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Javier Espinoza de los Monteros Cárdenas

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Sayri Karp Mitastein

Primera edición, 2008

Texto

© 2008, José Gerardo Bohórquez Molina

D.R. © 2008, Universidad de Guadalajara

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Editorial Universitaria

José Bonifacio Andrada 2679

Col. Lomas de Guevara

44657 Guadalajara, Jalisco

www.editorial.udg.mx

ISBN 978 607 450 007 3

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Diseño de interiores y portada

Sol Ortega Ruelas

Diagramación

Virginia Ramírez Moreno

Fotografías

Carlos Francisco Bohórquez González

BOHÓRQUEZ MOLINA José Gerardo

Coaticlue Sanjuanita. La peregrinación a San Juan de los Lagos: un rito solidario de retorno a Aztlán, / Gerardo Bohórquez 1ª ed. - - Guadalajara, Jal. : Editorial Universitaria, 2008.

177 p. ; 22.8 cm. -- (Colección Jalisco)

ISBN 978 607 450 007 3

1. Religión. 2. Jalisco - Descripción. 3. Antropología

200 scd-21

Se prohíbe la reproducción, el registro o la transmisión parcial o total de esta obra por cualquier sistema de recuperación de información, existenteo por existir, sin el permiso previo por escrito del titular de los derechos correspondientes.

Diseño epub:

Hipertexto – Netizen Digital Solutions

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Índice

Agradecimientos

Introducción

Peregrinos a San Juan

Historia de la Virgen de San Juan de los Lagos

Recuento histórico de San Juan de los Lagos

En tiempos mesoamericanos

Conquista de la región

Evangelización de la región chichimeca

Origen y refundación del pueblo de San Juan Bautista de Mezquitic

Encuentro efímero y segregación: la fundación de San Juan de los Lagos

San Juan y la Cristiada

Los indios en la actualidad jalisciense

Los peregrinos chichimecas de San Francisquito

Los peregrinos chichimecas de Tolimán

Los peregrinos nahuas de Tepito

Los nahuas

Recorrido por la historia de los nahuas

Tamoanchan, Chicomoztoc y Aztlán

Coatlicue: madre de los dioses y diosa de la tierra

Peregrinamos a Aztlán-Mezquitic para ver a la Coatlicue-Sanjuanita

Para comprender nuestro caminar

Peregrinar solidarizando la historia

Violencia en la prehistoria

El sacrificio como ejercicio legitimado de la violencia

Experiencias del pueblo que camina. Orden cultural, violencia y sacrificio

Jesucristo: víctima histórica del sacrificio y mensajero trascendente de solidaridad

Peregrinación y construcción solidaria

Comunidad dentro de la diversidad de la Iglesia Peregrina

Epílogo

Bibliografía

Notas al pie

A Nuestra Madre y Madre de Dios, Coatlicue Sanjuanita.
A mi madre, Natalia, mujer sencilla, ejemplo de generosidad y entrega incondicional.
A Lolita, mamá de Manuel, Francisco y Felipe, mi compañera en la peregrinación por la vida, mujer solidaria, sustento de nuestro hogar.
A las mamás, “mujeres guerreras” en el parto y en la vida.

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Agradecimientos

Quiero agradecer a todos los que hicieron posible esta vivencia. En primer lugar a mis hermanos peregrinos al Tepeyac del grupo “Choferes y mecánicos” que me invitaron a ir a San Juan: Silvestre, Amado, Toño, Leonardo, Alfonso, Manuel, José y Concepción; a los peregrinos a San Juan, especialmente a Pascual Moreno, a Canto y Cruz Maldonado Aguilar, que además son concheros de la Mesa Real de Conquista del Sr. General Narciso Aguilar; a José, Domingo, Miguel, doña Natalia, doña Luz, hija de Herculano Guerrero, que organizaba al grupo de Tolimán en los años sesenta; también a Gerardo, Patricia y David. A Imelda Mendoza, que preside la velación del 14 de agosto en San Francisquito; en la peregrinación del 15 al 28 de enero de 2006, agradezco a mis hermanos de Tolimán Esteban Álvarez, Crescencia Sánchez Moral, subjefa de grupo encargada de los alimentos a la que acompañan sus nietos y cuya abuela hacía lo mismo cargando en su burro el comal, las ollas, el molcajete y las cazuelas cuando se caminaba por San Miguel Allende y Silao, a Manuel de Santiago, Fernando González González, que vive en Los Ángeles, California, a Yolanda Blas Sánchez, José Luis González Sánchez, a Raúl Barrio, Verónica, su esposa, y Cristian, su pequeño hijo, a Luis Alberto Castillo del servicio de limpia de la ciudad de Querétaro, que llevó todo el tiempo cargando un nicho con imágenes de santos de su devoción y fotografías de sus seres queridos; al “carnal” peregrino de Tepito, Ignacio Ruiz, de los “Soldados de Cristo”; a Javier Gonzaga de la Cruz, danzante apache del grupo “Halcones” de San Pablo Tolimán.

