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SECCIÓN DE OBRAS DE POLÍTICA Y DERECHO


LA TRANSICIÓN VOTADA

MAURICIO MERINO

LA TRANSICIÓN VOTADA

Crítica a la interpretación del cambio político en México

Fondo de Cultura Económica

Primera edición, 2003
Primera edición electrónica, 2014

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Siempre he sospechado de los libros que se forman con conferencias, ensayos y artículos diversos, escritos en tiempos diferentes y con propósitos de todo tipo. Con excepción de aquellos que se integran para recuperar la obra dispersa de autores que de veras lo ameritan, tiendo a dudar de los volúmenes que encuadernan piezas sueltas, sin ningún hilo conductor que justifique su convivencia en la unidad de un solo libro. Me curo en salud, pues éste sí persigue una idea, aunque sus partes hayan sido escritas en momentos diferentes.

Confieso, sin embargo, que no me propuse su publicación sino cuando me percaté de la unidad que formaban varios de los textos que había preparado, en respuesta a compromisos distintos, a lo largo de los últimos cuatro años. Hay una razón: durante este lapso no sólo he sido testigo de los cambios políticos que ha vivido el país, sino que los he presenciado desde el mirador de privilegio del Consejo General del Instituto Federal Electoral (IFE). De ahí que haya tenido un interés mayor, a un tiempo académico y profesional, en las muy diversas interpretaciones que se han dado sobre ese proceso que conocemos ya como la transición a la democracia. Y de ahí también que me haya percatado de algunas de sus principales limitaciones y que haya intentado mostrarlas en cada uno de los artículos que conforman este volumen. El conjunto habla de una transición que no se corresponde con el modelo típico ideal, que si bien ha servido para comparar los procesos de cambio que han vivido otros países desde un régimen autoritario a una democracia más o menos consolidada, en el caso de México ayuda también a subrayar los obstáculos que ha generado la propia transición.

El título del libro trata de expresar la idea central de esa crítica: la de México ha sido una transición concentrada, casi exclusivamente, en los asuntos electorales. No ha producido un pacto fundacional, ni otro destinado a afianzar la gobernabilidad democrática, ni se ha ocupado de la reforma de las instituciones políticas para acoplarlas a los nuevos signos de la pluralidad partidaria. Ha sido, por tanto, una transición votada. Desde un principio, los acuerdos políticos se cifraron en la apertura de los procesos electorales y en el refuerzo de las instituciones responsables de llevarlos a buen puerto, pero no se propusieron una transformación mayor en el resto del entramado institucional. Gracias a esas mudanzas, los ciudadanos han ido perfilando la nueva distribución del poder público y han fortalecido con creces el sistema de partidos políticos, pero lo cierto es que la democracia lograda a fuerza de votos no ha trascendido su origen electoral. Y, paradójicamente, ese origen ha marcado sus dilemas más evidentes.

De esa tesis se ocupa la primera parte de este volumen. El capítulo inicial es, además, una introducción y una justificación de las razones que dieron lugar a este libro. La idea de la transición votada se explica ahí de manera extensa, así como las restricciones que ese proceso ha traído consigo. Por otra parte, hay un desarrollo más amplio de una de sus consecuencias más notables, que es la paradójica —cuando no contradictoria— cultura política de la sociedad mexicana. Ambas cosas se concatenan y se explican recíprocamente: la forma en que México ha transitado a la democracia generó los rasgos singulares de la cultura política predominante, mientras que ésta ha otorgado carta de legitimidad al proceso de cambio político que ha vivido el país durante las dos últimas décadas.

A pesar de su concentración en las cuestiones electorales, la transición a la democracia en México no ha logrado resolver todos los problemas de orden técnico de manera exitosa. Si bien el IFE ha jugado un papel clave durante la última etapa de ese largo proceso, su propio funcionamiento ha ido revelando muchas de las debilidades del diseño que sirvió para organizar la base técnica de la mudanza política. Con la ventaja del mirador interno, la segunda parte del libro está dedicada precisamente a discutir algunas de esas zonas de incertidumbre que todavía siguen desafiando el buen funcionamiento de las instituciones electorales. No me propongo formular un recetario de las reformas pendientes. Ése no es el propósito de los capítulos reunidos en esa segunda parte. Pero sí hay una revisión crítica de los temas fundamentales que ameritan un cuidado especial, justamente para evitar que el asiento de los cambios electorales se deteriore a fuerza de descuidar sus defectos. Si el proceso ha consistido, fundamentalmente, en una transición votada, es claro que la consolidación de la democracia no podría omitir el funcionamiento de los órganos encargados de darle certeza a las elecciones.

Finalmente, he dedicado la última parte del libro a una reflexión más amplia sobre el proceso de consolidación democrática. Si la tesis del libro se refiere a la forma que adoptó la transición mexicana, sobre la base de las instituciones y los procesos electorales, los capítulos finales se detienen en tres temas que considero mayores: la reforma de las instituciones políticas, la relación entre el sistema político y el sistema de partidos y el federalismo. No tengo ninguna intención de sugerir que éstos sean los únicos asuntos nodales para consolidar la democracia en México, pero no tengo duda de que sin ellos el proceso podría revertirse. De ahí también que haya agregado un epílogo que trata de responder una pregunta que, a mi juicio, nunca debe dejar de plantearse: ¿por qué nos conviene la democracia?

No quiero extenderme más en estas líneas introductorias, excepto para dejar constancia de mi gratitud a quienes contribuyeron a que este volumen fuera posible. Comienzo por agradecer a quienes me invitaron a escribir sobre los temas que se incluyen en cada capítulo. Cada invitación ha sido una buena razón para volver a pensar. A pie de página, dejo constancia de esos espacios originales en los que se publicaron o leí las primeras versiones del libro. Más tarde, Ana Lourdes Garza me ayudó a darle coherencia a la articulación entre los diferentes capítulos, incluyendo aquellos donde Rodolfo Vergara, Héctor Arámbula, Guillermo Cejudo e Ignacio Lozano tuvieron una colaboración definitiva. Ellos, de hecho, escribieron junto conmigo algunos de esos capítulos, y me han aportado datos y discusiones que los convierten en parte ineludible de esta pequeña obra. Y Guillermo Cejudo, en particular, ha hecho una minuciosa labor de revisión y edición, sin la cual este libro simplemente no existiría. Por supuesto que soy responsable de lo que aquí se dice. Pero lo cierto es que Guillermo es responsable, en buena medida, de que se publique. Finalmente, quiero dejar constancia de mi gratitud a Mirna R. Saldaña, quien me ha regalado el ánimo indispensable para confeccionar este libro, a pesar de todo.

Julio de 2003

PRIMERA PARTE