DARWIN Y HUMBOLDT: DIÁLOGOS Y CORRESPONDENCIA1


Miguel Ángel Puig-Samper

Armando García González

Sandra Rebok2


Al estudiar el trabajo de un científico, no solo debe verse y valorarse su contribución a la ciencia desde el enfoque de hoy día; de igual interés puede resultar la mirada hacia él de un contemporáneo suyo, con su particular enfoque y moviéndose en otras coordenadas históricas. Esta mirada revela la percepción de una persona así como su obra en una época determinada, la repercusión de sus ideas entonces y, además, nos brinda interesantes pistas para comprender su labor científica dentro del marco de la historia de las ideas. En el siguiente estudio se aplicará esta idea al caso del viajero y científico prusiano Alexander von Humboldt y el naturalista británico, no menos conocido, Charles Darwin. Será analizado tanto el contacto entre ambas personalidades como la mirada al otro científico que se refleja en las obras y en la correspondencia de cada uno de ellos. Este contraste puede resultar de particular actualidad en un año en el que se conmemora tanto el segundo bicentenario del nacimiento de Charles Darwin, como los 150 años de la muerte de Humboldt en 1859, siendo éste también el año en el que se publicó El origen de las especies3.

Es bastante conocida la cita de Charles Darwin en que hace referencia a las obras de Alexander von Humboldt (1769-1859) y a la del astrónomo John Frederick William Herschel (1792-1871 )4 como las que más influyeron en su motivación por realizar un viaje que le permitiese hacer contribuciones científicas y al propio tiempo satisfacer sus aficiones naturalistas. Pero hay que tener en cuenta que en la época en que Darwin efectúa su viaje existe un vasto conocimiento aportado por viajeros y expediciones a diversas regiones del globo, realizadas desde el siglo XVIII por ingleses -el caso más célebre fueron los viajes del capitán James Cook-, franceses, españoles, alemanes y rusos. La literatura de viajes tenía además mucha aceptación no sólo por naturalistas sino también por el público en general.

Las dos obras en cuestión las leyó Darwin mientras cursaba su último año en Cambridge en 1831. La primera que menciona es la narración del Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente, que Humboldt había publicado en francés entre 1805 y 1834, y cuya versión en inglés se publicó con el título de Personal Narrative en 1818-1819. Un ejemplar de esta obra fue regalado a Darwin por el botánico, profesor y amigo suyo, John Stevens Henslow5. Darwin copió y leyó pasajes de esa obra al propio Henslow y a otros amigos, en los que Humboldt habla de los paisajes y vegetación de Tenerife (Darwin: 1997), así como de su ascensión al Teide. Desde entonces Darwin soñó con visitar las islas Canarias. Con esa intención comenzó a estudiar español6 e incluso conversó con un comerciante londinense, informándose de los buques que visitaban esas islas. El plan de Darwin, que en principio pensaba efectuar en junio de 1832, pareció de repente posible con su incorporación al Beagle en septiembre de 1831. Posible parecía también emular el periplo realizado por el geógrafo berlinés, que había recorrido además de las Islas Afortunadas, España, Cuba, México, Venezuela, y otras regiones de América. Humboldt fue además una de las personalidades científicas citadas por Darwin en diversas obras de este último, como en su diario de viaje Viaje de un naturalista alrededor del mundo, así como en sus obras El origen de las especies, El origen del hombre, La variación de los animales y las plantas bajo domesticación etc., pero también en su correspondencia con otros científicos (Barret/Corcos: 1972).

Sin embargo sólo se han conservado dos cartas intercambiadas entre estos dos prominentes naturalistas: Humboldt por su parte citó a Darwin en su magna obra Cosmos (2004) haciendo referencia en especial al Diario de un naturalista de este último. Ambos llegaron a encontrarse el 29 de enero de 1842 durante un desayuno en casa del geólogo Sir Roderick Murchison (1792-1871), pues el famoso berlinés mostró deseos de conocer al célebre inglés. Según narra el propio Darwin se sintió desilusionado porque esperaba demasiado de aquél, y tan sólo recordaba de esa entrevista que Humboldt hablaba mucho y estaba muy animado (Darwin, 1997: 110-111). Al concluir su viaje, Darwin consideró que había agotado sus ideas repasando las narraciones de Humboldt, cuyas descripciones superaban a cuanto de más mérito había leído (Darwin, 1997: 421).


EL INTERÉS DE DARWIN POR LAS OBRAS DE HUMBOLDT


Tanto la narración del viaje de Humboldt, como la obra de Herschel, Discurso preliminar sobre el estudio de la filosofía natural publicada en inglés en 1831, hicieron exclamar a Darwin que «ni una docena de otros libros influyó tanto en él» (Darwin, 1997: 82-83). Herschel escribió sobre astronomía, filosofía natural y otras diversas materias7, asimismo realizó aportes en el campo de la fotoquímica, siendo uno de los pioneros de la fotografía. Darwin llegó a conocerlo y cenó con él en la casa de éste en el Cabo de Buena Esperanza y posteriormente en la de Londres (Darwin, 1997: 110-111). Se encontraron en diversas ocasiones, pero era un hombre tímido y no hablaba mucho. Le recordaba sin embargo como un hombre eminente. Entre la correspondencia de Darwin hay una carta a Herschel, de 23 de mayo de 1861, en la que el naturalista le da las gracias por en envío de la Geografía física, y comenta con él cómo las observaciones en el mundo natural le inclinan a desechar la idea de un «diseño inteligente»8.