De San Juan de los Lagos, a su cronista Amando R. de León Ruiz, a la historiadora Gemma Pérez Zermeño, al padre Jaime Gutiérrez, presidente de la Comisión de Arte Sacro, al fotógrafo René Ornelas y al padre Juan Carlos González Orozco; de Mezquitic a Daniel González Padilla, nuestro guía, y a don Ángel González Garibay, con sus noventa y tantos años de vida.

Del centro INAH Querétaro, a mis compañeros Ana María Crespo, Juan Carlos Saint Charles, Tonatiuh Osornio, Daniel Valencia, Alicia Bocanegra, Jorge Ramos, Carlos Viramontes, Alberto Herrera, Beatriz Utrilla, Eduardo Solorio, Mirza Mendoza, Ángel Zepeda, Noemi Pineda, Ernesto Hidalgo, Leticia Nolasco, Alfonso Pineda, Maricela Martínez, Sonia Butze, Fernando Saavedra, Yolanda Cano, David Saavedra, Eduardo Cano, Concepción de la Vega y Lourdes Somohano. Del centro INAH Guanajuato a Beatriz Cervantes y Luz María Flores Cervantes.

A mis generosos lectores, el padre Fidencio López, vicario de pastoral de la Diócesis de Querétaro, Manuel Piña, presidente de la Asociación Diocesana de Peregrinos a San Juan de los Lagos de 1997 a 2006; a Salvador Reyes Equiguas y Juan Ricardo Jiménez, que me hicieron observaciones críticas muy valiosas; a Alejandro Vázquez, investigador apasionado de las peregrinaciones indígenas de Tolimán; a Diego Prieto, amigo y consejero en este y otros andares. A don Samuel Ruiz y a don Miguel León Portilla por sus invaluables consejos, comentarios y su criticidad. A Bernardo Guízar, por su testimonio en la pastoral indígena; a Javier García Muñoz, mi orientador en la publicación; a Rodrigo Guerra, que acogió mi trabajo; a Blanca Solares, por su profunda comprensión de la diosa en el México antiguo.

En mi familia, a mis suegros, Lucha y Chepe, que siendo sanjuanenses me facilitaron los primeros libros sobre el tema; a Angélica, Nacho e Irma, por su apoyo. A la tía Dolores, que entró siendo niña a la cueva de Mezquitic. A mi papá, un recuerdo cariñoso. A Lolita, mi compañera en la vida y en mis viajes a San Juan, a mis hijos Manuel y Felipe que escucharon pacientes mis comentarios cotidianos sobre el tema, a la historiadora Patricia Luna y a Paty Ávila por su interés en mi trabajo, a mi hijo Francisco por la redacción, las fotografías y los aportes de fondo para este trabajo y a Silvia García por su trabajo en favor de la educación y el desarrollo comunitario.

Gracias a todos, ahora más que nunca es cierto que no son responsables de lo que escribí, sino colaboradores generosos y desinteresados.

Encontrar la peregrinación como una forma de supervivencia y resistencia de los pueblos indios después de agotada la defensa violenta, antes de que fueran totalmente exterminados por los conquistadores y sus aliados, vislumbrar la peregrinación de origen cultural nahua-chichimeca como un rito solidario de regreso a Aztlán para ir al origen y destino, Coatlicue Sanjuanita, no fue fruto de mi habilidad al buscar, ni de un azar sin sentido;1 ha sido tan hermoso que lo único que me queda es agradecerle a mi Madre Santísima de San Juan, por haberme mostrado tanto de lo suyo, sin ningún merecimiento de mi parte: un verdadero milagro.

