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Dedico este libro a:

mi esposo Luis,

mi hija Vanesa,

mi madre Martha

y mi amigo Diego.

Gracias por estar siempre.

 

Bienvenida

Hoja de ruta para transformar tus emociones

Cuando nos vamos de vacaciones a un lugar nunca antes visitado, tratamos de adquirir antes o durante el viaje, un mapa que nos guíe hacia los puntos más interesantes o famosos de la región. Lo hacemos para evitar extraviarnos y aprovechar el tiempo al máximo.

Conforme avanzaba en la lectura de este libro, me sentí con esa misma sensación. Tenía en mis manos una guía precisa y funcional para conocerme por medio de las emociones; para hacer rendir el tiempo y no perderlo en subidas y bajadas emocionales, buscando atajos inexistentes.

Me sorprendió la manera en la que Viviana Blas describe las emociones de todos nosotros. Les da una personalidad valiosa para empezar a relacionarnos adecuadamente con cada una de ellas, y conocerlas para tenerlas a nuestro favor.

Es increíble, pero es cierto: cuando admiramos a una persona, tratamos de mantenernos cerca de ella, para seguir aprendiendo y mejorarnos con su ejemplo. ¿Qué pasaría si hiciéramos lo mismo con nuestras emociones? ¿Si cada mañana nos levantáramos y habláramos con el miedo? No con miedo; con el miedo. ¿Si habláramos con la ansiedad? ¿Con la tristeza? No para enfrentarlas, sino para asegurarnos si el camino emocional que transitamos diariamente es el adecuado y para saber hacia dónde nos está llevando.

Viviana logra que tengamos una lectura entretenida que se convertirá, estoy segura, en nuestro diario menú. Un menú rico en emociones, por supuesto, con la sugerencia del día.

Precisamente aquí fue donde mi atención fue captada, en el tema de las sugerencias. Porque una emoción negativa puede recibir la sugerencia por nuestra parte de convertirse en positiva.

Vivimos relacionándonos con los demás por medio de nuestras emociones, ya sea en la calle, en el tráfico, en el trabajo, en la familia o en los círculos sociales. Las emociones nos describen ante los demás: “Eres alegre, celoso/a, confiado/a, tímido/a, culposo/a, etc.”.

¡Por fin alguien le da su lugar a cada cosa! Las emociones viven dentro de nosotros pero no somos nosotros, porque cuando las observamos y tratamos como algo exterior, las equilibramos con asertividad y seguridad en nuestro interior.

Poniendo en práctica este libro, registré durante cuarenta y ocho horas mis propias emociones en un viaje que hice con mi esposo, en el que la convivencia fue de tiempo completo. Aunque nuestra relación se complementa perfectamente, los espacios físicos no son los mismos que en casa y el tiempo siempre está más a favor de uno que del otro (por lo general, a favor de los hombres). Eso genera cierta incomodidad y puede afectar no solo el objetivo del viaje, sino la relación misma.

Tengo la costumbre de meditar por quince minutos al despertar, y después hacer mis oraciones, que me llevan una hora y quince minutos. Afortunadamente, en la casa tengo los espacios necesarios para desarrollar diariamente estos hábitos que tanto bien han hecho en mi vida.

Mi esposo es una persona extraordinariamente respetuosa de mis costumbres, y cabe hacer hincapié en que me apoya en todo lo que me hace bien. Pero en un viaje de nueve días durmiendo en diferentes hoteles, comiendo en diferentes lugares, y haciendo y deshaciendo maletas, las necesidades son otras, los hábitos cambian y el humor también. ¡Haría mi parte! Con todo lo sugerido en este libro.

Fue maravilloso ver como todo fluyó cuando hablé con mis emociones de manera cordial y positiva, y fue un gran complemento para nuestros buenos hábitos. Nuestro viaje fue fabuloso: tuvimos tiempo de ser románticos, divertidos, conversamos mucho de regreso a casa y cuando algo me exaltaba, de inmediato detectaba la emoción negativa para sugerirle que se convierta en una positiva.

¿Qué pasaría como padres si educáramos a nuestros hijos con este sistema? ¿Qué tipo de efectividad tendrían las familias, las empresas, los matrimonios y el vínculo con uno mismo si la relación con nuestras emociones se llegara a convertir en la mejor relación de nuestra existencia? Tendríamos un mundo interior y exterior mejor del que tenemos ahora.

