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Señales

Director de la colección: Francisco Javier Jiménez

Diseño de cubierta: Silvano Gozzer

Diseño de maqueta: Susana Pulido

Corrección: Gabriela Torregrosa

Producción: Teresa Alba

Detalle de cubierta:

Catalanismo español

Esta obra ha recibido una ayuda a la edición del Ministerio
de Educación, Cultura y Deporte

© Herederos de Ignacio Agustí, 2013

© Del estudio introductorio, selección y notas, Irene Donate, 2013

© Fórcola Ediciones, 2013

c/ Querol, 4 – 28033 Madrid

www.forcolaediciones.com

Depósito legal: : M-26860-2013

ISBN: 978-84-15174-86-8

ISBN(ePub): 978-84-16247-24-0

ISBN(Mobi): 978-84-16247-25-7

índice

estudio introductorio, por irene donate

Prólogo

Biografía. Recorrido cronológico

Acercamiento al escritor

Bibliografía

Nuestra selección

artículos selectos

LAS COLUMNAS

Ningún día sin línea

Tres años 

El tiempo y nosotros: 200 números

INTIMISMO

Soberanía del mar

La ráfaga y el ciprés

El retorno del tiempo

No ver para creer

El ángel del otoño

Con Emilio Grau Sala

La florista de la medianoche

Las castañas y el fuego

Otoño y campo

Invierno y bruma

Los granos de la uva

Réquiem por un tranvía

Los primeros fresones

La primavera

El fulgor de las estrellas

Fuego en los bosques

Luz del paisaje

Honor de ramblista

Soledad navideña

Sin prisas

Mi jueves santo

CULTURA

Los ocho enamorados de Rosa Kruger

Nada, de Carmen Laforet

Don Eugenio d’Ors

Atlántida

William Faulkner

Conocer a esos cuatro

Día del libro

HUMANISMO

Progreso y regresión

La faz del miedo

Límite al vacío

COSTUMBRISMO

Víspera de Navidad, 190…

Nocturno y amanecer

Croquis en un vagón

El embargo

Nicotina

La lotería

Los inocentes

El olivo

Las bodas

El dinero es virtud

Por San Isidro

El scooter

Regar el césped

El sol y los turistas

El pueblo soberano

Réquiem por un niño

POLÍTICA

Un siglo de Cataluña

Quimera de un mundo «a la suiza»

El justo medio

Estabilidad

En el terreno de lo posible

Soplonería, equívoco y subversión

Los hombres y los textos

Alfonso XIII

La procesión política

En torno de las palabras


Índice onomástico

estudio introductorio
Irene Dorate
prólogo

En 2013 se cumple el centenario del nacimiento de Ignacio Agustí (1913-1974), un escritor que contribuyó decisivamente con sus novelas a la recuperación de la literatura española después de la Guerra Civil y, además, con sus escritos periodísticos —actualmente menos recordados—, ocupó un lugar destacado en la prensa de su época.

La celebración de un centenario supone, entre otras cosas, que un grupo de especialistas coinciden en esa fecha con la intención y el deseo de poner de actualidad a aquellos que dejaron su huella en la historia. Hacer tal cosa se puede convertir en un deber tanto más importante si se comprueba que ese rastro se ha ido borrando.

La decisión de realizar este estudio y su selección de textos surgió tras comprobar que, en la galería de retratos de la historia literaria más reciente, había algunos —caso de Ignacio Agustí— cuyos contornos estaban tan desvaídos que era necesario perfilarlos de nuevo con nitidez. Es ésta una labor necesaria si no queremos que en nuestro pasado queden zonas difuminadas que, con el tiempo, lleguen a desaparecer.