Se me concedió,

se me concedió,

para mí es un gran milagro

venirle a cantar,

venirle a cantar

a la virgen de San Juan

(Pregón conchero)

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Introducción

Antes de abordar este trabajo hago algunas aclaraciones. Soy un peregrino de a pie de Querétaro al Tepeyac y a San Juan de los Lagos; nací en Tepito, en el Distrito Federal, y estoy avecindado en Querétaro, Querétaro; pretendía escribir originalmente en una o dos páginas de un periódico local, dando cuenta de una peregrinación realizada del 21 al 31 de enero del 2004 rumbo a San Juan, pero conforme avancé la investigación vi necesario darle un destino más amplio. Al regreso de la peregrinación tenía la convicción de que la oleada de romeros que van por la carretera a San Juan no estaban equivocados de rumbo. Gracias a ellos obtuve algunas conclusiones: que la peregrinación es vital para quienes la hacen; que acompañar a los pobres en su camino, en el rito y en la vida, es muy difícil; y que la sabiduría del pueblo que camina se resume en el saludo conchero: “Él es Dios”, a Él hay que presentarle proyectos de amor y por Él hay que dejarse llevar.

En este testimonio se entrelazan el mito y la historia, el rito y la vida, la historia de salvación y la inmanencia, la religión y la política. Se trata de un trabajo que se atreve a proponer algunas hipótesis de índole multidisciplinaria, con la pretensión de hacer una reconstrucción e interpretación integral, que no busca el desmembramiento de un fenómeno complejo y unitario.2

Algunas personas se preguntarán qué es lo que está aportando este trabajo. Quiero decirles que el primer sorprendido fui yo, porque a lo largo del mismo fui encontrando cosas inesperadas.

Se me vinieron más de mil años encima, ya que concebía la historia como etapas concluidas, tal como nos la enseñaron en primaria (época prehispánica, Conquista, Colonia, Independencia, etc.), y no una historia acumulada y viva, al grado que me conmovió el relato de los enviados por Moctezuma a buscar Aztlán y a Coatlicue, que le había dado a su hijo Huitzilopochtli cuatro pares de huaraches, dos para ir hacia su destino sagrado y dos para regresar con el cansancio a cuestas a su lugar de origen. Fue cuando descubrí que los peregrinos vamos de regreso a ver a nuestra madre Coatlicue Sanjuanita.

Tuve la intuición de que había una zona arqueológica, que no era reconocida porque los lugareños estaban desde niños acostumbrados a ella y no le daban suficiente importancia. Y ahí estaba, apenas anotada por cronistas locales. Generosa nos mostró, a través de los habitantes de Mezquitic y San Juan, algunas piezas muy significativas y, en un recorrido por la zona, muestras de superficie que fueron útiles para fechar de forma confiable una etapa de ocupación de lo que más tarde fue el Pueblo de Indios de San Juan Bautista de Mezquitic, con su probable capilla de indios viendo hacia la explanada ceremonial.3

Se puede decir que la utilidad del presente trabajo está en haber reconstruido un rompecabezas al tomar, reunir y relacionar cien piezas que, aparentemente distintas, forman una unidad coherente. A través de esa labor de reconstrucción, por ejemplo, podemos darle su verdadera dimensión al origen chichimeca de los habitantes de San Francisquito y de Tolimán en Querétaro, lo que ellos han subrayado siempre. También pudimos resaltar los rasgos de continuidad entre los mitos prehispánicos nahuas y la fe que se vive en la peregrinación a San Juan de los Lagos, que nos muestran el sentido y la lógica del largo tránsito de la cultura indígena al catolicismo popular. Como una interpretación de primera importancia, presenté una visión de la historia trascendente del pueblo que camina, una historia de liberación de la violencia, de un peregrinar lento y con retrocesos desde nuestro origen prehistórico fraticida, en el devenir de la construcción de la nueva fraternidad solidaria.

En lo particular, nos vamos a adentrar en el estado de Querétaro para ver quiénes y de dónde caminan hacia San Juan. Ahí, en San Juan, analizaremos la historia de la Virgen y veremos aspectos del origen y de la actualidad indígena. Profundizaremos en comunidades chichimecas-otomíes de Querétaro, una en la ciudad capital del estado, el Barrio de San Francisquito, y otras en el municipio de Tolimán, ubicado en el semidesierto.

