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Iglina, José Luis

El miedo de los pájaros / José Luis Iglina. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2019.

200 p. ; 21 x 15 cm.


ISBN 978-987-87-0339-8


1. Narrativa Argentina. 2. Novela. I. Título.

CDD A863


Editorial Autores de Argentina

www.autoresdeargentina.com

Mail: info@autoresdeargentina.com

Tiene un hilo conductor en forma ascendente, donde la novela desde la mitad hasta el final te invita irreversiblemente a seguir leyendo porque la motivación de la misma te produce eso. Tiene suspenso y el tema está tocado sutilmente sin caer en la morbosidad del mismo.

La parte final genera entusiasmo y el relato es prolijo y contundente.

Querido amigo, te agradezco que hayas confiado en mí para leer este borrador que es un tesoro. Un trabajo realizado con pasión, ¡vamos por más!


Adriana Guevara

Profesora en lenguajes Artísticos





Adriana, gracias por tu incondicional opinión sobre mi trabajo.


Soledad López, gracias por tu inmenso aporte en mi tarea final.


Gracias a mi familia por respetar y apoyar en el desarrollo de mis trabajos y sueños.


El autor

Índice

Capítulo 1. Divorcios

Capítulo 2. El lugar soñado

Capítulo 3. La renuncia

Capítulo 4. La busquedad

Capítulo 5. El caballo blanco

Capítulo 6. La verdad al aire

Capítulo 7. La cita

Capítulo 8. La mentira

Capítulo 9. La foto

Capítulo 10. Grupo de tareas

Capítulo 11. La revelación

Capítulo 12. El parte médico

Capítulo 13. El encuentro

Capítulo 14. Violencia de género

Capítulo 15. Descubrir el pasado

Capítulo 16. El honor de luchar

Capítulo 1

Divorcios

A mediados del mes de noviembre de 2017, en la ciudad de Rosario y en una oficina correspondiente al estudio del Judicial de Ernesto Sefirelli, trabaja Julia Salerno, una abogada que lleva veinticinco años ejerciendo su profesión. Comenzó haciendo prácticas profesionales en varios lugares, hace ocho años la convocaron para trabajar con este prestigioso estudio. Un sueldo interesante y una carta de presentación que ayuda en ese mundo. Su trabajo es meritorio debido a su tenacidad y templanza ante cualquier situación por más difícil que sea. Lleva sus cuarenta y nueve años muy elegantemente, y su bonito rostro contrasta con su personalidad, todos la conocen por hablar lo necesario, con las palabras exactas y en el momento justo, de esa forma se ganó el respeto de sus compañeros, pero hay algo en ella que parece petrificado en el tiempo, una tristeza en su mirada aunque sus labios dibujen una sonrisa.


Eran las diez de la mañana del lunes, cuando Julia estaba al teléfono en su oficina y entra Raúl Mendoza, su compañero de trabajo, el lleva una carpeta en sus manos y la posa sobre el escritorio, toma asiento esperando que ella termine de hablar, cuando lo hace observa a su compañero y comenta:

¿Por qué esa cara?

Raúl respira hondo y contesta muy serenamente,

—¿Cómo te lo podría decir? Estoy hasta las pelotas.

Ella se asombra y agrega:

¿Estás cansado de trabajar o qué?

Ella toma la carpeta que dejo Raúl y comienza a hojearla. Raúl es una persona de treinta y cinco años y su simpatía complementa con su espontanea energía, es pulcro y lo que más le acompleja es su temprana e inesperada calvicie. Está casado hace cinco años y tiene un niño de tres años, hace dos años que el estudio lo designo junto a Julia para que trabajen en los casos que se le presentan. Son muy buenos amigos y suelen pensar con los mismos códigos. Julia cierra la carpeta, lo mira y dice:

Nos dieron otro divorcio.

Raúl asiente con la cabeza y queda pensativo.