Afectuosamente,

 

 

Marina Palmer Carrillo

Autora de Dormir, soñar, amar; El perdón y Cómo recuperar la salud del alma.

Comentarista de radio y televisión en México, y consejera emocional certificada por el Royal International College.

Prólogo

¿Y si nos animamos a trasmutar nuestras emociones?

Qué simples serían nuestros días si lográramos tener control sobre nuestras emociones… La mayoría de nuestros problemas vinculares, desencuentros y conflictos provienen de nuestra incapacidad para encauzar nuestras reacciones, tanto hacia adentro como hacia afuera.

Nuestras emociones son tan poderosas que pueden enfermarnos o sanarnos, construir o destruir, tender puentes o cavar grietas. Lograr conocer y transformar las emociones, procesos que con claridad y precisión describe Viviana Blas, nos posibilita cobijarlas y “trabajarlas” con amor y sin juicios. Y de este modo tener una vida más plena y relaciones más nutritivas. Las personas más sabias con las que me he encontrado son aquellas que tienen un buen manejo de sus miedos, enojos, ansiedades y pasiones.

Hace años conocí el concepto “inteligencia emocional” de la mano del best seller del psicólogo Daniel Goleman. Él sostenía que, amén de venir ya “configurados” de una manera determinada, los seres humanos podíamos desarrollar y perfeccionar las habilidades emocionales a lo largo de nuestra vida. La psicología nos brinda fantásticos recursos para poder vincularnos con los otros de manera más saludable, a los que el condimento espiritual les ofrece la vuelta de tuerca necesaria.

Recuerdo el impacto que, en una de mis primeras clases de meditación, me provocó escuchar el siguiente texto budista, del libro Transforma tu vida, de Gueshe Kelsang Gyatso: En ocasiones, nuestra mente es como un elefante desbocado que nos crea innumerables problemas tanto a nosotros mismos como a los demás. Si nos adiestramos de manera sincera en la práctica espiritual, podremos cambiar esta situación y controlar nuestra mente. De este modo disfrutaremos de verdadera libertad”. El regreso a casa me encontró intentando entender por qué algo tan simple me había movilizado tanto. Días después llegó la respuesta: comprendí que el mantra “yo soy así”, que recitaba ante cada conflicto, no solo era una excusa para no cambiar sino que encerraba una profunda necedad. Cada uno de nosotros ha de buscar su propio camino para sentirse mejor. En esta búsqueda resulta indispensable tener la determinación de ir hacia un lugar distinto al de la partida y estar dispuestos a que el proceso nos modifique y nos haga evolucionar.

Solemos comenzar el recorrido cuando tocamos fondo: cuando nos enfermamos, cuando muere alguien muy querido, cuando nos quedamos sin trabajo, cuando sentimos que no estamos a la altura de un desafío, cuando carecemos de proyectos o de motivación. O, quizás, cuando nos sorprende el amor, el dinero o el reconocimiento profesional. No todos estamos preparados para que nos vaya bien…

Si las herramientas con las que contamos no son suficientes para caminar la vida, es hora de que empecemos a equipar la cajita con lo necesario para ajustar, soltar, cambiar y cerrar.

El libro de Viviana es imprescindible para empezar a sacudirle la túnica a nuestros fantasmas, para cambiar la receta que hasta ahora no nos resultó y cocinar una vida más sabrosa. Podemos trasmutar lo negativo en positivo mirando con otros ojos, conectando con nuestra esencia y encontrando el propio sentido. Podemos hacer magia.

 

 

Valeria Schapira

Autora de Caminos del alma, primeros pasos hacia una vida espiritual y Dolores del alma, un viaje del dolor al buen amor; entre otros. Periodista, escritora y experta en vínculos. Conductora de radio y televisión, speaker y columnista en publicaciones de la Argentina y el exterior.

Introducción

Conoce tu mundo emocional

El mundo emocional en el que vivimos hoy se origina en nuestra infancia, y está influenciado por diversos mandatos familiares y culturales que han condicionado nuestra manera de manejarnos con las emociones.

En general, no nos han enseñado a procesar las emociones negativas de manera saludable. Por ejemplo, es posible que rara vez nos demos un tiempo de repliegue para transitar la tristeza, o que expresemos el enojo de manera asertiva y así no dañemos nuestros vínculos. O tal vez nos falta desarrollar el coraje y trascender los miedos para alcanzar nuestras metas, o impulsar la autoconfianza y superar la timidez.