Humboldt estuvo presente en la mente de Darwin antes y durante su viaje en el Beagle. En abril de 1831 escribe a su primo segundo el clérigo y naturalista William Darwin Fox, comentándole su obsesión -«hablo, pienso y sueño»- por visitar las islas Canarias, especialmente Tenerife que Humboldt escribió como un sitio hermoso9. Al mismo tiempo escribía a su hermana Caroline expresándole que leía a Humboldt y mostraba su entusiasmo por visitar el Teide y contemplar el gran árbol del drago10. En julio de ese mismo año notifica a su amigo Henslow que está leyendo y releyendo a Humboldt en relación a Canarias y repite su intención de ver el famoso drago descrito por el sabio prusiano11. Poco antes de salir, en el propio mes de septiembre de ese año, encarga a su hermana Susan que busque entre otros algunos trabajos de Humboldt sobre las líneas isotermas12, y consulta con el vicealmirante Robert FitzRoy (1805-1865) la conveniencia de llevar algunos libros, entre los que se menciona explícitamente «su Humboldt»13. Unos meses más tarde pide a Catherine Darwin que vea con su hermano Erasmus la posibilidad de enviarle los Cuadros de la Naturaleza, de Humboldt14. Erasmus contestó un mes después a Charles manifestándole que tenía los Fragmentos de Geología y de Climatología Asiática (1831), y que el octavo volumen de la Personal Narrative no había sido publicado15. Charles piensa en él cuando no puede desembarcar en Tenerife a causa de la cuarentena que se quiso imponer al buque debido a la epidemia de cólera que hacía estragos en Europa en los años de 1831 y 183216. También lo recordó a su llegada a Bahía, en Brasil, ante la esplendorosa naturaleza americana, y en especial al tratar acerca de las rocas sieníticas que aquél había observado en el Orinoco. Desde allí escribe Darwin a su padre, describiéndole la hermosa vegetación que contempla y luego le recomienda -para que tenga una idea de los países tropicales- que lea a Humboldt, saltándose las partes científicas, a partir de la llegada de éste a Tenerife17. Con ese mismo entusiasmo y por esa misma época -en mayo-junio de 1832- envía también a Henslow una carta desde Río de Janeiro para decirle que antes sentía admiración por Humboldt, pero ahora casi le adora, ya que sólo él brinda una noción aproximada de las sensaciones que brotan en la mente al entrar por vez primera en los trópicos18. Ese mismo entusiasmo se traduce en una carta que envía a Fox desde la bahía de Botafogo19. En este escrito confiesa llegar a enloquecer ante la maravillosa idea de que camina por un mundo nuevo. Como el célebre alemán, también Darwin describe la constitución granítica que observa allí, haciendo comparaciones y estableciendo analogías y diferencias del mismo modo como Humboldt. Por ese entonces el matemático John Maurice Herbert, pese a la modestia de Darwin, le vaticinaba un puesto entre los grandes hombres como Georges Cuvier y Humboldt20. Un deseo que compartía William D. Fox que quería oír asociados los nombres de Darwin y Humboldt al hablar de las regiones tropicales21. Desde Valparaíso insistió Darwin en la exhuberancia del paisaje tropical cuya descripción era prácticamente imposible hasta en su admirado Humboldt, de manera que en sus palabras sólo un escritor persa podría hacerle justicia a este paisaje. Con ironía llega a decir que si se llegase a describir ese paisaje adecuadamente en Inglaterra, su autor sería acusado de ser el «abuelo de todos los embusteros»22.

Por otra parte, es tanta la identificación de Darwin con Humboldt, que la hermana de aquél, Carolina, al leer parte del diario de Charles, le atribuye el emplear el mismo estilo florido con expresiones francesas que el sabio prusiano, y cree mejor que utilice su propio estilo sencillo, directo y natural23. Esta forma de describir la naturaleza al modo humboldtiano fue advertida también por el editor Hermann Kindt, tal como éste le manifiesta al propio Darwin en septiembre de 186424. Todavía en 1865 Darwin sigue refiriéndose a la influencia de la obra de Humboldt al comentar con el naturalista y codescubridor de la selección natural Alfred Russel Wallace (1823-1913) la importancia de los diarios de viaje en el desarrollo del gusto por la historia natural25.

Incluso, al final de su vida, por 1881, Darwin le decía a su amigo el botánico Joseph D. Hooker que «Humboldt era el mayor científico viajero que jamás había existido»26.


HUMBOLDT EN LA CORRESPONDENCIA DE DARWIN


Además de las citas ya comentadas, es posible encontrar en la correspondencia enviada por Darwin o en la dirigida a éste diversas referencias a Humboldt27. Como ya se dijo sólo se conserva una carta del primero al segundo, donde le envía una serie de datos de temperatura en el mar de las Galápagos, el Sur del Pacífico y las islas Abrojos28, en respuesta a la carta que Humboldt le había mandado. Darwin le refiere que ha copiado una y otra vez y lleva siempre en su mente las descripciones de la Personal Narrative de Humboldt.

Después de su regreso del viaje del Beagle, Darwin comentó con otros científicos asuntos relacionados con Humboldt o su obra. Por ejemplo, en abril de 1837 Darwin en carta destinada al zoólogo Leonard Jenyns le refiere la posibilidad de utilizar la ayuda de otros naturalistas, así como la búsqueda de los fondos necesarios y el formato de publicación de la zoología del viaje del Beagle. Cuestión esta última para la que tomaba como modelo la zoología de Humboldt29. Jenyns era cuñado de Henslow, y publicó diversos trabajos zoológicos; se ocupó de la descripción de los peces en la Zoología del Viaje de H. M. S. Beagle. Había estado a punto de aceptar la oferta de la plaza como naturalista en el Beagle, que ocuparía Darwin.

También en su correspondencia con otras personalidades Darwin se refirió al sabio prusiano. Así en octubre de 1839 escribió a John Washington, Secretario de la Real Sociedad Geográfica, agradeciéndole que le hubiese remitido la cita muy elogiosa de Humboldt en el artículo de éste publicado en el Journal of the Royal Geographical Society of London30 sobre el Diario del Beagle. Darwin le expresó que estaba muy satisfecho por el reconocimiento científico de Humboldt al que siempre había admirado, siendo él un autor joven31. A este mismo Washington le solicitó Darwin la forma de dirigirse a Humboldt, bien directamente o a través del rey de Prusia32.

