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Akal / Básica de Bolsillo / 70

Th. W. Adorno

Escritos sociológicos II

Segunda parte

Obra completa, 9/2

Edición de Rolf Tiedemann

con la colaboración de Gretel Adorno, Susan Buck-Morss y Klaus Schultz

Traducción: Agustín González Ruiz

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Diseño de portada

Sergio Ramírez

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Título original

Gesammelte Schriften 9-2. Soziologische Schriften II, 2

© Suhrkamp Verlag, Frankfurt am Main, 1975

© de la edición de bolsillo, Ediciones Akal, S. A., 2011

para lengua española

Sector Foresta, 1

28760 Tres Cantos

Madrid - España

Tel.: 918 061 996

Fax: 918 044 028

www.akal.com

ISBN: 978-84-460-4665-3

Bajo el signo de los astros

La columna astrológica de Los Angeles Times

Un estudio sobre la superstición secundaria

Nota preliminar

El autor considera que la publicación del tratado «Bajo el signo de los astros» en el «Jahrbuch für Amerikastudien»[1] está justificada como un estudio americano en el sentido más literal del término: la investigación se realizó en los Estados Unidos, sobre la base de material americano. Esta investigación constituye una parte esencial del trabajo de la Fundación Hacker, de Beverly Hills, en el periodo comprendido entre 1952 y 1953, cuando el autor estaba a cargo de la dirección científica de esa fundación. Esta fundación no sólo hizo posible la investigación en lo que se refiere al apoyo financiero, sino que el autor le está agradecido también por su constante apoyo científico. Este agradecimiento va dirigido en primera instancia al doctor Frederick Hacker, quien me hizo sugerencias esenciales, sobre todo en relación con la afinidad de la función psicológica de la astrología con la función del sueño; también incluye a la señora Liesel Seham, quien, excediendo con mucho sus obligaciones como secretaria, nos ayudó en la configuración del texto inglés con laboriosidad infatigable y comprensión sin límite.

La Fundación Hacker, que se sustenta materialmente gracias a una clínica psiquiátrica, se ha impuesto como tarea el abordaje científico de problemas psiquiátricos y psicológicos. Su orientación esencialmente psicoanalítica confluyó con objetivos sociopsicológicos como los que perseguía el Instituto de Fráncfort para la Investigación Social desde la publicación de la obra colectiva Autoridad y familia (1936). El autor prosiguió con estos objetivos cuando enfocó en clave sociológica los trabajos que le había encomendado la Fundación. El estudio sobre la astrología se encuadra por diversas razones dentro del contexto de la obra The Authoritarian Personality, de Th. W. Adorno, Else Frenkel-Brunswik, Daniel J. Levinson y R. Nevitt Sanford, que apareció en 1950 como volumen primero de la colección «Estudios sobre el prejuicio», editada por Max Horkheimer y S. Flowerman. Respecto de las consideraciones teóricas que subyacen al estudio, puede remitirse al capítulo «La industria de la cultura» de la Dialéctica de la Ilustración de Max Horkhei-mer y Theodor W. Adorno (Ámsterdam, 1947) y a las «Tesis contra el ocultismo» de los Minima moralia (Fráncfort, 1951).

Sin embargo, lo específico del estudio reside en que aplica sus categorías teóricas a un material sumamente concreto, si se quiere, incluso palpable. No se trata tanto del descifrado del ocultismo propiamente dicho dentro de la sociedad contemporánea, como de la dilucidación de las implicaciones sociopsicológicas de una columna de prensa dirigida a muy amplias capas de la misma. Tal como documenta el estudio, esta columna cabe atribuírsela al ocultismo sólo de forma limitada; más bien representa una superstición secundaria, calculada sociopsicológicamente. Este material se somete a un «análisis de contenido», a la interpretación del contenido, en la medida en que se ha constituido como método propio de cara a los medios de comunicación de masas. No obstante, el «análisis de contenidos» no se realizó cuantitativamente, de acuerdo con la práctica americana; no se calculó la frecuencia de motivos y formulaciones particulares de la columna astrológica, sino que se procedió de forma puramente cualitativa. El esqueleto de la interpretación lo suministró precisamente la teoría. El estudio puede valer también en esa medida como ejemplo de la interacción intelectual entre Estados Unidos y Alemania: el material americano se trató con un método alemán. En efecto, los resultados obtenidos por procedimientos cualitativos podrían, a su vez, seguir elaborándose perfectamente con técnicas ortodoxas americanas, cuantitativas; por otra parte, la infección astrológica es de alcance internacional, y la mayoría de las categorías elaboradas en Estados Unidos se podrían aplicar también a publicaciones alemanas análogas. Las diferencias que, en todo caso, salieran a la luz podrían ser relevantes, por su parte, para la sociología comparada de la cultura. En el Instituto de Investigación Social de la Universidad de Fráncfort se realizaron trabajos previos en esta dirección.

