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LAS ENSEÑANZAS SECRETAS
DE JESÚS

María Lizón

«Bienaventurados aquellos que por fin comprenden».

Jesús Cristo

«Pues nada hay oculto que no haya de descubrirse, ni secreto que no haya de conocerse y salir a la luz».

Lucas 8:17

Prólogo

Vengo para anunciaros la Palabra dada que ha tomado vida para cada uno de vosotros. Se me ha confiado haceros entrega de su mensaje. El Maestro Jesús ha hablado, sus palabras han llegado hasta mí desde la misma Fuente de Vida. Soy un puente que une vuestra orilla a la suya y el Amor hace el recorrido. No, no soy yo quien os habla, sino Él. Sois los receptáculos de la Verdad a la que nada le hará sombra.

Miles de años han pasado y unas «enseñanzas» han permanecido secretas en el corazón de la Vida. Jesús Cristo viene a revelaros en primera persona lo que un día reveló a sus discípulos. Esta es la ofrenda de un amor que palpita en cada palabra y en cada silencio. Os encontraréis con Él, sí, y sentiréis su Aliento, que dio vida a esta obra.

Las enseñanzas secretas de Jesús anuncian nuevos tiempos para la humanidad, donde todos podemos ahondar en la «enseñanza» de la que hizo partícipes a los Apóstoles y Jesús el Cristo fue el Maestro. En la intimidad de aquellos encuentros en secreto, el Maestro Jesús dio la «Palabra» a sus discípulos más allegados. Ahora viene a sembrar en nosotros la Verdad, que con tanto sigilo mantuvo lejos de las multitudes, para ofrecerla a los hombres y mujeres de un mañana.

Ha llegado la hora de desvelar el «secreto» más escondido de las «enseñanzas» de Jesús. Descubriremos una voz única que penetra en nuestro corazón, la Presencia del Maestro que nos habla a cada uno de nosotros. Un contacto directo con Jesús, donde mi corazón se ha unido al suyo, recibiendo día tras día sus palabras, porque es Él de quien yo recibo la «Palabra» y os la entrego a vosotros, a los hombres y mujeres de hoy, pues ha llegado la hora, el mañana es hoy.

Así pues, me he atenido a ser fiel transmisora del mensaje recibido en contacto con el Maestro Jesús, con esa proximidad de corazón a corazón. En efecto, se trata de una escritura que transcribe el mensaje de Jesús con precisión, donde mi «Ser», en estado de meditación, estuvo a disposición de su Presencia. ¿Cómo expresar con palabras humanas una «llamada» que era una Luz? ¡Y qué Amor! Cuando el eco de sus palabras iba llegando a mi corazón, insuflando vida en cada página escrita, para reencontrarnos con Él y sentirlo entre nosotros otra vez. Es así de sencillo: su Aliento dio vida a este libro.

En el «secreto» de sus enseñanzas todo será revelado. Jesús está presente, aquí y ahora, hablándonos a cada uno de nosotros. ¡Acogedlo en vuestro corazón, pues es ahí donde os encontraréis con Él! El Amor os habla a través de cada palabra de este libro y el «secreto» será revelado.

María Lizón

Capítulo I.
Renacer

El reencuentro con la Vida, mis queridos hermanos. Esperáis lo que en verdad ya habita en el corazón del hombre. La hora de nacer de nuevo sin las limitaciones de la carne comienza en una inspiración. Todos sois invitados a ello, a la auténtica transformación del ser. La Vida viene a deciros que sois la consecuencia misma del Creador, su más amplio devenir por el que circula la corriente manifestada de su Yo Presente. Por muy lejos que miréis, no hallaréis mejor camino que el que empieza en uno mismo. La Verdad habita en vosotros, sin más elucubraciones que os lleven a suposiciones engañosas.

