Apéndices

La Escuela de Atención Plena

La Escuela de Atención Plena (EAP) es una iniciativa laica, aconfesional y transdisciplinar abierta a la sociedad. Fue fundada por el maestro Zen Dokushô Villalba, creador de la metodología MBTB, quien al mismo tiempo es su presidente y director docente.

El propósito de la EAP es el de expandir la práctica de la atención plena al mayor número de personas posible, sin tener en cuenta su religión, género, clase social, nacionalidad, creencia o ausencia de creencias.

Con el fin de realizar sus objetivos, la EAP proporciona el marco ético y docente apropiado para la formación de los MAP –monitores en atención plena–, de los IAP –instructores de atención plena–, para la docencia de estos, para investigaciones científicas y sociológicas, y para una adecuada difusión en la sociedad de los beneficios de la atención plena, a través de sus consejos docente, científico y de comunicación.

La EAP emplea la metodología MBTB –mindfulness basado en la tradición budista–, puesta a punto a partir de la enseñanza budista tradicional y de las más recientes disciplinas cognitivas.

La EAP no persigue el lucro personal ni institucional, sino prestar un servicio voluntario en beneficio de uno mismo y de los demás. Su objetivo es expandir la práctica de la atención plena de forma universal, facilitándola también a las personas de pocos recursos económicos. Nos basamos en un modelo de economía de la generosidad, de la solidaridad y del intercambio, que facilite la experiencia del aprendizaje y de la práctica de la atención plena a todo el mundo. Toda la actividad de la EAP se inscribe dentro del movimiento de voluntariado. Ninguno de sus miembros ni cargos directivos percibe salario o emolumentos.

La EAP se articula alrededor de cinco consejos:

La EAP forma parte de la red internacional Altruistic Mindfulness International Network (AMIN), de la que también forman parte otras organizaciones europeas.

Cursos y formaciones MBTB

La EAP ha puesto a punto una serie de cursos y formaciones a fin de que el mayor número de personas posible pueda beneficiarse de la práctica de la atención plena. Estos cursos son:

La EAP también coordina círculos de práctica de atención plena en las ciudades donde cuenta con monitores o instructores.

Más información en la página web de la EAP: www.eaplena.es

La plataforma e-learning MBTB

La EAP ha puesto a punto una plataforma de aprendizaje on line que sirve de apoyo a los cursos presenciales, permitiendo una monitorización y tutorización de la práctica de los alumnos.

Junto con la Universidad de Teruel-Zaragoza, la EAP ha creado una app exclusiva que los alumnos usan para acceder al material docente de la plataforma desde sus teléfonos móviles y tabletas.

La Altruistic Mindfulness International Network

La EAP forma parte como miembro fundador de la Red Internacional de Mindfulness Altruista (AMIN, por sus siglas en inglés). La AMIN es una red abierta de cooperación y de solidaridad dedicada a la transmisión, la práctica y el compartir del mindfulness, siguiendo un espíritu humanista y una economía altruista. La red está al servicio de todos con el propósito de ayudar a que el mundo sea mejor.

La red se basa en una Carta Fundacional y en un Compromiso Deontológico a los que se adhieren sus miembros.

Los miembros de la red se comprometen a seguir los diez principios fundamentales desarrollados en la Carta de la AMIN, que son:

