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Akal / Cuestiones de antagonismo / 112

Palmiro Togliatti

La emancipación femenina

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«La emancipación de la mujer no es y no puede ser problema de un solo partido, ni aun de una sola clase. Esto interesa a todas las mujeres, excepto, se entiende, a aquellos pequeños grupos ligados por motivos de interés a las castas dirigentes privilegiadas, responsables de la ruina en que nos encontramos y que no quieren que el pueblo renueve a Italia según sus aspiraciones. Con excepción de estos grupos, se debe realizar la unidad de todas las mujeres italianas, consideradas en su conjunto como una masa que tiene intereses comunes, porque está toda interesada en su propia emancipación, en la profunda transformación de las propias condiciones de existencia y, por ende, en la renovación de todo el país, sin el que esta transformación no es posible.»

Figura intelectual de primer orden del comunismo internacional del siglo XX, la posición de Palmiro Togliatti en torno a la necesaria emergencia del papel político y social de la mujer en la sociedad contemporánea fue preclara y comprometida. Desde la «emancipación de la mujer», pasando por el «voto de la mujer» y el «derecho al trabajo», este libro recoge sus más importantes intervenciones respecto a la cuestión femenina en los años siguientes a la liberación italiana del poder fascista.

Secretario general del Partido Comunista Italiano (PCI) desde 1927 hasta su muerte en 1964, la grandeza política e intelectual de Palmiro Togliatti es hoy indiscutible. Fundador del PCI en 1921, exiliado político en los años veinte y treinta, delegado de la Internacional Comunista en la Guerra Civil Española y líder del mayor partido comunista de la Europa occidental durante más de treinta años, su importancia e influencia sobrepasaron con mucho las fronteras de Italia.

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Título original

L’emancipazione femminile

© Ediciones Akal, S. A., 2019

Sector Foresta, 1

28760 Tres Cantos

Madrid - España

Tel.: 918 061 996

Fax: 918 044 028

www.akal.com

ISBN: 978-84-460-4840-4

Prólogo[*]

[*] Del discurso de Luigi Longo, Celebrazione del contributo delle donne comuniste alla lotta di liberazione nazionale en el Teatro Adriano, al final de la IV Conferencia nacional de las mujeres comunistas (Roma, 29 de junio de 1965). Luigi Longo (1900-1980) fue secretario general del Partido Comunista Italiano de 1964 a 1972, sucediendo a Palmiro Togliatti, que lo había sido desde 1927 hasta su muerte, en 1964.

Ha sido durante la Resistencia cuando la mujer italiana conquistó una nueva función en la sociedad. La Resistencia luchó para abrir de par en par esta puerta. Antes no habíamos tenido jamás –y lo recordaba hace ya veinte años el camarada Togliatti en la I Conferencia nacional de las mujeres comunistas– un momento de la historia italiana que considerase a la mujer sujeto activo, intérprete de un gran movimiento popular. Ha sido la Resistencia la que operó este cambio, cuando el pueblo humilde y generoso –son palabras de Piero Calamandrei– empuñó las armas para conquistar la libertad y las mujeres estuvieron al lado de los hombres, y no alguna mujer, sino decenas de millares, mejor dicho, centenas y centenas de millares, si unimos a las mensajeras, a las gappistas[1] y a las partisanas, todas las mujeres que participaron en la Resistencia italiana: bien ocultando heridos y prisioneros huidos, bien reuniendo víveres y ropas, bien trabajando en las fábricas y en los campos o amotinándose en una manifestación de protesta.

En innumerables acciones como estas, humanas y heroicas a un tiempo, surgió un sentido nuevo de la unidad, la conciencia de la necesidad de estar unidos, de ser muchos, de ser fuertes, de poder conquistar de este modo, en una Italia liberada del fascismo, un puesto adecuado al propio trabajo y a la propia función social. Así, por primera vez, las mujeres entraron en la historia de Italia, y entraron con la frente levantada, como protagonistas, como factor decisivo. Se puede muy bien afirmar que ellas fueron el alma y el corazón de la Resistencia, porque sin su amplia participación, sin su afectuosa solidaridad, el movimiento partisano no habría tenido extensión, el impulso y la solidez que tuvo.

Como comunistas estamos orgullosos de haber contribuido de una manera tan amplia en el ingreso de la mujer como protagonista en la vida política italiana. Como comunistas estamos orgullosos de haber tenido a nuestro lado desde las primeras batallas a tantas y tan fervorosas compañeras combatiendo por la libertad.

