Índice

Carta de los autores

Introducción

Capítulo 1: Hacia un modelo de liderazgo efectivo

I. Liderazgo: una necesidad imperiosa en la actualidad

II. El líder efectivo: modelos de liderazgo

III. Un nuevo modelo de liderazgo efectivo

Capítulo 2: La influencia en el liderazgo

I. Confianza: la base de la relación líder-subordinado

II. Sentido, compromiso y motivación

III. El poder en la relación líder-subordinado

IV. La influencia del líder a través de la comunicación

V. Manejo de conflictos y capacidad de negociación

Capítulo 3: Liderazgo ejercido con sensatez

I. La relación con los subordinados

II. La «arena política» en la organización

III. La dimensión ética de la gestión

Epílogo: A tener en cuenta para un liderazgo eficaz

El líder sensato es un «líder total»

El modelo de liderazgo total

Bibliografía

Carta de los autores

Han pasado casi sesenta años desde que entré a la Escuela de Ingeniería de la Universidad Católica como alumno de primer año y casi diez desde que pasé de la planta de profesor ordinario a la planta adjunta. Mi carrera académica se salió de lo común en una Escuela de Ingeniería, porque transitó, como escribí en el libro Los desafíos de la gestión, de lo formal a lo sutil (2011), desde la física y la matemática —que son dominantes en la formación de ingeniería— al comportamiento de la persona, su mundo interior, y sus interacciones en la sociedad y en la organización, que tienen que ver con las ciencias sociales, como psicología, sociología, ciencias políticas, antropología y neurociencia. Además, al poner al ser humano en el centro de la atención, resulta imposible ignorar el impacto ético de nuestras acciones y decisiones, porque todo lo que hagamos o dejemos de hacer afecta, para bien o para mal, el bienestar de las personas.

Aunque soy ingeniero civil de industrias mención química, el centro de gravedad de mi carrera se fue moviendo desde muy temprano hacia «la parte industrial», la que en mis primeros años como profesional y profesor implicaba enfrentar el desafío de la gestión desde la investigación operacional. De hecho, mis primeros estudios de posgrado fueron en el Departamento de Operations Research de la Universidad de Stanford. Cinco años más tarde inicié mi doctorado en Management en el MIT y caí en cuenta de la vastedad del mundo de la gestión, que requiere de muchas aproximaciones y puntos de vista para poder entender y enfrentar de mejor forma la complejidad, indefinición y falta de información de los problemas. Con todo el poder de los modelos matemáticos, limitarse a ellos al afrontar problemas que se caracterizan por su dificultad e indeterminación no permite dar cuenta de todas las dimensiones e implicancias de una situación en la que pueden estar afectándose la calidad de vida y el progreso intelectual, material y espiritual de muchas personas.

Mi comprensión de la gestión se amplió hacia la economía y el comportamiento organizacional, completando así mi formación en «los tres lenguajes de la gestión»: el matemático (investigación operacional, probabilidades, estadística), el económico (economía, contabilidad, finanzas, evaluación de proyectos) y el del comportamiento (que es un tema más amplio que ciertamente incluye comportamiento organizacional y agrega estrategia, marketing y aspectos legales, entre otras materias).

Al regresar de mi doctorado en 1979, me dediqué por varios años a temas de finanzas y estrategia. También comencé a ejercer como director de algunas empresas, lo que significó para mí un valioso complemento a mi formación académica. Era como mi «laboratorio de gestión», en el que veía en la práctica decisiones financieras como inversiones, endeudamiento y dividendos, a la vez que profundizaba en la dimensión legal y regulatoria de la gestión.

Estaba trabajando en esto cuando, inesperadamente en 1991, nos dejó el profesor y ex subdirector de la Escuela de Psicología de la PUC Sergio Maltes, quien dictaba el curso «Organización y comportamiento en la empresa» en la Escuela de Ingeniería, y con quien tuve la suerte de trabajar por varios años en la implementación en el país de un proyecto educacional que terminó institucionalizándose después de diez años al interior del Ministerio de Educación en lo que hoy es el Simce.