  1. Presentamos el mindfulness como una práctica y una enseñanza laicas, humanistas, no confesionales, ni ideológicas, fundadas en una experiencia humana natural y universal.
  2. Reconocemos el mindfulness como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
  3. Nos comprometemos a transmitir el mindfulness siguiendo un modelo económico altruista sin fin lucrativo.
  4. Seguimos un acercamiento científico fundado en la razón y en la experiencia directa inmediata.
  5. Reconocemos que el origen del mindfulness que enseñamos y practicamos es la fenomenología operativa enseñada por el Buddha (el Dharma).
  6. Nos comprometemos a cooperar solidariamente compartiendo los documentos y el saber-hacer en la modalidad de «Open Source, Creative Commons License».
  7. Nos comprometemos a cooperar en el perfeccionamiento de los protocolos de transmisión.
  8. Nos comprometemos a cooperar en el desarrollo de las aplicaciones contextuales del mindfulness en todos los dominios en los cuales sea pertinente.
  9. Nos comprometemos a crear y a cooperar en un comité científico internacional, que investigue y evalúe la pertinencia y las cualidades de los protocolos de transmisión, y que se comprometa en líneas de investigación interdisciplinarias sobre el mindfulness y sobre el altruismo.
  10. Nos comprometemos a cooperar en un sistema de validación y de supervisión de la calidad de los protocolos de transmisión y de localidad de las acreditaciones de los facilitadores, instructores, monitores y practicantes. Esta validación y esta supervisión se dan en una relación entre iguales en el seno del Consejo Internacional de la AMIN. Las listas y las particularidades de los protocolos validados y de los enseñantes acreditados son publicadas on line y actualizadas regularmente.

Información y contacto

Escuela de Atención Plena - AMIN

info@eaplena.es

www.eaplena.es

(34) 622 112 955

(de lunes a viernes, de 10 h a 14 h)

1. Sobre la atención

La atención convencional

La importancia de la atención no ha sido un descubrimiento del budismo. La atención es una cualidad natural inherente a la conciencia humana y a muchas formas de vida. La aportación fundamental del budismo ha sido la de poner de relieve que la atención es la condición sine qua non de la conciencia, así como la de haber creado y transmitido técnicas específicas que desarrollan el pleno potencial de esta cualidad innata.

Todos los seres vivos usamos la atención de forma natural. Por lo general, la atención es una herramienta evolutiva al servicio de la supervivencia. El león necesita estar muy atento a los movimientos de la gacela si quiere alimentarse y sobrevivir. La gacela necesita estar muy atenta a los movimientos del león y otros depredadores si quiere seguir viviendo. También los seres humanos usamos la atención para satisfacer nuestras necesidades y para vivir de la mejor manera posible. Estamos atentos cuando conducimos porque nuestra vida y la de los demás depende de ello. Estamos atentos en nuestro desempeño profesional porque nuestro empleo y nuestra familia dependen de ello. Usamos la atención durante todo el día, a lo largo de todos los días del año, durante toda nuestra existencia. Nuestra vida depende de ello. No obstante, esta forma de atención al servicio de la supervivencia está proyectada sobre todo en el entorno y en nuestra necesidad de adaptarnos a él. Es un rasgo común con la atención que ha desarrollado también toda forma de vida animal. Podríamos llamarla «atención biológica» o «atención convencional».

¿En qué se diferencia esta forma de atención de la atención plena (sati) desarrollada por el budismo, entre otras tradiciones? En que la atención plena supone un giro de esta cualidad hacia el interior hasta abarcar el complejo mundo subjetivo del individuo. Los animales, en particular los mamíferos superiores y los primates, también poseen una cierta conciencia de sí, especialmente de sus propios procesos metabólicos, pero de forma mucho más inconsciente que los seres humanos. Esta capacidad de los seres humanos de dirigir la atención sobre sí es la que nos permite ser conscientes de nosotros mismos y, por lo tanto, la que hace de nosotros seres humanos, la que nos diferencia del resto de los animales.

La atención convencional es, pues, una herramienta evolutiva al servicio de la satisfacción de las necesidades biológicas, emocionales, psicológicas y sociales básicas. La satisfacción de estas necesidades tiene como resultado el estado de bienestar o de felicidad básica.

La atención plena

La atención plena opera a otro nivel, a un nivel exclusivo del ser humano: el de la conciencia de sí y de la realidad. A nivel cognitivo, su propósito último es la clarificación de las preguntas ¿quién soy yo? y ¿qué es esto, la realidad? A nivel ético, su propósito es la liberación del dolor o estrés existencial inherente a los seres humanos autoconscientes. A esta forma de estrés el Buddha la llamó dukkha, habitualmente traducida como dolor o sufrimiento, entendido como malestar o angustia inherente a la existencia humana autoconsciente.