Con su amigo el botánico Henslow trató acerca de otros asuntos en que estaba involucrado el sabio berlinés. Por ejemplo, en noviembre de 1839 Darwin escribe a Henslow comentándole el interés de Humboldt en el estudio de la «curiosa colección de plantas» de las islas Galápagos por parte de Henslow. Darwin comparte la idea de Humboldt en cuanto a lo interesante y útil que sería realizar este trabajo33. Algo que le reitera algunos años más tarde al propio Henslow34 y a Joseph D. Hooker35. A este último le dice además, al agradecerle el envío de un dibujo de Humboldt, que veneraba al sabio alemán desde que pudo conversar con él en Londres; y estaría aún más agradecido si tuviera su retrato36. Sabemos por una carta posterior de Darwin a Hooker que entre otras cosas discutió en este encuentro londinense con Humboldt sobre la influencia del clima y del suelo en la diversidad de la vegetación. Allí comentaba Darwin cómo Humboldt le había hablado del río Obi en el noreste de Europa en cuyas orillas aparecían floras muy distintas a pesar de que el suelo y el clima eran los mismos; lo que parecía indicar que había otras causas para esta variación37. Este tema de la limitación de migraciones en algunas áreas naturales como la del Obi, aparecía unos años más tarde en una carta que Hooker enviaba a Darwin38. Hay que tener en cuenta que Hooker había estudiado en su viaje al hemisferio sur y a la Antártica las floras de diversas regiones; propuso la hipótesis de que las floras meridionales parecían derivarse de la primitiva flora antártica; ofreció valiosa información acerca de la distribución geográfica de los seres vivos, le envió plantas para su invernadero, leyó sus trabajos botánicos e hizo reseñas favorables de algunos de ellos. Hooker realizó también un viaje de tres años a la región del Himalaya.

Otro de los científicos con que trató Darwin acerca de los criterios de Humboldt fue William Hallowes Miller (1801-1880), Miller era profesor de mineralogía, con su ayuda Darwin, a su regreso del viaje del Beagle, había examinado durante tres meses las rocas que había recolectado a lo largo de dicho viaje. En noviembre de 1833 Darwin le había escrito, refiriéndose a las observaciones barométricas realizadas por el capitán King en Tierra de Fuego, que habían sido citadas por Humboldt al ofrecerle las observaciones realizadas por B. J. Sulivan en las islas Falkland39.

También tuvo correspondencia con el geólogo David Milne-Home (1805-1890), a quien Darwin comentó en febrero de 1840 su trabajo sobre el terremoto de febrero de 1835 en Chile y la posible conexión entre terremotos en diferentes partes del mundo, especialmente en América del Sur. Darwin parece no estar muy de acuerdo con la opinión de Humboldt sobre la relación de Sabrina en las Azores y la actividad subterránea en América del Sur40.

A su profesor, el naturalista -y luego opositor de la teoría evolucionista de Darwin- Richard Owen, Darwin le comentó, en agosto de 1841-42, las dudas de Cuvier acerca de la existencia de elefantes fósiles o mastodontes en América del Sur a la vista de los ejemplares recogidos por Humboldt en el Alto Perú41.

También Darwin destacó el interés de Humboldt por la traducción al alemán del Diario de viaje del primero. En julio de 1843 Darwin escribe a Ernst Dieffenbach agradeciéndole su interés por traducir esta obra a instancias del químico alemán barón Justus von Liebig y Humboldt42, circunstancia que Darwin comentó orgulloso a su amigo Joseph D. Hooker al año siguiente43.

