orgasmo que ilumina la ciudad entera y vuelve a electrificar los cercos que separa los bestia-hombres de adentro con los hombres-bestia del otro lado.

Todavía nadie sabe qué hacer allá afuera. Vagan como almas en pena. Mueren bebés y ancianos. Nadie se quita la vida porque desconocen que la vida les pertenece a ellos y no a la máquina que fue apagada.

Bueno, la vida les perteneció durante una hora, en este momento ya no.

Su vida, su dolor, su muerte, le pertenece a Lunes.

Él es «la pena que nadie conoce»

PULPA

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PULPA

FLOR CANOSA

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Canosa, Flor

Pulpa / Flor Canosa. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Obloshka, 2019.

128 p. ; 14 x 20 cm.

ISBN 978-987-46902-0-3

1. Literatura Argentina. I. Título.

CDD A860

Dirección editorial: Gastón Levin / Silvia Itkin

Diseño de tapa e interior: Donagh / Matulich,
sobre diseño de colección Estudio ZkySky
Imagen de portada: Freepik

© Flor Canosa, 2019
© Obloshka, 2019

ISBN: 978-987-46902-0-3

Impreso en Oportunidades S.A., Buenos Aires.
en el mes de enero de 2019.

Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. Hecho el depósito que marca la Ley 11.723
Libro de edición argentina. Impreso en Argentina.

Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin previo consentimiento del editor/autor.

Índice

Parte uno, IRMA

Parte dos, LUNES

Parte tres, ENERO

Parte uno

IRMA

«(…) hacer el amor es sentir su cuerpo que se cierra sobre sí, es finalmente existir fuera de toda utopía, con toda su densidad, entre las manos del otro. Bajo los dedos del otro que te recorren, todas las partes invisibles de tu cuerpo se ponen a existir, contra los labios del otro los tuyos se vuelven sensibles, delante de sus ojos semicerrados tu cara adquiere una certidumbre, hay una mirada finalmente para ver tus párpados cerrados. También el amor, como el espejo y como la muerte, apacigua la utopía de tu cuerpo, la hace callar, la calma, y la encierra como en una caja, la clausura y la sella. Por eso es un pariente tan próximo de la ilusión del espejo y de la amenaza de la muerte; y si a pesar de esas dos figuras peligrosas que lo rodean a uno le gusta tanto hacer el amor es porque, en el amor, el cuerpo está aquí.»

Michel Foucault. Conferencia
“El cuerpo utópico”, 1966.

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Tenía doce años cuando madre y yo nos mudamos a esa casa.

Las casas heredadas de abuelas son todas iguales en el imaginario popular. Las abuelas son mujeres que tuvieron algún hijo o hija con el cual se pelearon a muerte y terminaron no conociendo a sus nietos. Eso es lo que me explicó madre, porque tengo algunas dificultades con lo que se hace llamar parentescos. De esas historias siempre hubo muchas en mi familia. Dicen. La realidad es que la reproducción es una herramienta gubernamental de control, entonces no hay un vínculo emocional verdadero que nos una a los hijos que elegimos, si es que elegimos bien. Como animales evolucionados, no es una cuestión biológica. Algo en nuestra psiquis, no en nuestro cuerpo, es lo que nos hace rechazarnos. Es el instinto que no poseemos. Por algo ya no somos animales, aunque no comprenda por qué ya no lo somos si alguna vez lo fuimos, si los cuerpos tienen funcionamientos análogos. Bah, no me consta; que fuimos animales es sencillamente algo que me contaron. Al demostrarse y disponerse como verdad ineludible que no somos animales, el único instinto que nos queda es el sexual y justamente por eso está regulado. Es inconcebible que algún instinto nos pueda hacer perder el control. No somos animales. Dentro del mundo animal el incesto no es tabú, es algo natural. Debió el hombre venir a poner el cepo en aquel único instinto que no se perdió en la reformulación de la teoría de nuestros orígenes. Toda esta información me la repito a mí misma, ahora, en este cuarto cerrado, porque me cuesta retener la historia. Retengo las sensaciones. Entonces repito la data para que todo el puzzle se arme. Porque la inmovilidad, en los instantes en que no me son atravesados los otros sentidos y pierdo el control, pone la cabeza a repetir historias como si se tratase de listas. Pero eso ahora no importa, todavía es temprano.

En esta pequeña familia no nos llevamos. Nunca tuvimos el deseo de juntarnos, no pertenecemos a una manada. Mi familia es un conjunto de animales solitarios que acompañan a sus crías hasta que pueden sostenerse en sus patas y entonces las liberan a su suerte. Abuela lo hizo, madre también. Aunque no seamos animales.

Las casas heredadas de abuelas son, si las mirásemos a la distancia, como una sola que se multiplica como —en lo que dice madre que era— un cuento borgeano. De Borges, un autor que nadie tiene la certeza que haya existido o si fue una leyenda. Decía que la casa es húmeda, verdosa, abarrotada, con fórmica, con azulejos celestes, con naſtalina, cubrecama de lana, telarañas unimembres. Se enrosca en sí misma, se mantiene fresca, se vuelve tórrida, se azucara. Pero es la misma casa repetida en todas las casas de abuelas, una sola abuela desmembrada entre todos los habitantes, como por orden superior. Lo vi en una foto. Una foto que mostraba cómo era la casa de una abuela. Tendrás una abuela y será así. Esta es tu vida, esta es tu abuela, en estos potes anaranjados se guardan las galletitas sintéticas.