9788498169782.jpg

Pedro Antonio de Alarcón

El final
de Norma

Créditos

ISBN rústica: 978-84-96428-37-9.

ISBN ebook: 978-84-9816-978-2.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

A Mr. Charles d’Iriarte 9

Parte I. La hija del cielo 11

I. El autor y el lector viajan gratis 13

II. Nuestro héroe 14

III. Aventuras del sobrino de un canónigo 15

IV. Dónde se habla de las mujeres en general y de una mujer en particular 20

V. Elocuencia de un violín 27

VI. Cuarteto de celosos 30

VII. El final de Norma 32

VIII. Las pistolas de Alberto se divorcian 34

IX. ¡Adiós! 38

X. Éste para Laponia, y éste para Italia; éste para Italia, y éste para Laponia 43

XI. Hazañas póstumas de Noé 46

Parte II. Rurico de Cálix 53

I. Jacoba, nombre de mal gusto 55

II. Los ultimátum de Serafín 61

III. Donde se prueba que todo violín debe tener su correspondiente caja 65

IV. De cómo un vino puso claro lo que otro vino puso turbio 68

V. En que Serafín oye muchas cosas importantes 75

VI. Serafín reflexiona 78

VII. Una mirada de Rurico de Cálix 82

VIII. Que terminara con una sonrisa de Rurico de Cálix 87

IX. El mar es un contrabajo 90

X. Brunilda, nombre de buen gusto 93

XI. Esto es hecho 98

XII. Serafín y su equipaje 99

XIII. Lo que va de un blanco a un negro 102

XIV. Pistoletazo 103

XV. Último suspiro 103

XVI. Donde el autor confía a una tercera persona el relato de la tercera parte de esta novela 104

Parte III 107

I 109

II 111

III 113

IV 115

V 119

VI 121

VII 123

Parte IV. Spitzberg 125

I. Brunilda y Serafín vuelan juntos 127

II. Lector lo siento mucho; pero sucedió como te lo cuento 130

III. La dicha está en el fondo de un vaso 134

IV. De cómo un cadáver se embalsamó a sí mismo 138

V. Reverdece la esperanza 141

VI. Memorias de Rurico de Cálix 142

VII. El rey de una isla desierta arenga a sus vasallos 146

VIII. Todo y nada 147

IX. Todo inútil 148

X. En el que mueren dos personajes de esta novela 153

Libros a la carta 159

Brevísima presentación

La vida

Alarcón, Pedro Antonio de (Guadix, Granada, 1833-Madrid, 1891). España.

Hizo periodismo y literatura. Su actividad antimonárquica lo llevó a participar en el grupo revolucionario granadino «la cuerda floja».

Intervino en un levantamiento liberal en Vicálvaro, en 1854, y —además de distribuir armas entre la población y ocupar el Ayuntamiento y la Capitanía general— fundó el periódico La Redención, con una actitud hostil al clero y al ejército. Tras el fracaso del levantamiento, se fue a Madrid y dirigió El Látigo, periódico de carácter satírico que se distinguió por sus ataques a la reina Isabel II.

Sus convicciones republicanas lo implicaron en un duelo que trastornó su vida, desde entonces adoptó posiciones conservadoras.

El final de Norma fue escrita por Alarcón a los dieciocho años. Se trata de una obra romántica, una historia de amor en la que un joven apasionado persigue al objeto de su deseo a través de medio mundo.

A Mr. Charles d’Iriarte

Mi querido Carlos:

Honraste hace algunos años mi pobre novela El final de Norma traduciéndola al francés y publicándola en elegantísimo volumen, que figuró pomposamente en los escaparates de tu espléndido París. No es mucho, por tanto, que, agradecido yo a aquella merced, con que me acreditaste el cariño que ya me tenías demostrado, te dé hoy público testimonio de mi gratitud dedicándote esta nueva edición de tan afortunado libro.

Afortunado, sí; pues te confieso francamente que no acierto a explicarme por qué mis compatriotas, después de haber agotado cuatro copiosas ediciones de él (aparte de las muchísimas que se han hecho, aquí y en América, en folletines de periódicos), siguen yendo a buscarlo a las librerías. Escribí El final de Norma en muy temprana edad, cuando solo conocía del mundo y de los hombres lo que me habían enseñado mapas y libros. Carece, pues, juntamente esta novela de realidad y de filosofía, de cuerpo y alma, de verosimilitud y de trascendencia. Es una obra de pura imaginación, inocente, pueril, fantástica, de obvia y vulgarísima moraleja, y más a propósito, sin duda alguna, para entretenimiento de niños que para aleccionamiento de hombres, circunstancias todas que no la recomiendan grandemente citando el siglo y yo estamos tan maduros. En resumen: aunque soy su padre, no me alegro ni ufano de haber escrito El final de Norma.

Pero me objetarás. Pues ¿por qué vuelves a autorizar su publicación?

Te lo diré: la autorizo porque, a lo menos, es obra que no hace daño, y, no haciéndolo, creo que no debo llevar mi conciencia literaria hasta el extremo de prohibir la reimpresión de una inocentísima muchachada, sobre todo cuando los libreros me aseguraron que el público la solicita, y citando, en prueba de ello, los editores me dan un buen puñado de aquel precioso metal de que todos los poetas y no poetas tenemos sacra... vel non sacra fames...

De muy distinto modo obrara si mi propia censura se refiriese, no ya a la enunciada insignificancia, sino a tal o cual significación perniciosa de esta novela; pues, en tal caso, no sacrificaría en aras del éxito ni del interés mi conciencia moral tan humildemente como sacrifico mi conciencia literaria... Pero, gracias a Dios, El final de Norma, a juicio de varios honradísimos padres de familia, puede muy bien servir de recreo y pasatiempo a la juventud, sin peligro alguno para la fe o para la inocencia de los afortunados que poseen estos riquísimos tesoros. ¡Y es que en El final de Norma no se dan a nadie malas noticias, ni se levantan falsos testimonios al alma humana...!

Salgan, por consiguiente, a luz nuevas ediciones de esta obrilla hasta que el público no quiera más; y pues que he confesado mis culpas, absuélvanme, por Dios, los señores críticos y no me impongan mucha penitencia.

Adiós, Carlos; y con dulces, indelebles recuerdos de aquellos días que pasamos juntos en África y en Italia, cuando subíamos esta cuesta de la vida, que ya vamos bajando, recibe un apretón de manos de tu mejor amigo.

Pedro Antonio de Alarcón