l Es precisamente con su amigo Hooker con el que más referencias hizo al sabio prusiano. En enero de 1845 Darwin le comentaba que el geólogo Charles Lyell le había recomendado escribir «al gran Humboldt» para preguntarle sobre «el pequeño Devilbach44. También, ante la posibilidad de que Hooker visitara a Humboldt en París (algo que sucedió el 30 de enero de 1845), Darwin le solicitaba que comunicase a Humboldt la gran influencia que había tenido su Personal Narrative en el curso de su vida,además de preguntarle por datos concretos como lo ya mencionado acerca del río Obi45. En efecto, sabemos por la siguiente carta de Hooker a Darwin que Humboldt le había dado los datos correspondientes a la distribución de diferentes especies vegetales en ambas orillas de ese río situado en los Urales. Además de presentarle, para asombro de Hooker, las primeras pruebas de la obra sintetizadora de Humboldt, el Cosmos, en el que el sabio prusiano pretendía dar a conocer el estado presente de la astronomía física y la historia natural. Hooker consideraba que Humboldt era un hombre aún lucido, vigoroso y extraordinario, pero que le gustaba más hablar de sus propios trabajos y poco de los ajenos a no ser que le preguntase específicamente, indicando al propio tiempo que debía estar reuniendo más materiales para nuevas investigaciones. Además, Hooker expuso a Darwin la poca preocupación de los botánicos franceses por la distribución geográfica de las plantas frente a los trabajos de anatomía y fisiología vegetal. En contra de algunas opiniones de Humboldt, Hooker reafirmaba con Darwin la importancia de las migraciones como causa fundamental de la dispersión y la difusión de las especies, llegándose a definirse él mismo como un buen migracionista46. En una carta de contestación, al mes siguiente, Darwin se alegraba del trato recibido por Hooker de parte de Humboldt, así como de los comentarios de este último sobre las migraciones de plantas o de las creaciones dobles47. Hooker a su vez declaraba en abril de 1845 a Darwin su admiración por Humboldt y Brown como creadores de la geografía botánica como ciencia, al estudiar las diferentes proporciones de los distintos grupos de plantas en diversas localidades y la relación entre floras, de diferentes regiones48. En julio de 1845 Hooker habla a Darwin sobre las traducciones del Cosmos, comenzando con su sorpresa por la no autorizada de Hyppolite Bailliere, realizada por el médico cirujano, de la Bristol Medical School, Augustin Prichard en 1845-48, así como de la autorizada llevada a cabo por Elizabeth J. Sabine (1846-48), elegida por el editor de Darwin, John Murray, tras haber declinado la oferta de traducción Sarah Austin49. Darwin estaba interesado en cuál era la mejor traducción del Cosmos de Humboldt, asunto por el que le pidió consejo a Hooker por esa misma fecha50. Éste le contestó en septiembre de 1845 diciéndole que la traducción de Prichard era execrable, que no entendía muchas páginas, que no merecía la pena comprarla, aunque le previno que podía estar equivocado en su juicio. En la misma carta decía que había sacado la misma puntuación que el otro candidato para la cátedra de Edimburgo (John Hutton Balfour) a pesar de los avales de Brown y Humboldt con los que contaba Hooker51. Algo que irritó profundamente a Darwin cuando tuvo conocimiento de la injusticia que se estaba cometiendo con su amigo Hooker, a quien consideraba uno de los principales botánicos europeos de ese momento; y agrega que le gustaría examinar con él el Cosmos de Humboldt52. A pesar del juicio negativo de Hooker sobre la traducción del Cosmos, Darwin le escribió pidiéndole un ejemplar para sacar sus propias conclusiones, algo en lo que insiste un mes más tarde53, hasta recibir por fin el ejemplar deseado del Cosmos que Darwin juzgó de pésimo estilo54. Además Darwin se mostró en bastante desacuerdo con esta obra de Humboldt aunque consideró que algunas partes eran admirables, si bien algunas otras eran repeticiones de su Personal Narrative y no había muchas novedades; tiene presente las citas de Humboldt sobre el diario de Darwin55. En el mes de noviembre Darwin le devolvió el ejemplar del Cosmos en su traducción inglesa de Prichard56. Un año más tarde Hooker le preguntaba a Darwin si había visto la nueva traducción del Cosmos realizada por Elizabeth Sabine que había reemplazado la de Prichard57, cuestión a la que Darwin contestó en octubre de 1846 que pensaba comprarla58. Tres años más tarde, Darwin informaba a Hooker de su interés por leer la nueva traducción de Sabine de los Cuadros de la Naturaleza de Humboldt, que no llegó a leer hasta 185259.

En diversas cartas de Hooker a Darwin el primero hizo referencia a varios asuntos en relación con el viaje que hizo Hooker al Himalaya en 1847 para el cual Humboldt le dio diversas orientaciones. Entre estos asuntos que Hooker analizó con Darwin posteriormente se encontraban las opiniones de Humboldt sobre el sistema montañoso del Himalaya60. Asimismo, en 1854 Hooker comentaba a Darwin el enfado de Humboldt sobre la reseña aparecida en The Quaterly Review61 hecha por el médico Henry Holland, un primo lejano de Darwin y en ocasiones su médico, aunque sin firma. Le comentaba además que aún no había recibido el libro del propio Hooker sobre el Himalaya62. En marzo de ese año Darwin le decía a Hooker que estaba ansioso por ver los comentarios de Humboldt sobre el libro Himalayan Journals or Notes of a naturalist (1854) de Hooker, dedicado a Darwin, precisamente por los temas comunes tratados por ambos; asimismo le apuntaba la autoría de Holland de la referida reseña, si bien aclarándole que a éste último probablemente no le gustaría que ello se difundiese63. Los comentarios de Humboldt los recibió Darwin de una carta copiada por la esposa de Hooker y enviada a Darwin; este último ratifica a Hooker que un día será uno de los principales botánicos europeos64.

En mayo de 1848 en carta a Edward Cresy, Darwin afirmaba que seguramente Cresy tenía razón en sus juicios positivos sobre el Cosmos, aunque Darwin confesaba ser incapaz de apreciar los méritos del segundo volumen de esta obra por no estar interesado por los temas de anticuarios como las antigüedades, confesión muy audaz según el propio Darwin, dado que se estaba dirigiendo a un miembro de la Society of Antiquaries. Consideraba que los análisis anticuarios eran desproporcionados en relación al resto del libro y difícilmente compatibles con una visión general del universo. A pesar de esto Darwin estimaba muy buena la revisión del Cosmos hecha por Herschell en la Edinburgh Review en 1848 que valoraba la obra muy favorablemente por los grandes conocimientos de Humboldt65.

En agosto de 1845 Darwin le recomienda a Lyell que busque en esta obra el asunto de las creaciones simples o múltiples, tema que Humboldt había analizado con Hooker66. En octubre de ese mismo año Darwin escribe a Lyell lo siguiente:


«¿Ha leído usted el Cosmos ya?: La traducción inglesa es horrible y las descripciones semi metafísico-poéticas en la primera parte son casi inteligibles; pero pienso que el examen volcánico bien merece vuestra atención, me ha asombrado por su vigor e información. Me apena encontrar en Humboldt un adorador de Von Buch, con su clasificación de volcanes, cráteres, etc., etc. y atmósfera de ácido gas carbónico. Él es en cambio un hombre maravilloso»67.


En 1849 Darwin le manifestaba a Lyell su interés por analizar con él su «conjetura» sobre los cráteres de elevación con la que el primero intentaba explicar la formación de montañas mediante elevaciones lentas; teoría que procedía remotamente de la propuesta de Humboldt, reformulada más tarde por Leopold von Buch y Elie de b Beaumont68. Unos años más tarde Darwin recomendaba a Lyell la lectura del libro de Henry Walter Bates publicado en 1863 sobre el Amazonas como el segundo libro en importancia después de Humboldt en la descripción del bosque tropical69. Y en 1866 le habla acerca de la presencia de ciertos géneros de plantas a diferentes alturas y temperaturas en la Silla de Caracas y algunas latitudes de la cordillera andina, siguiendo d las referencias de las obras de Humboldt y Bonpland70. En 1852 en una carta dirigida a la Royal Society de Londres, para comentar un trabajo de Daniel Sharpe sobre los esquistos metamórficos, Darwin se mostraba partidario de las observaciones de Humboldt sobre la dirección de estos esquistos como s resultado de una fuerza, hasta el punto de servir como brújula a la gente al atravesar c los bosques en Nueva Gales del Sur71.