La huella que Ignacio Agustí ha dejado impresa en la historia tiene forma de árbol. Un árbol «verde y frondoso» que brotó en medio de las «cenizas» de su tierra barcelonesa, calcinada después de la guerra civil española. En los años que siguieron a la contienda bélica, Agustí escribió una saga novelesca que contribuyó a la recuperación de la historia y del alma de Barcelona. Se trata de La ceniza fue árbol, una serie protagonizada por las tres generaciones de la familia Rius, que constituye un verdadero homenaje a la tradición laboriosa de su ciudad. Una ciudad cuyo motor de progreso no fue la aristocracia terrateniente, sino una burguesía que trabajaba y madrugaba igual que los obreros, y en la que los ricos vivían sobriamente. Mariona Rebull, El viudo Rius, Desiderio, 19 de julio y Guerra civil —publicadas con un éxito sostenido entre 1944 y 1972 y galardonada la cuarta de ellas con el Premio Nacional de Literatura fueron verdaderas novelas cívicas con una clara inspiración histórica y social, en las que, a modo de crónica, se narraba el nacimiento y el desarrollo de la burguesía catalana entonándose al mismo tiempo un canto de amor a la ciudad de Barcelona.

Treinta años después de la aparición de Mariona Rebull y con la perspectiva que da el transcurso del tiempo, Agustí explicaba así el éxito de su novela: «Mariona Rebull llegaba, pues, en un momento dulce en que cualquier piropo a la ciudad sería bendecido. […] Era tratar a Barcelona como lo que es, explicar cómo había sido: radiante, apasionada, fabril, gozosa, pero también sacudida en otros tiempos por el estruendo de la revolución anarquista. Creo que, más que una obra literaria, la gente juzgó entonces un acontecimiento de comprensión y de amor. La gente aceptó el libro porque pensó que, por fin, alguien ajeno a ideologías y banderías había comprendido cómo éramos e intentaba explicarlo con llaneza a todo el mundo» (Agustí, 1974: 157).

Así empezó Agustí a abonar ese árbol barcelonés, de donde fueron brotando a lo largo de los años pobladas ramas que no sólo tendrían savia novelesca, sino también poética y teatral. Pues bien, entre todo este espeso y variado ramaje encontramos también sabrosos frutos inspirados en la urgencia periodística que, sin embargo, recibieron el mismo aliento creativo que el resto de sus escritos literarios. Casi todos han aguardado pacientemente en las hemerotecas el momento de su recuperación, puesto que en vida del autor sólo se publicaron breves selecciones. De ellos ofrezco en este libro una antología representativa.

Como decíamos al comienzo de estas líneas, no son muchos los que, fuera de los ambientes académicos, recuerdan hoy que, a lo largo de toda su vida, este escritor barcelonés estuvo estrechamente ligado al desarrollo de la prensa en Cataluña, donde dejó testimonio de un periodismo de altos vuelos literarios que hay que rescatar.

Ignacio Agustí comenzó su trayectoria periodística a principios de los años treinta, escribiendo en lengua catalana en La veu de Catalunya, Mirador, La veu del vespre y L’Instant. En 1937 —y ya desde entonces escribiendo en castellano—, se incorporó como director a la revista Destino, recién fundada en Burgos, y siguió como tal en la etapa barcelonesa hasta 1957.

Fueron veinte años en los que simultaneó la dedicación a la novela y al periodismo. Además de dirigir el semanario Destino en un momento de aguas turbulentas, fue corresponsal de La Vanguardia Española en Suiza durante más de un año y fundador del Premio Nadal, de gran trascendencia para la promoción de la novela española en la posguerra. En la década de los sesenta fue colaborador de los diarios Pueblo, Tele/eXpres y ABC, así como de la revista Triunfo.

Siempre mostró una clara preferencia por los géneros periodísticos más cercanos a la literatura —el artículo y la columna sobre todo—, en los que demostró una clara voluntad de estilo. Prueba del valor literario de su escritura periodística es el Premio Mariano de Cavia, que le fue concedido en 1954 por el artículo «Don Eugenio d’Ors», incluido en nuestra selección. Recordemos que este premio, desde su fundación en 1920, se venía concediendo a trabajos firmados que acreditasen «perfección literaria, arraigada cultura, juntamente con la facilidad y prontitud de redacción» (VV. AA., 1955: IX).

Después de este somero recorrido por su trayectoria literaria y periodística, surge de forma inevitable la cuestión del porqué del olvido que rodea la figura y la obra de Ignacio Agustí, cuestión a la que quiero responder a continuación.