Estoy aquí de nuevo. He vuelto para encontrarme con cada uno de vosotros. Miles de años han transcurrido, pero no me he apartado de vosotros ni un instante. Sí, he vuelto con un cuerpo de carne, hollando vuestros caminos y bajo el mismo sol terrestre. Sí, estoy aquí. Y no he venido para juzgaros, no, sino para compartir todo cuanto acontece en la vida del hombre. Ante vosotros me encuentro, y por más que miréis hacia fuera, no me hallaréis. El renacimiento del ser llama a vuestra puerta y es por eso que he vuelto para asistir al alumbramiento del nuevo hombre. Es por ello que la fuerza del Cosmos se está concentrando hoy aún más en la superficie terrestre, donde mora la humanidad más desalentada y perdida. Significa eso que hay que restablecer el equilibrio de la ecuanimidad más sostenible, sin antes recabar en las intenciones derivadas más presentes que abundan en el corazón del hombre. Hoy estoy aquí para mostraros las pautas que os llevarán a lograrlo. Aún, si bien cabe, la maestría será un resorte más en el devenir de todo cuanto hallaréis en el camino de maduración.

Renacer, hermanos míos, he aquí el principio de vuestro segundo nacimiento a la Vida. Vengo a deciros que vuestros días cambiarán de rumbo y hacia un destino del todo distinto. No temáis. No estoy anunciando el fin de los tiempos, sino el devenir de la autenticidad que habita en vuestro ser. Hermanos míos, tomad conciencia de ello y abandonad vuestras viejas vestiduras. Los días se suceden y vuestra lucha diaria no es más que una manera de llamar a gritos al cambio definitivo que os abrirá la puerta de un nuevo nacimiento. Sí, sois vosotros los propios detonantes de ese proceso que hará resurgir el soplo de vida, sin más máscaras que le impidan mostrarse tal cual es. Solo estoy llamando a vuestra puerta para anunciároslo y que con ello podáis recordar que no estáis solos, porque estoy aquí para acompañaros en este nuevo alumbramiento.

No interpretéis mis palabras, no. Abrid vuestro corazón, de eso se trata. Mi Aliento no es más que el del Padre que me envía a vosotros para recordaros quiénes sois en verdad. Antaño, mis discípulos seguían cada paso que daba por los caminos que hoy llamáis Tierra Santa. Y lo hacían con un ímpetu desbordado que hacía nacer en sus corazones el ansia de saber, como el niño que aprende a hablar. Ellos recorrieron los caminos junto a mí, de los cuales solo unos pocos fueron iniciados en las enseñanzas de los Antiguos Maestros. Sí, fueron ellos, mis queridos hermanos, los Apóstoles. La Iniciación fue llevada a cabo en la más estricta intimidad. Los ejercicios diarios a los que eran sometidos podían prolongarse durante meses, dependiendo de la asimilación de cada uno de ellos. Pero todos coincidían en una sola cosa: las ganas de aprender. Eso nunca les faltaba. Siempre atentos a cualquier gesto mío, a la palabra hablada, al silencio que tantas veces reclamaba el momento entre nosotros. Eran aleccionados conforme a las enseñanzas siempre presentes de los hermanos bien conocidos como Iniciados.

La conquista de la otra orilla tan cercana a vosotros y que todavía no lográis atisbar. El razonamiento no os llevará a descubrirla, pues solo la fuerza del corazón, movida por el Amor del Padre, puede trascenderos para hacer el viaje hacia allí. No estáis solos, mis queridos hermanos. Y para aquellos que quieran escuchar, sabed que yo os tiendo la mano como si de un puente se tratara. Vuestro tiempo actual no es más que el reflejo de un pasado nada lejano, pero que creéis haberlo olvidado sin más. Está tan grabado en vuestras propias células, que no podéis escapar de él. Modificadlo, de eso se trata. Porque si no rompéis con las cadenas del pasado, sufriréis una muerte tras otra. He aquí el alma adormecida, perdida en una especie de limbo que se va reinventando una y otra vez. Estáis atrapados de por vida, pero ¿hasta cuándo? Hasta que cedáis. De eso se trata, y no de otra cosa. Malhumorados pasáis los días, unos más que otros, pero con un futuro incierto, más bien desconocido. Eso, mis queridos hermanos, eso es vivir la muerte. Hoy, un nuevo rumbo se abre ante vosotros mucho más certero, sabiendo hacia donde os encamináis. Y os lo muestro en este mismo instante, ahora, aquí, a través de estas palabras que os hago llegar. ¡Escuchad, os hablo a cada uno de vosotros, sí! He aquí el mensaje con la fuerza inspirada por toda Vida. Porque los días están contados y he vuelto para acabar la Obra encomendada por el Padre. Insto a todos, sin distinción alguna, con la particularidad de que estáis invitados a llevarlo a cabo conmigo, codo con codo. Y ahora es el momento, no después.