Esto quiere decir que, aunque consigamos satisfacer todas nuestras necesidades básicas y experimentar un estado de bienestar convencional gracias a la atención convencional, aun así, seguimos experimentando un malestar profundo, una inquietud, una insatisfacción, una especie de angustia sorda de la que también sentimos la necesidad de liberarnos. Aunque consigamos todo lo que deseemos, no podremos evitar encontrarnos tarde o temprano con tres hechos insoslayables: la enfermedad, la vejez y la muerte. Más aún: no podemos evitar ser conscientes de ello. La conciencia de nuestro propio e inevitable deterioro y la conciencia de nuestra finitud como seres vivos nos generan una profunda, aunque a veces oculta, angustia existencial.

¿Cuál es la causa de esta angustia? El Buddha la llamó «ignorancia». En el contexto budista, la ignorancia es la causa última de toda enfermedad y sufrimiento. Siendo así, es importante que comprendamos qué entiende el budismo por ignorancia. En japonés, el término es mumyo y en sánscrito avijja, comúnmente traducidos como «ausencia de conciencia clara». En otras palabras, la ignorancia es un error de percepción, o una percepción errónea de la realidad.

Todo organismo vivo necesita una cierta percepción de la realidad, tanto interna como externa, con el fin de poder desarrollar comportamientos adaptados a esta, que le permitan sobrevivir. Los organismos que no pueden adaptarse a la realidad en la que viven terminan por perecer y extinguirse. La capacidad de adaptación está indisolublemente unida a la capacidad cognitiva, es decir, al conocimiento que dicho organismo tiene de la realidad en la que vive. Para el budismo, el dolor asociado a la enfermedad, a la vejez y a la muerte tiene su causa última en un error cognitivo de la mente humana, la cual no percibe claramente su realidad interna y externa y, por lo tanto, no puede generar comportamientos adaptados a dicha realidad.

¿Cómo se manifiesta este error cognitivo en el ser humano?

En primer lugar, a través del pensamiento dualista. En efecto, el software de la mente humana ordinaria, que procesa casi toda la información que nos llega de la realidad a través de los sentidos y las creaciones de la mente misma, obedece a un programa diseñado en base dos, es decir, binario, como los ordenadores: 0-1, bien-mal, yo-tú, cuerpo-mente, material-espiritual, etcétera. El resultado de esto es una percepción compartimentada, dividida ad infinitum en categorías estancas, generalmente opuestas o excluyentes entre sí. Al procesar así la información, la mente humana olvida un aspecto fundamental de la realidad: la interconexión básica de todos los elementos que la componen. Dicho de otra forma, el error de percepción básico de la mente humana ordinaria viene dado por un exceso de análisis y una carencia de síntesis, es decir, por un exceso de parcialización y una falta de totalidad.

En segundo lugar, a través de la negación de la transitoriedad. La vida no es un estado estático, es un proceso, es decir, cambio, transformación, evolución e involución, condensación, mantenimiento y disolución. La vida humana individual tampoco es un estado inmutable, sino un proceso de transformación en el que todo, absolutamente todo en el organismo humano, tanto a nivel corporal como mental, está cambiando continuamente. Es este proceso universal el que ha hecho que una determinada cantidad de energía se condense formando una vida humana, el que permite que esta forma se mantenga durante un tiempo limitado, y el que hace que esta forma se disuelva en el océano de la energía universal.

