DATOS DE LA COLECCIÓN

PEQUEÑOS GRANDES ENSAYOS

DIRECTOR
Hernán Lara Zavala
CONSEJO EDITORIAL
Elsa Botello López
Dulce María Granja Castro
Ana Cecilia Lazcano Ramírez
Juan Carlos Rodríguez Aguilar
Ernesto de la Torre Villar
Colin White Muller

Universidad Nacional Autónoma de México
Coordinación de Difusión Cultural
Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial

 

BIBLIOGRAFÍA

Historia de Tlaxcala, 1576, México, Oficina Tipográfica de la Secretaría de Fomento, 1892; México, Ateneo Nacional de Ciencias y Artes, 1947; (edición de Germán Vázquez), Madrid, Historia 16 (serie Crónicas de América, 16), 1986 (paleografía, introducción, notas, apéndices e índices analíticos de Luis Reyes y Javier Lira Toledo), Tlaxcala, Universidad Autónoma de Tlaxcala /ciesas/Gobierno del Estado de Tlaxcala, 1998; Descripción de la ciudad y provincia de Tlaxcala de las Indias y del mar océano para el buen gobierno y ennoblecimiento dellas, 1584, México, Instituto de Investigaciones Filológicas-UNAM, 1981.

INFORMACIÓN SOBRE LA PUBLICACIÓN

AVISO LEGAL

Este texto fue publicado en la colección Pequeños Grandes Ensayos de la Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial de la Universidad Nacional Autónoma de México en 2006 bajo el cuidado editorial de Odette Alonso y Berenice Vadillo y la coordinación editorial de Álvaro Uribe.

Esta edición fue preparada con la colaboración de la Dirección General de Cómputo y de Tecnologías de Información y Comunicación de la UNAM. La formación fue realizada por Gloria Cienfuegos Suárez y Carolina Silva Bretón.

Primera edición electrónica: 2012

© D.R. UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO
Ciudad Universitaria, 04510, México, D. F.

Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial

Prohibida su reproducción parcial o total por cualquier medio sin autorización escrita de su legítimo titular de derechos

ISBN de la colección: 978-970-32-0479-1
ISBN de la obra: 978-607-02-4262-5

Hecho en México

unam

DIEGO MUÑOZ CAMARGO


Los tlaxcaltecas

Presentación de

ERNESTO DE LA TORRE VILLAR



UNAM

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO
 2012


PRESENTACIÓN

 

 

Diego Muñoz Camargo fue hijo de Diego Muñoz Camargo, conquistador natural de Plasencia, quien arribó a Nueva España bien temprano, en 1524, avecindándose en Tlaxcala en donde contrajo nupcias con Juana de Navarra, india principal de la provincia. De esa unión tuvo varios hijos, mestizos, formados y educados en Tlaxcala en donde aprendieron a perfección el náhuatl y se relacionaron con la nobleza indígena. Uno de ellos fue Diego Muñoz Camargo, a quien impusieron el nombre del padre, y quien nació el año de 1529.

Pasó muy joven a la capital, México, “la gran Temixtitan”, en donde trabó amistad con los franciscanos, quienes aprovecharon su bilingüismo para auxiliar en la evangelización y servir como intérprete. Vuelto hacia 1550 a Tlaxcala, sirvió a la Alcaldía de esa ciudad como teniente de alcalde, administrador de los bienes y hacienda del cabildo y en la organización y conducción de los indios tlaxcaltecas al septentrión novohispano. Casó dos veces con indias principales y nobles de ocotelulco y Tizatlan y falleció en 1599. Obtuvo diversos puestos como funcionario, lo que le permitió ir a España, recibir bienes diversos y relacionarse tanto con la nobleza indígena como con los mandatarios españoles.

El pasado de su tierra natal, de sus antecesores, le importó, y con recia información se dedicó a redactar, a partir de 1566, varias obras que se conocen con los nombres de Historia de Tlaxcala, Historia natural, Relación de la gran cochinilla, Pinturas sobre la grana y el Calendario. Todas estas obras tuvieron diferentes paraderos, pues algunas llegaron a inglaterra, otras a París y algunas que quedaron en México se perdieron. Estudiosos de la historia como fray Juan de Torquemada, Fernando de Alva Ixtlixóchitl, Carlos de Sigüenza y Góngora, José Fernando Ramírez y otros más la analizaron y relataron sus méritos. La Historia de Tlaxcala ha sido editada varias veces. René Acuña, quien localizó un manuscrito en Glasgow, Escocia, preparó notable edición en 1984, impresa por la UNAM, en la que aporta rica información.

Hemos utilizado para nuestro fin la edición hecha por el maestro Luis Reyes, basada en otro ejemplar que se encuentra en la Biblioteca Nacional de París y salida a luz bajo el patrocinio del Gobierno del Estado de Tlaxcala y la Universidad Autónoma de Tlaxcala en 1998.