HUMBOLDT EN LAS OBRAS DE DARWIN


Como ya se ha dicho, Darwin se refirió a Humboldt en sus obras principales, como una de las autoridades más relevantes de su época72. Además de lo ya expresado, sabemos que el inglés citó al alemán sobre diversos temas: por ejemplo acerca de las rocas sieníticas de las cataratas del Orinoco, del Nilo y del Congo que estaban cubiertas por una sustancia negra y al parecer pulidas con plombagina73; también acerca de la formación llamada por Humboldt de gneis-granito para referirse a la colinas de forma cónica (Darwin, 1978: I, 57); de los grandes hormigueros cónicos de doce pies de altura, que llaman mucho su atención, lo que hace que la llanura se parezca a los volcanes de lodo del Jorullo, descritos por Humboldt. También le trajo a colación en Río de Janeiro en cuanto a los ligeros vapores, señalados por el alemán, que en los climas tropicales hacen más armoniosos los colores y suavizan los contrastes, y que no se dan en los climas templados74. Del mismo modo recogió la cita de Humboldt sobre el letargo de los cocodrilos y las boas75. Tras visitar las minas de plata en Coquimbo y hacer un recorrido después por diferentes poblaciones y sitios, describiendo las zonas, sus fundiciones de cobre y otros productos, Darwin llegó al valle de Copiapó donde se alojó en una hacienda perteneciente a otro inglés que le acogió con gran amabilidad. Pasó unos días en ese lugar, explorando todo el valle y reflexionando sobre los terremotos y las opiniones de Humboldt al respecto, y recogiendo conchas y maderas fósiles, muy abundantes allí. Algunas opiniones al respecto de esas conchas fósiles, eran demandadas de Darwin por los pobladores, preguntándole si no eran formadas por la naturaleza que las producía, como pensaban en Inglaterra un siglo antes.

Cuando Darwin visitó la costa del Perú eran muy abundantes las fiebres producidas, según se creía, por los miasmas o emanaciones que procedían de las zonas pantanosas. Los alrededores del Callao, estaban cubiertos por hierbas y pequeños estanques de agua detenida, donde esos miasmas eran abundantes; algo que también sucedía en la villa de Arica, pero allí se habían desecado los estanques mejorando la salubridad. Darwin concluye que los miasmas no siempre eran engendrados por un clima extremo y una vegetación exuberante, dándose el caso que países con esas condiciones, como el Brasil, tenían menos problemas de insalubridad. Después de varias semanas de ocurrir las lluvias era frecuente ver como el aire envenenaba, e indígenas y extranjeros estaban sujetos a los accesos de fiebre gran parte del año. Lo cual no sucedía en las islas Galápagos, por ejemplo, donde el aire era muy sano. Al respecto cita los criterios de Humboldt, sobre que los pantanos más insignificantes eran los más peligrosos porque, como sucedía mucho en Veracruz y Cartagena se elevaba demasiado la temperatura del aire76. Como en la costa del Perú no ascendía tanto la temperatura, las fiebres no eran tan perniciosas, pero dormir en la costa era el mayor peligro; siendo menor si se dormía en el buque. Darwin se preguntaba si era por el estado del cuerpo durante el reposo o porque los miasmas se desarrollaban más durante la noche.

Del mismo modo hizo algunas anotaciones acerca de una antigua fortaleza existente en el Callao o sobre las condiciones del puerto o de los pobladores que ofrecían todos los tintes intermedios entre los europeos, los negros y los indios. Lima situada a siete millas de Callao poseía una pendiente muy suave que la hacía más elevada que el puerto, como ya había hecho notar Humboldt77. Estaba prácticamente en ruinas, las calles sin pavimentar y con montones de inmundicias arrojadas de las casas, donde los gallinazos o aves carroñeras buscaban trozos de carne podrida.

Darwin probó la carne de los lagartos, como de las tortugas, recordando las palabras de Humboldt acerca de lo mucho que los habitantes americanos la apreciaban.

En El origen de las especies hay asimismo diversas referencias a Humboldt por parte de Darwin. Así, por ejemplo, lo cita en relación con las extensas zonas desnudas -desprovistas de estratos- como la región granítica de Parima, diecinueve veces tan grande como la de Suiza (Darwin, 1983: 318). También lo menciona en conexión con la distribución geográfica de las plantas, y específicamente de géneros de plantas características de la Cordillera, pero que se encuentran en la Silla de Caracas78.

Algunas alusiones a Humboldt están presentes asimismo en La variación de los animales y las plantas de Darwin. Ellas se refieren a la mención del alemán de un papagayo de América del Sur que hablaba la lengua de una tribu extinta (Darwin, 2008, II: 623); la otra se refería a la supuesta inmunidad de los blancos nacidos en la zona tórrida ante el ataque de la nigua o Pulex penetrans, no así para los blancos europeos79, y la última tiene que ver con el carácter de los zambos. Esta última es de gran interés pues revela uno de los pocos prejuicios que mostraron ambos científicos.


