A Tomás,

por tantos años aprendiendo juntos

a discernir y celebrar la vida

con nuestras familias.

Introducción

 

Esta no es una guía de La guerra de las galaxias, pero sí una guía para mejorar el discernimiento en familia, que la hará capaz de viajar por las galaxias de la vida. Se pueden encontrar en Star Wars pistas que ayuden a la familia si atendemos a personajes positivos como los jedi Yoda u Obi-Wan Kenobi. En cuanto a personajes más controvertidos, Darth Vader quizá haya dado un único buen consejo a padres e hijos, y extremadamente útil: para saber la verdad, «examina tus sentimientos». Como veremos, hacer que su hijo mirara a su propio corazón acabó transformándole a él.

El discernimiento en la familia consiste principalmente en eso: examinar los sentimientos que en el fondo de la persona y el grupo suscitan los hechos, ánimos o dudas que necesitamos aclarar. En general no es bueno seguir los caminos oscuros de Vader, pero, cuando se trata del momento de la verdad, hay que hacerle caso: «Examina tus sentimientos».

La familia Skywalker de La guerra de las galaxias cuenta con la célebre «Fuerza». En el planeta Tierra no se ha descubierto esa Fuerza, pero contamos con una fuerza que muy posiblemente será mucho más útil para la vida como pareja, padres, familia: el discernimiento.

La reflexividad es la capacidad de las personas o los grupos para tomar conciencia de lo que es y les ocurre. Es una competencia que el mundo moderno cada vez exige más. Es más, las familias que no tengan capacidad para pensarse y discernir se encontrarán progresivamente en riesgo.

Cualquier familia cuyos hijos tengan móviles y acceso a Internet ya es consciente de que es una urgencia que adquiera capacidad de discernimiento. Cuando se habla de la importancia del discernimiento, no se está proponiendo solamente desde una tradición concreta ni es algo exótico, sino que forma parte de una corriente mundial de nuestro tiempo. En todo el planeta se extiende la urgente necesidad de reflexión.

Antes, las familias contaban con comunidades y aliados que les ayudaban más intensamente a guiarse y a formar a sus hijos. Se hacía de una manera inmersiva: las familias y los jóvenes pertenecían a comunidades (cívicas, vecinales, culturales, educativas, profesionales, religiosas, etc.) con programas de formación integrales.

Ahora la formación de la conciencia es más disgregada, selectiva y utilitaria. Y además ocurre en un mundo más diverso, con contextos cada vez más plurales en los cuales cada familia tiene que discernir más qué sucede y lo que puede y debe hacer. Eso nos da mayores libertades y movilidad, pero a la vez nos exige tener más capacidades como familia y dedicar tiempo a pensar juntos.

Todas las familias se ven en la obligación de ser más reflexivas para poder dar sentido a lo que viven. El problema es si la sociedad es capaz de proporcionar los medios y acompañamientos para que las familias puedan aprender a ser reflexivas.

En todo caso, el mundo requiere mayor capacidad de discernimiento a cada familia. Distintas ideologías, preocupaciones, sensibilidades y creencias coinciden al diagnosticar que, en un mundo de alta reflexividad, es necesario y urgente desarrollar las capacidades de discernimiento personal, familiar y colectivo. Sin cultura del discernimiento la democracia no es sostenible, y dicho discernimiento comienza en cada familia. Ojalá este libro ayude a ello. Estas son las ideas que vamos a desarrollar en el itinerario de capítulos que hemos pensado.

• Comenzaremos viendo la necesidad y la fuerza del discernimiento, y propondremos ejercicios prácticos para profundizar en él (cap. 1).

• La habilidad y delicadeza al preguntar es un buen primer paso para comenzar a discernir mejor (cap. 2). Además de cuestionar, también hay que desarrollar nuestra capacidad de escucha. Y no solo a nosotros, sino al mundo en que vivimos (cap. 3).

• Tras preguntar y escuchar llegamos al centro en que se funda la experiencia de discernir: poner libertad allí donde hay duda, dolor o nada se mueve (cap. 4). ¿Es quizá el problema el hecho de que nos da vergüenza comunicar lo que sentimos o incluso sentarnos juntos a hablar? Le pasa a mucha gente, así que dedicamos un capítulo a perder la vergüenza que nos impide crecer (cap. 5).

• Para todo esto será clave aprender a comunicar, y por eso trabajamos esa dimensión en dos capítulos. El cap. 6 analiza cómo comunicar mejor y sugerirá ejercicios. A continuación, el cap. 7 solo contiene dinámicas prácticas sobre comunicación que se pueden hacer en pareja o en familia.