En el texto se han abordado divergencias entre diversos tipos de publicaciones astrológicas; también se dan, desde luego, en Alemania. Del mismo modo que no cabe infravalorar su importancia sociológica y psicológica, así tampoco las denominadas diferencias de nivel podrían modificar nada en el contenido de verdad del asunto mismo; más bien están planeadas en clave comercial para diferentes estratos de consumidores. Además, suministran de cara a la crítica la bienvenida posibilidad de escapatoria, según la cual se puede recurrir a una astrología correcta o profunda frente a una falsa o superficial. La provisión de hipótesis auxiliares, con las que cabe defender a capricho lo más discutible, forma parte ella misma de la esencia de los sistemas de defensa de lo astrológico. Por lo demás, la crítica no apunta tanto a la astrología misma como a su función social, al «mensaje», el message, que hace llegar a los consumidores y que se integra sin fricciones como pieza dentro del engranaje de la industria cultural.

Las investigaciones sociopsicológicas realizadas en Estados Unidos pueden presuponer, sin más, conceptos del psicoanálisis en su forma rigurosamente freudiana. Dado que en Alemania, por el contrario, la teoría freudiana, proscrita por el régimen nacionalsocialista, tampoco alcanzó tras la caída de éste una experiencia verdaderamente penetrante y se vio reprimida en gran medida mediante suavizaciones, que se consideran de un modo dogmático como avances más allá de Freud, le pareció al autor conveniente, respecto de una serie de conceptos freudianos –y, en especial, respecto de aquellos que en la Alemania de hoy siguen produciendo justo el mismo shock que hace treinta años–, remitir a los pasajes fuente más importantes. La mayoría de las veces se cita la edición original en alemán de las Obras completas y no la traducción inglesa.

Fráncfort del Meno

Instituto de Investigación Social

Junio de 1956

Th. W. Adorno

[1] La primera edición del trabajo apareció en Jahrbuch für Amerikastudien. Por encargo de la Deutschen Gesellschaft für Amerikastudien [Sociedad Alemana de Estudios Americanos], edición a cargo de W. Fischer, 2 vols., Heidelberg, 1957, pp. 19-88. [N. del E.]

Introducción

El grupo de estudios del que forma parte el análisis de contenido de la columna de astrología de Los Angeles Times se impone como objetivo la investigación de la naturaleza y motivaciones de algunos fenómenos sociales de gran alcance, que encierran elementos irracionales de un modo particular –fundidos con lo que puede calificarse de pseudorracionalidad–. Desde hace bastante tiempo vienen manifestándose diversos movimientos de masas, extendidos por todo el mundo, en los que la gente parece actuar contra sus propios intereses racionales de autoconservación y de «búsqueda de la felicidad». Sería un error, no obstante, calificar de enteramente «irracional» tal fenómeno de masas, considerarlo como completamente desconectado de los objetivos del yo individual y colectivo. De hecho, la mayoría de estos movimientos se basan en una exageración y distorsión de semejantes objetivos del yo, más que en su abandono. Estos movimientos funcionan como si la racionalidad de la autoconservación del cuerpo político hubiese desarrollado un tumor maligno y amenazara, así, con destruir el organismo. Este tumor maligno, sin embargo, sólo puede detectarse tras la autopsia. El resultado de consideraciones aparentemente racionales lleva con bastante frecuencia a acontecimientos en último extremo fatales –el ejemplo más reciente lo constituiría la política de Hitler, sagaz y por momentos altamente exitosa, de expansión nacional, que por su propia lógica inexorable condujo a su fracaso y a la catástrofe mundial–. De hecho, incluso cuando naciones enteras asumen el papel de especuladores de la Realpolitik, esta racionalidad es sólo parcial y dudosa. Cuando los cálculos del interés personal se llevan al extremo, la visión de la totalidad de los factores y, en particular, de los efectos de semejante política en su conjunto parece estar fuertemente restringida. La concentración excesivamente astuta en el interés personal desemboca en una atrofia de la capacidad de mirar más allá de los límites del propio interés y ello al final acaba volviéndose contra uno. La irracionalidad no es necesariamente una fuerza que opera fuera del ámbito de la racionalidad: el «ponerse hecho un loco» puede surgir de procesos racionales de autoconservación.