DARWIN EN LOS ESCRITOS DE HUMBOLDT


El 18 de septiembre de 1839 Alexander von Humboldt se dirigía a Darwin para felicitarle por la publicación de su Diario de viaje a bordo del Beagle, en una carta que era conocida desde 1972, además incorporada al repertorio de la correspondencia de Darwin de la Universidad de Cambridge con el número 534 y ahora damos a conocer en español (Barret/Corcos, 1972). Humboldt expresaba su emoción por la lectura de aquel texto que Darwin calificaba simplemente como el «Diario de un naturalista». Además se mostraba orgulloso por haber podido influir en esta obra, ya que en su opinión una obra era buena si hacía surgir otras mejores, algo que a él mismo le había sucedido con la del abuelo de Charles Darwin, Erasmus, que sin duda había influido con su Zoonomía en su obra en la época en que Humboldt se interesaba por la excitación de las fibras nerviosas mediante estímulos eléctricos.

Respecto a asuntos científicos concretos que le hubieron parecido a Humboldt de interés en la obra de Darwin, no escatimó alabanzas por el número de nuevas e ingeniosas observaciones sobre la distribución geográfica de los organismos, la fisionomía de las plantas, la constitución geológica del suelo, las antiguas oscilaciones, sobre la vegetación verde y húmeda de los páramos, sobre los hallazgos de osamentas del mundo primitivo, la alimentación de los grandes paquidermos, sobre la antigua cohabitación de animales separados hoy día por enormes distancias, sobre el origen de las islas de coral, sobre los fenómenos que presentaban los glaciares que descendían hacia el litoral, sobre la tierra congelada cubierta de vegetales, sobre la causa de la ausencia de bosques, sobre la acción de los terremotos y sus relaciones con el medio ambiente, etc., un sinfín de observaciones que maravillaron al sabio prusiano, que llegó a comparar este diario del naturalista inglés con el del naturalista Johann Reinhold Forster (1729-1798), alabando páginas concretas de Darwin y el bello final, expresión de calma moral en un alma pura y benévola. Humboldt comparte algunas consideraciones curiosas que Darwin presentaba en su excelente obra sobre la mezcla de formas tropicales y polares que aparecían en la América austral. Asimismo, las reflexiones de Darwin acerca de la posibilidad de la existencia de grandes paquidermos en un clima no continental, sino insular parecido al de América austral eran excelentes, en opinión de Humboldt, quien había vivido tanto tiempo en esos páramos donde la temperatura estaba continuamente entre 4° y 12° Reamur. Al comentar a Darwin que era una pena que Henslow no hubiera llegado a describir todavía la colección botánica, llegaba a decir que «La vegetación ofrece el carácter principal de un país. Describiéndola, incluso a grandes rasgos, se obtiene una imagen que se fija, que es casi estereotípica», aunque Humboldt mostraba su sabiduría al exclamar: «¡Cuántas cosas ignoramos todavía!»

Otro de los temas de esta única carta entre los dos sabios fue el de la corriente de agua fría que recorría las costas de Perú, de la que Humboldt pensaba que modificaba mucho el clima del litoral americano, por lo que preguntaba a Darwin si sus estimaciones eran conformes a su experiencia y a la del capitán FitzRoy, una demanda que Darwin contestó en su carta de 1 de noviembre de ese mismo año, estudiada hace tiempo y que reproducimos al final de este trabajo en su versión en español (Chirino/Yudilevich, 1999).

En lo que se refiere a las referencias a Darwin que se encuentran en las obras de Humboldt tenemos que recordar la diferencia de edad entre ambos naturalistas, que necesariamente lleva a una relación asimétrica en lo que se refiere a las inspiraciones y referencias mutuas. Cuando Humboldt regresó de su fructífera expedición americana, Darwin aún no había nacido; durante la juventud del naturalista británico, el prusiano estuvo publicando una gran parte de su obra americana. Por lo tanto, es solamente en sus últimas obras donde podemos encontrar referencias a los trabajos del joven Darwin. Sabemos que Humboldt indicaba a Darwin sus proyectos sobre el Examen critique (1836-39), donde examinaba los progresos de la geografía, y los avances en su obra sobre Asia central (1843), y se mostraba orgulloso, a pesar de su edad, del coraje imprudente de trabajar en una nueva Física del Mundo, una especie de Geografía física (Physische Weltbeschreibung) que debía abarcar todo el cosmos.

No sería la única alabanza de Humboldt hacia Darwin, ya que ese mismo año hacía una reseña elogiosa en el Journal of the Royal GeographicalSociety, manifestando que el trabajo de Darwin era uno de los más destacables trabajos que en el curso de su larga existencia había visto publicar, por su sagacidad en el mundo de la ciencia y la filosofía natural (Humboldt, 1839).

Donde Darwin sí aparece como relevante autoridad científica en distintos contextos es en la obra final de Humboldt, el Cosmos, publicado unos años más tarde80. En esta obra se hallan numerosas referencias al científico británico; éstas se encuentran sobre todo en el volumen cinco, aunque también hay varias menciones a Darwin y sus trabajos en los volúmenes uno y dos. Estas referencias se producen, en la mayoría de sus casos, en un contexto geológico, relacionado con el estudio de distintos volcanes y con comentarios sobre el archipiélago de las Galápagos. Si repasamos las citas concretas de Darwin en esta obra cumbre de Humboldt, nos encontramos con obras como su Voyages of the Adventure and Beagle, Journal of Researches into the Geology and Natural History of the various countries visited by H.M.S. Beagle, Geological Observations on the Volcanic Islands, Geological Observations on South America, The Structure and Distribution of Coral Reefs y Volcanic Islands. Con sus referencias a estas publicaciones, así como sus detallados comentarios respecto a su contenido, Humboldt muestra un gran conocimiento de las obras de Darwin; y el hecho de que también conoce y hace referencia a artículos de Darwin en distintas revistas científicas, refleja ya un interés destacable por los trabajos del naturalista británico (Humboldt, 2004, I: 154, nota pie de página 352)81.