Julia, ¿por qué este tipo nos deriva nada más que divorcios? ¿Acaso somos tan inútiles?

Julia se levanta de su lugar, va hasta la ventana y queda observando los grises edificios con molduras artísticas del siglo pasado. Él, la observa esperando una respuesta, hasta que ella responde;

—Yo estimo que es porque somos los mejores.

Y deja escapar una leve sonrisa.

Raúl se levanta, toma la carpeta y se acerca a ella.

—Entiendo que estés agrandada, pero… ¿siempre lo mismo? Bueno, me voy a trabajar, dentro de un rato salgo para Villa a ver a esta persona. ¿Querés venir?

Ella sigue frente a la ventana, suspira y vuelve a su lugar respondiendo:

No, anda vos, voy a preparar la demanda de la familia Vázquez, así cuando vuelvas comenzamos con eso, suerte.

Raúl la observa detenidamente y acota;

¿No te parece que ya es hora de que nos independicemos?

Ella lo mira por un instante, sonríe y dice:

Sabes bien que no me animo, ya vendrán tiempos mejores.

—Este es el momento.

—Mira, esta gente me tiene harta con sus exigencias, así que no me tientes.

—Lo que pasa es que no te querés ir por Santiago. Comenta Raúl con picardía.

Julia toma un libro que esta sobre el escritorio y cuando intenta arrojárselo Raúl sale rápidamente y cierra la puerta. Queda pensativa hasta que agarra el teléfono interno.

Laura me pasas con Santiago por favor.

Aguarda unos segundos y su expresión cambia.

Santiago, Raúl ya salió para Villa Constitución. Pregunto: ¿estamos castigados? Hace un año que venimos divorcio tras divorcio, ¿no hay otra cosa?

Cuelga casi bruscamente y continua revisando unos papeles que tiene cerca.

Santiago es una persona de cincuenta y cinco años, es el segundo jefe en el estudio y es quien elige según su personal a quien derivar cada caso. Es bastante soberbio y no es muy querido por el personal, Julia es la única persona que siempre lo enfrenta sin desconocer sus límites.

Julia se recuesta hacia atrás mirando hacia el techo. Al cabo de unos minutos entra Santiago un tanto nervioso y apoya sus manos sobre el escritorio diciendo:

Que sea la última vez que me cuestionas un trabajo, es lo que hay y lo distribuyo lo mejor posible.

—Hay varios casos que llegan a este estudio, y siempre tenemos que manejar divorcios.

—Es lo que yo decido y si así lo hago, es porque me parece correcto.

Vos lo dijiste, “te parece”, pero no estás seguro que sea lo mejor.

Ella insiste con esa reflexión levantando la voz, él se pone nervioso y contesta:

—Si no te gusta afuera hay un montón de gente esperando por este puesto.

Julia lo observa callada por unos instantes, siente que fue un golpe bajo lo que acaba de escuchar, luego se levanta de su silla, toma la cartera, el celular, camina hacia la puerta y muy calmada dice:

Tenes razón, voy a hacer una obra de bien, anda afuera a buscar a otra y fíjate que tenga el sí fácil como te gusta a vos.

Dicho esto se dirige para salir del lugar, Santiago la toma de un brazo y ambos quedan dos segundos como suspendidos en el tiempo y sin hablar, ella mira la mano de Santiago que esta aferrada a su brazo y fija su mirada en sus ojos. Él, lentamente acerca su rostro hacia ella y exclama:

Si me dieras más atención, todo sería distinto Julia.

Ella se suelta violentamente y le contesta con bronca;

Ya te aguante bastante Santiago, debería denunciarte por acoso, así que más vale déjame ir porque te voy a cagar tu exitosa vida.

Santiago la suelta y baja la cabeza, se arrepiente de haber dicho eso, pero ya es tarde, ella sigue su camino y sale pegando un portazo. Él se queda allí parado y pensativo comienza a caminar con su mirada perdida, se detiene y murmurando comenta:

—¿Y ahora como carajo informo esto?