Los aspectos generales se tratan en dos sentidos: uno sobre la cultura nahua y otro sobre la interpretación de la peregrinación. En lo cultural destacaremos su cosmovisión de origen y de las deidades relacionadas con la tierra y el nacimiento de los dioses y la humanidad. Aquí aparece el barrio de Tepito como una subcultura marginal de la Gran Tenochtitlan. Ya en la interpretación propondremos el arquetipo4 de Aztlán para San Juan con todas sus implicaciones sociales, territoriales y simbólicas.

En un plano universal aparece la peregrinación nahua chichimeca enmarcada en un mundo globalizado que desde la conquista ha intentado destruir la forma de vida indígena y ha impuesto sus formas de relación social con absolutos religiosos, políticos y económicos. Así se contempla el gran mapa de Aztlán-Tenochtitlan, y desde ahí nos topamos con el sistema dominante que desde 1492 ha distribuido y redistribuido los territorios de acuerdo a los imperios de las distintas épocas.

En cuanto al tiempo, el pasado y el presente se entrelazan. La historia de San Juan de los Lagos se manifiesta muy cercana a la de Querétaro y Tolimán, por la presencia de los grupos seminómadas chichimecos. El gran desarrollo del Imperio Mexica con sus clases subordinadas como los habitantes marginales de Tepito, encuentran situaciones semejantes con los habitantes de San Francisquito y Mezquitic, también dominados y segregados. La actualidad rural de los indios de Tolimán y Mezquitic los lleva a la migración y la situación de los habitantes de los barrios urbanos de Tepito y San Francisquito los obliga a buscar diariamente con sus múltiples oficios el pan de cada día.

Hoy por hoy siguen peregrinando, siguen construyendo aquí y ahora su futuro, así en la tierra como en el cielo, y se unen en la romería, en forma consciente, a la historia de salvación, aquélla que se encamina a restaurar la fraternidad en la humanidad, la solidaridad como forma de relacionarse y el amor como alimento diario, esa es la buena nueva para los pobres.

A partir de una visión antropológica que identifica en la envidia y el atropello para conseguir lo ajeno el origen de la violencia y de la interminable cadena de venganzas, y en los ritos sacrificiales un falso freno a la violencia con un “chivo expiatorio” como víctima. Una posición teológica propone el rompimiento con toda manifestación violenta y anteponer la solidaridad entre los diferentes y con las víctimas de este mundo.

Por último, buscamos desentrañar el mensaje específico de la Virgen de San Juan, utilizando para ello no sólo su propia historia, sino las de otras advocaciones de la Virgen (Guadalupe, Remedios, Pueblito y Zapopan), para descubrir que el regreso en búsqueda de Coatlicue-Sanjuanita, implica dejar los falsos caminos que nos deslumbran: la ambición, el dominio, el engaño, la violencia, para transitar hacia una nueva vida de solidaridad y no violencia, bajo el regazo de una madre común donde hay paz y vida.

Peregrinos a San Juan

Año con año, a San Juan de los Lagos caminan miles de fieles de Querétaro para ver a la Virgen, para llegar al segundo santuario católico más visitado de México. Caminan para encontrarse con Sanjuanita. Los principales grupos peregrinos son la Asociación Diocesana, el Grupo Querétaro, los grupos de La Caravana de la Fe, El Pueblito y San Sebastián (ver mapa 1). Más de cinco mil peregrinos en el mes de enero solamente de la región queretana. La presidencia municipal de San Juan de los Lagos calculó que un millón y medio de peregrinos visitaron el santuario de la segunda semana de enero a la primera de febrero en el año 2004.