Existen prejuicios culturales que nos marcaron desde niños, tanto a hombres como a mujeres, con respecto a cómo expresar una emoción. Tal es así que el llanto en una mujer es algo aceptado por el entorno sociocultural; en cambio en un hombre puede ser visto como un signo de debilidad, y esto lo puede llevar a esconder su propia emoción dolorosa para evitar ser juzgado por los demás.

No sabemos cómo pasar de un estado emocional de negatividad a uno de positividad. Y así quedamos anclados en las emociones negativas, reprimiéndolas o negándolas. Los mecanismos de evasión de nuestra propia emocionalidad nos traen muchos perjuicios, tanto en nuestra salud psicofísica como en nuestras relaciones.

Las emociones que no expresamos quedan guardadas en nuestro interior y pueden dañarnos. Por ejemplo, si siempre callamos el enojo con nuestra pareja, este se transformará con el tiempo en resentimiento, poniendo en riesgo tanto nuestra salud emocional como nuestro vínculo afectivo. O si vivimos sin resolver nuestra ansiedad, podemos desarrollar trastornos digestivos y tensiones corporales, entre tantas otras somatizaciones.

También los niños y jóvenes necesitan aprender a expresar sus emociones de manera adecuada a la situación, sin agresividad ni timidez. Este gran aprendizaje les permitirá manifestar lo que sienten respetando los derechos ajenos y haciendo respetar los propios, en el ámbito escolar como en el recreativo.

El trabajo con nuestras emociones abarca a todas las edades, porque en cada etapa de nuestra vida podemos quedar cautivos de nuestra propia emocionalidad. Necesitamos adueñarnos de ella, en vez de dejar que se apodere de nosotros. Todos podemos quedar atrapados en una emoción que nos molesta, nos avergüenza o nos perjudica en nuestros vínculos laborales o personales. Para liberarnos, necesitamos conocer de qué manera nos afectan y cómo podemos transformarlas escuchando el valioso mensaje que nos brindan.

Cada una de las voces de nuestras emociones irrumpe en nuestra conciencia para darnos un mensaje que nos revela qué está sucediendo en nuestro universo emocional. Son una brújula interna que nos orienta con respecto a la dirección que necesitamos seguir en nuestro camino, indicándonos qué debemos realizar para poder avanzar en la vida.

Muchas veces no sabemos por qué estamos sintiendo una emoción, y esta aparece de la nada, como cuando experimentamos angustia o ansiedad difusa. Sin embargo, ninguna emoción aparece porque sí, sino que siempre tiene una causa que la origina y que estamos interpretando como favorable o desfavorable. Si hacemos introspección podremos descubrir el motivo que la está generando.

Todas las emociones nos predisponen a la acción: percibo que sucede un hecho, lo interpreto, surge una emoción, actúo en concordancia con esa emoción y produzco resultados. Cada emoción nos brinda un aprendizaje, ya sea resolviendo una emoción negativa o aumentando una positiva.

Las emociones negativas, aunque nos generen malestar, nos indican que tenemos que solucionar un problema. Surgen ante sucesos que interpretamos como desfavorables para nuestra vida. Tienen una función de supervivencia, permitiéndonos adaptarnos sanamente al medio en el cual nos desarrollamos. Así la tristeza nos ayuda a superar una pérdida, el miedo nos advierte acerca de un peligro, el enojo nos invita a tener una conversación aclaratoria con otra persona.

Cuando no escuchamos el mensaje de nuestras emociones negativas, estas pueden perdurar en el tiempo y transformarse en estados de ánimo nocivos. La tristeza puede convertirse en depresión; el miedo en pánico; el enojo en ira. Son displacenteras, ya que nos sumergen en sensaciones desagradables, predisponiéndonos a buscar un recurso para resolverlas.

Muchas veces intentamos negarlas, reprimirlas o racionalizarlas para evitar el malestar que nos generan. Sin embargo, solo podemos superarlas si las escuchamos y atendemos. Para eso necesitamos contactarnos con ellas y accionar reinterpretando la situación que las originan, modificándola o generando una nueva.