El renacimiento de un nuevo Hombre está por llegar, pero esto tendrá lugar antes de lo que imagináis. Esta es la misión que vengo a expresar aquí, y vosotros seréis los protagonistas que lo harán posible. Yo solo os muestro el camino a seguir. ¡Llamadme! La Vida siempre responde. Confianza, hermanos, confianza. Estad bien seguros de que no estáis solos en esta empresa, pues es el Padre quien me envía a vosotros. La Vida reclama vuestro lugar en la Tierra, no como seres autómatas, divididos y enfrentados los unos con los otros, sino como verdaderos hermanos que se han unido por un bien común; esto es la Fraternidad. Es la comunión de las almas que han comprendido el sentido de la Vida, como un Todo integrador que dignifica y ensalza la razón de ser. Y es así como toda criatura evoluciona, y no de otra manera.

Mi paz os dejo, mi paz os doy… ¡Hermanos! ¿Cuántas veces debo repetirlo para que comprendáis? Porque no hay más paz que la que reside en el corazón, ofrecida desde el mismo acto de amar. Es la paz del Padre la que hay que conquistar, y no otra. No confundáis la paz con estados de relajación, no se trata de eso en absoluto. Ahora bien, esto mismo puede ayudaros a alcanzar lo que en verdad necesitáis para traspasar el umbral de la auténtica paz. Y una vez que lo hayáis logrado, jamás os abandonará. Porque todo lo que os ofrece el Padre es eterno.

La simiente despierta en cada uno de vosotros; en unos crece más rápido que en otros. Estoy aquí para acelerar aún más el crecimiento hasta el punto de hacer que florezca en los corazones más baldíos. ¡Hermanos!, albergáis la Llama Viva cuya quintaesencia os hace ser partícipes del más puro amor, y es esto lo que vengo a avivar. Identificarse con Ella destierra toda duda sobre la procedencia de vuestro linaje porque sois Hijos del Uno. Es volver a encontrarse con uno mismo. Este reencuentro inevitable no es más que el hallazgo de vuestra autenticidad, simplemente eso. La memoria del pasado viene a recordaros aquí la hazaña de unos hombres que siguieron mis pasos. Ellos son los Apóstoles. Pero debéis saber también que no fueron elegidos al azar. Cada uno de ellos tenía el terreno preparado para ser cultivado; solo hacía falta que ellos mismos lo supieran. El despertar venía en su búsqueda, sin aspavientos ni sobresaltos. Eran hombres comunes de su tiempo, pero con la Llama ya encendida en sus corazones. Solo necesitaban que fuera insuflada un poco más, pero esta vez con el Aliento venido directamente de Aquel por quien yo obraba. ¡Tiernos momentos de acercamiento, encontrándonos los unos a los otros! Sin duda anduvimos juntos durante un tiempo, largos meses de preparación que se medían por las fases de la luna. Cabe decir que su influencia determinaba la forma de proceder, evidentemente. Bien en las cumbres o en los llanos de los valles, solíamos encontrar el lugar apropiado y alejados del tumulto que tantas veces venía a nuestro encuentro. Hermanos, el renacer del verdadero Hombre fue relevante para cada uno de los Apóstoles. A decir verdad, se mantuvieron firmes en cada una de las enseñanzas recibidas. Su esfuerzo y constancia fueron encomiables. No hay duda de eso. Supieron confraternizar con suma naturalidad los unos con los otros. En verdad formaron un solo cuerpo para servir así al Sin Nombre.