La degeneración física y mental y la disolución del organismo individual forman parte del proceso de la vida. En palabras del Buddha: «Todo lo que nace, muere. Todo lo que empieza, acaba». Así es la realidad. No obstante, la mente humana ordinaria, debido a un error de percepción, ha generado el concepto de perdurabilidad y se aferra a la perpetuación de la forma individual. Este deseo de inmortalidad individual, o lo que es lo mismo, este rechazo de la transitoriedad individual, ambos enraizados en un conocimiento defectuoso (ignorancia) de la realidad, es una patología profunda que impide al organismo desarrollar un comportamiento adaptado a la realidad. Los síntomas de este desarreglo son el dolor y el sufrimiento, primero mental, después emocional y, por último, corporal. Este dolor, en cualquiera de sus formas, debe ser considerado como manifestación de la falta de adaptación del organismo humano a la realidad, ya sea interna o externa.

En tercer lugar, a través de la negación de la ausencia de yo. La ignorancia, o error de percepción, se manifiesta sobre todo en el concepto de «yo» creado por la mente humana en el intento de conocerse a sí misma, y en el atávico apego emocional a esa idea. Este es el origen de esa gran neurosis colectiva que llamamos egocentrismo, causa última de tanto dolor y sufrimiento. El concepto «yo» es el producto típico de un software programado en sistema binario. Una de las primeras cosas que un humano recién nacido debe aprender por imposición cultural es la diferenciación entre yo y no-yo. Es decir, debe aprender a definir el yo y, a partir de ahí, a considerarlo una entidad inmutable, siempre opuesta al no-yo. El niño aprende a desarrollar el «amor propio», es decir, el apego a su yo y la desconfianza hacia el no-yo. Este mecanismo psíquico, que a primera vista parece muy eficaz para sobrevivir, puede convertirse en la principal causa de nuestra aniquilación como especie e incluso de la aniquilación de toda forma de vida en el planeta.

Lo que la realidad nos dice, cuando la percibimos más allá del condicionamiento egocéntrico, es que ningún yo puede sobrevivir sin eso que llamamos no-yo. Es decir, ningún yo tiene autonomía para sobrevivir por sí mismo sin la interconexión estrecha con lo no-yo. Sencillamente, la vida del hipotético yo está basada en su relación con lo no-yo. Por lo cual, lo no-yo es tan imprescindible para el yo como el yo mismo. Esto quiere decir que, de hecho, no hay separación entre el yo y el no-yo, sino una continuidad que desdibuja todo límite. Cuando una mente humana individual no percibe esto, su existencia es una lucha permanente por la supervivencia, una lucha contra lo otro. Se trata sencillamente de un error de percepción, porque lo otro es la parte del sí mismo que permanece oculta en la sombra de la ignorancia. La división mental de la realidad en yo y otro es la principal causa de la ansiedad crónica que padecemos los seres humanos. Ansiedad que, posteriormente, se manifiesta en una amplia gama de patologías mentales, emocionales y corporales.

La función de la atención plena

La conciencia es el producto final de un largo proceso cognitivo. En este proceso podemos distinguir tres fases:

  1. Captación, transmisión y recepción de la información. La información procedente del medio ambiente, y del medio interno, es captada por los órganos sensoriales y transmitida a través del sistema nervioso hasta las zonas del cerebro dotadas de receptores específicos.
  2. Procesamiento de la información. El cerebro procesa la información y genera la «imagen» o conciencia de la realidad.
  3. Respuesta adaptativa (respuesta conductual). En el lóbulo frontal de la corteza cerebral, centro de decisión consciente, surge la orden que al ser transmitida por el sistema nervioso llega hasta las zonas motoras, generando una conducta supuestamente adaptada a la realidad percibida.