Se para frente al escritorio y lo golpea descargando su ira.


Julia acaba de salir del edificio después de discutir con Santiago y comienza a caminar. Está sorprendida por lo que ha hecho y se plantea porqué tuvo esa reacción tan espontánea y sin pensar que indefectiblemente no deja de tener consecuencias en su futuro. Sus ojos están con lágrimas de bronca por lo sucedido. Camina diez cuadras y se introduce en un bar, el sitio es tranquilo y convencional, elige una mesa alejada de la vidriera y toma asiento, busca enseguida en su bolso un pañuelo para contener sus ojos humedecidos, cuando lo encuentra lo saca con rapidez y se le cae una tarjeta de crédito y una foto de la cartera, ella no lo percibe. En ese momento pasa a su lado un señor que vuelve del baño y ve las pertenencias de Julia en el piso, se detiene, las toma, las mira, y observa a Julia mientras le pregunta:

¿Esto es suyo señorita? ella sin mirarlo y con sus ojos puestos en la foto se la arrebata rápidamente, levanta la vista y lo observa, al ver la cara de sorprendido del desconocido se da cuenta que su actitud fue violenta y reacciona: –Perdón, es que… estoy un poco nerviosa, discúlpeme y gracias.

Él se da cuenta que estuvo llorando y acepta amablemente su disculpa respondiendo;

No, no es nada, espero que sus cosas mejoren.

Cuando él le da la espalda ella advierte que es un hombre maduro, bien parecido y elegante, sigue su trayecto dentro del local y lo ve sentarse junto a una joven muy bonita, también nota que en ese momento ella la está mirando, Julia baja la vista inmediatamente y de pronto ve al mozo frente a ella, pide un cortado y trata de relajarse, esta confundida. Comienza a repasar lo ocurrido en su trabajo, aprieta los dientes con rabia, sabe que cometió un error debido a su impulso. De a ratos siente una sensación de alivio, como si hubiera recuperado el oxígeno después de mucho tiempo de estar en ese lugar, sin ser tenida en cuenta y soportando el fastidioso acoso de Santiago. En un instante pasa por su cabeza Raúl, su amigo y compañero de tareas, y la amargura la invade mientras deja escapar una lágrima. Levanta la vista y en ese momento el hombre que había recogido sus cosas, se levanta y se dirige hacia la puerta con su amiga, el abre la puerta de vidrio y la deja pasar, mientras sostiene la puerta para esa acción muy sutilmente mira a Julia, ella no esperaba ese gesto y esquiva la vista inmediatamente, luego muy discretamente vuelve a mirar cómo se alejan. Toma la foto que aún está sobre la mesa y comienza a observarla detenidamente. Esa fotografía tiene muchos años, esta ajeada y descolorida, pero no impide contemplarla infinitamente.


Raúl está entrando por la arteria principal a Villa Constitución, hace unas cuadras y ubica una estación de servicio para ingresar a ella, estaciona y abre la tapa del combustible, cuando un empleado se acerca y se dispone a atenderlo, él le pregunta por la dirección donde tiene que ir, este amablemente le indica, Raúl agradece y abona la carga, sigue su marcha para ubicar el lugar. Al cabo de unos minutos estaciona frente a una vivienda, recurre a la carpeta para repasar la dirección y comprueba que es esa, se acomoda las gafas de sol, baja y luego de cerrar el vehículo se aproxima a la puerta de entrada. El frente es una reja negra de dos metros con un portero eléctrico, acciona el timbre y queda a la espera, recorre con la vista el barrio y descubre que hay casas muy bonitas, camina hacia el portón del garaje y mira a través de ese patio con un césped prolijo y canteros llenos de flores. La cochera es amplia y descubre que no hay vehículos, vuelve a insistir con el timbre, en ese momento se abre la puerta de frente y se deja ver a una mujer. Raúl reacciona enseguida:

Buen día señora, soy el abogado Raúl Mendoza y vengo del estudio del Dr. Sefirelli.