Desde el principio de los tiempos, los seres humanos hemos regresado a nuestros santuarios, aquellos espacios que albergan la trascendencia, símbolos mediante los cuales lo divino se hace más presente, más cercano. En el caso de la peregrinación a San Juan de los Lagos, es de suma importancia decir que hace ya mucho tiempo que de Querétaro se peregrina a la zona, pero fue hasta 1971 que la Diócesis encabezó la peregrinación,5 que anteriormente era organizada por los parroquianos de La Divina Pastora, en el barrio bravo de San Francisquito. Este grupo camina por entre 11 y 14 días, formado por devotos de San Pedro Tolimán, San Antonio de la Cal, Higueras, Panales, Ezequiel Montes, Villa Progreso, La Cañada, Amazcala, Aldama, Atarjea, Santa María Magdalena, Lomas de Casa Blanca y del propio barrio de San Francisquito, casi todos ellos de comunidades de origen indígena. La religiosidad popular del cristianismo indígena fue por mucho tiempo una forma de organización comunitaria ajena a las instituciones oficiales, civiles y eclesiásticas, una estructura grupal religiosa con la que se ha resistido y competido con las estructuras de origen español, criollo o acentuadamente mestizo.6 Las diferencias de la peregrinación de Querétaro al Tepeyac con la que se hace a San Juan de los Lagos es que la primera es organizada totalmente por la Diócesis, y separa en el camino a hombres de mujeres, mientras que la de San Juan es mixta, como la vida, y está organizada todavía por los feligreses.7

MAPA 1
Comunidades peregrinas de Querétaro a San Juan de los Lagos

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Cuando se camina desde Tolimán, se pasa por El Molino, donde uno por uno se despide de una Sanjuanita peregrina y la bendice con el copal, se comparten tamales y atole; después se baja al río rumbo a San Antonio de la Cal y Bernal, llegando al crucero de Ezequiel Montes, luego a Galeras y rumbo a Querétaro por Amazcala y Saldarriaga, para pernoctar en el barrio de San Francisquito.

Al seguir viejas huellas, la ruta a lo largo del estado de Guanajuato va por Apaseo, Celaya, Cortázar, Villagrán, Salamanca, Arandas, Trejo, Silao, León y Lagunillas. En Lagunillas los concheros hacen una primera velación con sus alabanzas llenas de fuerza y fe, en las que refieren la confianza que le tienen a la Sanjuanita y el gozo que los llena al ir a visitarla:

Voy a comprar mis huaraches

para poder caminar,

para pagarle la manda

a la Virgen de San Juan.

Abrojos y pedregales

ya se quedaron atrás,

hoy es camino de flores

para llegar a San Juan.

En todos esos días de oración, se reza “La Magnífica”, recordándonos que Dios, el Salvador, desposeyó a los poderosos y elevó a los humildes.

En Jalisco se empieza por Las Cruces. La reconciliación es lo principal de la jornada, reconciliación con Dios y con el prójimo, son los peregrinos en busca de una relación más fraterna con sus familias, amigos y compañeros. A lo largo de la peregrinación, los peregrinos enfrentan momentos de cambio en relación con la vida y la muerte, como sucedió el 28 de enero de 2004, cuando murió de un infarto José Hernández, un hermano peregrino a quien La Virgen encontró en el camino. La solidaridad se manifestó de inmediato, pero la peregrinación, como la vida, tuvo que continuar rumbo a La Mesa, esa impresionante elevación geológica donde los concheros de San Francisquito, con los “Soldados de Cristo” del barrio de Tepito en el Distrito Federal, realizan durante la noche una segunda velación, antes de continuar con su camino.

Se continúa hacia los Llanos de Mirandas y, después, en Agua de Obispo, se llevan a cabo las coronaciones de los Nuevos Hermanos Peregrinos, con coronas de plástico o de espinas, de diferentes formas y con distintos motivos. No se deja “El pregón del sanjuanero” a lo largo de la caminata, el cuadernillo con las oraciones y los cantos que buscan la purificación espiritual. Por cierto, uno de esos cantos se entonaba en la Cristiada y recuerda: “Tropas de Jesús, sigan la bandera, no desmaye nadie, vamos a la guerra”,8 pero ahora la guerra se tornó manifestación pacífica, en búsqueda de fraternidad. Por fin, los peregrinos tocan el santuario con la llegada a la basílica de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos, donde formados durante horas esperan ansiosos estar unos minutos dentro del templo, junto con miles de hermanos, hombres, ancianos, mujeres y niños.