En las tres fases, la función de la atención plena es fundamental, ya que el error de percepción puede darse en una o varias de estas fases del proceso cognitivo:

  1. Si los órganos y las conciencias sensoriales no están lo suficientemente despiertos, la calidad de los estímulos percibidos es pobre. Si los canales nerviosos no se encuentran en buen estado de conductibilidad, se producen muchas interferencias. Si las zonas del cerebro dotadas de receptores específicos no están lo suficientemente alertas, se produce una recepción insuficiente.
  2. Si la asociación de los nuevos estímulos registrados no es adecuadamente asociada con la información almacenada en la memoria, o si la memoria no cuenta con informaciones parecidas a los nuevos estímulos, el procesamiento de la información (la imagen resultante) resulta defectuoso.
  3. Si la imagen es defectuosa, la respuesta motora (la reacción conductual) también lo será, produciéndose así un comportamiento inadecuado, es decir, inadaptado.

La atención plena –la atención dirigida al proceso cognitivo mismo a través del cual nos conocemos y conocemos la realidad– es una condición sine qua non de la conciencia y un sistema de seguridad que opera sobre, y trata de corregir, el funcionamiento del sistema nervioso en su tarea de conocer la realidad y de adaptarse a ella.

La enfermedad y el malestar, entendidos en un sentido genérico, y toda la secuela de dolor y sufrimiento que conllevan, pueden ser, pues, considerados como un error de adaptación homeostática tanto al medio externo (realidad objetiva) como al interno (realidad subjetiva).

El estado de atención plena tiene un papel decisivo en el proceso cognitivo, como ya se ha dicho. Su influencia puede ser observada en las tres fases de todo proceso cognitivo anteriormente citadas, a saber:

  1. En la captación, transmisión y recepción de los estímulos.
    1. Captación. Una atención plena hace que el umbral de conciencia se expanda considerablemente, permitiendo la captación de señales que en el caso de una atención débil pasarían desapercibidas. Muchas disfunciones corporales emiten en su inicio señales de dolor o de malestar que pueden ser débiles. En una conciencia no alerta, estas señales pasarán desapercibidas, pero una conciencia alerta captará de inmediato la señal. Muchas veces, los pacientes acuden al doctor cuando el dolor es muy intenso y ha alcanzado el umbral de conciencia incluso en condiciones de atención débil. En estos casos, la enfermedad suele encontrarse ya en estado muy avanzado y la curación se vuelve más problemática. Por el contrario, un sistema nervioso dotado de un nivel de atención alto captará inmediatamente cualquier señal de desequilibrio y actuará en consecuencia.
    2. Transmisión. La calidad de la transmisión de las señales nerviosas depende de la «limpieza» y de la conductibilidad de los canales nerviosos. Aparte de las lesiones físicas o hereditarias, los canales nerviosos pueden dejar también de transmitir adecuadamente las señales nerviosas debido a bloqueos u «opacidades» provocados por determinadas actitudes emocionales y mentales. El dicho «solo ves lo que quieres ver» es una expresión de esto. Las actitudes emocionales de rechazo, de negación o de indiferencia hacia estímulos concretos bloquean la transmisión de estas señales hacia el cerebro. El estado de atención plena viene caracterizado por un estado emocional llamado ecuanimidad. Esto quiere decir que, en un estado de ecuanimidad, los impulsos nerviosos captados por los sentidos son transmitidos adecuadamente hacia el cerebro sin interferencia y sin bloqueos.
    3. Recepción. Para la creación de una imagen correcta de la realidad es importante que las señales lleguen hasta el tálamo y, de aquí, al sistema límbico, al hipotálamo, a la formación bulboreticular (FBR) y al córtex, según corresponda. Pero las señales no solo deben llegar a sus respectivas áreas cerebrales, sino que, y sobre todo, es importante que estas zonas sean capaces de recibir dichas señales. Para ello, es fundamental que las zonas cerebrales implicadas estén «despiertas». Si no están despiertas, las señales no serán recibidas. Si solo están medio despiertas, las señales serán recibidas a medias. ¿Cómo tiene lugar el despertar de las zonas cerebrales? De la siguiente forma: cuando las señales llegan hasta el tálamo, este realiza dos funciones: 1.ª envía la señal a la zona cerebral correspondiente, y 2.ª envía una señal de alerta al centro de atención, que se encuentra en la formación bulboreticular, la cual se encarga de despertar la zona cerebral específica que debe recibir las señales enviadas por el tálamo. Este centro de la atención, como hemos visto, resulta directamente estimulado también por la FBR, la cual, a su vez, puede ser estimulada por el tono muscular, en concreto y principalmente por los músculos abdominales. Por último, a través de la tonificación correcta de los músculos abdominales mediante una espiración larga y profunda podemos mantener conscientemente despiertas amplias zonas del cerebro, lo cual facilita una recepción adecuada de las señales nerviosas.1
  2. En el procesamiento de la información.