Hemos comprendido desde el inicio la máxima del camarada Togliatti: «La democracia italiana tiene necesidad de la mujer, y la mujer tiene necesidad de la democracia», y no podemos menos de alegrarnos que, desde el principio, tantas mujeres hayan reconocido en nuestro partido el más válido defensor de la causa de la mujer y de la causa de la democracia y hayan dado a nuestro partido su preciosa aportación de inteligencia, de trabajo y de heroísmo.

En la lucha de liberación nacional hemos empeñado todas nuestras energías afrontando enormes sacrificios. Lo hemos hecho porque este era el camino que se debía seguir para reconquistar la libertad y la independencia de la patria.

La Resistencia ha sido una gran lección de heroísmo y de amor patrio, pero ha sido también una gran lección de solidaridad y de unión nacional. Esta lección no la hemos olvidado. También por esto, celebrando la aportación de las mujeres comunistas a la lucha de liberación, celebramos igualmente la aportación de todas las mujeres italianas, de las mujeres socialistas, democristianas, del partido de acción, de las independientes, que han participado con nosotros en la lucha de liberación. A todas va nuestro homenaje y nuestro reconocimiento. Va a las 70.000 mujeres pertenecientes a los grupos de defensa de la mujer, a las 35.000 partisanas combatientes, a las 4.600 mujeres arrestadas, torturadas, condenadas, a las 623 mujeres fusiladas o caídas en combate, a las 2.750 mujeres deportadas en los campos de concentración nazis, a las 512 mujeres comisarias de formación partisana, a las 16 mujeres condecoradas con la máxima distinción militar, la medalla de oro, y a las 17 condecoradas con la medalla de plata.

Permitidme que nombre a una sola de estas mujeres: una madre, una madre de héroes, la madre de los siete hermanos Cervi. Permitidme que exalte en su nombre el coraje, la fiereza, la dignidad, los sacrificios de todas las madres, de todas las combatientes por la libertad, de todas las mujeres que de una manera o de otra han participado en la lucha de liberación nacional. Permitidme que exalte en el nombre de Genoveva Cervi, madre de encarcelados y de mártires antifascistas, las madres, las mujeres y las hijas de todos los camaradas y de todos los antifascistas que en los veinte años de dictadura mussoliniana han sido arrojados en la cárcel, han sido obligados a emigrar, han acudido a España a combatir por la libertad de aquel pueblo y por la libertad de nuestro pueblo.

Ofenderíamos a nuestras madres si dijésemos que no han llorado cuando nos han visto partir, cuando se enteraron de que estábamos en prisión, cuando permanecieron durante largos, interminables meses sin una señal de vida, cuando recibieron la terrible noticia de que su hjio ya no existía. Más que las durezas de la lucha pesaban sobre el ánimo de los combatientes las angustias de las madres. «Ya no sé qué escribirte para consolarte y hacerte estar con el ánimo tranquilo», escribía Gramsci a su madre. «La cárcel es una cosa abominable, pero para mí –añadía Gramsci– sería aún peor la deshonra por debilidad moral y por bellaquería.» Y en la víspera del proceso que lo debía condenar a morir en la cárcel, Gramsci aún escribía a su madre: «Querría, para estar verdaderamente tranquilo, que tú no te asustases o turbases excesivamente cualquiera que sea la condena que quieran darme. Que tú comprendieses bien, incluso con el sentimiento, que yo soy un detenido político y seré un condenado político, que no tengo y no tendré jamás por qué avergonzarme de esta situación. Que, en el fondo, la detención y la condena las he querido en cierta manera yo mismo, porque no he querido jamás cambiar mis opiniones por las que estaría dispuesto a dar la vida y no sólo estar en prisión».

Y así concluía Gramsci esta carta a su madre: «Querría abrazarte yo mismo muy estrechamente para que comprendieses cuán bien te quiero y cómo querría consolarte de este disgusto que te he dado: pero no podía actuar de otro modo. La vida es así de dura, y los hijos deben dar algunas veces grandes dolores a sus mamás si quieren conservar su honor y su dignidad de hombres».