Me correspondió entonces, como profesor del Departamento de Ingeniería Industrial y de Sistemas, hacerme cargo de ese curso, y como no tenía la formación suficiente para dictarlo, les pedí apoyo a los profesores Nureya Abarca, de la Escuela de Psicología, y Darío Rodríguez, de la Escuela de Sociología, para que me ayudaran a definir y enseñar esa materia. Comenzó así un largo período de aprendizaje y colaboración, en el que trabajamos con decenas de alumnos, escribiendo innumerables tesis y memorias, a la vez que íbamos descubriendo las materias más relevantes del mundo de la gestión y el lenguaje que nos parecía más apropiado para enseñar estos temas a alumnos de ingeniería.

Así se fue profundizando mi relación académica y personal con la profesora Nureya Abarca, con quien hemos recorrido una parte importante de este camino, por lo que nos propusimos escribir este libro, con el fin de contar con un pretexto para reunirnos de vez en cuando a «conversar sobre la vida» y a profundizar en las materias de gestión que por tantos años hemos estudiado y que cada vez parecen más difíciles de aprehender. El que los dos seamos profesores de la Clase Ejecutiva nos facilitó la tarea.

Nicolás Majluf

Profesor

Escuela de Ingeniería

Pontificia Universidad Católica de Chile

Septiembre, 2019


Es curioso como muchas de las cosas que uno hace durante la vida empiezan a juntarse en algún momento, si es que uno atiende las señales que aparecen en las distintas etapas. En mis inicios universitarios fue importante seguir mis intereses en la física, por lo que ingresé a estudiar ingeniería, satisfaciendo en parte mi inclinación por la ciencia. Sin embargo, después de sufrir el rigor del primer año, decidí que quería llevar una vida más plena y me cambié a estudiar psicología, donde pude llevar una vida feliz y vislumbré la complejidad del comportamiento humano.

En el campo de la psicología es difícil llegar a datos exactos y, por lo mismo, muchas veces uno debe salir de la zona de confort que dan los números y el razonamiento lógico. Sin embargo, aun en mis estudios de psicología, siempre busqué la evidencia que sustentara el conocimiento, tratando de hacer más «científica» esta disciplina. Esto me llevó a realizar mi tesis de doctorado en «modelos matemáticos para predecir el comportamiento».

Al volver a Chile tras realizar un posgrado, intenté continuar mi aporte en esta línea dentro de la psicología. En ese momento se dio la oportunidad de desarrollar un curso de «Organización y comportamiento en la empresa» en Ingeniería, junto con Nicolás Majluf. Aún recuerdo ese mes de julio en que cada uno le contaba al otro cómo veía los distintos temas. Fue claramente un momento de crecimiento personal y profesional en que dos disciplinas que se ven muy alejadas se aproximan. A partir de entonces, como dice mi colega y amigo, «uno se va contaminando». Es así como la ingeniería y la psicología estarán siempre presentes en el desarrollo de los temas organizacionales y el liderazgo. Hemos llevado a cabo muchas investigaciones y dictado numerosas charlas y cursos en el campo de las personas dentro de la organización.

Entonces, ¿por qué escribir un libro sobre liderazgo, cuando hay tantas visiones sobre este tema? Después de haber estudiado por muchos años el liderazgo como fenómeno y haber conocido distintos tipos de líderes, nos fue quedando claro que una de las características centrales de los líderes efectivos es la capacidad que exhiben de ponerse al servicio de las personas que dirigen.

Muchas veces uno se deja llevar por las capacidades sobresalientes de algunos líderes y comprende fácilmente por qué lo siguen, pero al profundizar en la efectividad de sus acciones, aparecen sus cualidades más humanas, siempre al servicio de los demás, lo cual hace toda la diferencia.