Nuestras investigaciones esperan arrojar alguna luz sobre el patrón de interacción de las fuerzas racionales e irracionales dentro de los modernos movimientos de masas. El peligro no es en modo alguno, como le gustaría a algunas teorías como la de Is Germany Incurable? [¿Es Alemania incurable?][1], de Brickner, una enfermedad específicamente alemana, la paranoia colectiva de una nación particular, sino que parece surgir de condicionantes sociales y culturales más universales. Una de las contribuciones más importantes que podrían realizar a este respecto la psiquiatría y la sociología de orientación psicoanalítica es la de sacar a la luz ciertos mecanismos que no pueden captarse de forma adecuada ni en términos de prudencia ni en términos de falsas ilusiones. La investigación de estos mecanismos apunta hacia una base concreta en ciertas disposiciones subjetivas, aunque, ciertamente, no se los pueda explicar del todo desde la psicología. Se trata de la estructura del carácter psicótico, que puede verse implicada también a veces, aunque en modo alguno siempre. En vista de la presuposición de la «vulnerabilidad» psicológica, puede asumirse que estos mecanismos no se manifiestan a sí mismos sólo en la esfera de la política, esto es al menos realista superficialmente, sino que se pueden investigar en otras áreas sociales también, o incluso mejor, si bien el factor de la realidad rara vez se encuentra ausente incluso de modas pasajeras que en cierto modo se sienten orgullosas de su propia irracionalidad. Un enfoque tal podría verse menos obstaculizado por racionalizaciones que son difíciles de eliminar en el terreno de la política. Pudiera ser también que violara menos tabúes y cánones de conducta profundamente enraizados. Sobre todo, tendría que ser posible el análisis de la estructura interna de tales movimientos en una escala de ensayo pequeña, por así decir, y en un momento en el que no se manifiestan aún de forma tan directa y amenazante que no quede tiempo ya para la investigación objetiva e imparcial. De este modo se evitaría al menos en parte el riesgo de teorías ex post facto.

Con esta mentalidad es con la que abordamos la investigación de la astrología, no porque sobrestimásemos su importancia como fenómeno social per se, por nefando que sea en diversos aspectos. La naturaleza específica de nuestra investigación no es, en consecuencia, la de un psicoanálisis directo de lo oculto, del tipo de los iniciados por el célebre ensayo de Freud «The Uncanny» [«Lo inquietante»][2], al que siguieron numerosas aventuras científicas, actualmente recogidas por el doctor Devereux en Psychoanalysis and the Occult [El psicoanálisis y lo oculto][3]. Nosotros no vamos realmente a examinar experiencias de ocultismo o creencias supersticiosas individuales de ninguna especie en tanto que expresiones del inconsciente. De hecho, lo oculto en cuanto tal desempeña sólo un papel marginal en sistemas tales como el de la astrología organizada. Su esfera tiene bastante poco en común con la del espiritista que ve u oye fantasmas o posee telepatía. En analogía con la diferenciación sociológica entre grupos primarios y secundarios[4], podemos definir nuestra área de interés como un área de «superstición secundaria». Con ello queremos decir que la propia experiencia primaria de lo oculto que tiene el individuo, sean cual sean su significado psicológico y raíces o su validez, rara vez, si no nunca, entra dentro del fenómeno social al que se dedican nuestras investigaciones. Aquí, lo oculto aparece de un modo más bien institucionalizado, objetivado y, en gran medida, socializado. Del mismo modo que en las comunidades secundarias las personas no «viven juntas» ya y se conocen de forma directa, sino que se relacionan entre sí a través de procesos sociales objetivados intermedios (p. e., intercambio de mercancías), así la gente que responde a los estímulos que estamos investigando aquí parece en cierto modo «ajena» a la experiencia sobre la que ellos afirman que se basan sus decisiones. Participan en ellas en gran medida a través de la mediación de revistas y periódicos, dado que el consejo personal de los astrólogos profesionales es demasiado caro, y con frecuencia aceptan esta información como procente de una fuente fiable más que pretender la posesión de ninguna base personal para sus creencias. El tipo de gente de la que nos ocupamos tiene a la astrología por algo cierto, como la psiquiatría, los conciertos sinfónicos o los partidos políticos; la aceptan porque existe, sin demasiada reflexión, siempre que sus propias demandas psicológicas se correspondan en cierto modo con la oferta. Apenas les interesa la justificación del sistema. En la columna del periódico de la que se ocupa principalmente esta monografía, los mecanismos del sistema astrológico no se divulgan jamás y los lectores se ven confrontados sólo con los supuestos resultados del razonamiento astrológico, en el que el lector no participa de forma activa.