• Saber decir no es imprescindible para poder querer en la familia, y por eso será objeto del cap. 8. A partir de este momento vamos a ahondar más en claves ignacianas de discernimiento.

• En el cap. 9 aprenderemos a «esencializar»: identificar la encrucijada en la que se juega lo más importante de la situación. Hay que caminar poco a poco, decisión a decisión, de una en una. ¿Y cuál es la materia prima de las decisiones? Aquí volvemos a atender a Lord Vader: «Examinamos los sentimientos».

• En el cap. 10 veremos cómo el sentimiento de alegría es crítico para discernir de qué van las cosas y profundizaremos en cuál es la materia prima sobre la que discernimos: los sentimientos existenciales.

• Y en el cap. 11 nos daremos cuenta de que a veces elegimos honestamente, pero entre opciones poco alternativas. La imaginación y la creatividad cumplen un papel clave en la búsqueda de lo mejor.

• El cap. 12 nos adentra en el método ignaciano para decidir por tiempos y a tiempo.

• En el cap. 13 expondremos cómo emplear el sentido común distinguiendo pros y contras.

• Más adelante, en el cap. 14, buscaremos cómo ir a la raíz haciéndonos preguntas que nos lleven al fondo de lo que queremos decidir. Si queremos decidir algo, habrá que poner los medios: no solo quedarnos en lo bueno, sino aspirar a lo mejor.

• No obstante, habrá que dejar lugar para el misterio; tenemos que convivir con nuestros límites. Esta será la conclusión.

El libro tuvo su origen en un encuentro con la plataforma catalana Laicat 21. El contenido vuelca buena parte de nuestra vida como familia en la Comunidad de Vida Cristiana (CVX). Muchas de las historias proceden de mis experiencias al aplicar el método del Reloj de la Familia en España y Latinoamérica. Fue creciendo gracias al Instituto Universitario de la Familia, de la Universidad Pontificia Comillas. Y nada de esto sería posible sin mi amada Paloma, mis hijos Javier y Clara, y la gran familia que nos rodea. A todos, mi gratitud.

Los capítulos están organizados como un itinerario en el que una persona, una familia o un grupo pueden ir tratando paso a paso, haciendo los ejercicios y avanzar en esta breve escuela de discernimiento en familia. Es escuela, es itinerario, es un viaje que, tras leerlo, llevará a otro lugar por caminos que solo vosotros descubriréis. ¡Abrid el libro y buen viaje! ¡Que la fuerza del discernimiento os acompañe!

1

LA FUERZA DEL DISCERNIMIENTO

 

Esta guía va sobre discernimiento, familia y galaxias; sobre parejas, padres e hijos que quieren aprender a examinar a fondo para hacer avanzar sus vidas. Quizá es algo que en toda familia debamos hacer cada vez más: discernir de corazón la realidad para saber bien qué es lo que nos pasa, dónde estamos y adónde debemos ir.

 

 

La guerra de las galaxias, una familia en discernimiento

 

En Star Wars, los personajes centrales buscan quiénes son, de dónde vienen, para qué han nacido, qué pueden llegar a ser, qué pueden y deben hacer. Pero viven en medio de una gran historia en la que mucho está oculto y casi todo está confuso. La única luz que va a guiarles es la que surge de lo más hondo de sus corazones, donde sus sentimientos más profundos les dicen qué es bueno y qué es verdad. Pero al examinar su interior no solo van a hallar sentimientos que les consuelen, sino también movimientos desoladores, y entre ellos el miedo.

«El miedo es el camino hacia el lado oscuro. Percibo mucho miedo en ti», dijo Yoda a Anakin Skywalker en una de las sesiones del Consejo Jedi. En el Consejo estaban tratando de saber si el joven Anakin reunía las condiciones para ser investido jedi. Para eso escrutaban su corazón y su alma en busca de sus sentimientos más profundos.

Yoda percibió una corriente de miedo que tenía raíces muy profundas en experiencias de su más tierna infancia. Anakin y su madre eran esclavos en un planeta marginal, el niño carecía de padre conocido y trabajaba muy duro para su dueño en un desguace. Cuando fue liberado, tuvo que dejar a su madre en la esclavitud y siempre ha tenido miedo por el destino de ella. Si ese miedo le conduce hacia la ira, «la ira lleva al odio, el odio lleva al sufrimiento», le advierte Yoda. «El miedo a la pérdida un camino hacia el lado oscuro es», añade el maestro con su peculiar sintaxis.

