A mis queridos lectores.

Introducción

En esta segunda parte haremos una descripción de varios rescates con el fin darle más ímpetu, ustedes, mis queridos lectores, podrán disfrutar más de esta, mi apasionante tarea de ir a los más recóndito de los lugares a brindarle alivio a la gente que lo necesita.

Tal es así que, como verán, habrá una foto en cada capítulo para que se trasladen mentalmente al lugar y puedan imaginarse mejor la situación que se vive en esos momentos, además de conocer nuestro querido país que tiene lugares de ensueño y otros no tanto. Sin embargo hay gente que nos necesita y allí estamos para ayudar a quien está en dificultades.

He de hacer tres relatos: rescate en altura; parto en vuelo sanitario y, guiándose por el helicóptero, en zona inundada.

Espero que disfruten las narraciones, una vez más gracias a todos los que intervienen, tanto piloto, mecánicos, enfermeros, equipo de traslado en tierra, colegas radiooperadores, personal de tierra, controladores aéreos, etc.

Figura 1: rescate en la cordillera

Como se ve en la fotografía el paisaje es inhóspito, luego de aterrizar en un lugar superior a la altura indicada en ese letrero, y donde la aeronave demuestra su capacidad operativa, es que hemos podido llegar al sitio y evacuar al paciente superior hacia el puente que se ve en la imagen, que es el viaducto de La Polvorilla, en la provincia de Salta, al oeste y a unos quince kilómetros del poblado San Antonio de los Cobres, donde el aire es tan liviano que debes ralentizar todo para poder hacer las cosas, si no el apunamiento o la descompensación por la altura llega en forma inmediata a esa altura, allí tuvimos que seguir hasta un sendero y continuamos a pie por varias horas, ya que a esa altitud nada se puede hacer de prisa.

CAPÍTULO UNO

El jadeo y los latidos cardíacos aumentados sobremanera nos hacen saber que el límite de lo físico está muy cerca y que al menor descuido podemos sufrir un percance, por lo que se debe ser muy prudente y avanzar lo suficientemente rápido como para ayudar a la persona y también cuidando de no sobrepasar nuestra capacidad, ya que nos convertiríamos en el segundo paciente.

Sin embargo, se hace el esfuerzo porque hay una persona que aparentemente padece ataque cardíaco, según lo dicho por los familiares que alertaron. Solo se sabe que es una persona de sexo masculino, de unos 83 años y que sufrió una descompensación, es lo que reza el radiograma de requerimiento de vuelo sanitario.

Seguimos subiendo por el interminable camino y su monotonía, que cada vez se cobra más energía del equipo de rescatistas, que está conformado por el baqueano, fuerza de seguridad y la parte de salud: enfermero y médico.

Luego de casi tres y media horas de arduo caminar y agotar hasta la extinción las fuerzas, se llega al lugar, con un cielo diáfano, hermosamente azul y el frío gélido del viento, la altura y el calcinante efecto del sol que pega muy fuerte, haciendo enrojecer el rostro.

En una casa de piedras, construida en medio de la nada y rodeada de pircas que hacen las veces de límite o cerco (uno ve eso y se admira de semejante obra, la colocación exacta de cada piedra para que cumpla la función de límite) donde las chivas y las ovejas deambulan por la zona, alguna que otra vicuña y guanaco se alcanzó a visualizar en los alrededores, y el majestuoso cóndor con su collarete blanco, indicando que es un macho adulto, de gran porte, sobrevolando la cuadrilla, como supervisando la labor del equipo y a la vez dando clases de vuelo inmaculado, disfrutando de las corrientes de aire y con un gasto energético mínimo, digno de ser admirado y ¡vaya lesión de aerodinámica, vuelo y navegabilidad!

El hombre inconsciente, y con los labios, orejas y extremidades amoratados, apenas responde con una latencia importante, como si le costara entender y a la vez responder, con mucha dificultad la bradipsiquia, más los signos y síntomas clínicos del paciente son señal de un fallo importante, por lo cual, y dentro de lo restringido de las posibilidades, se trabaja con la mayor prontitud que el caso amerita. La sospecha basada en la evidencia: fallo de bomba derecha.

Con extremo cuidado levantamos al paciente y lo colocamos en la camilla, ajustamos la máscara de oxígeno, y colocamos un goteo con NTG, un medicamente para vaso dilatar las arterias y darle chances de ponerlo en las manos y equipo requeridos, además se pusieron 5000 ui de heparina subcutánea, hasta llegar al helicóptero y ya hacer un tratamiento con las 25.000 ui por goteo ev. Se arropó al paciente y comenzamos el descenso que nos llevó un tiempo superior al de buscarlo.

Salió el hombre en camilla una vez dadas las instrucciones médicas sobre cómo trasladarlo sin sufrir nadie agotamiento.

La dificultad del descenso se hace más crítica debido a que el terreno es muy pedregoso y además gran cantidad de pequeñas piedras que pueden hacer caer al más avezado, por lo que se deben extremar las medidas y permanecer atentos en cada momento, no solo por uno mismo para no caerse y lesionarse, sino también por el paciente, que es el objetivo del equipo.