Esta peregrinación es, fundamentalmente, un ritual del cristianismo indígena, un caminar que hereda los significados escondidos que sólo el indio descifra, parte de esos procesos mediante los cuales los indios han adoptado, refuncionalizado y reinterpretado sus formas religiosas.9 A fin de cuentas, cambios y transformaciones de una resistencia a través del ritual que permite conservar el sentido y la organización comunitaria que no desecha la identidad. También los concheros peregrinan, los que escuchan “La Palabra”, los que danzan sabiendo que “Él es Dios”, marcando sus pasos a los cuatro vientos, con el huehuetl, los tamborcillos y los caracoles, guerreros pidiéndole vida al Sol, invocando a la diosa de la Madre Tierra y de la fertilidad, buscando el éxtasis divino, danzando en las fiestas por más de diez horas.10

Durante todo el año, quienes peregrinan a San Juan en enero, van también a ver a la Virgen de El Pueblito, a Villa Progreso, La Peñita, La Cañada, Ezequiel Montes, Panales y Amazcala. Son la red de comunidades que buscan sobrevivir como pueblos y como individuos, al recrear todos los años la religiosidad popular, el sentido de su caminar por esta vida; defienden su sentido y su vida con flores y cantos, con voces en alto, andares y danzas que tienen al cielo en la planta de los pies.

Y ¿qué intenciones llevan los peregrinos en sus morrales, mochilas y bolsas? El señor Esteban, de Tolimán, busca encontrar a Dios y a la Virgen para la salvación de su alma y para pedirles su bendición, va a rezar por su trabajo, y también para sanar su cuerpo y el de sus familiares, va a pedir porque termine de superar el alcoholismo, que dice “depende de uno, pero hay que pedirle a la Virgen y al Señor también”; Raúl, quien es albañil en Querétaro, es de Sabino de San Ambrosio, Tolimán, y peregrina como lo hacían sus abuelos y una tía difunta va por gusto y por agradecimiento a la Virgen, a dar gracias por su vida y su salud; de Bomintzá, Tolimán, viene Guadalupe, a pedirle a la Virgen que sane su casa, los pies de su esposo y a su hija, pues ni el huesero ni el doctor, en Querétaro, han podido sanarla de una mano; el señor Nazario es de Cerrito Parado, también en Tolimán, quien pedirá por su familia, por los enfermos y por la paz del mundo; Héctor, de Panales, camina para pedirle a la Virgen que siga intercediendo por él y los suyos, para que nunca le falte trabajo y salud. De Nogales, Tolimán, es el señor J. Guadalupe, quien dará gracias por los milagros que tienen sanos a diez de sus hijos, por lo que vale la pena caminar a pesar del dolor de pecho, la gripe y los escalofríos; le acompaña su esposa Petra, que va a dar gracias también por otros milagros que la mantienen con salud, pues antes de que le fueran a cortar un pie, le pidió a Diosito y a la Virgen de San Juan y del Tepeyac que le sanara.

Martha es de la colonia Vista Hermosa, en Tequisquiapan, y en su familia los milagros de la Virgen han sido varios, dice que ella es un milagro de la Virgen de San Juan de los Lagos, pues a los dos años, después de una neumonía que la tuvo ya “tiesa y morada” por media hora, la sanó, por lo que fueron a darle gracias de rodillas a la Virgen, momento en que, a la propia Virgen, relata, “se le movieron los aretes”; ella pedirá por su salud y por una bendición antes de irse al otro lado. María es de San Antonio de la Cal, Tolimán, y viene a dar gracias por haberse curado de la gastritis, y ahora pide que se componga de la diabetes, que tiene desde que murió su segundo esposo; María Irineo también es de San Antonio, pero ella sólo va por amor a la Virgen y por recorrer estos caminos que con penitencias y cansancios le van abriendo paso para el cielo. Clemencia es de Santa Rosa de Lima, en Colón, viene desde que le prometió a Dios y a la Virgen que si una hija suya sanaba de una enfermedad del estómago iría mientras conservara salud suficiente, y ahora va también a pedir por sus hijos que están uno en Pachuca y tres en Estados Unidos; el más chico le habló por teléfono en agosto, y “anda lejos, cerca de esas torres que se cayeron”, por lo que pide que Dios les dé su bendición.

Todos van a ver a la Virgen de San Juan de los Lagos porque ha sido su protectora, a ella le deben la vida y es su fuente de seguridad y bienestar. El peregrino va así en busca de vida, seguridad, salud y salvación, y va con aquella Santa Señora que es quien puede interceder por él y darle así lo que busca.

Historia de la Virgen de San Juan de los Lagos

Desde los primeros siglos del cristianismo, ha sido expresada frecuentemente la idea de que en la humanidad están las “semillas del verbo” 111213