Hoy sois vosotros los llamados, todos y cada uno de vosotros, y sin excepción. Estáis preparados para dar el siguiente paso, tanto que muchos de vosotros ya lo estáis dando. La confianza es vuestro mejor aliado, os abre el camino principal, la vía directa hacia quienes sois en realidad. No hay misterios, ni trampas que sortear. Sencillamente es una opción a tomar con plena libertad. La manifestación del Sin Nombre no deja de estar presente en vuestras vidas. Solo le estáis dando la espalda con actos que nublan vuestra visión más elevada de todas las cosas. Así, también olvidáis que sois su imagen, puro reflejo de la Llama primigenia. Con ello vengo a deciros que mientras actuéis como sonámbulos no dejaréis de morir. Morir, sí, morir en todos los sentidos de la palabra. Aligerad el peso que soléis llevaros a la espalda, es decir, esos sufrimientos que atesoráis como si valieran la pena y que os cuesta soltar. Estáis maniatados a ellos sin más, y lo peor de todo es creer que el sufrimiento os abrirá las puertas del Cielo. No, mis queridos hermanos, no es así. El sufrimiento es una involución del alma, una parálisis del ser más profundo, vuestro auténtico y real Yo. La mudanza debe de empezar por vosotros mismos. Mudar para franquear otras fronteras que de momento no atisbáis. Y eso significa hacer un gran esfuerzo para dejar pasar la fuerza que os transmute hacia una visión más amplia de todas las cosas.

Aminorar el paso no significa dejar de avanzar. Más bien os sitúa de forma consciente con el fin de percataros mejor de todo cuanto os rodea. ¡Ralentizad vuestros movimientos!; entonces obtendréis un mejor sabor de la vida que se presenta ante vosotros. ¡Llenad bien vuestros pulmones de aire, masticadlo pues! He ahí que aprenderéis la transformación de la energía condensada en más sutil. ¡Abrid vuestro corazón, dejad que se inunde de la savia impulsada por el Padre! Esta savia no es ni más ni menos que el Amor, el Gozo más sublime que os abrirá todas las puertas del ser. Habéis logrado alcanzar algunas cimas que antes eran como muros impenetrables, imposibles de superar. Hoy estáis en el punto de maduración más álgido de vuestra alma, que espera ser llevada a su sublimación. No midáis mis palabras como si se trataran de aserciones intelectuales, cambiantes y variopintas. No vengo a daros una conferencia; no se trata de eso mis queridos hermanos. Solo estoy aquí para avanzar junto con vosotros, compartiendo el camino que se va abriendo con cada gesto que le hacéis a la vida.

Bienaventurados aquellos que por fin comprenden. He aquí que esta comprensión es la puerta que os abre un destino hacia la madurez del alma. La cosecha se da por terminada y no hay más siembras que realizar. Es vuestra liberación frente a las cadenas que os sujetan hasta haceros morir. Es la terminación de un ciclo para pasar a un crecimiento mucho más nutricio para vuestra alma. En verdad os digo que los suplicios quedan desterrados a partir de este momento, porque va a revolucionar toda vuestra perspectiva que teníais anteriormente de la vida. Miraréis las cosas con otro sentido mucho más avanzado, distinto y, sobre todo, mirando hacia vuestro origen, que en definitiva es vuestro destino. Sois los constructores del nuevo día, cuyo sol iluminará el corazón del hombre libre. Dichosos aquellos que llevarán a cabo tal empresa, pues abrirán más de una puerta que corroborará la hazaña de la aventura humana. Mientras unos se quedarán durmiendo en los sueños de sus antepasados, otros mirarán al frente en busca de nuevos horizontes todavía por explorar. Estos últimos llevarán la iniciativa que les hará prolongarse con el fin de sentar las bases de un nuevo pensamiento humano. Esta vez las tornas cambiarán y el camino se revelará incluso para el más incrédulo de la Tierra de los hombres.

Los cielos se abren ante vosotros sin límites. Son los cielos del alma que ella sabe explorar. Dejadla pues, soltadle las riendas porque ella sabrá encontrar el modo de alcanzarlo. Son los cielos que el Espíritu creó, pues pueden ser traspasados por todo impulso de vida solo con quererlo. No existen límites para la vida. Traspasar esos cielos conlleva una técnica que solo algunos han sabido llevar a la práctica. Todo este proceso tiene un mecanismo de preparación, pues el cuerpo físico está en constante relación con todos los elementos del mundo que le hacen manifestarse. La manera de proceder está sellada para aquellos que todavía tienen un bloqueo que no deja fluir la savia de vida, esa quintaesencia que sustenta la vida de todo ser. La vibración de los átomos puede considerarse como la puerta principal que os da la salida hacia esos mundos que un día recorrerá el alma. Sin embargo, la tenéis maniatada dentro de un cuerpo físico, cuando podría viajar más allá de este y también aportaros el conocimiento de todo cuanto existe en la Creación. Podéis ser exploradores de la Vida, y no solo física, sino también la que vibra en comunión con el Creador. He aquí que os invito a realizar estos itinerarios que el alma tiene previstos desde su origen.