Es en estas cartas de los antifascistas encarcelados, es en las cartas de los condenados a muerte de la Resistencia, en donde aparece del modo más inmediato y más profundo el sentido de nuestra lucha de más de veinte años en contra del fascismo. Hemos querido ser, todos, sólo combatientes por la libertad, combatientes por la dignidad y el rescate de nuestro pueblo, combatientes contra aquel monstruoso régimen que fue el régimen fascista, que fue el régimen nazi. Aquellos regímenes los hemos abatido después de tantos años de sufrimientos, de sacrificios y de luchas.

En la exaltación de la victoria y en los horrores de los exterminios conocidos pensábamos que ninguna cosa semejante podría volver a darse jamás sobre la tierra. Desgraciadamente, la brutalidad de los poderosos y de los explotadores no conoce fin. Después de los horrores nazis, hemos conocido los horrores de los imperialistas franceses en contra del pueblo argelino, y hoy conocemos los horrores de los imperialistas americanos contra el pueblo vietnamita, contra el pueblo de Santo Domingo.

Al recordar nuestra lucha de liberación nacional no podemos olvidar la heroica lucha de todos los pueblos por su libertad e independencia nacional. Esta manifestación de mujeres comunistas, de mujeres de la Resistencia italiana, no puede dejar de enviar un saludo solidario y augural a todas las mujeres que se han batido y se baten en los diversos países por la causa de la libertad.

Vaya un saludo particular a las mujeres argelinas, que tanto han sufrido en la larga y denodada lucha contra el colonialismo francés; vaya, junto al saludo, el augurio que hacemos a todo el pueblo argelino para que encuentre su unidad, amenazada por los acontecimientos de estos días, y para que Ben Bella y los otros dirigentes del Frente de Liberación Nacional sean restituidos a la libertad y puedan volver a su puesto de lucha.

Vaya nuestra admiración y nuestra solidaridad activa a los guerrilleros y a las mujeres combatientes del Vietnam y el augurio de victoria para su sacrosanta lucha por la libertad y la independencia de su país.

A los veinte años de la liberación es justo hacer el balance de la situación a la que hemos llegado. En gran parte lo habéis hecho vosotros en vuestra Conferencia. Nosotros nos encontramos ahora en una situación política y económica, social y moral que presenta graves elementos de crisis. Aquel soplo renovador que las fuerzas más progresistas del centro izquierda se proponían llevar a la vida del país no se ha conseguido.

Desde hace dos años, en el interior del centro izquierda han prevalecido siempre más las fuerzas conservadoras, que tienen en el grupo dirigente de la Democracia Cristiana su punto de fuerza. No se ha registrado ningún progreso sustancial en ningún campo de la vida nacional. No en el campo de la vida económica, porque, al contrario, el paro obrero ha vuelto a ser un fenómeno de la masa, con más de un millón de trabajadoras y trabajadores sin empleo. No en el campo de la organización democrática de la sociedad, porque no se ha realizado ninguna de las reformas que también se encontraban en los compromisos programáticos del centro izquierda, y los problemas regionales están aún sin solucionar. No en el campo de la moralidad, que también venía indicado como uno de los objetivos principales, porque, por el contrario, no ha habido jamás tanto escándalo y tanta corrupción como en el vértice mismo del Estado y de la Administración.

No ha habido innovaciones en el campo de la política exterior, aunque el presidente del consejo de este Gobierno de centro izquierda, el honorable Moro, ha podido manifestar «comprensión» y «solidaridad» hacia la guerra bárbara que los Estados Unidos sostienen contra el pueblo vietnamita, y que ha provocado ya en el mundo un nuevo grave estado de tensión y perjudicado los pocos progresos conseguidos por la vía de la pacífica coexistencia.

En este cuadro general es en donde se debe valorar el punto actual del proceso de emancipación femenina. Reconocemos que en los años pasados este proceso ha dado pasos hacia adelante no menospreciables, debido especialmente a vuestro mérito y a nuestro partido. Hace un par de años se había llegado a un nivel de ocupación femenina que rozaba el 30 por 100 de la mano de obra total del país, y este se encaminaba de esta manera a alcanzar a los países capitalistas más desarrollados. Un paso más hacia adelante estaba representado por la conquista, después de largas luchas, de la igualdad de retribución entre el hombre y la mujer. También estos hechos expresaban el nuevo puesto, no solamente desde el punto de vista económico, que la mujer andaba conquistando en la sociedad. Pero este proceso se ha detenido ahora, mejor dicho, ha dado graves pasos hacia atrás. Según estadísticas oficiales, el número de mujeres ocupadas disminuye desde julio de 1963 a enero de este año en más de 700.000. No es esta una cifra de poco peso. Al contrario: corresponde a la población de una gran ciudad italiana, corresponde a más del 11 por 100 de toda la mano de obra femenina. Estas cifras ponen a plena luz toda la cuestión femenina.