Ella lo escucha atentamente y asiente con la cabeza, se dirige por una vereda rodeada de canteros hasta la puerta de calle, lo invita a pasar. Avanzan hacia la vivienda mientras Raúl la sigue sin dejar de mirar la cantidad de cámaras que hay en el lugar.

Analía es una mujer de cuarenta años aproximadamente, tiene su cabello rubio atado en su nuca, es delgada y da la impresión de ser una persona dulce y amable, su voz es suave y cuando habla mira directo a los ojos en todo momento, y a veces entra en pequeños vacíos en su relato. Raúl acepta el café que ella le ofreció, entonces se retira a la cocina a prepararlo, él se acomoda en un sillón y el paisaje que lo rodea contrasta totalmente con esa personalidad de mujer frágil. La escena es un amplio living muy bien decorado, pero con adornos tirados y rotos en el piso, cuadros desacomodados, sillas que están caídas, varios vidrios en todo el lugar que supuestamente podrían haber sido un florero costoso. Raúl no deja de mirar atónito el lugar sin comprender lo que pudo pasar allí, él solo sabe que desde ese lugar alguien llamo muy temprano para iniciar una demanda de divorcio, Analía vuelve y advierte la sorpresa del abogado y le dice muy serenamente:

Anoche discutí con mi marido, y bueno, las cosas se fueron de las manos, deje todo así como estaba, ¿no sé si a usted le sirve ver esto?

Raúl intenta no tropezar con la respuesta y calmado le hace un gesto negativo sin dejar de mirar el lugar, ella se sienta frente a él y comienza con su relato:

—Quiero divorciarme cuanto antes, él no sé si está de acuerdo, y ya ni me importa.

Raúl le da un gesto afirmativo y le pide que empiece a contar las causas, la situación familiar y la parte económica por la cual están pasando en la actualidad, y se dispone a tomar nota nota atentamente.

Estamos casados hace años, en un principio todo bien, llenos de proyectos, yo venía de una experiencia muy triste y creí ver el pasaporte a la felicidad con él, pero me equivoque, no lo culpo a él, tal vez el impulso desesperado que tuve por formar una familia no me dejo ver muchas cosas.

Raúl está tomando nota y de repente se detiene, alza la vista y ve sus ojos brillosos, duda en preguntar pero debe hacerlo:

Discúlpeme ¿Tiene hijos?

Ella niega con la cabeza y lo mira, cuando va a contestarle recuerda que estaba calentando el agua para hacer el café y se dirige a la cocina. Raúl se levanta de su lugar con la intención de estirar sus piernas, mira por la ventana en dirección a su auto, gira y ve una foto color sepia en la pared que data de muchos años, en ella divisa a una pareja joven sonriendo y sentadas en el tronco de un árbol caído. Luego se dirige a su lugar y ve llegar a Analía con una bandeja y dos pocillos de café, los deposita en la mesa ratona y toma asiento, Raúl hace lo mismo, ella le acerca el azucarero y lo mira.

—Son mis padres. Raúl hace un gesto de aprobación y pregunta:

¿Viven acá en Villa?

No, murieron muy jóvenes.

Raúl siente que la interrogación es inoportuna y trata de cambiar el tema al verla concentrada en la foto, bebe un sorbo de café, abre nuevamente la carpeta y comienza a tomar nota diciendo:

No quiero hacerla perder tiempo, ¿Usted hizo alguna denuncia por maltrato o algo parecido?

—No, nunca, pero me canse doctor, me canse de todo.

Por lo que veo, ¿este escenario de violencia motivo la decisión?

