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Presentación

Sin duda alguna, corresponde a Giovanni Pico della Mirandola el mérito histórico de haber formulado por vez primera la idea de que la dignidad del hombre estriba ante todo en su libertad para formar y plasmar su propia naturaleza. De esta manera, el filósofo renacentista ha anticipado la noción clave del existencialismo, que consiste en considerar al hombre ya no como un mero objeto en sí, entre otros objetos sometidos a rigurosas leyes de causalidad, sino como un sujeto para sí, de cuya acción libre depende la configuración de la personalidad propia.

Es verdad que la filosofía clásica, arraigada en la tradición aristotélico-tomista, conserva un concepto de naturaleza del hombre según el cual éste no podría variar o modificar a su capricho, puesto que tal naturaleza es ofrecida, no digamos impuesta, al hombre como un don primero. Empero, no es menos cierto que la filosofía clásica ha insistido en la relevancia ontológica de la llamada naturaleza segunda, que es resultado del ejercicio de la libertad y de la formación de los hábitos y del carácter.

En este sentido, están suficientemente justificadas las tentativas de aproximación entre el humanismo clásico, cuyo eje es la noción de persona, y el humanismo renacentista de Pico, humanismo del que quisiéramos poner de relieve las características más originales.

Pico della Mirandola ha insistido en los riesgos que conlleva la libertad humana. En cada decisión, el hombre se pone en juego a sí mismo. Una elección libre no es un mero hecho contingente, ni algo semejante a un fenómeno físico que se diluye en la marcha irreversible del tiempo. La libertad es, para Pico della Mirandola, una fuente de autodeterminación, una configuración ontológica de sí mismo que puede concluir en la degeneración que hace del hombre una “planta” o una “bestia”, o bien en la elevación que hace del hombre un “animal celeste”, un “ángel”, una “morada de Dios”.

Fiel a las tendencias y a las inquietudes de su época, ha puesto la cultura al servicio del hu­manismo. En la obra de Pico della Mirandola no hay cabida para una filosofía separada de las preocupaciones más hondas del hombre. La filosofía especulativa calma el desasosiego de la razón, la filosofía moral lava la parte sensible del hombre, la teología misma corona la labor filosófica, mostrando el lugar donde reina la paz del espíritu.

Pico della Mirandola no está exento de la curiosidad renacentista que indaga cualqui­er tradición y cualquier saber “profano”. No podemos dejar de admirar su erudición, que lo mismo abarca los misterios cristianos que los misterios órficos, la religión de Zoroastro, los secretos de la cábala, las escuelas filosóficas de Platón y de Aristóteles, la sabidu­ría de Averroes y Avicena, las disquisiciones escolásticas de Tomás de Aquino y de Juan Duns Scoto... Pero nada más extraño a este humanista que una mera erudición “libresca”. El fin de su curiosidad inquisidora, que no desdeña nada, no es el cúmulo de información y de datos, sino el cultivo y la fecundidad del alma.

Es justo decir que Pico della Mirandola ha otorgado primacía a la vida contemplativa. Sin embargo, la contemplación, e incluso el amor místico, nos ayudan a cumplir mejor con nuestras obligaciones individuales y civiles, nos ayudan a mejor realizar la vida activa que en esencia debe consistir en el recto discernimiento de las cosas inferiores.

Nosotros celebramos que se haya efectuado esta notable traducción a partir del texto original de la Oratio de hominis dignitate* con un profundo conocimiento del periodo renacentista y manteniendo siempre una versión clara y equilibrada.

Carlos Llano Cifuentes

* Por el ánimo de brevedad y sencillez que caracteriza a Pequeños Grandes Ensayos omitimos las abundantes notas filológicas que, aunque atinadas y eruditas, no se ajustan a los propósitos de esta colección [N. del E.]