Anakin se mueve por todas las galaxias, pero ha perdido su raíz, su dónde fundamental. No obstante, Anakin no es el tipo de joven que se deje acompañar fácilmente. Y ese miedo será la emoción de la que tirarán los Sith para atraer a Anakin a su conspiración. Los Sith –y luego la Primera Orden– son capaces también de leer el fondo del alma de cada persona y conocer cuáles son los sentimientos más esenciales que circulan por ella. De hecho, el malvado Darth Maul revelaba: «El miedo, el miedo es mi aliado».

El emperador Darth Sidious –antes conocido como Sheev Palpatine, cuando era canciller de la República– ha sido quien ha acompañado a Anakin en su proceso. En realidad le ha hecho un antiacompañamiento, porque, lejos de ayudarle en su camino, le ha desviado hacia un atajo sin salida. Efectivamente, ha alimentado el miedo en Anakin y le ha encauzado a la suspicacia, la desconfianza, el odio, la ira, la violencia, la ausencia de compasión, la radicalidad o la intolerancia.

Parecía que esa fuera una vía que le iba a permitir dominar todo su entorno. Se le prometía que era la única vía para que estuviera en su mano evitar que a otros les pasara lo que le ocurrió a su madre –Shmi Skywalker–, que falleció víctima de los Moradores de las Arenas. Pero la violencia no le garantizaba el poder para evitar las pérdidas en su vida, sino que, por el contrario, multiplicaba el mal a su alrededor. Hasta el punto de que Anakin da crédito a su maestro oscuro, Darth Sidious, cuando este le dice que fue él mismo quien mató a su esposa, Padme Amidala: «Según parece, llevado por la ira, tú... la mataste».

Como años más tarde le dirá Yoda al hijo de Anakin, Luke Skywalker, «la guerra no le hace a uno grandioso». Lo más importante en «La guerra de las galaxias» siempre ocurre en el fondo del corazón de sus personajes. Esas fuerzas que se perciben en el fondo del corazón, el espíritu o alma de los habitantes de las galaxias son la clave de todo lo que se mueve en el universo.

Darth Vader –el nuevo nombre que adopta Anakin Skywalker como miembro de la Orden de los Sith extenderá el imperio del miedo por todos los planetas, y lo consigue haciendo que el miedo domine el interior de cada persona. Avivando la mentira, el temor y el odio en cada uno construye una gigantesca mentira que lleva a la tiranía. El miedo universal es un arma mucho más poderosa que la Estrella de la Muerte. Odia todo lo que es libre, pero, sobre todo, Lord Vader odia el ser en que se ha convertido, como nos acabarán revelando sus ayudantes. Darth Vader es la máscara de la mayor mentira.

Sin embargo, cuando se encuentra con su hijo y trata de cooptarle para su Orden oscura, le dice una verdad: que es su padre. Cuando Luke escucha aquel «yo soy tu padre», cree que es otra mentira de Darth Vader. Este ha estado sembrando mentiras, pero ahora necesita que su hijo reconozca la verdad y le reconozca de verdad. Por eso le pide que busque en lo más hondo de su corazón: «Luke, examina tus sentimientos, sabes que es verdad».

Cuando Luke –tras pasar duras pruebas– haya madurado como jedi, volverá a encontrarse con Darth Vader, y entonces será él quien apele a la verdad que hay en el fondo del corazón de su padre. Lo que más desea Lord Vader es que su hijo Luke se una a él. Pareciera que lo único que puede justificar la existencia de Vader es que su hijo Luke se una a él, que todo lo que perdió de alguna manera se vuelva a reunir con él. Y por eso, cuando le vea, escudriñará sus intenciones: «¿Por fin has aceptado la verdad, Luke?».

El joven Skywalker ha crecido mucho interiormente y no siente ya miedo ante su padre. No solo va a contestarle sin temor, sino que devolverá a su padre esa búsqueda de la verdad que le pidió años atrás. «He aceptado el hecho de que una vez fuiste Anakin Skywalker», le dice a su padre para recordarle quién es realmente. Pero su padre se niega a mirar en su interior y ver nada que no sea miedo y odio, y por eso niega incluso quién es verdaderamente cuando contesta: «Ese nombre ya no significa nada para mí».

Pero Luke quiere que su padre vaya más al interior de su corazón, no le deja escapar tan fácilmente. Le recuerda que, aunque tuvo oportunidad de matarle, no lo hizo, y eso fue porque, en el fondo, no es Darth Vader, sino que sigue siendo Anakin: «Es el nombre de tu verdadero ser, solo que lo has olvidado: por eso no quisiste destruirme».