Cuando Raúl termina de formular la pregunta levanta la vista y ella está mirando hacia la ventana, Raúl intenta volver a preguntar, y ella la hace un ademan para que no lo haga, se levanta del sillón y camina hacia la ventana luego mira a Raúl y comenta;

Volvió, y está parado allá afuera.

Raúl la observa desconcertado y le pregunta a quien se refiere, ella se retira de la ventana mientras busca algo por todos lados, hasta que encuentra unas llaves, luego mira otra vez por la ventana

Mi marido, se dejó las llaves acá. ¿No sé qué va a hacer? Ella está nerviosa, Raúl reacciona enseguida.

—¿Por qué no tiene la llave?

—Anoche después de discutir se fue muy nervioso y se las olvido.


En el vertiginoso andar de la gente por Rosario, Julia camina sin rumbo fijo. Cuando está por cruzar la calle le suena el celular, lo busca en su bolso y ve que la llamada es de Santiago, mira hacia todos lados mostrando descontento hasta que decide cortarla, sigue su camino y al cabo de unos minutos vuelve a sonar, directamente ni lo mira, deja que suene hasta que se corta, sigue su marcha y escucha que alguien la está llamando por su nombre, no quiere mirar quien es, pero quien la llama insiste por segunda vez, se detiene no muy convencida y mira hacia atrás, descubre que es Yolanda entonces siente una sensación de alivio al ver que es su amiga.

Buen día Julia, ¿pensé que te estabas quedando sorda?

Julia sonríe y dice:

—No, iba volando, vos sabes que es muy común en mi persona, ¿Cómo andas?

—Yo bien, pero vos tenes una cara como si te hubieran echado del trabajo.

A Julia se le dibuja una mueca en su rostro y contesta:

No, no me echaron, renuncié.

La amiga que caminaba a la par se detiene y la mira:

¿Me estas jodiendo?

En la mirada de Julia ella ve que es la verdad.

Yo tengo una puntería formidable, ¿qué paso?

Julia se detiene en el centro de la vereda y comienza a contarle demostrando su amargura, un sabor agridulce le inunda la boca. En ese momento viene una persona caminando muy apurada y en ese punto se topa con otros transeúntes de frente, el muchacho da paso a otros mientras Julia y Yolanda están aún paradas allí conversando, el joven pasa luego mientras comenta:

¿No tienen otro lugar a donde ir a charlar?

Julia lo escucha, lo busca con la mirada y reacciona insultándolo espontáneamente, el joven se detiene y vuelve hacia ella, Yolanda se asusta y solo atina decir:

Mi amiga está muy nerviosa, acaba de quedar sin trabajo.

Él solo la contempla y agrega;

La entiendo, yo ando buscando trabajo y también puteo, pero al gobierno de turno, no a la gente.

Da media vuelta y sigue su marcha, Julia queda mirándolo sorprendida y comenta:

¿Que tendrá? ¿Veintidós, veintitrés? yo a esa edad me insultaban y me meaba encima.

Baja la cabeza, su amiga la toma del brazo y la invita a seguir caminando mientras Yolanda vuelve a consultarla:

—¿Qué vas a hacer ahora?

Ni idea, por lo pronto iré a casa, trataré de relajarme y luego más tranquila veré.

—Es lo mejor que podes hacer, mañana será otro día. Ahora yo pregunto, ¿a esto lo tenías pensado o seguís fiel a tus reacciones intempestivas?

—Hace tiempo que no me sentía bien en el estudio por varias razones.

—¿No me digas que tu jefe seguía acosándote?

—Sí, menos que antes pero fue una de las tantas razones.

—Está bien, que joder con ese pelotudo, ahora te vas a casa, te pegas un buen baño para relajarte. Mañana llámame y charlamos un ratito. ¿Te parece?

Julia sonríe y asiente con la cabeza, la abraza y se despiden. Yolanda es su amiga de la facultad, la quiere mucho por su espontaneidad, la ve como la clásica mujer capaz de jugarse por los demás, y además tiene un particular sentido del humor.