También, podemos actuar para prevenir que se produzca una emoción negativa, evitando los estímulos que la generan. Por ejemplo, si estamos en medio de una discusión, antes de que se instale la ira podemos respirar profundamente, decirle a la otra persona que deseamos salir de la situación enojosa durante unos minutos hasta que estemos más tranquilos, y luego reanudar la conversación de manera más calmada.

Por su parte, las emociones positivas nos transmiten el mensaje de que estamos avanzando por el camino beneficioso y saludable. Por ejemplo, la alegría nos induce a celebrar un logro, el entusiasmo nos motiva para avanzar hacia nuestros objetivos, la gratitud nos predispone a percibir todo lo positivo que nos sucede.

Las emociones positivas aparecen ante sucesos que interpretamos como favorables para nuestra vida. Su función es evolutiva y nos ayudan a potenciar nuestros recursos personales para progresar en cuestiones relacionadas con nuestro crecimiento personal.

Cuando transitamos emociones positivas disponemos con mayor facilidad de nuestras capacidades, somos más creativos, más sociables, tenemos mejores ideas y aumenta nuestro rendimiento laboral. Son placenteras porque nos hacen sentir un estado interno agradable instantáneamente. Nos predisponen a disfrutar, expresarnos y relacionarnos con los demás.

A lo largo de este libro encontrarás diversos instrumentos que te permitirán convertirte en un verdadero conocedor de tu emocionalidad. Descubriremos cómo interpretar el mensaje que nos transmiten nuestras emociones, para percibir a qué acciones nos predisponen y poder regularlas, superarlas o potenciarlas. Al atenderlas, podrás generar una transformación a partir del nacimiento de una emoción negativa, hasta su pasaje hacia una emocionalidad positiva.

Para dar este paso, podrás valerte de diversos recursos que encontrarás en todos los capítulos, como por ejemplo, la personificación de las voces de las distintas emociones para sentir cómo se presentan en tu diálogo interno, estrategias de paso a paso para generar emociones positivas, ejercicios sencillos, frases inspiradoras y muchas otras herramientas que te ayudarán a lograr el cambio emocional que estás buscando. Para ponerlas en práctica te sugiero que tengas a mano una libreta y un bolígrafo. Así podrás registrar los cambios necesarios para ascender en tu escala emocional.

Dentro del vasto repertorio de emociones que caracteriza a los seres humanos, he elegido desarrollar aquellas que a todos, en algún momento de nuestra existencia, nos han podido resultar problemáticas e incluso difíciles de superar.

Recorreremos juntos el pasaje desde el miedo hacia el coraje, del enojo a la comprensión, de la culpa a la liberación, de la envidia a la admiración, de la desesperanza a la esperanza, de la insatisfacción a la felicidad, entre otras emociones que podrás encontrar y que son frecuentes en nuestra vida.

Ahora dispones de todos los elementos necesarios para transitar el sendero de tu transformación emocional. ¡Adelante! El cambio está en tus manos.

Capítulo 1

Del miedo al coraje

Soy el Miedo y he venido a alojarme en tu cabeza y en tu corazón por tiempo indefinido. Me he enterado de que deseas realizar un proyecto muy importante para tu crecimiento personal y laboral. Es realmente un hermoso objetivo… yo diría que demasiado ambicioso para ti… no creo que estés preparado para asumirlo.

Déjame que te explique: ¿Te has preguntado qué pasaría si llegas a fracasar? Los demás te criticarían y seguramente te atacarían diciendo: “Tú, ¿quién crees que eres? ¡Pensaste que ibas a triunfar!”. ¿Te imaginas todo lo que se reirían? ¡Debes tener mucho cuidado! ¡Puedes hacer el ridículo! ¡Eso sería terrible, se burlarían de ti! Piensa en el rechazo de tus compañeros. ¡Corres el riesgo de que te dejen solo! ¿Y qué pasaría si te equivocas? ¡Qué vergüenza! ¡Estarías en el centro de las críticas! Dirían que eres un perdedor, que estás vencido, que te habías entusiasmado creyendo que podrías lograr tu propósito. ¿Realmente has pensado todo lo que podría pasar si te va mal? Yo sé que te será difícil creer lo que te estoy diciendo pero, en realidad, solo intento protegerte.

Creo que necesitas prepararte muy bien para poder lograr tu meta. O quizás sea más seguro no intentar nada. Piénsalo y después me cuentas…