Cuando ya Darth Vader haya sido vencido y esté al borde la muerte junto a su hijo Luke, una sola cosa le pide: «Ayúdame a quitarme esta máscara». Anakin quiere desenmascararse, quitarse la mentira de la cara, aunque se haya hecho tan dependiente de esa mascarada de mentiras. De hecho, físicamente no puede vivir sin la máscara de oxígeno. Ambos saben que su muerte está próxima y que ha descubierto que el miedo ha destruido su vida y todo lo que amaba. Ahora, en los últimos instantes de su vida, quiere mirar la verdad cara a cara, y esa es la última voluntad que expresa a su hijo: «Quiero verte con mis propios ojos».

La guerra de las galaxias es la historia de una familia, los Skywalker, y su papel en la gran historia del universo. No es una familia normal, pero... ¿qué familia lo es cuando contemplamos la diversidad de criaturas que habitan las galaxias? La primera Skywalker que conocemos era una esclava y madre soltera. Su hijo Anakin perdió a su esposa al nacer sus hijos, a los que creyó también muertos. Su hijo Luke creció como huérfano adoptado por una familia de campesinos, en la creencia de que sus padres habían muerto. Su otra hija, Leia, fue criada por otra familia adoptiva que la convirtió en princesa. Leia a su vez tuvo un hijo con Han Solo –Ben Solo, conocido como Kylo Ren–, que se ha dejado llevar por el mal espíritu en la séptima entrega de la saga cinematográfica y ha matado a su padre. Una misteriosa chatarrera llamada Rey es su antítesis y será formada por el maestro jedi Luke Skywalker, el cual quién sabe si será su padre. Quizá Luke tendrá que repetirle a la chatarrera Rey aquellas palabras que su padre le dirigió en el pasado a él mismo: «Examina tus sentimientos, sabes que es verdad».

Puede que este sea el mejor consejo que pueda darnos Darth Vader para los momentos de duda en nuestras familias: «Examina tus sentimientos». Quien lo hace cada día vive más intensamente todo.

¿Nos hacemos algunas preguntas a propósito de los Skywalker?

 

• ¿Por qué no hacemos caso a Darth Vader y dedicamos un momento al final de cada jornada a «examinar nuestros sentimientos» del día?

• Cuando hay un lío o dudas en la familia, ¿tratamos de conocer lo que está viviendo el otro internamente? ¿O meramente reaccionamos a las palabras y gestos externos? Examinemos el corazón.

• ¿Somos capaces de expresar ante nuestros familiares los sentimientos que tenemos o solo hablamos de actividades, de otros y de hechos externos?

 

 

a) Llamar a las cosas por su nombre

 

El mal espíritu del lado oscuro suele estar enmascarado y actuar bajo capa: Darth Sidious, Darth Maul o el joven Kylo Ren van encapuchados para no ser reconocidos, mientras que Vader o Ren llevan máscaras. El mal espíritu de los Sith no se deja ver, se oculta, actúa en secreto. Su presencia se empequeñece, pero sus promesas son enormes: poseer el poder sobre la vida. Darth Sidious promete a Anakin que, si sigue el camino oscuro, se hará capaz de vencer la muerte y garantizar la vida eterna a su esposa Padme y a aquellos cuya pérdida le angustia. El mal lo enmascaran de bien; la violencia aparece como un camino a la paz; el miedo, como el modo de alcanzar el orden.

En la familia Skywalker no es fácil saber qué es verdad y qué es mentira. Todo está enmascarado. Ni siquiera es fácil saber algo, pues se han adoptado falsas apariencias que ocultan las verdades más difíciles de reconocer.

Si se ha encontrado la verdad es porque se han examinado los sentimientos de fondo –como hizo Leia cuando descubrió que Luke era su hermano– y se han liberado de las máscaras. Es decir, que donde había miedo han puesto libertad.

Anakin entró en el lado oscuro porque estaba encadenado al miedo de perder a su madre, a la culpabilidad de haberla dejado como esclava cuando a él le compraron su libertad. Estaba encadenado a la culpabilidad de no haberla visitado durante todos los años de formación como padawan o aprendiz con el maestro Obi-Wan Kenobi.

Aunque Vader dice a su hijo que «examine sus sentimientos», él no ha sido capaz de examinar a fondo su conciencia. Se ha dejado llevar por la capa de su interior, formada por el miedo, la angustia y la culpabilidad, pero no ha penetrado más adentro para encontrar la fuente de la vida. Ha cedido a la tentación de arreglar las cosas «a la fuerza», no «con la Fuerza».