Al escribir este libro, en ocasiones se hizo difícil ordenar la literatura para distinguir precisamente estas características; pero en el transcurso de la revisión y por nuestra propia experiencia, nos fue evidente que aquellos líderes que ponían en el centro a la persona eran claramente más efectivos en su acción. También comprendimos que los líderes efectivos son personas auténticas, capaces de integrar distintos aspectos de su vida, su trabajo, su familia y su comunidad. Ellos son una muestra de cómo la razón y la emoción se deben integrar para hacernos plenamente humanos.

Nureya Abarca

Profesora

Escuela de Administración

Pontificia Universidad Católica de Chile

Septiembre, 2019

Introducción

No fue fácil darle una nueva mirada al tema del liderazgo, ni mucho menos darle una estructura que significara un aporte a esta materia. Lo único que teníamos claro era que queríamos aprovechar todo el trabajo que ambos hemos desarrollado a lo largo de muchos años —en la forma de artículos, libros, clases y otros— y estudiar algo más aprovechando las facilidades que entrega internet para encontrar algo nuevo (aunque no resulta fácil «separar el trigo de la paja»). Íbamos a mirar el tema de gestión «desde lo sutil»; tanto es así que un primer nombre del libro tendría en su título las palabras «gestión sutil», que para ambos tiene un significado que reúne lo más importante y sensible en materia de gestión.

En nuestra primera aproximación al libro, caímos en la trampa de «querer abarcarlo todo», lo cual, a estas alturas de la vida, ya debiéramos saber que no es recomendable, porque el mundo de la gestión se extiende desde lo muy amplio (el contexto con sus muchas dimensiones y significados) a lo muy íntimo (el mundo interior de la persona, que transita por las motivaciones, el sentido y tantos otros temas). Por ello, es clave elegir un foco de atención. Después de muchos intentos, finalmente decidimos escribir sobre la gestión desde el liderazgo.

Pero, ¿cómo no caer en lo mismo que se repite desde hace tanto tiempo y que hoy no nos resulta suficientemente esclarecedor? Sin duda los modelos de liderazgo son útiles, pero no son muy novedosos. El liderazgo como foco del libro ya estaba claro, ¿pero cómo revelar lo que significa ser líder en nuestros tiempos, y dar algunas luces sobre cómo enfrentar este desafío? Finalmente hicimos una primera decisión: abordar el liderazgo desde la relación que se establece entre el líder y sus colaboradores. Este es un campo minado, porque, como todo en la gestión, el tema tiene mil aristas diferentes. El líder puede ser el jefe o el servidor, o su liderazgo puede ejercerlo porque el subordinado lo acepta como guía y mentor.

Fueron varios meses que transcurrieron para llegar finalmente a concordar que un concepto clave es el de la «influencia». El líder no es el que manda ni obliga, sino el que invita y apoya, y tiene una sensibilidad especial para captar lo que pasa tanto en el mundo como en el corazón de la persona. No es «el líder» en general, sino una persona que tiene una forma de ejercer su liderazgo, que pone en el centro el bienestar de sus colaboradores, busca la forma más delicada de influir sobre ellos, sin pasar a llevar su intimidad ni su libertad, e impulsa la necesidad de llevar adelante el proyecto de su organización con efectividad.

Pero eso no es todo. Hay un segundo concepto clave que hace algunos años identificamos bajo el nombre de «liderazgo sensato», y que tiene que ver con esa sensibilidad especial que un buen líder debe tener para darse cuenta de lo que ocurre en su entorno, de «leer» lo que está pasando a su alrededor. Es el «radar emocional» que le permite detectar el estado de la persona cuando entra en una interacción con los demás; el «radar político» que le permite darse cuenta de las implicancias que se derivan de los juegos de poder en que se ve envuelto, y el «radar ético» —que es de la esencia del liderazgo de hoy— que le permite anticipar el impacto que sus decisiones o indecisiones tienen sobre el bienestar de las personas y que, de algún modo u otro, las afecta.

Al llegar a este punto, «líder sensato» no nos pareció una descripción ajustada a lo que estábamos comunicando. De allí que buscamos un nombre más apropiado, el cual no resultó fácil de encontrar. Barajamos «líder sensitivo» y «líder sensible», pero su significado más popular es el de «líder emocional», que tampoco refleja lo que queremos comunicar. También consideramos «líder perceptivo», pero es sinónimo de sensible. Finalmente reconocimos que en «liderazgo sensato» estábamos englobando dos habilidades centrales.