El 26 de febrero de 1974, Ignacio Agustí moría repentinamente a las cinco de la tarde de un infarto de miocardio en su domicilio de la Diagonal de Barcelona. Tenía sesenta años. La noticia fue recogida en numerosas publicaciones de ámbito nacional y al funeral posterior asistieron más de mil personas, entre ellas destacadas personalidades y numerosos escritores, editores y periodistas, según se puede leer en las crónicas de aquellos días. Al día siguiente del funeral se le concedió la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio.

El eco que tuvo la muerte de Ignacio Agustí en la prensa local y nacional fue amplio y la valoración, unánime. Por encima de todo se destacaba su labor novelística y su papel de retratista de la burguesía barcelonesa, así como su calidad humana y su categoría intelectual. En las semblanzas que se publicaron definiendo su papel intelectual y ensalzando su labor, prácticamente todos coincidieron en valorar su doble labor en la literatura y en el periodismo.

Dos meses después de su muerte, en la Junta General reglamentaria de Socios del Ateneo barcelonés se le rendiría homenaje como presidente de dicha institución, cargo que había ocupado hasta 1971, y se decidiría por unanimidad denominar al salón de actos «Salón Ignacio Agustí».

En los días previos al 23 de abril, Día del Libro, su recuerdo volvió a hacerse presente por la publicación póstuma de su libro de memorias Ganas de hablar, así como por la tradicional tertulia de escritores en la librería Argos, que él organizaba desde hacía años. Días antes, Julio Manegat rememoraba en Radio Nacional de Barcelona el ambiente entrañable de aquellos encuentros anuales en los que «al caer la tarde, cuando tal vez ya se abría el aire en el vuelo de los primeros vencejos, allí acudíamos a charlar y bebernos unas copas; a celebrar, en fin, nuestra Fiesta Mayor». Continuaba recordando Manegat que «la gentileza de Ignacio, su calor de amistad, su ironía tierna en la palabra y en la sonrisa, estaban allí, en el altillo de Argos, para acompañarnos. Una alegría extraña se apoderaba de nosotros, sus amigos escritores. Era la alegría de la comunicación, de sabernos unidos en la misma aventura de las letras, cada uno en su medida y en su horizonte».

En los años siguientes las referencias a Agustí se fueron haciendo más esporádicas. A lo largo de 1975 se le recordó a propósito del rodaje de La saga de los Rius, una producción de rtve basada en las tres primeras novelas de La ceniza fue árbol, con guión de Juan Felipe Vila-San Juan. La serie se emitió con éxito en 1976 y actualizó durante un tiempo la figura de Agustí, que, sin embargo, a partir de entonces, fue cayendo progresivamente en el olvido.

Las causas de ello son variadas: por una parte, existen razones literarias, porque las novelas de Ignacio Agustí habían agotado su interés frente al experimentalismo desarrollado en los años sesenta; y, por otra parte, ideológicas, ya que la desaparición del franquismo, en el cual había quedado instalada la figura de Agustí, trajo consigo el desarrollo de un catalanismo más nacionalista contra el cual él se había manifestado repetidas veces. En 2003 Miguel García-Posada publicó el artículo «Retorno a Ignacio Agustí. El árbol del recuerdo» (Blanco y Negro Cultural, 29 de marzo de 2003), en el que lamentaba este injusto olvido de raíz ideológica aseverando que, como Agustí había militado «en el bando de los vencedores», la crítica literaria, la académica al menos, había decidido «que es un pecado que debe purgar. Como lo siguen purgando Foxá, Panero, Ruano, Sánchez Mazas (pese a Cercas) o Miguel Villalonga, que no tuvieron tiempo de “reciclarse”, según hicieron otros». Todas estas circunstancias contribuyeron a sumir a Ignacio Agustí en ese purgatorio que es el olvido, del cual sólo ha salido esporádicamente al hilo de otros recuerdos, como durante el cincuentenario de la editorial Destino en 1992, o dos años después, al celebrar el Premio Nadal también sus cincuenta años de existencia.

Del mismo modo que en estas líneas se ha querido responder a la pregunta de por qué Ignacio Agustí ha sido postergado, es necesario y oportuno también abordar la cuestión de por qué merece la pena actualizar su figura y, más concretamente, su labor periodística.