Si hubiera «visto las cosas con sus propios ojos» y no tras una máscara, podría haber encontrado a ese niño esclavo todavía herido por el sufrimiento de su madre. Solo la compasión podía haberle llevado a sanar su corazón de miedo. La vía oscura del mal espíritu le llevó a la muerte de su esposa y a tratar de matar a su maestro y sus dos hijos. Pero en aquel momento de lucidez al encontrarse con su hijo, Vader tenía razón: hay que examinar el corazón.

La familia te lleva a las galaxias de la vida: es una experiencia luminosa y entusiasta que nos da los mejores momentos de la existencia. Cuando nació nuestro primer hijo, sentí que volvía a producirse el Big Bang, que el universo renacía, y todo y todos con él. Un año antes, nuestra boda había sido una experiencia que me llevó mucho más allá de lo que yo era hasta ese momento. Disfrutamos muchísimo de la gente, de las dos familias de origen, de la preparación, de cada persona que vino. Tuvimos una maravillosa vivencia de fusión con todos nuestros familiares y amigos. Cuando falleció mi querido tío a mitad de su vida, fue un doloroso golpe, pero a la vez nos unió a todos como una piña. Cuando viajamos juntos, cuando celebramos, cuando festejamos los éxitos y cuando juntos nos acompañamos en los momentos malos, la familia da muchísima luz.

Esas experiencias cumbre arrojan una profunda luz sobre lo que verdaderamente vale la pena. Ver la vida a la luz de la familia pone las cosas en su sitio: te dice lo que es pasajero o aparente y lo que realmente está lleno de valor humano. Esas experiencias de familia van plantando un bosque de faros que te guían en las costas de la vida. Discernir no es solo distinguir lo malo, sino sobre todo es señalar lo más valioso, lo bueno, lo que es de verdad. El discernimiento siempre está impulsado por la esperanza.

A su vez, la familia lleva a la gente al límite: al límite de lo más íntimo de sí misma, al límite de sus vulnerabilidades, al límite de la vida y la muerte, al límite del sentido de su existencia. En la familia se toca lo más excelso de cada uno y también sus más secretas miserias.

La familia acoge al ser humano, cuando es más vulnerable, en el seno materno, cuando depende para todo. Y también cuida al mayor, al enfermo o a la persona en sus discapacidades cuando más necesita de los demás. En la familia, la persona experimenta los límites más extremos de la condición humana. En consecuencia, hay que poner los cinco sentidos en la familia, porque te juegas lo que verdaderamente importa. Te juegas mucho en la familia: te lo juegas casi todo. Cuando las cosas van mal, el sufrimiento es profundo. A veces esos fracasos conyugales o familiares son capaces de hacer volcar la vida de cualquiera.

 

Al respecto, recuerdo un caso que me impresionó. Recientemente, Ángel me contaba en RAIS Fundación su historia de vida. Actualmente él es una persona sin hogar. Hace años su mujer le había engañado con uno de sus mejores amigos. Ella, con quien compartía dos hijos, se dejó seducir por la vida festiva que llevaba el amigo de la familia e incluso tonteó con drogas.

Cuando Ángel se quiso dar cuenta, su mujer abandonó el hogar familiar junto con su amante. Él se quedó deprimido y comenzó a beber. Su esposa comenzó a convivir con el amigo y se llevó a sus dos hijos con ella. Pese a las sospechas que tenía de la dependencia de las drogas de su exmujer, aceptó que los niños estuvieran con ella. Pero al poco tiempo supo que el amigo abusaba sexualmente de su hija y descubrió que su mujer se había enganchado a la heroína.

Aquel peligroso amigo se había metido en la vida de familia como una barrena minera y había hecho que todo estallase por los aires. Ángel denunció y una juez le concedió la custodia de ambos hijos, pero con el tiempo acabaron regresando donde su madre, muy influidos por un síndrome de alienación. Entonces Ángel comenzó a vigilar la vivienda día y noche, por si su hija le llamaba. Perdió su trabajo, pero no era capaz de separarse de aquella calle donde su hija podía necesitarle. Se quedó sin dinero y perdió su vivienda, perdió sus redes de relación y aquella calle se convirtió en todo su mundo.

Tiempo más tarde, sus dos hijos se habían enganchado también a la droga, y entonces el cielo se le cayó sobre la cabeza. Ya no logró salir de aquella enorme fosa que se había abierto en donde antes había tenido una familia. Han pasado muchos años y Ángel ha sufrido muchos años de calle durmiendo en bancos y parques.

 

Me emociona pensar en ese hombre que echó su vida por la borda con el fin de estar siempre presente para poder ayudar a su hija. Es dramático y una locura, pero llena de amor. Quizá un amor ciego, pero amor. Ahora Ángel se ha enterado de que tiene nietos y quisiera conocerlos, pero sus hijos siguen metidos en un mundo de toxicomanía y es muy difícil. Es lo que más desearía antes de morir: poder conocer a sus nietos. Quizá una nueva esperanza de volver a ser alguien para alguien. Quizá, como en Star Wars, sea el nombre para recomenzar la película de su vida: «Una nueva esperanza».

