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CARMEN BOULLOSA

AZÚCAR NEGRA

El negro mexicano
blanqueado o borrado

Fondo de Cultura Económica

CENTZONTLE
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA

Primera edición, 2013
Primera edición electrónica, 2013

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Índice

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El negrito blanqueado

La goma de borrar de Bernal Díaz del Castillo

Raza blanquita

El sueño mexicano

Nota de la autora

Todo empezó leyendo a Juana de Asbaje, sor Juana Inés de la Cruz. En el principio de este libro estuvo ella. Imaginé el patio de juegos de su infancia (con los hijos de quienes trabajaban en la hacienda y en la domesticidad de los Ramírez, indios, negros, mestizos, mulatos), intenté visualizar la Ciudad de México como ella la vio por primera vez, una niña posiblemente ya acompañada de su esclava mulata Juana —también niña—, las calles que debieron parecerle populosas en las que los afromexicanos eran la mayoría, los más empleados domésticos, o artesanos. Es probable que le hubieran provocado asombro las ropas de los negros o mulatos que a su vez vestían los palacios —la vida en la hacienda no era propicia a los lujos de la rica ciudad colonial—.

Me picó la curiosidad. Me intrigaron los dos escenarios, el patio de juegos y la ciudad que vio la niña llamada Juana. El apetito de exploración, búsqueda, cacería, pesca, empezó. Comencé a buscar ahí. Tiré el anzuelo, algo a ciegas, sin conocer las aguas, con el deseo de entender. Comencé el ejercicio literario que me ha llevado a escribir novelas de piratas en el Caribe del siglo XVII, de la batalla de Lepanto, de una pintora de la corte de Felipe II, y otras. Buscaba, quería entender cómo había sido ese México, rastrear su significado y valor social entonces y su huella en el presente. Tuve el deseo de escribir una novela con una protagonista recién llegada del Congo, o hija de un cafre o una guineana, que ella (o él) recordara el viaje trasatlántico, que se instalara en la Ciudad de México. Terminé escribiendo el pasaje de una novela contenida adentro de otra (El complot de los románticos, la publiqué en 2009, en Siruela). Ella, mi personaje, una africana formidable, es una fatimita que se entrevista con Juana de Asbaje, a la que llevé —en la ficción, donde todo puede cumplirse— a conocer el mar.

Mientras sostenía el anzuelo mencionado, escribí estas páginas, con intervalos, en un periodo de ocho años. El pretexto específico fueron cuatro invitaciones de diferente naturaleza (de Marisa Belausteguigoitia al PUEG de la UNAM, de Verónica Salles-Reese a dictar una conferencia en el III Simposio Internacional Interdisciplinario de Estudios Coloniales de las Américas en Quito [CASO], de la Casa de América en Madrid, la cuarta del periódico El Universal a colaborar en sus páginas culturales). No respeto el orden cronológico en que fueron escritos.

Dejé de lado lo que damos por sabido —que el peso de las raíces indias no permite más memorias, que la fuerte relación con el mundo ibérico arrincona al África blanca y negra, que el orgullo del mestizaje no acepta parcelaciones— para ensayar ciertas preguntas relacionadas con aquella visión del patio de infancia de Juana y de la ciudad que vio desde el carro que la trajo de Nepantla: ¿por qué hemos prácticamente borrado de nuestra memoria nacional la existencia de la herencia afromexicana, su paso por el pasado, su huella en el presente?

Los textos son de tono distinto y abordan temas y épocas diferentes. En «El negrito blanqueado» tomo a un personaje supuestamente colonial, habitante de almanaques (o calendarios) del siglo XIX, intentando comprender el deseo de resucitarlo y eliminarlo. En «La goma de borrar» de Bernal Díaz del Castillo, cuestiono la ausencia del cronista con la perspectiva africana de la conquista, y el pentimento. En «Raza blanquita» cuento un mal trago de mi temprana juventud, e intento explicar una violencia soterrada, misógina y racista, que tiene los cables cruzados y cuyo cortocircuito parecía inminente.

La reivindicación del componente negro en otras latitudes fue clave en las luchas por los derechos ciudadanos y el enriquecimiento (si no la revolución) de las artes. No es sobrevalorar el impulso que el mundo afroamericano entregó al mundo. Nosotros nos quedamos al margen, importándolo sin hacerlo también resonar como también nuestro. ¿Que son parte de un pasado muy remoto? Para quitarle peso a esta pregunta, añadí una pieza corta, tomada de mis colaboraciones en el periódico, más recientes que los tres ensayos presentados. Hablo ahí de cuando este país acunó para los afroamericanos el sueño del continente, el «Sueño mexicano».