La primera es la «perspicacia» para entender y descifrar el entorno relacional, político y ético en que se desenvuelve el líder. El «líder perspicaz» puede entenderse como sagaz, sutil, astuto, previsor, penetrante, lúcido, intuitivo, imaginativo, que son una buena descripción de la capacidad de percibir correctamente el contexto o situación en que el líder se encuentra.

Pero «sensatez» también implica un comportamiento prudente y mesurado, para actuar en forma responsable y reflexiva una vez que ha entendido las características del entorno y aquilatado la complejidad de la situación que enfrenta.

Así llegamos al nombre del libro: Liderazgo efectivo: centrado en la persona, basado en la influencia y ejercido con sensatez, entendiendo que el «líder sensato» es perspicaz y prudente.

El libro está estructurado en tres capítulos.

Primer capítulo: hacia un modelo de liderazgo efectivo

En el comienzo se plantea que actualmente los liderazgos tradicionales decepcionan tanto que se está dispuesto a apostar por personas que no tienen una trayectoria, pero que representan una profunda alteración del statu quo. Como buscamos un líder que entregue una respuesta a nuestras necesidades más profundas y nos proponga un proyecto que dé sentido al trabajo y a la vida, caemos en la trampa de idealizarlo y abrigamos sobre la persona expectativas excesivas, que difícilmente van a poder ser satisfechas. En este tiempo de grandes aspiraciones y comunicaciones tan rápidas y masivas a través de las redes sociales, tiende a producirse una acelerada erosión del aprecio por los líderes, y no resulta fácil vivir de acuerdo a las expectativas que de ellos se tiene.

Son altas las demandas que se plantean sobre una persona que aspira a ser un líder efectivo. Una pregunta aparentemente simple —«¿qué hace efectivo a un líder?»— no tiene una única respuesta, pues la medida de efectividad cambia según las audiencias: es diferente, por ejemplo, ser accionista, colaborador, participante de un equipo de trabajo o miembro de la sociedad. Cada uno de estos grupos persigue objetivos diferentes, utiliza distintas aproximaciones para formarse una opinión y no recurre a la misma información, por lo que el desempeño del líder no va a ser necesariamente evaluado de la misma manera. Además, lo objetivo y lo subjetivo están profundamente imbricados, lo que genera un problema al decidir si el líder es realmente efectivo.

Para aproximarse a una respuesta, optamos por revisar los modelos tradicionales de liderazgo en «clave de efectividad».

Todas estas respuestas, que tienen una larga tradición en la literatura sobre liderazgo, aunque ciertamente ayudan a tener una mejor comprensión del desafío que significa ser líder, y dan alguna respuesta a las raíces de su efectividad, no enfatizan aspectos que resultan ser claves.

En este texto se ve al liderazgo como un proceso de «influencia» sobre los seguidores, que infunde sentido a su trabajo, porque crea las condiciones para el logro de los objetivos personales (no solo la eficiencia técnica y el rendimiento económico son objetivos importantes) y porque reafirma y fortalece la conexión de las personas con la comunidad de trabajo a la cual pertenece. Este es el tema del segundo capítulo del libro.

Pero lo central se plantea en el tercer capítulo, pues se proponen como habilidades claves de un líder la «perspicacia» para percibir y entender el contexto relacional, político y ético que enfrenta y la «sensatez» para actuar con mesura y respeto en todas las circunstancias.

Segundo capítulo: «la influencia» en el liderazgo

El segundo capítulo de este libro está centrado en «la influencia» que se da en la relación líder-subordinado. Al poner énfasis en «lo sutil» del liderazgo, nos centramos en la invitación que el líder hace a sus colaboradores, libre de presiones, amenazas o coerción, para que lo acompañen en su proyecto. Son muchas y muy variadas las formas en que el líder influye sobre sus subordinados. Tal vez la más simple y clara es a través de su propio comportamiento. Aunque no lo pretenda, un líder es un modelo al que sus colaboradores miran con atención y cuya conducta es observada y analizada permanentemente.