Sin llegar a casos tan terribles, es cierto que la vida diaria necesita de la fuerza del discernimiento para poder saber qué nos está pasando. Por ejemplo, ¿por qué mi suegra me contestó de esa manera cuando yo dije tal cosa? Si no cedemos a tan fáciles estereotipos y logramos conocer qué es lo que está pasando por el corazón de nuestra madre política, podemos darles la vuelta a muchos problemas, o al menos aliviarlos. O por lo menos comprender. Para eso hace falta una mirada profunda y compasiva al corazón.

Discernir en familia es vivir sin máscaras, mirándonos a la cara. Cada cual debe tener su intimidad; no solo hay que respetarla, sino cultivarla. Pero, a la vez, la vida debe ser transparente y, como la luna delantera del automóvil, mantenerla limpia para poder conducir nuestra vida común.

En la familia vivimos todos muy pendientes de los otros y sabemos día a día cómo está cada cual. Ese acompañamiento vital es crucial en la familia. Incluso cuando ya los hijos han fundado sus propios hogares se busca continuar ese acompañamiento.

Mi mujer procede de una familia de muchos hermanos y cada día hay una ronda telefónica para saber las novedades, lo que ellos llaman «el parte de guerra»: saber si todo ha ido en paz, los gozos y las sombras. En pocas llamadas todos han tomado la temperatura a la familia, saben cómo late ese corazón común. Sea diaria o semanalmente, esa atención mutua es algo importante en la familia. Generalmente se cuentan cosas ordinarias que carecen de mucha importancia, pero, cuando llegan los vaivenes o la marejada, se agradece sentir a la familia cerca, para alegrarse y celebrar su solidaridad o para dar el mejor consejo y la mejor ayuda.

Como en el caso de Darth Vader, la familia a veces tiene que desenmascarar lo que oculta el bien o la verdad. Tendemos a enmascarar lo que no nos gusta de nosotros mismos, y con frecuencia la sociedad hace pasar algunas cosas por lo que no son. En la historia de Star Wars fue Luke quien ayudó a que su padre se quitara la máscara para que realmente viera las cosas con sus propios ojos, los del corazón y no los de la máquina en que le habían metido –en principio con el fin de salvarle–. Luke tuvo que recordarle cuál era su verdadero nombre, porque se había olvidado de quién era en realidad, de su yo profundo.

A su vez, Anakin –como Darth Vader– le había revelado a su hijo el significado de su nombre: era su hijo. Luke ayudará a su hermana Leia a conocer cuál es su verdadero nombre, es una Skywalker. En el fondo, ¿acaso discernir no es encontrar el verdadero nombre de todo? Cada cosa tiene un nombre verdadero, aunque a veces quiera parecer otra cosa. Cuando las cosas se han hecho un lío, hay que sentarse y, desde lo más hondo, tratar de llamar a las cosas por su nombre. Quizá pueda ser una buena definición: discernir es llamar a las cosas por su nombre. Así de sencillo, pero con frecuencia ni siquiera en la familia es fácil.

No es magia, pero se parece a algunos cuentos donde el genio o demonio desparece cuando se le llama por su nombre –el bicho hace todo lo posible para que no lo sepas o no lo logres pronunciar–. Vivir algo contradictorio puede ser turbador, pero peor es si lo enmascaras. Cuando quitas máscaras a las cosas y las llamas por su verdadero nombre, has comenzado a hacer discernimiento.

 

 

b) Mirar de corazón

 

Etimológicamente, «discernimiento» tiene una larga historia: el prefijo dis significa «separar»; más adelante se encuentra el verbo griego krinein, que significa «distinguir, separar, decidir o juzgar» (de ese verbo proceden expresiones como «crisis», «criterio», «crítica», «cribar» o incluso «escribir»), y de la misma raíz tenemos la palara latina cernere, que significa «cribar, distinguir, separar» (relacionada con ella están palabras como «certeza», «cerciorar[se]», «acertar», «secreto» o «discreción»). Por último, el sufijo latino mentum se utiliza para referirse a un medio o instrumento. Así pues, discernimiento es el medio por el cual uno sabe distinguir críticamente algo de otra cosa. Generalmente se aplica para distinguir lo bueno de lo malo, la verdad de la mentira, un sentimiento de otro, un hecho de otro.