Dijo el camarada Togliatti que «en las relaciones sociales el trabajo es la sustancia de la persona humana». Sin el trabajo, el desarrollo de la personalidad femenina permanece inevitablemente unilateral y casi siempre limitado. La pérdida de trabajo, en poco más de un año, por parte de más de 700.000 trabajadoras constituye no sólo un drama personal para quien ha sido afectado por él, sino también un grave golpe dado a la misma posibilidad de progreso de la sociedad italiana.

Por ello ha hecho muy bien vuestra Conferencia en exigir que la programación –que debe orientar la política gubernativa en los próximos años– se ponga como fin, al menos, el aumento gradual de la ocupación femenina, dé soluciones al problema de la vivienda para las grandes masas populares y provea a la organización de servicios comunes según una concepción moderna de la vida. La educación preescolar, la educación general básica, la educación profesional, deben asegurar a los jóvenes la instrucción y la educación requeridas por la exigencia de la sociedad moderna.

Nuestro partido comparte la idea formulada por la Conferencia, que la vía maestra para la renovación de la familia italiana está en un impulso cada vez mayor a la ocupación de la mujer y a la transformación de la sociedad, y hace propia la propuesta de una reforma de la educación familiar que se base en la igualdad de los cónyuges en sus relaciones recíprocas y en las relaciones con los hijos.

También en Italia debe ser posible, respetando al máximo los sentimientos religiosos de los ciudadanos, llegar a la disolución del vínculo matrimonial cuando las condiciones de convivencia se hayan vuelto imposibles. Certifico que las compañeras han hecho una gran aportación con su Conferencia a la clarificación y a la elaboración de los problemas que provienen de las masas femeninas en general y de la situación italiana en particular.

El partido mantendrá y reforzará el carácter específico de la política de emancipación femenina ligándola siempre y favoreciendo al partido a conectarla con los grandes temas de las reformas, de la programación, de la construcción de una nueva unidad.

Estoy de acuerdo con la compañera Jotti, que ha puesto de relieve en su informe que una masa de casi medio millón de comunistas ejerce todavía una influencia demasiado escasa en el interior del partido y, además, manifiesta una limitada capacidad de iniciativa en las relaciones con los otros movimientos políticos, con las grandes masas y en el terreno de la acción política en el más estricto sentido. Todavía se manifiestan más graves insuficiencias en la acción de conquista de las nuevas generaciones femeninas a la política del partido.

Estas constataciones deben comprometernos a superar todas estas deficiencias. Creo que se deben admitir sin más las sugerencias organizativas emanadas de la Conferencia: mantenimiento de las instancias de trabajo femenino a todos los niveles de la organización del partido; esfuerzo continuo para dar autoridad y autonomía de iniciativa a los cuadros del movimiento feminista; presencia de compañeras dirigentes en todos los organismos de dirección del partido; formación de nuevas levas de cuadros femeninos y promoción de los cuadros ya formados a puestos de responsabilidad en el trabajo general del partido.

Son varios millones de mujeres que votan por nuestro partido, que expresan en número creciente en cada elección su confianza en nuestra lucha y en nuestra política. Pero muy a menudo la acción del partido hacia estas masas femeninas es demasiado discontinua y legada preferentemente a momentos electorales. Muy frecuentemente –y lo hemos afirmado en el documento para la preparación de esta IV Conferencia de las mujeres comunistas– las condiciones de vida y de trabajo de las masas femeninas no son un permanente punto de partida de nuestra acción.

Vosotras, camaradas, habéis afrontado todos estos problemas en vuestra Conferencia. Habéis afirmado la necesidad de conquistar con nuestra actividad y con nuestra lucha a un mayor número de mujeres. Todo esto está bien, todo esto es necesario. Pero yo querría recordaros, y querría recordar, sobre todo, a los dirigentes de nuestro partido, que todo esto no es aún suficiente. Lo que cuenta es saber crear en todas nuestras organizaciones las condiciones para que este gran número de compañeras pueda tomar una parte de primer plano en toda la actividad del partido. Lo que cuenta es saber proyectar hacia las grandes masas del pueblo esta nuestra gran fuerza combativa, saber hacerla llegar a ser la fuerza estimuladora, organizadora, arrebatadora de un grande y potente movimiento unitario y popular por la emancipación femenina.