Una de las razones que justifican este libro es el interés que sigue suscitando en la actualidad la etapa en la que vivió Agustí, puesto que su sombra se proyecta aún sobre nuestro presente. La distancia temporal permite ahora valorar con más sosiego y ponderación la labor cultural y literaria en esos cuarenta años de franquismo en los que su figura ha quedado encasillada. Por eso, una recopilación de textos como la que aquí se ofrece puede contribuir a profundizar en la figura de uno de sus protagonistas, evitando, por una parte, caer en simplificaciones sobre ese pasado que pudieran desvirtuar la realidad y procurando, por otra, hacer un aporte documental que enriquezca el conocimiento de nuestra historia.

En el ámbito literario, el renacido interés por el realismo y por la novela histórica vuelve a conectar con el estilo novelístico de Agustí y explica la reedición de sus novelas completas en 2008. Y, sin salir del terreno literario, la razón de más peso que impulsa este proyecto es el hecho de que los textos periodísticos de Ignacio Agustí poseen sobradas cualidades artísticas para salir de las páginas efímeras del periódico —creación colectiva y anónima— y constituir un libro —creación individual y de autor— que mantiene vivo su interés a pesar de los años transcurridos.

Desde muy joven Ignacio Agustí tuvo muy claro que él era un «animal de pluma» (Arco, 1962), un escritor, ya fuera en libro o en periódico. Veremos posteriormente en su biografía que fueron sus aptitudes para la poesía las que le condujeron al periodismo, donde prácticamente todos los escritores de su época se iniciaban y gracias al cual obtenían el sustento económico que difícilmente les procuraba la publicación de sus libros1.

Fue un escritor que siempre se acercó al periodismo con la actitud de un literato, y así fue considerado también por sus contemporáneos. Sirvan de testimonio estas palabras del crítico literario Rafael Vázquez Dodero: «[Ignacio Agustí] tiene cuño inconfundible de escritor [...] Lo mismo da identificarle en un comentario de política internacional que en un ensayo o artículo literario, evocativo o biográfico. Agustí es siempre un hombre de pluma. Su prosa se caldea a menudo, pero sin perder el compás. Tiene sobriedad aun en los momentos de mayor encendimiento y brillantez. Los artículos de Agustí son finos e interesantes; muchos de ellos, anónimos o firmados, pertenecen a la más selecta literatura periodística de los últimos tres lustros. Cuando se haga una antología de este género habrá que contar con ellos más de una vez». (VV. AA., 1955: XXI). Y, efectivamente, se contó con ellos, por ejemplo, en la selección de Jaime Ballesté, El artículo. 1905-1955 (Antología literaria de ABC) (1955), que se abre con «Atlántida», una Tercera de ABC de Agustí publicada el diecisiete de diciembre de 1950 que incluyo en esta selección.

La historia de la prensa literaria también lo ha considerado así. La profesora Pilar Palomo en su libro Movimientos literarios y periodismo en España define a Ignacio Agustí, a Miguel Delibes y a José Luis Castillo Puche como «cultivadores del género narrativo, pero que a la vez son excelentes escritores en periódicos» (Palomo, 1997: 452).

Movida por la certeza de la calidad literaria de los textos periodísticos de Agustí, he querido rescatar de las hemerotecas aquellos textos que tienen el mérito de recrear retazos de vida con un estilo seductor y sugerente y que mantienen la frescura y la capacidad de seducción que poseen las palabras bien engarzadas. El propio autor tenía esa intención, siendo como era plenamente consciente del esfuerzo creativo que había realizado al escribirlos, y de ello dejó testimonio en sus memorias: «[A]lgún día —si mi vida me da todavía plazo— procuraré ordenarlos y de ellos saldrán algunos libros, como hacían de sus artículos literatura de biblioteca los escritores del 98» (Agustí, 1974: 408).

Aprovechamos el centenario del autor para unirnos a ese proyecto, convencidos de que, si la muerte no se lo hubiera llevado tan temprano, él mismo lo habría realizado.


1«He dedicado muchísimas de mis horas al periodismo —contaba en una entrevista— y en realidad mi profesión es también periodística y eso porque entre otras razones un escritor necesita vivir y el periodismo es una fuente de vida económica que el libro no es» («Los personajes son de carne y hueso: Ignacio Agustí», entrevista de Manuel del Arco en Tele/eXpres, Barcelona, 27 de febrero de 1970).