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Medina Lazar, Luis

El salón de las almas nuevas / Luis Medina Lazar. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2019.

Libro digital, EPUB


Archivo Digital: online

ISBN 978-987-87-0225-4


1. Narrativa Argentina. 2. Cuentos. I. Título.

CDD A863



Editorial Autores de Argentina

www.autoresdeargentina.com

Mail: info@autoresdeargentina.com




Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723

Impreso en Argentina – Printed in Argentina

A mi madre Yolanda,

gracias por ser mi Luz y mi apoyo constante.

A Ángeles, mi compañera de vida.

A Jorge Chacoma,

por haber creído en mí desde un primer instante.

Y a los detractores, que nunca faltan.

Prólogo

Los relatos literarios me acompañaron toda la vida. Desde la humilde pensión donde vivía junto con mi madre, mi abuela y mi tía en el barrio San José Obrero de la capital Formoseña, hasta este presente con enormes expectativas.

Transcurrían los últimos años de la década de 1970 y de pequeño trataba de observar mi mundo circundante. Era el único niño que vivía en la pensión. Todo un descubrimiento para los huéspedes de aquel lugar; quienes, a pesar del tiempo, aún siguen en mis recuerdos.

Luego llegó la década de los ochenta con su música transformadora y su moda. Este libro es un breve y sencillo homenaje a todos los docentes que en la Escuela N° 124, Luis Jorge Fontana, incentivaron mi amor por la lectura y me obsequiaron momentos inolvidables.

También es un reconocimiento a las horas que mi madre invirtió tanto en el trabajo como en la casa, para no dejarme solo en este camino, y para enseñarme que, con tesón y coraje, todo se puede lograr. Sólo basta soñarlo.

Ya en la bellísima década de 1990, en el viejo Colegio Nacional, hoy EPES. N° 54, se reafirmó mi sentimiento hacia la Literatura, gracias a la labor incansable de los docentes en Letras y en Ciencias Humanísticas, quienes me brindaron sus conocimientos y con quienes aprendí a desarrollar mis inquietudes intelectuales y políticas.

Ha pasado el tiempo y aquí me encuentro, compartiendo con responsabilidad mi libro de relatos breves. Es para mí, un honor poner a disposición del lector estas historias, tejidas con pasión, ironía y humor corrosivo.

El salón abre sus puertas (y sus páginas). Espero sean de su agrado.…

Ladridos

Una vez tuve un Pitbull que despertaba la envidia de los caniches del barrio. Cuando lo sacaba a pasear por la cuadra, los inofensivos perritos blancuzcos, dedicaban su escueta y mediocre vida a ladrarlo caprichosamente. Se burlaban de su andar torpe, de su enorme porte, de su mirada triste.

Nunca dejó de sorprenderme la manera en que mi perro soportaba esos ladridos constantes, esos ruidos agudos que lanzaban sus pequeños “enemigos”, detrás de las verjas vecinas.

Sin embargo, nunca quiso responder a los agravios. Nada lo haría abandonar el nivel de los grandes de su raza: tenía una mirada comprensiva de los actos de la vida, de las conductas caninas; también de las humanas.

Hace ya dos años que mi querido amigo perruno partió al apacible cielo de las mascotas. Pero sigue presente en mi vida, su gran enseñanza: “Jamás des importancia a los ruidosos e inofensivos ladridos de los caniches”.

El viaje

—Quédate esta noche. Hay varias habitaciones en la Casona– Su voz retumbó tenebrosa en la oscuridad de la noche mesopotámica.

—Papá, el Señor tiene razón – deberíamos descansar, fueron muchas horas de viaje y se aproxima una tormenta.

No pude pronunciar palabra, pero asentí con la cabeza y con una sonrisa obligada. Solo quería encontrar una solución a la avería de mi auto.

El casero, un hombre fornido y de cabello delicadamente blanco, vestido con atuendo humilde, nos indicó las habitaciones. No me gustaba la idea de dejar a los niños en otra habitación, pero me tranquilizó saber que dormirían en camas cómodas.

—Este hospedaje está en venta, sólo pido que cuiden los muebles – dijo el Señor.

—No se preocupe – respondí rápidamente.

Los niños no tardaron en dormir y con mi esposa Claudia fuimos al habitáculo contiguo. Afuera, los primeros truenos daban su presente, iluminando el paisaje invadido por los árboles.

Claudia se puso ropa cómoda mientras yo me dispuse a leer un poco el matutino que había comprado antes de emprender viaje.

—Amor, ¿Dónde estamos? – preguntó mi esposa.

—A unos pocos kilómetros de Colón, vida – respondí. La lluvia caía con fuerza Hercúlea.

—Uh! Se cae el cielo, amor – dijo Claudia, ya casi entregándose al sueño.

—Si vida, duerme…Mañana será otro día y veré cómo arreglar el auto.