Esta alienación de la experiencia, una cierta abstracción que abarca el dominio entero de lo oculto mercantilizado, bien puede resultar concomitante con un sustrato de incredulidad y escepticismo, la sospecha de falsedad tan profundamente asociada con la gran época moderna de irracionalidad. Ello posee, naturalmente, razones históricas. Los movimientos ocultistas modernos, incluida la astrología, son refritos más o menos artificiales de supersticiones antiguas y periclitadas; la vulnerabilidad respecto de éstas la mantienen viva ciertas condiciones sociales y psicológicas, mientras que los credos resucitados siguen encontrándose en desacuerdo básico con el actual estado universal de ilustración. La ausencia de una «seriedad» de fondo que, incidentalmente, no convierte en modo alguno a tales fenómenos en menos serios respecto de sus implicaciones sociales, es tan característica de nuestro tiempo como la emergencia del ocultismo secundario per se.

Cabe objetar que la videncia organizada ha poseído desde tiempo inmemorial el carácter de «superstición secundaria». Esta videncia ha estado separada durante milenios de todo lo que podría denominarse experiencia primaria mediante una división del trabajo que admitía sólo sacerdotes en el misterio esotérico, y acarreaba siempre con ello el elemento de falsedad que expresa el antiguo adagio latino según el cual todo augur se ríe cuando ve a otro. Como es siempre el caso con argumentos que pretenden desacreditar el interés por la modernidad específica de los fenómenos acentuando que no hay nada nuevo bajo el sol, esta objeción es tan verdadera como falsa. Es verdadera en la medida en que la institucionalización de la superstición no es en modo alguno una novedad; es falsa en la medida en que esta institucionalización ha alcanzado, mediante la producción en masa, una magnitud que es probable que desemboque en una nueva calidad de actitudes y conductas, y en que se haya ampliado tremendamente la brecha que separa los sistemas de superstición y el estado mental general. Aquí sólo nos podemos referir a la distancia antes mencionada entre los grandes grupos de creyentes y el «funcionamiento» de la superstición, y a su interés por los resultados reticulares más que por los poderes supuestamente sobrenaturales. Estos grupos ni siquiera ven ya a los hechiceros trabajando, ni tampoco se les permite escuchar su abracadabra. Se limitan simplemente a «obtener el brebaje». Además, habría que recalcar que, en tiempos pasados, la superstición era un intento, si bien torpe, de arreglárselas con problemas para los que no se disponía de medios mejores o más racionales, al menos en lo que se refería a las masas. La estricta división entre alquimia y química, entre astrología y astronomía es un logro relativamente tardío. Hoy, no obstante, resulta ostensible la incompatibilidad del progreso de las ciencias naturales, tales como la astrofísica, con la creencia en la astrología. Quienes compaginan ambas se ven forzados a una retrogresión intelectual que en el pasado apenas se requería. En un mundo en el que, a través de la literatura científica popular, y en particular de la ciencia ficción, cualquier colegial sabe de los millones de galaxias, de la insignificancia cósmica de la Tierra y de las leyes mecánicas que gobiernan los movimientos de los sistemas estelares, el punto de vista geocéntrico y antropocéntrico concomitante a la astrología resulta bastante anacrónico. Podemos asumir, de este modo, que sólo exigencias instintivas muy fuertes hacen posible que la gente siga aceptando –o lo haga por primera vez– la astrología. En las presentes condiciones, el sistema astrológico puede funcionar sólo como «superstición secundaria», exenta en gran medida del propio control crítico del individuo y ofertada de un modo autoritario.