La Historia de Tlaxcala ha sido calificada como fruto de la historia mestiza. Diego Muñoz Camargo fue mestizo y en su mente y en su sangre se advierte la presencia de dos corrientes espirituales que confluyen armoniosamente y las cuales llevan en sí muestras patentes del vigor espiritual e intelectual del pueblo mestizo, el cual en Tlaxcala se reveló mayormente. cultura, valor y ambición del padre se evidencian en la conducta del autor, cuyo interés se vuelca en historiar el pasado de su línea materna, lo cual hace con orgullosa desenvoltura, aun cuando varias veces, con fina discreción, se sitúa a la sombra del origen paterno.

Vida y obra de Muñoz Camargo se insertan en la nobleza indígena, la cual aprovecha para obtener beneficios que utilizó a perfección. El castellano que heredó del linaje de los conquistadores representó el orgullo cultural y la vía para colocarse en un nivel sociocultural y político superior. Con singular destreza supo beneficiarse de la superioridad social del padre y la 9 madre para realizar vida y obra. No desconoció las bondades que esas dos ramas le otorgaron y con las que se benefició. En ocasiones, con inteligente discreción, aprovecha más el origen paterno y deslinda hechos y acontecimientos del pueblo indiano, muchos de los cuales los siente bastante lejanos pero dignos de ser consignados en la historia general del pueblo tlaxcalteca.

Basado en amplios y ricos testimonios que los ancianos portadores de la historia tlaxcalteca conservaban, en relaciones orales y en la tradición, Diego Muñoz historia el remoto origen de los tlaxcaltecas, su dilatada y penosa peregrinación semejante a la del pueblo escogido por Jehová y a otros muchos pueblos en formación, su asentamiento final y, además, la inmensa serie de señores que dirigieron a esos pueblos itinerantes. Todo ello lo hace con fresca seguridad y firme convicción de su veracidad. Amplios capítulos dedica a los orígenes de esa sociedad, a su peregrinar y a la instalación en su tierra prometida. Pactos, alianzas, batallas con y contra los grupos diferentes y enemigos encontrados durante su largo recorrido, igual que los de los hebreos cuando salieron de Egipto, están bien descritos en esta historia, así como la constitución social y política que establecieron al situarse en Tlaxcala. También ofrece penetrantes descripciones de su sentido cosmogónico, de su religión y dioses principales, acercando esas ideas a la religión cristiana, con el propósito de señalar las concepciones religiosas de los pueblos antiguos, comparándolas con los principios e ideas del cristianismo.

Presenta en forma positiva el devenir histórico del pueblo tlaxcalteca. Al situar ese proceso en el punto de confluencia de los conquistadores españoles, Muñoz Camargo habrá de interesarse, con más pasión y entusiasmo, en dar cuenta de la presencia de la hueste corte siana en las tierras de Anáhuac, su ingreso pacífico en esos dominios y su recepción por los dirigentes de la nación tlaxcalteca, así como su ingreso masivo a la religión indiana.

Si por razones de Estado se da el bautizo de los señores indígenas, no escapó a nuestro historiador que surgió entre la población tradicional un rechazo a la introducción de diferente religión, que adquirió expresiones violentas como el martirio de los niños tlaxcaltecas, llevados a los altares por la percepción inteligente y oportuna del pontífice Juan Pablo II, quien así reafirma el significado universal del cristianismo.

El interés de un mestizo de india y de español por revelar lo más positivo de las culturas indígenas y la fuerza cultural del pensamiento europeo y de sus instituciones, representa el enorme esfuerzo que un ser inteligente y altamente comprometido tuvo que hacer por conciliar, en años de penoso crecimiento, el valor y la fuerza que la doble raigambre de esa sociedad presentaba.

De esa empresa salió airoso, lo cual significa que cupo a un mestizo ocuparse con fortuna de historiar un pasado que igualmente era el suyo y engarzarlo con otra corriente, que también le incumbía, por proceder de un personaje que había aportado valor y sangre para labrar una nueva patria.

Tal es el mérito que debemos acreditar a la Historia de Tlaxcala, y el cual ofrecemos a los inteligentes lectores de la historia y de las letras mexicanas.

Ernesto de la Torre Villar


ORIGEN Y COSTUMBRE DE LOS TLAXCALTECAS

 

Habiéndose poblado México y toda su comarca y redondez de la laguna, al cabo de tanto tiempo vinieron los olmecas, chalmecas y xicalancas, unos en seguimiento de otros. Y como hallasen toda la tierra ocupada y poblada, determinaron de pasar adelante a sus aventuras, y se encaminaron hacia la parte del volcán y faldas de la Sierra Nevada, donde se quedaron los chalmecas, que fueron los de la provincia de Chalco, porque quedaron en aquel lugar poblados. Y los olmecas y xicalancas pasaron adelante, atravesando los puertos y otros rodeándolos, hasta que vinieron a salir por Tochimilco, Atlixco, Calpan y Huexotzinco, hasta llegar a la provincia de Tlaxcala.