    Para procesar adecuadamente las señales, el lóbulo frontal debería tener libre acceso y ser permeable a la memoria del disco duro humano, incluyendo el registro contenido en el código genético. Esto significa que el lóbulo frontal debe ampliar su umbral o su capacidad de memoria.

    El cultivo permanente de la atención plena permite esta ampliación. El desarrollo de la atención plena facilita el acceso a la memoria inconsciente, actualizando un poder de procesamiento insospechado.

  3. En la respuesta adaptativa. Si la imagen de la realidad creada por el lóbulo frontal es correcta, su orden de acción también lo será y, si no hay ninguna lesión emocional, del aparato motor o de otro tipo, la acción motora responderá perfectamente al estímulo. No obstante, en el caso humano nos encontramos con el conflicto cultura-naturaleza. El ser humano es un ente biológico inmerso en un ecosistema del que depende para sobrevivir biológicamente y, al mismo tiempo, es un ente social inmerso en un sistema sociocultural del que también depende para sobrevivir. El hecho es que, principalmente en las sociedades llamadas desarrolladas, el conflicto y la separación entre cultura y naturaleza son dramáticos. El sistema nervioso humano se enfrenta a un grave dilema: ¿a qué adaptarse, al ecosistema o al sistema sociocultural? Siendo como somos entes sociales, no podemos vivir apartados del sistema sociocultural, pero al mismo tiempo, siendo como somos seres biológicos, no podemos negar nuestra necesidad imperiosa de adaptarnos convenientemente al ecosistema que sustenta nuestra vida. Podemos decir que, en su mayoría, los ciudadanos del mundo «civilizado» anteponen su adaptación al sistema sociocultural, incluso si dicha adaptación genera la enfermedad o la muerte del ser biológico. Este sobreesfuerzo de adaptación a un sistema sociocultural que trata de ignorar la realidad biológica es la causa de muchas enfermedades y muertes en el mundo desarrollado (infartos, estrés, adicciones mortales, insomnio, cánceres, desequilibrios emocionales y psicológicos, etc.). El malestar del individuo no puede ser estudiado, ni concebido ni curado, sin tener en cuenta la enfermedad del sistema sociocultural en el que vive. No es sano adaptarse a una sociedad enferma.

    Aquí también la práctica de la atención plena desempeña un papel crucial. Al aumentar el umbral de atención (y por lo tanto de conciencia, y por lo tanto de poder de decisión, y por lo tanto de respuesta), el individuo tiene acceso a un volumen mayor de memoria y de conciencia biológica. Por ello, esta memoria adquiere mayor importancia a la hora de tomar decisiones y de ordenar respuestas realmente adaptadas no solo al sistema sociocultural, sino también a su realidad biológica.

En resumen, una adaptación inadecuada a la realidad se manifiesta como malestar a múltiples niveles. Esta adaptación inadecuada tiene como causa un error de percepción (de captación, de transmisión, de recepción, de procesamiento o de reacción). Este error de percepción tiene su causa en un funcionamiento incorrecto o insuficiente de la atención; por lo cual, establecer un funcionamiento correcto y pleno de la atención constituye el tratamiento necesario para sanar todo tipo de malestar y, en particular, el malestar existencial. Esta es la función de la atención plena tal y como fue concebida, practicada y enseñada por el Buddha Shakyamuni.