En estas referencias el sabio prusiano hace evidente la gran estima que tiene de Darwin, se refiere a él de una manera muy elogiosa; además le alaba en numerosas ocasiones por sus bonitas y detalladas descripciones, su ingenio y su agudeza como investigador original, así como por la elegancia con la que está escrito su diario82. También encuentra juicios muy favorables respecto al contenido científico en las obras de este último, le presenta como un gran especialista, un excelente geólogo83, hace referencia a sus importantes testimonios sobre las actividades de los volcanes de Chile84, sus explicaciones sobre la formación peculiar del fiordo en el punto final del sureste de América85, su visión generalizadora del conjunto de los fenómenos de los terremotos y la erupción de los volcanes86 y su «preciosa descripción de Tahiti»87. Lo que puede resultar algo curioso, aunque es perfectamente explicable desde su perspectiva temporal, es el hecho de que se refiriese a Darwin básicamente como «excelente geólogo», o presentándolo como «el geólogo de la expedición del Cap. Fitzroy»88, ya que actualmente este viaje es más conocido por el célebre naturalista que por el capitán de la expedición del Beagle (1831-1836).

En general, Humboldt parece estar de acuerdo con las observaciones de Darwin; le cita como autoridad competente en su campo de estudios, o se refiere a Darwin para fundamentar sus propias conclusiones. Sin embargo, en determinadas ocasiones, también llega a expresar dudas, por ejemplo cuando dice «Yo dudo que se pueda, como parece que lo quiera hacer el ingenioso Charles Darwin (Geological Observations on the Volcanic Islands, 1844, p. 127), considerar volcanes centrales en general como volcanes de filas (¿) de extensión corta en grietas paralelas»89.

Este gran número de citas de los trabajos de Darwin en la obra final de Humboldt revela el significado dentro de la comunidad científica internacional que Darwin ya había obtenido en este momento, anterior a la publicación de El Origen de las especies. Se intuía en el Cosmos el relevo de la idea del equilibrio y la estabilidad de las especies por la nueva del cambio dinámico del mundo natural. La aparición del Origen de las especies de Darwin en 1859, el año en que moría Humboldt, marcaba el rumbo de la nueva Biología hasta la actualidad y la ruptura con el antiguo paradigma.


APÉNDICE


I. Carta de Alexander von Humboldt a Charles R. Darwin, 18 de septiembre de 1839

[carta 534 del Darwin Correspondence Project:

http://www.darwinproject.ac.uk/darwinletters/calendar/entry-534.html].


En Sansouci cerca de Potsdam el 18 de septiembre de 1839

Señor,

Si he tardado tanto tiempo en ofrecerle la expresión de mi vivo y afectuoso reconocimiento, ha sido porque no he tenido hasta hace 15 días su excelente y admirable obra y no he querido responder a su carta, recibida hace dos meses, sin poder decir todo lo que he aprendido y disfrutado en lo que usted llama tan modestamente el «Diario de un naturalista». Mis eternas ausencias y los viajes que acabo de hacer con el rey, me han impedido sin duda recibir todo lo que me ha hecho sentir un placer tan vivo, inspirado un interés duradero.

Me dice en su amable carta que, muy joven, mi manera de estudiar y de pintar la naturaleza en la zona tórrida había podido contribuir a excitar en usted el ardor y el deseo de realizar lejanos viajes. Dada la importancia de sus trabajos, señor, este sería el éxito más grande que habrían podido obtener mis débiles trabajos. Las obras no son buenas, en tanto que no hagan nacer otras mejores. Además, señor, con el bello apellido que lleva, más que sugerente, puede sacar estos recuerdos de gloria científica y literaria que constituyen el patrimonio más bello de una familia. Mi escrito antediluviano «sobre la irritación de la fibra nerviosa» proclama a menudo con qué calor citaba al poético autor de la Zoonomía; el que ha demostrado que un sentimiento profundo de la naturaleza, una imaginación no soñadora, sino poderosa y productiva, amplía, en los hombres superiores, la esfera de las concepciones.

Lamento doblemente, señor, que mi posición y los deberes no siempre literarios, me priven de la dicha de asistir a vuestra célebre reunión y decir personalmente al señor Charles Darwin, lo que aquí digo de manera imperfecta y de una manera que no es la de su país. Llegado al fin de mi carrera, disfrutando sin pesar con toda la pureza del amor a las ciencias, de los progresos de la inteligencia y de la libertad de la gloria de los tiempos modernos, influyo sobre mis contemporáneos, no con esta severidad austera y poco benévola que mis propios trabajos han padecido durante mucho tiempo, sino con un juicio libre de prejuicios nacionales que juega su papel junto a la fuerza del talento, la solidez y la amplitud de los conocimientos, la afortunada disposición literaria, para pintar lo que se siente y lo se quiere hacer sentir al lector. Desde cualquier punto de vista, señor, ocupa un lugar bien alto en mi espíritu: reúne las cualidades que he indicado, tiene una bella carrera que recorrer. Vuestro trabajo es notable por el número de nuevas e ingeniosas observaciones sobre la distribución geográfica de los organismos, la fisionomía de las plantas, la constitución geológica del suelo, las antiguas oscilaciones, la influencia de ese singular clima litoral que reúnen las Cycadas, los colibríes y los loros en los tipos de Laponia, sobre esta vegetación siempre verde y húmeda de los páramos situada al nivel del mar, sobre las osamentas del mundo primitivo, la posibilidad de alimentarse los grandes paquidermos en ausencia de todo lujo de vegetación, sobre la antigua cohabitación de animales separados hoy día por enormes distancias, sobre el origen de las islas de coral y la maravillosa uniformidad de sus construcciones progresivas, sobre los fenómenos que presentan los glaciares que descienden hacia el litoral, sobre la tierra congelada cubierta de vegetales, sobre la causa de la ausencia de bosques, sobre la acción de los terremotos y sus relaciones con el medio ambiente...