El pensador francés René Descartes, influido sin duda por sus estudios con los jesuitas, cuyo fundador, Ignacio de Loyola, era el maestro del discernimiento, desarrolló el principio del discernimiento en la filosofía. En el nuevo método que inventó era crucial el análisis de las cosas: ir separando las cosas para ir aclarándolas y diferenciándolas progresivamente con la máxima sencillez y claridad hasta reducirlas a un dilema esencial.

Sin embargo, el discernimiento no parece fácil en la vida familiar, donde todo está tan mezclado y todo se comparte. Pero a la vez también es verdad que en la familia las cosas se viven muy de corazón, y eso nos pone en contacto con el principal medio de discernimiento: el sentir. Porque discernir es vivir con el corazón en la mano.

Pensemos en el montañero que camina por la noche y tiene en su mano una linterna para saber por dónde es el camino. Recordemos al navegante que va al timón de une embarcación y tiene en la mano la brújula para no perder el norte. Imaginemos al aborigen australiano que lleva en su mano una horquilla de madera para buscar dónde está el manantial de agua en un desierto.

Ahora imaginemos a la persona que lleva su corazón en la mano y que siente sus movimientos más íntimos ante las cosas de la vida. Nos recuerda esas antiguas estatuas de santos que tenían el corazón en su mano, y generalmente el corazón tenía unas llamas para indicar que estaba encendido de amor.

Algo así es vivir en discernimiento: vivir con el corazón en la mano para guiarse. Cuando las cosas se oscurezcan alrededor o se vaya la luz en casa, no busques la linterna, sino pon el corazón en la mano. Todos hemos vivido apagones en casa: estás tan tranquilo leyendo o escribiendo en el ordenador y de repente se va el suministro de electricidad. Siempre ocurre lo mismo: alguien grita: «¿Qué habéis encendido?». Siempre es culpa de otros. Si somos previsores, hay una linterna en el mismo sitio. Vas a tomarla y la enciendes. A veces no está y haces la segunda idéntica pregunta en todos los hogares: «¿Quién ha cogido la linterna?».

Bueno, pues cuando en la casa hay apagones como enfados, decepciones, desesperanzas o temores, no vayas a buscar ninguna linterna, ya que la tienes dentro de ti: saca el corazón y ponlo en tu mano. Busca en él la luz y déjate guiar.

Cuando queremos enfatizar que decimos la verdad, solemos usar una expresión: «Te lo digo con el corazón en la mano». Si imaginamos literalmente el dicho, es impresionante: alguien se saca el corazón afuera y lo muestra al otro. Discernir es vivir con el corazón en la mano, porque en él residen las razones más profundas para distinguir lo humano. En el discernimiento usamos todas las potencias intelectuales de la persona. Pero cuando se emplea la figura del corazón estamos expresando la unión de las múltiples inteligencias en una sola razón, arraigada en el más hondo sentir humano.

No solo debemos mirar el corazón del hogar, sino que hay que mirar de corazón el mundo y el corazón del mundo. El mundo aparece de otra manera cuando se logra mirar desde el corazón. No es fácil, porque a veces no se deja querer. Hay demasiada violencia y fealdad, imágenes brutales y suciedad. Pero hay que aprender a mirar al mundo de cara.

Aprender con los hijos a mirar las cosas de corazón comienza por hacernos las preguntas correctas. Con enorme paciencia asistimos a los múltiples debates políticos en los que las recriminaciones entre unos ciudadanos y otros no se dejan de multiplicar. A veces es un territorio o una ciudad contra otra, los de una religión contra los laicos u otra confesión, los de una ideología contra otra, o quienes discuten a un lado y otro de asuntos tan diversos como el aborto, la tauromaquia, la ayuda a refugiados o si la jefatura del Estado debe ser monárquica o republicana.

Independientemente del debate intelectual y moral alrededor de cada cuestión, en general se suele poner máscaras a los contrarios. No se ve su rostro real, con sus experiencias y sentimientos, sino que es más fácil encerrar su complejidad tras una máscara caricaturesca de la que poder hablar fácilmente o incluso insultar.

¿Y si no ponemos máscaras a los contrarios? ¿Y si les miramos de corazón? Posiblemente no signifique estar de acuerdo con ellos o perder el propio criterio, pero sí que va a hacer que comprendamos y razonemos mucho mejor.

Las familias a veces se convierten también en campos con trincheras. Cuando se acumulan los agravios o simplemente tomamos manía a algún pariente, es muy fácil que todos nos pongamos las máscaras. Reducimos al otro a una caricatura, empequeñecemos lo positivo que hay en él y ponemos lentes de aumento a sus defectos. Mirar de corazón es mirar a su corazón. Entonces las máscaras caen.