Existen varios pilares que conforman la base del proceso de influencia del líder. El primero es la confianza, porque si el líder es capaz de crear un ambiente de trabajo en el que se respire la confianza, las relaciones en el equipo se facilitan. Por ello, se dice que la confianza es «un lubricante social». No se necesita formalizar mucho ciertos compromisos, porque «la palabra se cumple».

Si el líder es exitoso en su empeño de atraer personas talentosas que se involucren en un proyecto, conseguirá de ellas una gran motivación y un profundo compromiso, lo que se evidenciará en la disposición por hacer un esfuerzo que va más allá de una simple relación contractual. Motivación, compromiso y sentido del trabajo son temas que pueden separarse para su estudio, pero que en este libro se analizan como una unidad, porque cuando se encuentra sentido a lo que se hace, la motivación y el compromiso vienen por añadidura.

El manejo del poder y los procesos políticos en una organización son formas potentes de influir sobre la conducta de las personas; pero no cualquier forma de ejercicio del poder es propia de un «liderazgo centrado en la persona», por lo que es preciso distinguir con claridad las diferencias entre liderazgo, poder e influencia.

La forma más directa de influir es a través de la comunicación; por esto se dice que «no puede haber liderazgo sin comunicación». Es a través de la palabra y los mensajes no verbales, así como de lo concreto y lo simbólico, que se apela a la razón y a la emoción, al cálculo y a los afectos del ser humano, influyendo sobre el comportamiento y sentimientos de los demás.

Y finalmente, la forma más relevante y crítica que tiene un líder de influir es en situaciones de conflicto, pues debe saber cómo manejar la coyuntura en forma serena, para mostrar su consideración y respeto hacia las personas y evitar que el hecho provoque un problema mayor. Un líder efectivo tiene algo de mediador y de árbitro, sabe cómo definir las bases de una buena negociación con el fin de alcanzar acuerdos razonables y justos. Es el garante de la correcta implementación y el acatamiento por todos los involucrados de los acuerdos alcanzados.

Tercer capítulo: liderazgo ejercido con sensatez

Las dos grandes capacidades de un liderazgo eficaz se resumen en términos de la «perspicacia» del líder para percibir su entorno relacional y la «sensatez» para actuar con la mesura debida ante la complejidad de la tarea y el impacto que sus acciones tienen sobre la vida de las personas.

La «perspicacia» se refiere en este libro a la capacidad que debe poseer un líder efectivo para sintonizar con su entorno en tres ámbitos centrales:

  1. La relación con sus subordinados: el líder da alta prioridad a la relación con las personas, muy particularmente, con sus colaboradores.
  2. La «arena política» en la organización: el líder cultiva su sensibilidad política y participa con delicadeza en los juegos de poder.
  3. La dimensión ética de la gestión: el líder cultiva su sensibilidad ética y ejerce un liderazgo basado en valores y el servicio a los demás.

Una vez que el líder se ha formado una opinión de la situación que enfrenta en los tres ámbitos, actúa con «sensatez», lo que implica:

  1. «Inteligencia emocional» o «talento social» en la relación con los subordinados.
  2. Ponerse límites en el ejercicio del poder y gestionar diligentemente los procesos políticos y los procesos de negociación cuando actúa en la «arena política» de la organización.
  3. Ejercer un «liderazgo basado en valores», para no perder la brújula ética frente a los cambios del entorno, y un «liderazgo orientado al servicio de los demás», para buscar el mayor bien posible y mitigar los perjuicios que pudieran ocasionarse a quienes se ven afectados por el accionar de la organización.

En el epílogo se plantea que no basta con tener una conducta impecable en el mundo de la organización. El líder sensato es un «líder total», es decir, integral, que no se limita a mostrar solo un comportamiento apropiado en su esfera laboral, sino que en todos los ámbitos de su vida personal.