Transferid este conocimiento con la sola intención de que seáis vosotros los auténticos precursores del mismo. Os adentraréis en una penumbra que no debe asustaros lo más mínimo, pues esto no es más que la cavidad que pertenece al aspecto más denso de vuestro ser. Desde aquí, es decir, la noche oscura, tinieblas y un silencio que os conducirá al primer grado de luminosidad llamada la Puerta de Isis. Esta manifestación primera es la antesala de la Luz diamantina, que no es otra cosa que un Universo de cuya Luz fue creado. A la vez, sentiréis como un crujido interior, un desgarro que sobreviene cuando entráis en dicho umbral. Y vuestro asombro os dejará totalmente atónitos, ya que al adentraros en la Luz siempre Viva, adoptaréis un cuerpo nuevo en sintonía con la vida allí reinante. Es la quietud lo que os conmoverá de inmediato. Y a medida que lo vayáis descubriendo, os daréis cuenta de cómo sus moradores son los artífices de todo cuanto os rodea. La Vida viene a anunciaros el acontecer de un nuevo despertar que sin duda os llevará a descubrir que no estáis solos en la Creación. Vuestro mundo no es el único existente. Los mundos vivientes se superponen unos a otros, y la entrada a ellos es solo una cuestión vibratoria de quienes los habitan. Vengo a deciros que la visión limitada que tenéis de la Vida es un tanto pueril y egocéntrica. Vuestro mundo es un reflejo de lo que sois, ni más ni menos. Y si quisierais cambiar las cosas, no tendríais más remedio que admitir, de una vez por todas, que vuestro paso por la Tierra física es la forma de llevar a cabo vuestro ciclo evolutivo. La conciencia humana ha creado la manera de vivir imponiendo límites, y esto es una constante que generación tras generación vais aceptando sin más. Límites, ¿por qué? Si dejaseis de imponeros límites, entonces os daríais cuenta de lo que en verdad os está ofreciendo la Vida.

Los mundos sutiles están al alcance de todos, pero con la salvedad de que para llegar hasta sus confines debéis primero prepararos para el viaje. Conquistarlos supone dejar de lado todo cuanto os atrae a la densidad terráquea, porque su gravedad actúa como un poderoso imán sobre vosotros. El alma siente su influencia a través del cuerpo, y así se queda como en una especie de letargo, adormecida, olvidando su capacidad ilimitada de franquear cualquier obstáculo que se interponga en su camino. Para que el alma tenga absoluta autonomía del cuerpo físico, hay que empezar por establecer una serie de prioridades en el devenir de vuestros días. Mayoritariamente sucumbís a las tentaciones que os acechan, sin tener en cuenta que son el resultado de una debilidad propia de aquel que desconoce su propio ser. No calculáis el conflicto que todo ello puede ocasionar en la libertad del alma. Lo ignoráis por completo. Vuestra capacidad de observación es la primera herramienta a tener en cuenta. Ella os hará calibrar las cosas de primera mano. No os preocupéis de cómo debéis hacerlo. Simplemente comenzad a estar más atentos, sin perder de vista todo cuanto acontece ante vuestros ojos. Saborear la vida es saber en qué consiste. Y no se trata de un devenir sucesivo de días marcado por una existencia absolutamente llena de contrariedades la mayor parte del tiempo. La vida no es una lucha. Corréis el riesgo de limitaros más si os enfrentáis a vuestros enemigos. Contrarrestar las fuerzas enfrentadas es un arduo trabajo que requiere sometimiento mutuo. No es fácil tarea cuando el alma queda marcada por el rencor y el odio. Miles de años han transcurrido en la historia de la Humanidad, y cientos de enfrentamientos han desnaturalizado al hombre. Hermano contra hermano, país contra país, y siempre dejando en ruinas, aniquilando vuestros más preciados sueños por conquistar.