Es necesario recalcar este carácter de «superstición secundaria», puesto que suministra la clave de uno de los elementos más extraños del material que estamos investigando. En esto consiste precisamente su pseudorracionalidad, en justo los mismos rasgos que desempeñan un papel tan destacado en los movimientos sociales totalitarios, en su adaptación calculada, aunque falaz, a las necesidades reales. Una vez más, ello podría haber constituido el germen de la videncia desde tiempos inmemoriales. La gente siempre quiso aprender de los signos ocultos lo que esperar o lo que hacer; de hecho, la superstición es en gran medida un residuo de las prácticas mágicas animistas mediante las que la humanidad antigua intentó influir en, o controlar, el curso de los acontecimientos. Pero la seriedad, más aún, el suprarrealismo de nuestro material, a expensas de cualquier reminiscencia remota de lo sobrenatural, parece ser una de sus características más paradójicas y desafiantes. El suprarrealismo en sí mismo puede ser, en algunas derivaciones, irracional, en el sentido de esa astucia, desarrollada en exceso y autodestructiva, del interés personal, señalada anteriormente. Además, se demostrará en el transcurso de nuestro estudio que la irracionalidad astrológica se ha reducido en gran medida a un rasgo puramente formal: la autoridad abstracta.

Nuestro interés por la superstición secundaria implica, naturalmente, una concentración menor en las explicaciones psicológicas de las inclinaciones ocultas individuales que la que se dedica a la constitución global de la personalidad de aquellos que son vulnerables a estos estímulos más bien ubicuos. Para enfocar el problema habrán de utilizarse categorías tanto psiquiátricas como sociopsicológicas. A la vista del entramado de elementos racionales e irracionales, nos interesan sobre todo los «mensajes» directos o indirectos transmitidos por el material a sus consumidores: tales mensajes combinan irracionalidad (en la medida en que se afanan por una aceptación ciega y presuponen una ira inconsciente en los consumidores) y racionalidad (en la medida en que abordan problemas cotidianos más o menos prácticos, para los que pretenden ofrecer la respuesta más útil). Con suma frecuencia parece como si la astrología fuera sólo un velo autoritario, mientras que la temática propiamente dicha recuerda bastante a la de una columna de salud mental escrita para suministrar una cierta asertividad y apoyo paterno. Esta columna intenta satisfacer los deseos nostálgicos de gente que está absolutamente convencida de que los demás (o alguna instancia desconocida) deberían saber más sobre ellos mismos y sobre lo que han de hacer de lo que ellos son capaces de decidir autónomamente. Es este aspecto «mundano» de la astrología el que anima en especial la interpretación social y psicológica. De hecho, muchos de los mensajes son de naturaleza directamente social o psicológica. No obstante, rara vez expresan, si es que lo hacen alguna vez, de forma adecuada la realidad social o psicológica, sino que manipulan con un sesgo muy determinado las ideas de los lectores de tales materias. Por ello, no han de tomarse en su valor nominal, sino como susceptibles de un examen algo más profundo.

[1] R. M. Brickner, Is Germany Incurable?, intr. de M. Mead y E. A. Strecker, Filadelfia, J. B. Lippincott Company, 1943.

[2] S. Freud, «The Uncanny» (1919), Collected Papers, vol. 4, trad. de Joan Riviere, Londres, Hogarth Press e Instituto de Psicoanálisis, 1925, pp. 368-407 [ed. cast.: Obras completas, Madrid, Biblioteca Nueva].

[3] G. Devereux (ed.), Psychoanalysis and the Occult, Nueva York, International Universities Press, 1953.

[4] C. Horton Cooley, Social Organization: A Study of the Larger Mind, Nueva York, Charles Scribner’s Sons, 1909, cap. III; R. E. Park y E. W. Burgess, Introduction to the Science of Sociology, Chicago, The University of Chicago Press, 1921, pp. 50, 56-57 y 282-287.