Los relatos de Star Wars dicen que en el organismo existen unas criaturas llamadas midiclorianos en las que reside o se capta la Fuerza. Nadie ha podido hallar rastro de ellos y en ninguna convención de fans se ha encontrado la mínima evidencia de la famosa Fuerza.

Lo que sí es evidente es que la capacidad de discernimiento es una de las mayores fuerzas que puede tener una familia. Le hace capaz de preguntarse juntos, de examinar sus sentimientos en profundidad, de reconocerse cara a cara sin hacer caricaturas, de buscar juntos la raíz de los problemas y encontrar los motores más positivos que hay que encender para superarlos.

Anakin se encontró ante su miedo y fue incapaz de preguntarse más. Muchas veces el miedo o el enfado también nos paraliza y nos impide preguntarnos más. Es una pena que no dejemos que nuestra inteligencia y bondad pueda más que nuestro enfado. En esos momentos date un buen consejo: no dejes que tu enfado tape tu inteligencia ni tu bondad.

Pero Anakin quedó paralizado por la angustia y el remordimiento: si profundizaba más podía irle peor, pensaría. Así que se quedó a medias, preso tras la máscara del miedo, que pronto se acabaría convirtiendo en una máscara de miedo para todos los demás, la de Darth Vader. Eso no habría pasado si hubiera hecho caso a quienes bien le querían y aconsejaban; si hubiera hecho caso a su propio consejo: examina tus sentimientos, sabes que es verdad.

Preguntas para pensar y compartir

 

• ¿Cuáles son los sentimientos que más te cuesta reconocer en la vida con tu pareja y tu familia?

• ¿Logramos identificar cuáles son los sentimientos de fondo en el otro cuando en casa hay un desencuentro o un problema?

• Los enfados, ¿tapan con frecuencia nuestra capacidad de discernimiento?

 

 

c) Guión del itinerario que se va a seguir en el libro para aprender a discernir en familia

 

La primera parte nos propone entrenar una serie de capacidades:

• Aprendamos a preguntar mejor.

• Escuchemos lo que ocurre en el mundo.

• Crezcamos en libertad.

• No ocultemos lo que pasa.

• Pacifiquemos las tensiones.

• Perdamos la vergüenza que nos atenaza.

• Comuniquemos corazón a corazón.

• Sepamos renunciar y decir no.

• Hagamos nuestra vida más sencilla.

• Elijamos dándonos tiempo, no reaccionemos de manera espontánea.

• Adónde vamos y con qué objetivos.

• Desenredar y desanudar los líos.

La segunda parte traza un método para elegir sobre las cuestiones en las que la familia se juega su proyecto. Sigue la propuesta de Ignacio de Loyola. Consiste en los siguientes pasos:

1. En el primer tiempo:

a) Plantead el dilema esencial sobre el que hay que decidir.

b) Examinad los sentimientos de fondo en vuestro corazón. Son de dos tipos: alegría y desolación.

c) Haced balance o examen sobre la cuestión.

d) Imaginad alternativas.

e) No dejéis tiempos muertos: decidid con y a tiempo.

f) ¿Ya lo veis todo claro? Aseguraos de que no os engañáis y celebradlo.

2. En el segundo tiempo, decidir: dadle una segunda vuelta a la decisión buscando encuentros, consultas y experiencias alrededor del dilema.

3. En un tercer tiempo:

a) Si aún no lo veis claro, revisad a ver si es el dilema auténtico o hay que replantearlo.

b) Examinad las disposiciones básicas: ¿estáis decidiendo con humildad solo por amor?

c) ¿Sois indiferentes a lo que se decida con tal de que se haga lo mejor?

d) ¿Estamos salvando lo mejor de lo que aporta cada uno?

3.1. Un primer modo para decidir en este tercer tiempo los pros y los contras.

3.2. El segundo modo para decidir en este tercer tiempo: preguntas mayores para ir a la raíz:

a) Al más bueno.

b) Al más sabio.

c) Al que más os ame.

d) Aplicad criterios de elección: lo más urgente, multiplicador y decisivo; en lo que es vuestra competencia y estáis ya comprometidos; y donde no esté nadie o haya menos apoyo.

3.3 Tres falsos caminos (binarios):

a) Evitad decidir, pero no poner los medios para realizarlo.

b) Evitad engañaros a vosotros mismos eligiendo en realidad según el interés del beneficio propio.

c) Evitad elegir solo lo bueno pudiendo escoger lo mejor.

En todo caso, dejad lugar al misterio, evaluad y celebrad.