Como veis, señor, me gusta recapitular en mi memoria los puntos principales sobre los que usted ha agrandado y rectificado mis opiniones. Recordareis las «Observaciones hechas en un viaje alrededor del mundo» que Forster padre publicó tras su viaje con el inmortal Cook, obra de Física general que tuvo la desdicha de no obtener entonces el éxito merecido. Qué progreso en las ciencias y en los que, como usted, son el elocuente intérprete, si se compara vuestro «Diario» con el libro de Reinhold Forster rico en 1776, tan pobre en la actualidad, tengo la costumbre de señalarme los pasajes que ofrecen el encanto de una feliz inspiración, los releo a menudo cuando, cansado por la triste monotonía de la vida social, intento refugiarme en mis recuerdos del Orinoco, en la pendiente de las Cordilleras, en la salvaje fecundidad del suelo de la zona tórrida. Usted ha sido dichosamente inspirado trazando estas bellas páginas 394, 540, 545, 546, 548, 590, 591, 605.

El final de vuestro Diario (p. 608) es la expresión de esa calma moral que en un alma pura y benévola, deja el contacto con las clases inferiores de la sociedad, hay en la página 28 una descripción de costumbres recogida con una delicadeza de sentimiento que he debido señalar. Sus reflexiones acerca de la posibilidad de la existencia de grandes Paquidermos en un clima (lat. 45-55°) no continental, sino insular parecido al de América austral son excelentes. Tienen para mi mucho peso al haber vivido tanto tiempo en esas regiones alpinas (Páramos 1800-2200 toesas de altitud) donde la temperatura está continuamente entre 4° y 12° Reamur. Formas parecidas a las palmas, helechos arborescentes y Cycadas, pueden sin duda vegetar en esos climas más fríos que templados. Incluso yo mismo he dado a conocer toda una tribu de Palmas alpinas. La madera de Palma petrificada es mucho más rara que lo que dicen nuestros libros de Geognosia. Es casi siempre de madera de Coníferas que se han tomado por Palmas. En general, no obstante, las huellas de la Vegetación primitiva dejan algunas objeciones allí donde las vemos avanzar hacia el polo norte. Las Musáceas y las Gramíneas en Corrientes exigen más calor que el que usted puede ofrecerle en nuestros tristes climas. La caída de hojas (órganos apendiculares) no es indiferente más que en las plantas dicotiledóneas. Las Monocotiledóneas no pueden vivir sólo por el eje. He creído durante mucho tiempo que la vegetación primitiva ha tenido otra fuente de calor que la que presenta la vegetación actual. He pensado que nuestra Tierra, como todo planeta, no ha recibido su clima (su temperatura) durante mucho tiempo, no tanto por su posición relativa a un astro central (el Sol), sino por su interior. En todas las latitudes la corteza de un planeta está agrietada. El Vulcanismo no es más que la reacción que ejerce la parte fluida del Interior hacia la superficie oxidada, endurecida, por difusión del calórico. De acuerdo a estas ideas (y la conglobación de la materia difusa en planetas, aerolitos. es la causa del calor central) el clima de los trópicos ha podido nacer, por algún tiempo, en todas las zonas y con ese clima cálido una vegetación exuberante. Esas grietas han podido contribuir, durante mucho tiempo, a templar el medio boreal de los Paquidermos. Qué calor no reinaría en 1803, desde hace 50 años en una legua cuadrada alrededor de los Hornitos. Usted i ha hecho mención de un fenómeno muy parecido en su interesante descripción de las Galápagos p. 455. al del volcán del Jorullo, en el que por pequeñas pero numerosas aberturas, como en todos los volcanes activos el interior del globo comunicaba con la atmósfera ambiente. A medida que en el mundo antediluviano esas comunicaciones han cesado y que las grietas se ha rellenado por la inyección de materias minerales (filones) o por el levantamiento lineal de las cadenas montañosas, los climas han comenzado, en diferentes latitudes, a no ser dependientes más que de la relación de posición respecto al cuerpo central calorífico, que es el Sol del sistema planetario. Un corte de 1800-3000 pies de profundidad excavada entre Hamburgo y los Alpes daría todavía en nuestros días a una gran parte de Alemania un clima de olivos y granados. Ese estado de cosas duraría bastante tiempo hasta que la falla y sus bordes fueran puestas (por una fuerza de radiación) en equilibrio con las capas superficiales vecinas, pues Fourier ha probado teóricamente y mis observaciones en el interior de las minas excavadas en Micuipampa (Minas de Gualgayoc) a más de 2000 toesas de altitud lo confirman, que las capas terrestres son isotermas cerca de la corteza exterior del globo a pesar de las sinuosidades de los valles y montañas. Me parece imposible de admitir y el calor central (resultado de la formación de los planetas de la condensación de una materia nebulosa) y de las reacciones (dinámicas) del interior de un planeta contra su corteza, sin admitir también, en el mundo primitivo, modificaciones temporales de los climas, dependientes del estado agrietado de su superficie.-

A las consideraciones tan curiosas que usted ha presentado, señor, en su excelente obra sobre la mezcla de formas tropicales y polares que aparecen en la América austral, puedo añadir que en la parte sudeste del Altai se puede matar, en los 50° de latitud a una distancia de 30 leguas, el tigre real idéntico al de la isla de Ceilán, renos y alces. Esta mezcla primitiva de formas disminuye con el tiempo: más leones en Macedonia, más elefantes en el norte del Sahara en el Atlas; el tigre real se vuelve más raro en Siberia; los loros según la observación de Ehrenberg se han retirado hacia el sur en Nubia desde el tiempo de los Romanos. Es un fenómeno muy digno de atención. Íntimamente unido a Agassiz comparto poco sus espantosas teorías de los hielos que periódicamente destruyen la organización. Me quedan muchas dudas sobre el transporte de bloques desde nuestras llanuras bálticas sobre balsas de hielo! Hace falta distinguir entre ¡pequeños! fenómenos locales, de los desastres y hundimientos de las montañas graníticas vecinas, morrenas empujadas por los glaciares, aquellos bloques que los glaciares puedan llevar de costa a costa, esos streams of stones