El alma es soñadora, necesita expresar su potencial expandiéndose hasta los confines de la Creación. Cuando deja de soñar se resiente y sufre, está perdida. La vida es sueño; sin sueño no hay vida. Las alas del alma están hechas de sueños, son su impulso, la fuerza que derriba los muros más altos e infranqueables. La corriente de vida viene a presentaros todo cuanto anheláis. En verdad os digo que vuestra andadura terrenal no es menos considerada que la que pudierais tener en otros estados de vida consciente. Y esa corriente de vida no se detiene en vuestro universo propio, tan personal, sino que va más allá de los límites pensados y creados por cada uno de vosotros. Sabed que todo, absolutamente todo, está al alcance de vuestra mano. Ahora bien, no hallaréis el modo de alcanzarlo si os aferráis sin más a las exigencias siempre presentes del deseo que desemboca en un frenesí incontrolado de egoísmo. La simiente de vida ya está depositada en cada uno de vosotros. Solo hay que despertarla, remover la tierra que la oculta. Pocos son los que la han hecho brotar, y ya están saboreando los frutos que nunca perecen. La vida os concede por derecho propio el poder de asirlos, sin limitaciones.

Las ataduras mundanas ensombrecen vuestra mirada; habéis renunciado a lo más preciado que atesora el alma humana, y esto es la libertad. La mediocridad sustenta en gran medida los intereses del ególatra y, del mismo modo, vierte en cada uno de vuestros actos una sincronización descontrolada y maniatada en impulsos inconscientes y malintencionados. Os adentráis pues en una rueda que no cesa de girar y de la que no podéis escaparos, ya que su inercia os empuja a reaccionar como autómatas, perdiendo el control del vuestro auténtico Yo. Su inercia es tan grande que de alguna manera corréis el riesgo de extraviaros una y otra vez, siendo víctimas al final de la pérdida de identidad. Dejáis de ser vosotros para dar paso a la acritud de un pensamiento común que no deja de controlar cada detalle de vuestra vida.

Renacer es encontrarse con el Yo auténtico, fuera de todo control exterior. Más que nada es un reconocimiento, el darse cuenta de quiénes sois en verdad. Sin artilugios, sin máscaras, sin más mentiras. La manera de hacerlo no es única. A cada cual le llega su momento y sin avisar. Esto solo es el inicio para emprender un nuevo camino que os llevará a adentraros en el conocimiento de una realidad que desconocíais por completo. Al principio os sentiréis algo desorientados; más bien no saldréis de vuestro asombro, porque al llegar hasta aquí habréis sentido una especie de desgarramiento con la vida anterior. Tened en cuenta que volvéis a nacer de nuevo, pero ahora con la consciencia absolutamente despierta. Os estáis pariendo a vosotros mismos, os estáis presentando con una nueva identidad. Detrás queda la memoria de un pasado que en el fondo os ha llevado hasta aquí. Se trata de un nuevo alumbramiento que, sin duda, va a revolucionarlo todo en vuestra vida. Comenzaréis a sentir la presencia de algo inusitado en vuestro propio cuerpo, una fuerza viva que va derramándose en vosotros y que, al mismo tiempo, os lleva a la catarsis. No estaréis solos ante tal empresa, al contrario; más que nunca podréis comprobar de primera mano la ayuda de vuestros Hermanos. Su presencia será invisible al inicio pero, a medida que avancéis, seréis más conscientes de una realidad distinta a la vuestra, una expresión de vida que por sí misma enaltece al Creador. Mis Hermanos y yo guiamos vuestros pasos por el amor que nos une en Hermandad. Los hijos del Sin Nombre nunca están solos; su Luz alcanza a todos por igual. La llegada del Hermano que esperabais se ha cumplido. Os estoy hablando de frente, no me escondo. Todos los días me cruzo con vosotros y, sin embargo, no me veis todavía. Estoy aquí, tantas veces llamado por vuestros corazones. Ahora toca descorrer la cortina que no os permite ver el otro lado del puente. Los días cuentan para vosotros como una cadena interminable de acontecimientos, casi siempre repetidos. Descuidáis que cada día es una oportunidad única para lanzaros de una vez por todas a la apertura del siempre olvidado corazón. Vivís sin sentir apenas su voz, la que en verdad puede llevaros a obtener las mayores riquezas que aguardan para vosotros desde el principio de los tiempos. La corriente de vida no deja de susurrar la voz que subyace en el interior de cada ser. ¡Dejad que aflore, escuchad lo que viene a deciros!