La emancipación de la mujer –dijo Togliatti en la primera Conferencia de las mujeres comunistas– no es y no puede ser problema de un solo partido ni tampoco de una sola clase. Con excepción de los pequeños grupos, ligados por razón de interés a las castas privilegiadas, la emancipación femenina interesa a todas las mujeres, porque todas las mujeres están interesadas en su propia emancipación, en la profunda transformación de las propias condiciones de existencia y, por consiguiente, en la renovación de todo el país, sin la cual esta transformación no es posible. La emancipación de la mujer constituye, por tanto, un momento y una condición del desarrollo general de la sociedad. Pero en este desarrollo los conflictos de fondo se presentan continuamente de nuevo en una lucha ininterrumpida entre las fuerzas que quieren llevar a cabo una obra de renovación y las fuerzas que, por el contrario, luchan para que no se renueve nada.

Actualmente se da el caso de grupos de dirigentes democristianos que gobiernan la política del centro izquierda y a los cuales, por desgracia, se alinean continuamente también los ministros socialistas. Es necesario liberar a Italia del fantasma de centro izquierda, ahora obstáculo al progreso del país, ha dicho la compañera Jotti en su informe. Es preciso dar hoy vida –ha precisado aún– a un movimiento unitario tan amplio, a un debate político tan cerrado, que no demos tregua a los partidos y a los gobiernos.

No se trata de volver a formas antiguas de unidad que han pasado de moda, pensamos en formas nuevas de colaboración y de unidad, correspondientes a los problemas y a las exigencias de hoy, y que son las condiciones para ir adelante. Ni las fuerzas democráticas ni las fuerzas de izquierda pueden sacar provecho de que se mantengan las actuales divisiones, los nuevos fraccionamientos. Pueden tan sólo sacar ganancia las fuerzas de derecha en su tentativa de impedir todo desarrollo democrático, toda reforma, todo progreso en la construcción de una sociedad más cívica y más moderna. Pueden sacar ganancia sólo las fuerzas conservadoras que tienen la dirección del centro izquierda y que buscan, cada vez más, aprisionar al partido socialista.

Es desde aquí, y desde las exigencias de hoy y de mañana, que han surgido nuestras propuestas de crear nuevas relaciones entre todas las fuerzas de izquierda, laicas y católicas, entre todas las fuerzas socialistas, y la indicación de una perspectiva que contemple la creación de un partido único de la clase obrera. Se ha dicho justamente en esta Conferencia que nosotros no pensamos en una simple suma de las fuerzas organizadas en los partidos que se vuelven hoy al socialismo. Nosotros pensamos que se trata de dar vida a algo nuevo que no sólo corrija los defectos, sino, especialmente, supere los límites de toda fuerza socialista, comprendido nuestro partido, y aproveche todas las experiencias, todas las aportaciones válidas. Y tenemos puesta la mirada no sólo en los militantes, no sólo en las fuerzas organizadas, sino, además de estas, tenemos puesta la mirada en los obreros, en las mujeres, en los jóvenes, en los intelectuales, en todos aquellos que aspiran a la renovación socialista de nuestro país y que están dispuestos a luchar por ello.

Es una perspectiva nueva aquella que nosotros señalamos: es una inversión de la tendencia del proceso de fraccionamiento del movimiento obrero italiano, el predominio de la colaboración y de la unidad, en donde hasta ahora han prevalecido los contrastes y las divisiones. Es un proceso, este, que nosotros no concebimos sólo como un diálogo en la cumbre, sino como un movimiento que parta de las cosas concretas, de los problemas, de las tareas, de las posibilidades de hoy.

Esta es la vía que nosotros indicamos para salir de la crisis que hoy atormenta a nuestro país y que es una crisis política, económica, social y moral. Esta es la vía para salir de la crisis de una manera positiva, para avanzar hacia adelante. Por esta vía es hoy posible hacer un nuevo relance, dar un nuevo desarrollo a la lucha por la emancipación femenina y avanzar hacia la sociedad socialista, en la cual la mujer tendrá reconocidos todos sus derechos y podrá desarrollar plenamente su personalidad.

[1] Mujeres pertenecientes a un GAP (Gruppo di Azione Patriotica), grupo partisano italiano de 1943-1945, especializado en audaces golpes de mano y atentados en la ciudad. [N. del T.]