Aunque antes de llegar a ella vinieron tomando el tiento, reconociendo la disposición de la tierra, hasta que hicieron su asiento y fundación donde está ahora el pueblo de santa María de la Natividad, y en Huapalcalco junto a una ermita que llaman de Santa Cruz, que los naturales llaman Texóloc, y Mixco, y Xiloxochitla donde está la ermita de san Vicente, y el cerro de la Xochitécatl y Tenanyácac, donde están dos ermitas a poco trecho una de otra, que le llaman de san Miguel y de san Francisco, que por medio de estas ermitas pasa el río que viene de la sierra Nevada de Huexotzinco.

Y aquí en este sitio, hicieron los olmecas su principal asiento y poblazón, como el día de hoy nos lo manifiestan las ruinas de sus edificios, que según las muestras fueron grandes y fuertes; y así las fuerzas y barbacanas, albarradas, fosas y baluartes, muestran indicios de haber sido la cosa más fuerte del mundo, y ser obrada por mano de innumerables y gran copia de gentes la que vino a poblar, porque donde tuvieron su principal asiento y fortaleza, es un cerro o peñón que tiene casi dos leguas de circuito, y en torno de este peñón, por las entradas y subidas, antes de llegar a lo alto de él tiene cinco albarradas y otras tantas cavas o fosas de más de veinte pasos de ancho.

Y la tierra sacada de esta fosa servía de bastión o muralla de un terraplén muy fuerte, y la hondura de la dicha cava debía ser de gran profundidad, porque con estar como está arruinada de tanto tiempo atrás, tiene más de una pica en alto, porque yo he entrado dentro a caballo de algunas de ellas, y de industria las he medido, que un hombre a caballo y con una lanza aun no alcanza a lo alto en muchas partes, con haberse tornado a henchir de tierra con el tiempo y con las avenidas de aguas de más de 360 de esta parte. Las cuales fosas y albarradas ciñen toda la redondez del cerro, que no debió de ser poca fuerza ni menos reparo en aquellos tiempos.

Y en este dicho peñón hay muchos indios poblados hoy en día. En partes iba cavada por peña viva, y se aprovechaban de muchas cuevas en que vivían. En este cerro y en este fuerte tan antiguo, tan inexpugnable, en la cumbre de él y en la sierra de Tlaxcala, que llaman de Matlalcueye, y en lo alto y cumbre de Tepeticpac, se retiraron y guarecieron las mujeres y niños cuando el capitán Hernán Cortés y sus compañeros vinieron a la conquista de esta tierra y entraron por esta provincia de Tlaxcala, hasta que se entendió su paz y seguridad. Además de esta poblazón tan antigua, hubo otras en los llanos de San Felipe, que serán dos leguas adelante hacia la parte del poniente, en cuanto a nuestro centro, en parte llana y escombrada.

Asimismo hubo otra de los propios olmecas, xicalancas y zacatecas, cuyo caudillo de ellos fue uno que llamaban Coxana tecuhtli, que según parece, estos primeros pobladores vinieron en tres legiones de las Siete Cuevas, que unos y otros eran de un lenguaje y de una misma disposición y traza, los cuales tuvieron poblada más de cuatro leguas de tierra en diversos lugares de esta provincia, cuyos edificios son conocidos aunque deshechos y arruinados. Y éstos se pueden tener por los primeros pobladores de esta provincia de Tlaxcala, que poblaron sin defensa ni resistencia alguna, porque hallaron estas tierras inhabitadas y despobladas.

Y estando en éstas sus poblaciones quietos y seguros mucho tiempo, continuando en su quieta paz sin imaginar cosa en contrario, llegaron los chichimecas sediciosos y crueles, con la sedienta ambición, últimos pobladores y conquistadores de esta provincia de Tlaxcala, cuyo principio y origen pondré copiosamente, según y de la manera que han venido prosiguiendo, hasta que se sujetaron estas tierras y habitadores de ellas, y hasta que las pusieron debajo de su dominio bien, y así y de la manera que lo tratan sus crónicas y cantares cifradas en suma según su modo, olvidados ya de la cuenta que tenían en los tiempos que estas cosas acaecieron y en qué edades, que hacen no pequeña falta para nuestra satisfacción, aunque no dejaremos de poner algunos números de su cuenta y edades que ellos seguían.

Habiendo, pues, de tratar de la venida de los chichimecas, que fueron los postreros y últimos habitadores de esta provincia de Tlaxcala, la cual fue muchedumbre de gentes, que asimismo tienen noticia de que puede hacer trescientos años poco más o menos, que vinieron con ejércitos formados a poblar y a buscar tierras en que habitar, como las demás gentes que antes habían venido. Y así estas gentes vinieron de las siete Cuevas en su demanda y busca de estas otras gentes que se habían adelantado, siguiéndoles el rastro que habían traído en su venida, maquinando por diversas partes del mundo, peregrinando por grandes desiertos, arcabucos y serranías y grandes y muy ásperas montañas, como referido tengo, en demanda y busca de los culhuas y tepanecas y aculhuaques, chalmecas, olmecas y xicalancas, deudos y parientes suyos, todos de una descendencia, linaje y lenguaje y frasís.