La camilla con el tubo de oxígeno y la mascarilla a flujo alto oxigenaban al paciente. Cada tanto el cambio de la posición de las personas, como así del paciente mismo, para dar respiro a los rescatistas, y así varias veces alternando unos y otros, luego de incansables horas, se llegó hasta el helicóptero, donde se debe hacer el último esfuerzo y que aunque ustedes no lo crean, mis queridos lectores, a esa altura, después de buscar y traer el paciente hasta la aeronave, el subir al paciente con la camilla, primero los pies y luego la parte de la cabeza, a esa altura requiere de un esfuerzo sobrehumano y ya una vez asegurada la camilla y el paciente a la camilla con los respectivos cinturones que toman cada hombro y la cintura como los pies, quedando con una sola pieza paciente y camilla dentro del helicóptero, se agregaron por suero y vía intravenosa el resto de la medicación indicada, se lo cargó y llevó a un hospital en San Antonio de Los Cobres en la provincia de Salta, donde se determina la urgente necesidad de evacuar al paciente a la ciudad de Salta, al Hospital Central a fin de brindar la alta complejidad que requiere.

La doctora que lo atiende manifiesta que este hombre vive prácticamente solo, sin familia y ya tuvo inconvenientes de este tipo varias veces, no obstante, este cree que definitivamente es el peor de todos, por eso dice: “debemos mandarlo a Salta para que el especialista lo examine y valore. Coordinaré la derivación para que lo reciban lo antes posible, y que el servicio de traslado esté esperándolo en el Aeropuerto”.

Ya instalado y por razones de peso, la enfermera debió viajar en ambulancia a Salta y de paso llevando a un niño a quien se lo espera por un tratamiento especial.

Dada la altura y el enrarecimiento del aire, se debe tener en cuenta que al despegar requiere de toda la potencia y un margen de maniobrabilidad aceptable, por lo que, menos kilos, mayor performance. Intentó despegar, sin embargo, la temperatura que no es baja para nada, no le permite hacerlo en la forma habitual que es ascender en forma vertical hasta unos 300 pies y luego bajar el morro y poner rumbo al destino fijado Por lo que nuevamente, en el segundo intento y escasamente a unos pocos centímetros del suelo, comienza como si fuera el rodaje de un avión en la pista, hasta llegar a una velocidad que le dé la capacidad de elevarse, finalmente tras un largo trecho de más de cien metros logra su cometido y se eleva en el aire poniendo rumbo a Salta Capital.

Las turbulencias propias de las corrientes convectivas y la zona montañosa hacen que pareciera estar transitando por un camino mal enripiado y a toda velocidad, cosa que por momentos se suaviza y en otros se agudiza. Asimismo la pericia y maestría del piloto del helicóptero hace que sea lo menos incómodo para el paciente, que comienza a moverse luego de un par de vueltas, se da cuenta de que tiene algo en la cara e intenta quitárselo, el médico le indica que se tranquilice, que no se saque la máscara, pues le estamos aportando oxígeno para que se sienta mejor.

Ahí en ese momento el paciente se da cuenta de que no está en su casa sino en algo en lo que nunca estuvo y le causa temor.

El médico le manifiesta: —Estamos volando a la ciudad de Salta, pues ha tenido un problema en el corazón y allá los especialistas lo van a ayudar.

Responde: —Aún me duele mucho acá —tomándose el pectoral izquierdo con su mano y dice que es un dolor muy intenso, que no para.

El médico saca una ampolla de nalbufina, ya que no puede usar otro medicamento por peligro de explosión como lo es el dinitrato de isosorbide, para vasodilatar al paciente.

Insiste en un dolor muy fuerte que le oprime el pecho y el cuello y todo el brazo izquierdo, no tolera la posición de decúbito (acostado), por lo que el médico decide poner al paciente en posición semi sentado. Lo cual mejora sustancialmente la actitud del hombre.

A todo esto el paciente está más receptivo, el médico le pregunta si alguna vez había tenido algo parecido o similar y el paciente le responde que sí, que en tres ocasiones anteriores le había pasado y que la doctora le insistía en que debía viajar a la ciudad de Salta a ver al especialista, “creo que todavía tengo la orden de ella, pero nunca fui, una vez que me mejoré y entre una cosa y la otra no lo hice, esta vez me agarró más fuerte, y gracias a don Casildo que fue a comprarme unas ovejas, me encontró y llamó al hospital y, bueno, aquí estoy con ustedes. Es la primera vez que vuelo y por el rancho a la noche siempre pasan los aviones muy alto y dejan una estela blanca, a veces muy marcadas y otras entrecortadas, que con el correr del día van desapareciendo de a poco y a veces pasan al crepúsculo y se ve como una luz brillante que camina por el cielo”.

—¿Le puedo hacer otra pregunta? —dice el doctor

.

Llegan al Aeropuerto de Gral. Mosconi y aterriza en la plataforma, a fin de que detenga el motor y se retire el equipamiento ocupado, se guarde en el hangar y quede listo para otro vuelo.

Así que el piloto le habla al doc., le avisa que ya han llegado y que si lo espera un momento lo lleva hasta su domicilio en Tartagal. Y así fue tanto que el médico aún continuaba entre sueños, agradeciendo como siempre al piloto por su trabajo.

—Doc., hasta la próxima, un placer volar contigo.

Fin capítulo primero